Sergio, el bueno
Contrastes de la compleja personalidad.
Miniseries
«De no ser por Sergio Schoklender, la Escuela Piaget cerraba», confirma la Garganta.
Emite otra versión complementaria. Prueba de la complejidad psicológica del personaje, que se lleva puesto el kirchnerismo.
Para salvarla a Hebe, es transformado -Sergio- en el vaciadero de las culpas colectivas.
Es el cinturón ecológico donde se descarga la gran parte de la impostura humanitaria. Mientras carga, por la inescrupulosa desmesura, con las totalidades de las cuentas pendientes de las canalladas.
Hay que entregarlo, para rescatar el fondo de la causa. O diferenciarse con celeridad, antes que se desmorone el edificio de papel.
Por la construcción artesanal del Guitaducto. Por la Ferrari que tampoco se le perdonó a Menem. Por los aviones como el Cessna Citation, el Pipper (que utilizaba Hebe). Por los barcos que despiertan la inspiración hacia la burla, en el pase de la Radio 10.
Por mostrar, en fin, a través del fárrago de sus peripecias, la frívola orgía de la administración kirchnerista. Persigue el precepto básico del filósofo Alfredo Yabrán. Indica: «El poder es impunidad».
El Salvador
Trasciende, por ejemplo, que en la Escuela Jean Piaget, de Rosetti 50, Sergio intentó elevarse como un padre responsable y digno. Quiso hacer, primero, obras de bien. Con la letra más prolija.
Cierto padre del Piaget nos cuenta: una compañerita del hijo debía abandonar la escuela. En la mala, la familia ya no podía pagar las cuotas. Por las suyas, y sin avisar a los padres, Sergio, conmovido y solidario, se hizo cargo del año entero de estudio rentado. De la niña y de otro hermanito. Emitió un cheque por treinta mil pesos, que aún tal vez no pudo cobrarse. Y convertirse en otro cheque, de los tantos que se ejecutan, y se amontonan en la docilidad selectiva del Banco Central. Pero la acción, al menos, merece consignarse.
Vale, diría un catalán.
Otra Garganta confirma que Sergio, cuando se proponía el negocio de rescatar la Escuela Jean Piaget, lo recomendó a Alejandro Gotkin.
Es -Gotkin- el presidente de Meldorek, empresa que Sergio decía asesorar (aunque en realidad es el dueño, le pertenece).
Alejandro Gotkin también se encuentra destinado hacia la indeseable celebridad. Es el rubio que aparece en el video. Muestra las obras iniciadas en la Escuela. En representación del «grupo inversor» (no dice Meldorek). Contratado por Sergio, que se había hecho cargo del pasivo.
La deuda de la Piaget superaba los cuatro millones de pesos.
La escuela quebraba, pero por deudas impositivas. Recaudaba lo suficiente, para mantenerse, abonar los sueldos de los profesores. Pero la administración nunca pudo ponerse al día, según nuestras fuentes, con las cargas previsionales.
Poco entonces le costó a Sergio, El Bueno, erigirse como el salvador de la escuela de su hijo. Iba irremediablemente hacia la quiebra, aunque aún podía autofinanciarse. Bastaba apenas con su poder político para que la AFIP de Echegaray pudiera enternecerse. Y fuera pronto el dueño. El admirable salvador.
Para convocar, en adelante, aunque ya le gustara menos a los otros padres, a profesores que procedían de la Universidad de las Madres de Plaza de Mayo.
Con el objetivo de copar la Piaget, en materia educativa, a través de evaluadores y psicólogos. Con el programa de la nueva gestión, también encabezada, para dar la visión de continuidad, por el mismo rector, el profesor Guiducci. Aunque estuviera enfermito.
De la antigua Rebeldía y Esperanza (que supo inundar la plaza de cheques sin fundamentaciones), o Sueños Compartidos (idem), se pasaba, ahora hacia otra pomposidad. «Construyendo el Futuro» (vaya con disculpas por el gerundio, instrumento lingüístico generalmente evitado en el Portal).
Divorcios
Por sus salpicaduras, el presidente de Meldorek, Alejandro Gotkin, hoy se encuentra levemente enemistado -según otra Garganta- con su hermanito Gerardo.
Es -Gerardo- un entusiasta jugador de fútbol de los torneos barriales de Villa Crespo (consta que le hizo dos goles al Scholem Aleijem).
La Garganta, más atrevida, confirma que Alejandro es un contador muy creativo. Produjo un divorcio extraño con Marcela, su dulce mujer.
«Se divorciaron pero siguen juntos».
El drama de la separación es dolorosamente ficticio. A los efectos de la distribución de bienes, que Alejandro planifica proteger.
Marcela, pobrecita, se dejó arrastrar por las ideas locas del astuto contador. Pero ¿cómo no apoyar a un activo empleado, bienintencionado, de la Fundación de las Madres?
Ella -Marcela- anima fiestitas infantiles, aunque hoy se encuentre riesgosamente apuntada por el doctor Oyarbide. Es el juez de la causa, torpemente hostigado por los comunicadores de interpretación fácil.
Al cierre de este despacho, el juez Oyarbide, que se sepa, aún no dispuso los arrestos que se vienen, inexorablemente, en cadena.
También extiende, la Garganta, otra versión. Indica que Sergio cultivó el mismo hábito del divorcio extraño. Para la gilada. Con VS, la psiquiatra que directamente odia, según nuestras fuentes, a Hebe, «la vieja autoritaria que detesta a las mujeres». A la que suelen hacer responsable, cuando la denigran, hasta de las orientaciones, íntimamente personales, de su hija.
En tal caso, si el divorcio es trucho, debe aceptarse que Sergio supo simularlo de manera ejemplar.
Cuentan que Hebe, cuando Cristina le pidió que lo echara, decidió castigarlo con crueldad. Porque echó también, de la Fundación, a cierta defensora de los derechos humanos, que mantenía un acercamiento bastante profundo con los fervores del apoderado hoy caído. En desgracia.
Disidencias
Como la propia Hebe, aunque quieran rescatarla.
Entre tantas desdichas, a sus 82 años, Hebe tiene que aguantar que su adversaria, la señora Estela de Carlotto, decida destacarse, a través de la diferenciación.
«Abuelas no es como Madres», declara Carlotto.
Trasciende, aparte, que la disidencia, entre las humanitarias Bonafini y Carlotto, no es, desde su origen, de estricto orden ideológico. Ningún choque de planetas obsesionados con el afán de gobernar.
La disidencia obedece, otra vez, según nuestras fuentes, al dinero.
«Hebe cree que Estela se le quedó con una platita», confirma la Garganta.
Desde el tiempo mediato, cuando eran pobres y les costaba captar donaciones, en general de culposos solidarios del exterior. Mucho antes de la irrupción transformadora de Kirchner, El Furia. Que transformaría la problemática de los derechos humanos, con sus reconfortantes bolsas de monedas oro. Con partidas berretas. Desembolsos, a canilla libre, del Estado Tonto.
Alejandro Gotkin en remodelaciones de la Escuela Jean Piaget
[youtube]http://www.youtube.com/watch?v=mYzFADJmKdk[/youtube]
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