El laberinto progresista
Debate de Ideas. "Espacio Carta Abierta". Los Recreadores culturales del kirchnerismo.
El Asís cultural
escribe Carolina Mantegari
Editora del AsísCultural, especial
para JorgeAsísDigital
«Minotauro pícaro». «Personaje exiguo».
Así califica el vicepresidente Cobos, en el Espacio Carta Abierta.
Un conglomerado alucinante de intelectuales paraoficialistas. Comprometidos, se decía en la antigüedad. Con «la defensa de un gobierno democrático popular amenazado».
Lo componen «exponentes de la cultura». Académicos, artistas y escritores. Por centenas, los cartaabiertistas se agrupan para resistirse al «clima destituyente». Considerado «con categoría de golpismo».
Una formulación impuesta, presente desde la primera carta.
El «clima destituyente» es generado por determinados sectores «económicos, políticos e ideológicos». Conspiradores que compondrían un compendio aún desarticulado de derecha. O de «neo derecha».
Clima que perciben, los intelectuales cartaabiertistas, a partir del dilatado conflicto del agro. El que fuera desastrosamente piloteado por el gobierno popular que se disponen, saludablemente, a defender. De la acción de enemigos peligrosamente imaginarios.
En la cuarta carta, recientemente distribuida, titulada El laberinto Argentino, es donde se ensañan jocosamente con Cobos. El «partiquino de los momentos menores de la política».
Fulgores
A través de la seducción implícita en el armado de los significantes, desde Carta Abierta construyen una jerguita elitista, que apenas contiene la pedantería cultural de los iniciados. Un conjunto de párrafos articulados. Desde donde se trasladan fulgores de entretenimiento hacia la desértica monotonía del discurso estatal. Signado, en la coyuntura, por una precariedad aceptablemente estremecedora.
La recreación de la espantosa mediocridad del oficialismo legitima, al fin y al cabo, esta saludable aventura político-literaria. Encarada por admirables reincidentes en la fascinación que ejerce la derrota.
El último texto, el que precisamente alude al laberinto, nos ilustra acerca del misericordioso laberinto cultural en que se encierra, cíclicamente, la izquierda gestual.
Una desorientación revolucionaria que naufragó en las playas plausibles del progresismo.
Evocan la atmósfera ilusoria que supieron padecer los padres de esta articulista.
Es, en el fondo, como en los setenta. En versión teóricamente grotesca.
Profanaciones
Es paradójico. Mientras el peronismo kirchnerista se arrastra, compulsivamente, hacia la derecha, quienes salen a contenerlo son los héroes intelectuales del pensamiento progresista. Debe constar en las próximas actas, las inútiles, de la historia.
Salen movilizados por la «recaída anodina», producida por «el recio embate de las neoderechas». Especialmente por el embate que acaban de recibir de parte del «complejo agromediático».
A los sensibles suscriptores de la carta, los atormenta la profanación ideológica. El emblema de las multitudes atraídas por la neoderecha. Las que vivaban «al estanciero Luciano Miguens». Con la cantinela profanada: «si este no es el pueblo, el pueblo…»
Los progresistas ilustrados aún no lograron reponerse del definitivo knock out técnico que le produjo, al gobierno de La Elegida, el conflicto extendidamente agropecuario. Que mutó en insolente canal de desprecio, de los sectores presentablemente mayoritarios de la sociedad. Motivo del epílogo legendario, del inolvidable suspenso electoral, con las redituables vacilaciones del vicepresidente Cobos.
«El partiquino» Cobos salvó, literalmente, del incendio, en aquel momento menor de la política, al gobierno que los cartaabiertistas pretenden sostener.
En realidad, Cobos los atormenta desde el pináculo de las encuestas, desde donde se disponen pronto a bajarlo. Pero con toneladas de información procedente, según nuestras fuentes, de Mendoza. Aportadas a los Kirchner por una dupla que se introdujo en el poder mediático.
O con «la perversidad del perdón», metodología que trata Rocamora, en su miniserie «Sala de Embarque».
Para los cartaabiertistas, en cambio, el «Minotauro pícaro» sólo aprovechó los efluvios del «agrarismo». Como se estigmatiza el fenómeno en la carta, con semántica despectividad.
