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Penúltimo round

ENTREGUERRAS Y ENTRE-ELECCIONES | Seminario (I): Apuntes para entender la racionalidad del cristinismo.

Carolina Mantegari - 25 de agosto 2011

Artículos Nacionales

Penúltimo roundsobre Informe de Consultora Oximoron
Redacción final de Carolina Mantegari

«La oposición, por la paliza, quedó noqueada. Pero todavía tiene que soportar otro round. El del 23 de octubre».
Garganta anónima

1.- Hasta el próximo choque

Sólo los que perdieron aún se preguntan qué diablos les pasó.
Los más benévolos destruyen genéricamente a «la oposición». El camino es lícito. Pero demasiado fácil. Vale como recurso de justificación rápida. Para salir del paso.
Cuando el problema -para Consultora Oximoron- consiste en encarar una valoración más justa del oficialismo. Fue oportunamente subestimado. En exceso.

La subestimación al kirchnerismo hoy se traslada para degradar, en bloque, a los opositores. Los que, para la Garganta, están «afuera del ring». Con algunas excepciones. Como los tres que zafaron. Claramente favorecidos por el escrutinio del 14 de agosto. Ver «Humillados, anotados y favorecidos» (cliquear).
Son Altamira, Rodríguez Saa y -sobre todo- Binner.

Para Oximoron, si no comienza a entenderse, la paliza del 23 de octubre aún puede ser peor. El oportunismo suele siempre registrar una caudalosa ola de solidaridad. Se extiende para socorrer al vencedor.
La derrota, aparte de ser contagiosa, es, en la Argentina, un error.

El kirchnerismo, aún en su versión póstuma, cristinista, prosigue con el atributo de la trasgresión.
Penúltimo roundEn su dinámica de caídas y recuperaciones, se evalúa que el kirchnerismo es portador del elemento autodestructivo. Lo induce, con frecuencia, a la implosión.
Pero nunca, las caídas del kirchnerismo, se registraron por factores externos. Chocan la calesita, reiteradamente, pero por desmesuras de índole interna. Aunque ingeniosamente siempre pudieron recuperarse. Y la calesita chocada, ante el estupor general, se reparó y continuó con las vueltas. Hasta el próximo choque.

Sólo una de las caídas, la registrada en el 2006, con aquella derrota de Misiones, correspondió a la presidencia de Néstor, El Furia.
Las tres restantes, que suelen detallarse en los seminarios del Portal, correspondieron a las presidencias de Cristina.
Dos de ellas fueron en vida de El Furia, que las agravó. La caída «no positiva» del 2008, por ejemplo. Y la caída tétrica del 2009, con las alucinantes «testimoniales».
En ambas, el kirchnerismo estuvo al borde de la lona final. Pero supieron recuperar pronto el control de la iniciativa, ante la impotencia de una oposición que les permitió recomponerse. Y arrasar otra vez, cada vez con mayor intensidad. Hasta habituarse de nuevo a la administración de la hegemonía. Y la captación de la iniciativa.
Sobre todo se pudo tomar conciencia del sorprendente crecimiento a partir de los fastos del centenario. Cuando ya podía notarse una suerte de competencia que lo atormentaba, según nuestras fuentes, a Néstor. Aquí se contó: Cristina tenía diez puntos de ventaja sobre él, que añoraba volver a la presidencia.
Penúltimo roundDespués, la genialidad estratégica del fallecimiento acelera la fortaleza de la heredera. La combinación de Fuerza Bruta, Fútbol y Milanesas para Todos, más el efecto redituable del Vestidito Negro, marca una apropiación de la totalidad del escenario que permitió la reflexión. Está «Cristina, y el resto es paisaje»(cliquear).
Brota una Cristina que, bastante más despojada, derivaba en un producto superior. Más vendible, y presentable, que el de su marido extinto. Exhibía a una dama articulada, dolorida, que se habituaba al dominio estricto de la verdad. Y con la altivez que rozaba, a veces, la cursilería.
Pero Cristina, a pesar de todo, caía. Parecía desmoronarse. Con la sucesión de derrotas del 2011. Con la parálisis escalofriante de una administración que sólo podía simularse por la actividad pre-electoral. Fueron tropiezos registrados en pleno marco de la algarabía económica local. Contrastaba comparativamente -para Oximoron- con la catástrofe europea, y con el riesgo sorprendente del default en los Estados Unidos.
Las urnas del 14 de agostó signaron la última recuperación. Muestran la eficacia de la racionalidad del cristinismo que aplica su plan. Como si existiera.

