Periodistas de la Puerta del Sol
Los Indignados que piden conferencias de prensa.
Artículos Nacionales
escribe Oberdán Rocamora
Redactor Estrella, especial
para JorgeAsísDigital
Una sublime estudiantina de periodistas quejosos, que portaban cartelitos reivindicatorios, fueron amontonados en el piso del Canal 13. Para la regocijante producción de Jorge Lanata.
Los profesionales, venerables y destacados, conformaron un coro dramáticamente suplicante. Movilizados por la consigna:
«Queremos preguntar».
Menos que concentrar fuerzas colectivas, la estudiantina de referencia derivó en una catastrófica demostración de debilidad. Tal vez fue más grave aún, de inutilidad. E inoperancia.
La piadosa ceremonia, de los colegas con los cartelitos y las recriminaciones, recordaba a Los Indignados de la Puerta del Sol.
El papelón, infortunadamente, no se limitó al show televisivo, que suele culminar la ociosidad expresiva del domingo. Viene acompañado de solicitadas próximas, suscriptas por más de una centena de periodistas. Para colmo dicen:
«…hicimos foco en la ausencia de conferencias de prensa; esto es, la negativa de los funcionarios de gobierno a rendir cuenta de sus actos, un aspecto sustancial del acceso a la información».
¿Desde cuándo un periodista, para informarse, informar y clarificar a la sociedad, necesita de las conferencias de prensa?
Cuesta admitir la persistencia de la tontería, emitida con la solemnidad y el énfasis.
Los muchachos, acaso sin quererlo, suelen incriminarse. Al aceptar que quieren «saber de qué se trata». Es preocupante porque significa, explícitamente, aceptar que no lo saben. Que ignoran lo que pasa.
Si los 150 colegas firmantes aún desconocen «de qué se trata» esta historia, corresponde que se les envíen telegramas de despido. O de cancelación de los contratos. Por incompetencia.
Para enterarse bien de lo que pasa, les bastaría con la explicación de alguno de los firmantes. De los que suscribieron, extrañamente, la superlativa idiotez. Por compromiso. O por solidaria tendencia corporativa, que permite atenuar el florecimiento natural de los individualismos.
La Gran Tergiversación
Es difícil impugnar la política de comunicación del gobierno que, en el fondo, parecieran no entender.
El kirchner-cristinismo es, en esencia, una gran tergiversación.
Consiste en tergiversar las desmesuras de un gobierno venal, improvisado y corrupto, en una epopeya casi revolucionaria. Para lograrlo, se utilizó una política de comunicación rescatablemente brillante.
Sin la eficiente comunicación, las imposturas del cristinismo se reducen a la Nada. Para Heidegger.
En la materia, el gobierno produjo una sumatoria de aciertos. El padre de todos los aciertos consistió en designar a Clarín como el enemigo principal. Después de haberlo tenido, a su servicio exclusivo, durante cinco años.
(A propósito, ninguno de los Indignados de Puerta del Sol mantiene interés de preguntar por qué demonios se distanciaron Néstor Kirchner, El Furia, y Héctor Magnetto, El Beto. ¿Qué les pasó? Ampliaremos).
El segundo gran acierto consistió en no darles ni cinco de pelotas a los periodistas que no fueran de la propia tropa (a los que tampoco les dieron gran bolilla). Los auto-nominados como «independientes».
La modalidad de la indiferencia resultó también altamente beneficiosa.
Tercero. Simultáneamente conformaron un compilado compacto de medios afines. La «tropa propia». A través de canales, el Público y la serie de los canales captados. Los cuantiosos semanarios y diarios de Sarita. La Secretaría de Estado de Página 12, la variedad de radios. Con una multiplicidad de periodistas, la gran mayoría de ellos abonados por los fondos de la Cooperativa de Crédito de 25 de Mayo. A los que tampoco, como se dijo, se les otorga importancia. A lo sumo, se los instruye. Se los alienta para que salgan a defender las (generalmente) indefendibles medidas de gobierno. Y sobre todo para atacar, descalificar, si viene al caso para triturar a quienes los impugnan. Sean políticos de «la opo» o, sobre todo, periodistas críticos. Con o sin cartelito.
Prescindir del vehículo
La poderosa capacidad de fuego, para la defensa de lo propio y la denostación del adversario, es complementada por otro rasgo del estilo, que se transforman en la característica principal. La construcción del diálogo directamente imaginario entre Nuestra César y la alucinación llamada sociedad. Se trata del eterno monólogo, sin espacio para interrupciones, y, menos aún, para las preguntas. Con la audiencia de látex que siempre aplaude con fervor, y que el ciudadano registra a través del televisor. Mediante las excelencias de una comunicadora que cae, con frecuencia, en el riesgo alarmante de «Hablarse encima» (cliquear).
El estilo de comunicación permite prescindir del canal hasta entonces usual. El periodismo. Lo reprocha el mismo Lanata.
«Nosotros tratamos de ser el vehículo».
O sea, aspiran a ser, exactamente, aquello que el cristinismo comunicacional se jacta de despreciar.
Migajas de atención
Los suplicantes colegas de los cartelitos mendigan migajas de atención presidencial. Que -injustamente- se les niega.
Mala y perversa, Cristina no los atiende. Zanini los ignora. Ni Parrilli ni el Abalito los convocan y Moreno, por si no bastara, se les ríe en la cara. Nadie les acepta, tampoco, una mera invitación en sus programas. Se defecan olímpicamente en los audaces que se proponen como «vehículos» transmisores. Y la oposición carece, globalmente, de producir informaciones de interés.
Nuestra César atraviesa un período de inquietante inseguridad. Cargada de temores misteriosos. Atormentada por fantasmas persecutorios que le producen, según nuestras fuentes, culpas.
Si recuperara un poco la osadía perdida, perfectamente podría desarticular a los Periodistas Indignados de La Puerta del Sol.
Para recibirlos, sonreírles, saludar a alguno con un beso, como antes. Y decirles:
«Pregunten, muchachos, todo lo que quieran».
Junto a los periodistas de la casa, claro. La propia tropa. No habrá motivos para discriminarlos.
Oberdán Rocamora
para JorgeAsisDigital.com
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