Cuatro lecciones de Santa Fe
Del Sel-2015. El Tango del Chivo. La consolidación de Binner. La Scioli-dependencia de Cristina.
Artículos Nacionales
1.- Del Sel-2015
El «Fenómeno Del Sel» proporciona mayor relevancia a la precipitada equivocación de Macri.
En su desbordante euforia, con su generosidad proverbial, el principal protagonista, Miguel Del Sel, lo presentó a Macri, el Niño Cincuentón, como «el presidente del 2015».
El showman suele exagerar su condición de novato.
Por rápido, por su capacidad para «jugar a la mancha con los aviones», Del Sel sabe que la política es lo suficientemente dinámica. Lo demuestra, ante todo, la irrupción efectista, violentamente mediática, de su marca, en el horizonte nacional. Con la base en Santa Fe, «el país» de Mateo Booz.
Macri lo embarcó a Miguel en la aventura de la gobernación. Para que lo acompañara, desde la provincia, en su candidatura presidencial.
«La hazaña de Miguel tiene mayor magnitud porque Macri lo dejó solo».
Como lo dijo su compinche, también genial, Dady Brieva. Ataviado de mujer, en el cierre eficiente de campaña. La emisión de Susana Giménez.
«El Negro se quedó en banda».
Sin candidato presidencial. Para confrontar con El Chivo Rossi, que mantenía el paraguas (bastante relativo) de Cristina. Y con el favorito, «El Pelado» Bonfatti, que lo tenía, al lado y detrás, a Binner.
Pero era tarde. En Santa Fe, el Fenómeno Del Sel se extendía. Adquiría su propia dinámica.
De ser un problema inicial para el Chivo Rossi (y Cristina), Miguel pasaba a transformarse en el problema que inquietaba, hasta la angustia, a Bonfatti (o sea a Binner).
«Una semanita más y Miguel se la ponía también a los socialistas», confirma la Garganta. Telefónica.
No hay razones, en adelante, para descartar la utopía que seguramente Del Sel, con su inseparable amigo Fernández, El Oreja, habrá insinuado. Con la mirada. Acaso sin palabras. Mientras se daban cuenta de las consecuencias del «fenómeno». Las adhesiones que despertaban.
«Loco, ¿y si vamos por la nuestra?».
La mesa del poder está servida. La campaña permanente está lanzada. En adelante, cada noche de teatro podrá convertirse en un acontecimiento político.
Del Sel-2015.
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2.- Tango del Chivo
La soledad de Rossi, El Chivo, estremecía.
Signaba, por contraste, la virulencia del «Fenómeno Del Sel».
«Lo barrió un cómico. Lo sacó de la cancha». Lo confirma un perverso, para ridiculizarlo.
Abandonado, pero entero, Rossi supo asumir, con la dignidad que escasea, la derrota inapelable.
La aceptaba. Junto a los obstinados que pretendían explicar, la desastrosa caída, por el efecto de la traición de Reutemann.
Con mayor dignidad aún, El Chivo descartó la interpretación tan fácil. Al menos, en público.
Imagen del Chivo solo. Con los suyos, sus obstinados. Sin las presencias solidarias nacionales.
Ningún cosechador de aplausos triunfales, del gobierno central, se acercó para palmearlo.
«En la caída, todos se borran», reflexiona otra Garganta, previsiblemente resignada.
Es la evaluación del «Tango del Chivo».
Pero Agustín Rossi nos evoca un consuelo literariamente superior. Es aquel gran epílogo poético de Conrado Nalé Roxlo:
«En soledad decorosa,
su gloria cabe en la rosa
que ninguno le ha traído».
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3.- La consolidación de Binner
A través del triunfo ajustado de Bonfatti, adquiere mayor consistencia la postulación presidencial de Hermes Binner.
Entre la abrumadora presencia de Buenos Aires -tanto en Cristina, como en Alfonsín y Duhalde-, sorprende Binner con una propuesta de federalismo explícito. Aún no la perciben los distraídos.
Binner presenta, para la Nación, con Norma Morandini, el eje Santa Fe-Córdoba.
