Errores del Videla de Reato
TEMAS DE DISCUSIÓN (II): Sobre los presupuestados siete u ocho mil muertos.
El Asís cultural
escribe Carolina Mantegari
Editora del AsísCultural,
especial para JorgeAsísDigital
«¿Para qué íbamos a robar chicos?»
Introspección del general Jorge Rafael Videla, en la página 205. Alude al cuarto error que reconoce. En su catarsis «tardía» (adjetivo del editorial de La Nación).
La caravana de indignados incentiva la desagradable lectura de «Disposición Final», de Ceferino Reato.
A la derecha, procesista o no, le molesta, en el fondo, que Videla cuente de las «zonas y sub-zonas». Que se «hable encima».
A la izquierda prejuiciosa le molesta, en cambio, que Reato reproduzca las confesiones de Videla. Acerca de los presupuestados siete u ocho mil muertos. Más o menos.
Sin escapatoria. Y sin el afán de trascendencia, perceptible en las «Operaciones» anteriores -la «Traviata» (2008) y la «Primicia» (2010)- aquí Reato compone su libro más simple y simultáneamente necesario.
Con eficiencia, el ensayista se limita a administrar los francos desbordes del sujeto de referencia. Indignan a los adictos al código de silencio de los represores. E irritan, sobre todo, la elaborada sensibilidad de los solidarios ideológicos de los reprimidos. El texto, por suerte, sobrevive a la coacción de ambos esquemas. Categóricos. Rígidos.
La visión del derrotado
Atrae, irremediablemente, la visión del derrotado.
Presidiario, con 87 años, en el demorado zaguán del final, el Videla de Reato se hace fatídicamente responsable de los cuatro errores que describe. Con una lucidez aceptable, que se confunde con cinismo. Y que Reato transcribe con la fidelidad profesional del que genera sospechas. Los «políticamente correctos» lo impugnan. Patológicamente, hasta por haberle «dado la mano». O más imperdonablemente: por brindarle, al perdedor Videla, la voz.
«Deberíamos haber seguido la guerra bajo el gobierno de Isabel Perón, de acuerdo con los tres decretos de Luder».
(p. 156).
Es el primero de los «errores». El sustancial padre de todos los errores. Consistió en haber producido el golpe del 24 de marzo de 1976. Podían, a su criterio, haber generado la misma carnicería. Y sin hacerse cargo del gobierno.
«Bordaberrizarla», en la práctica, a la señora Isabel Martínez de Perón. Aplicarle el recetario en boga de los militares uruguayos, que supieron desplegar el festival de asesinatos con la caricatura del presidente constitucional. O podían «bordaberrizarlo», incluso, a don Ítalo Argentino Luder (p. 193).
Aquí la dupla Videla-Reato, acaso sin proponérselo, consolida la imagen póstuma de Luder. Que les dijo: «No puedo ser desleal con Isabel».
Como en todos los sofocantes libros dedicados al romanticismo discutible de la guerrilla, y a la represión estatal de los 70, en «Disposición Final» desfila también el debate semántico del verbo «aniquilar».
1978 como desperdicio
El segundo error que se reconoce, en el Videla de Reato, es de evaluación político-conceptual. Alude al desperdicio de 1978. Año en que «el régimen militar vivió sus mejores días» (p. 206). Por no haber aprovechado, aquel año mundialista de gloria, para pre-cocinar la salida del poder. Con mayor fortaleza y legitimidad. Cuando la «guerra contra la subversión» ya estaba ganada.
Conste que habían enviado, hacia la DF (Disposición Final), a los siete u ocho mil muertos del presupuesto. Ausencias que les garantizaba, supuestamente, la victoria. El saneamiento institucional.
Aparte del horror, aquí suelen admitirse las discusiones relativas a la contabilidad macabra. Si los muertos fueron ocho, o los instalados treinta mil. Como si se reiterara el balance contablemente administrativo de la segunda guerra mundialista. Debate que no permite el menor lucimiento intelectual.
Los otros dos errores, reconocidos por Videla, aluden al uso equivocado que se le proporcionó al término «desaparecido». Y a la irresponsabilidad criminal de haberlos hecho desaparecer.
El último error tiene que ver «con el robo de chicos». El drama que trágicamente los encarcela, y produce la reflexión que da comienzo a la crítica.
Para los colegas impugnadores, Reato parece haberse contagiado, sobre todo, del primer error de Videla.
Así como Videla se equivocó al dar el golpe, sostienen que Reato se equivocó al escribir este libro.
Es precisamente lo que hace que el texto sea, en definitiva, valiente. Transgresivo. Contiene la sinceridad que debiera destacarse como hecho literario.
Intensamente desagradable, sin cláusulas de encanto, «Disposición Final» requiere del arrojo de un lector abierto. Para nada inocente. Con más pasión por informarse que por condenar al protagonista. Y, de paso, sobre todo, al autor. Editó Sudamericana. 316 páginas.
Carolina Mantegari
para JorgeAsisDigital.com
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