2.- El puenteo al periodismo

En su dinámica trasgresora, el kirchnerismo se lleva la totalidad de los códigos por delante.
Puentea, en principio, para conseguir sus objetivos.
Así como Kirchner supo puentear a la casi totalidad de los gobernadores, a través de una relación directa del poder central con los intendentes, Cristina supo establecer su comunicación con la sociedad al margen del periodismo. Simplifica así la temática, en general, tan conflictiva. La relación con la prensa. A la que ignora y combate.
La prensa (inexorablemente) crítica. Opositora. De los «medios concentrados». Pero sin rendir, en simultáneo, el menor tributo hacia el superabundante periodismo oficialista. Que sólo está, en el ejercicio, para aprobarla. Defenderla. Y complementar las operaciones destructivas hacia los adversarios «del modelo».
La estrategia es completada por una profundización del método arbitrariamente riesgoso. Impulsado por su marido. Debe evaluarse, para Oximoron, a la luz transitoria de los resultados, como acertado. Casi genial.
Penúltimo roundEl método consistió en designar, para el rol del enemigo a vencer, al Grupo Comunicacional. «Concentrado». Sinonimia expresa del Grupo Clarín. Focalizado en la presencia lacerada de Héctor Magnetto, quien no supo, o no pudo, defenderse. Y mucho menos, después de la declaración de guerra, pudo acertar en la manera de atacar, al menos con algún atisbo de inteligencia. Porque ni el sector dirigencial que representaba, ni la placidez de la redacción que disponía, estaban motivados para encarar las virulencias de una guerra. Ya que estaban infinitamente habituados a la rendición incondicional del semejante. Bastaba con el arma disuasiva de un titular en página impar. De un tratamiento de cinco días.
Clarín padece, como pérdida de guerra, la herida más grave. La legitimidad.
La demostración cabal que un año de titulares adversos no sirve, siquiera, para evitar que Cristina los sorprenda. Con el 50 por ciento.
Como a los opositores del comienzo, a Clarín le falta encarar, aún, el último round.

Aparte, la confrontación con Magnetto, o sea contra el Grupo Clarín (que arrastraba a la incertidumbre de La Nación), sirvió, aquí, como elemento fuertemente devaluador del resto de la (llamada) clase política.
Sus exponentes se quedaron sin iniciativas. Sin fichas. Y en el medio, pero absolutamente devaluados. Degradados por el poder central que los ninguneaba. Y se obstinaba en perseguir al que presentaban como el verdadero dueño del circo. Clarín, que arrastraba, se reitera, aunque en menor medida, al seguidismo desorientado de La Nación, también enredado en la vorágine desprolija de Papel Prensa.
Al quedarse sola, y dueña absoluta del escenario, la jugada de Cristina consistió en profundizar la polarización con Clarín. Con menor capacidad negociadora que el marido, que atacaba para negociar.
Cristina consolidó entonces, en un lugar secundario, a los exponentes que hoy degrada, con facilidad, cualquier locutor que da la temperatura.
De acuerdo a la evaluación, los opositores no tomaron conciencia de la encerrona que los esperaba. De la trampa, a la que ingresaban. Solitos. Con la frescura de Heidi. Al extremo de tener que solidarizarse, al menos de manera indirecta, contra «los atropellos a la libertad de prensa». A favor de quien le brindaba algo sustancial para existir en la política contemporánea. Aire, voz, centímetros de texto.
Con la importancia que tomaron los medios de comunicación, hoy más sustanciales que nunca para la actividad política, se instaló la convicción. La dependencia mediática.
«Aquel que no aparece en los medios no es».
Y para aparecer había que ganarse el favor, estar cerca de la «prensa concentrada».

Penúltimo roundAl ignorar como estrategia al periodismo, al anularlo como intermediario, Cristina acentuó la comunicación directa con la mitad de la sociedad. Sin admitir la posibilidad remota de alguna réplica hacia su discurso monopolizador. Efecto de manual básico.
A través de la utilización de la Cadena Nacional. A discreción. O con las dos inauguraciones diarias de lo que fuera. Humo imprescindible para mostrar, a La Presidente, siempre en actividad. Le bastaba para estar presente en los hogares, aunque la otra mitad de la población, al verla, recurriera a la desesperación del zapping. Pero lo importante era que siempre estaban presentes sus articulados mensajes. Con los quiebres redituables, sigilosamente calculados. Sostenidos por la escenografía adecuada de militantes fervorosos. De funcionarios aplicados que debían aplaudirla, emocionados, y de pié. Con algún cartel donde invariablemente debía verse. «Aguante, morocha».

Carolina Mantegari
para JorgeAsisDigital.Com

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