Adicciones
Gente penosamente grande. Adicta a la sucesión de desengaños. Arquitectos insistentes de decepciones colectivas. Sexagenarios altivos que rifan concientemente sus trayectorias. Suelen deslizarse entre la zona liberada de la Biblioteca Nacional. O en el foco, inofensivamente insurreccional, del café de la Librería Gandhi.
El invalorable Tata Cedrón, el sociólogo Horacio González, sobre todo el ponderado guitarrista Ricardo Forster, el percusionista Jaime Sorín, todos endiosadores del colectivamente construido Tristán Bauer.
La actriz Cristina Banegas, del eterno elenco estable de la contestación. La respetable señora Ferreira, viuda de Walsh. Con las palmaditas protectoras de Feinmann y de Verbitsky. Enternecedores sujetos que manifiestan su «alarma» por los «déficits de interpretación». Que sienten «vulnerados los horizontes colectivos de las creencias».
Carecen de un Kant ni un Rousseau, pero sí tienen, de sobra, intencionalidad. Cuentan con la primera guitarra del señor Forster. Con la instrumentación argumental de González, con el apoyo también paternalista, sobre todo moral, del señor Viñas. Y con los ecos de la Secretaría de Estado de Página 12.
Carecen de ideas superadoramente propias pero lustran, con significativo entusiasmo, el vacío. Para elevarse contra los discursos impuestos por los «medios de comunicación». Los que lanzaron la palabra, según el inspirado Forster, hacia «el zócalo de la historia».
Bartolas
Los progresistas del cartaabiertismo, en «El laberinto argentino», también critican, con levedad, al gobierno que aún los contiene. Pero que felizmente, hasta hoy, parece no tomarlos demasiado en serio. Un mérito rescatable del kirchnerismo.
Acentúan la falta de «elaboración, proyección y explicitación de las medidas importantes» que se toman. Rescatan, por ejemplo, la catastrófica estatización de Aerolíneas Argentinas. O el pago anunciado al Club de París. Al momento de la última cartita, la del «laberinto», desconocían seguramente la decisión de pagar hasta a los bonistas en banda. Para estos acompañantes autónomos, cartoneros voluntarios del oficialismo, aquí falla «lo previo».
Como no son giles, perciben que las medidas son tomadas, sustancialmente, a la bartola.
Sin embargo, la «excepcionalidad» del momento histórico los induce a apoyarlas. Igual que a la política de los derechos humanos. A pesar que «otros» la califiquen de impostura.
De impostura. De simulacro para amortiguar el Sistema Recaudatorio de Acumulación.
Donde se habla así, que se sepa, es en JorgeAsísDigital.
El debate es, en todo caso, un desafío que se acepta.
Explicaciones
Al percibir semejante apetito participativo del conglomerado, puede explicarse mejor que Néstor Kirchner prefiera saberse acompañado por Daniel Hadad. Pensador que tanto tiene que ver con el discurso de los medios. Por Jorge Brito, quien mantiene atributos irreparablemente mágicos para la estrategia superior del kirchnerismo.
Puede explicarse, además, que la estrella indispensable del gobierno sea Julio De Vido. Con sus severos paladines. Ricardo Jaime, Morenito, el injustamente alicaído Claudio Uberti, que debe ser suplantado para la excepcionalidad, en la resolución de algunos asuntos coyunturales.
Puede explicarse, por último, que «el gobierno democrático y popular» hoy dependa, en cierto modo, de los recursos profesionalmente geniales del doctor Ed Sohat, en los tribunales de Miami. Más que de las alucinaciones contragolpistas de los intelectuales comprometidos, del Espacio Carta Abierta.
De todos modos, deparan deseos entrañables de quererlos. Como a nuestros abuelos. Dan ganas de compartir con ellos un sándwich de cantimpalo, como nuestros mayores contaban que servían en el Viejo Ramos, de Corrientes y Montevideo. Hay que compadecerlos por los arrebatos de la próxima decepción. Arquitecturalmente generada. Adicción que los introduce en el definitivo laberinto.
Por el comprensible viraje del gobierno, hacia la neoderecha. Tardíamente, sin retorno.
Carolina Mantegari
para JorgeAsísDigital
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