En el país infectado de progresismo oral, emerge, de pronto, la sensatez de la izquierda encuadrada. Sumida en la organización programada. La pudorosa discreción del «aparato». Vigencia del Partido Socialista. Con anclaje en la marca registrada del socialismo internacional.
Binner completa el proyecto impulsado por aquel entrañable socialista, el extinto Guillermo Estévez Boero.
En adelante, la izquierda racional va a confrontar seriamente por los votos. Los que se mantienen en el poder de la izquierda trucha. Artificial. Hoy legitimada, apenas, por las prepotencias de la impostura humanitaria, que para colmo se desmorona pesadamente. A través de los escándalos nada honorables. Por el exceso, incluso, de su grosera utilización. Y por el cuento bien armado de la «revolución imaginaria». Con la secuencia de sus indicadores de fantasía, que invocan una «mejor redistribución», casi alucinante, «de la riqueza».
Una lástima, para la izquierda real, la que encabeza incuestionablemente Binner, que Solanas, Pino, el «prestigioso dirigente universitario», agudizara la tendencia ancestral hacia la división. Que se emancipara de su alianza más natural, con el socialismo de Binner. Para lanzar, acaso sin el menor sustento, otra candidatura presidencial. Hacia el desperdicio.
La notable intelectual Alcira Argumedo no merece encabezar el voluntarismo de un mero testimonio.
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4.- La Scioli-dependencia de Cristina
Los números de Santa Fe reiteran, con crueldad, la humillación del kirchnerismo póstumo. En su versión «Vestidito negro» (cliquear). Cristina.
Aún falta la segunda paliza en el Artificio Autónomo. Y los números que se aguardan, próximamente, en la humillación de Córdoba.
Las debacles sucesivas agudizan la dependencia estratégica de Cristina. De «Buenos Aires, la provincia inviable» (cliquear).
Lo que significa, en la práctica, acentuar la dependencia de Daniel Scioli, el líder de la Línea Aire y Sol.
Y de los pragmáticos mini-gobernadores del conurbano. A los que no vacilaron, desde el sitial de la ciega pedantería, en hostigar.
Por comodidad conceptual, la concatenación de los fracasos encadenados, debieran atribuirse a la dupla Zanini-Máximo. A la ilusión de suponer que puede existir un kirchnerismo póstumo, independiente de la estructura tradicional peronista.
Los horrores, en materia selectiva, logran que Cristina hoy sea Scioli-dependiente. Hasta la exageración.
Que la pobre deba jugar las fichas, la suerte anunciada del «Vestidito negro», al tesón de los mini-gobernadores.
A los que supieron sostener económicamente. Pero que políticamente menoscabaron. Hasta devaluarlos.
En su versión Cristina, el esquema kirchnerista es perfectamente traicionable.
Más grave aún, reclama, a los gritos, el recurso sanitario de la traición.
Cristina, La Hegeliana, hoy depende, asombrosamente, del líder de la Línea Aire y Sol. Es otra derrota, doblemente cultural.
Montada sobre los números aportados por los combatientes del Frente Encuestológico para la Victoria, Cristina intentó, expresamente, acotar a Scioli.
Con la designación, como vice, de Gabriel Mariotto. Pero el militante desenfrenado, el terror de «los medios hegemónicos concentrados», pudo ubicarse rápidamente. Hasta encuadrarse.
Hoy Mariotto parece ser otro puntal irreprochable del airesolismo sciolista.
«Con fe, con esperanzas, siempre para adelante».
La buena voluntad de los mini-gobernadores, del conurbano bonaerense, suele ser siempre asociada al encanto del misterio.
Es en sus comunas, como entre los degradados sindicatos, donde persiste, aún, la incomodidad del peronismo. Adaptable costumbre que se adopta también en las provincias.
Pero los mini-gobernadores, hoy tan fundamentales, fueron demasiado maltratados por el anti-peronismo más torpe. Emergía, increíblemente, desde el despacho gravitante de Zanini, el López Rega sin magia. Y por el afán ingenuamente generacional de Máximo, el hijo de El Furia. Por colocar, desde su consagratoria Agencia de Colocaciones, «camporistas». Por todas partes.
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