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Ollanta, Keiko y Varguitas

El quirófano del Perú.

Jorge Asis - 3 de mayo 2011

Artículos Internacionales

Ollanta, Keiko y VarguitasEl extranjero y el preso signan las tensiones de la segunda vuelta electoral en el Perú.
El extranjero es, engañosamente, Hugo Chávez. Presidente de la Venezuela Bolivariana y último Premio Rodolfo Walsh (aunque le hubiera correspondido recibir el Premio Sergio Velazco Ferrero).
Chávez es calificado como el gran surtidor de fondos del inquietante líder nacionalista Ollanta Humala. Hoy suavizado (Ollanta) por expertos, también extranjeros, que proceden del Brasil. El argentino trasplantado Luis Favre (que carga con la responsabilidad histórica de ser hermano del presidenciable Jorge Altamira). Y Valdemar Garreta, cientista político y experto en marketing. Vinculados, ambos, al Partido de los Trabajadores, del compañero  Lula.
El preso es Alberto Fujimori. El padre «autoritario» de la señora Keiko Fujimori. La joven dama debe injustamente superar los severos obstáculos que le impone la genética. La portación del apellido impugnable. Se le trasladan mecánicamente los atributos desfavorables que contiene la historiografía del padre. Del que, invariablemente, la dama afirma que se siente orgullosa. Aunque no vacila en la concesión de destacar su error sustancial. Haberse escudado en Vladimiro Montesinos. Aquel próximo espía que solía frecuentar el legendario Café Tortoni de la Avenida de Mayo (hoy convertido en un Mc Donald turístico-cultural). Montesinos pasó mal a la ingratitud de la posteridad. Por haber filmado a los recatados legisladores que -lúdicamente- coimeaba.

El cáncer y el sida

Tercer protagonista de la crónica es el escritor Mario Vargas Llosa. «Varguitas». El Premio Nóbel emerge como el interlocutor aventajado de Horacio González.
Con su jerarquía generosamente descalificatoria, Varguitas sintetizó que el Perú se encontraba atenazado en la opción que no dejaba atisbos para el optimismo. Entre el cáncer y el sida. Por los distintos tonos del populismo que el intelectual abomina.
Uno, el de Ollanta Humala, cáncer militaroide y chavista.
Ollanta, Keiko y VarguitasEl otro, sida genéticamente corrupto, dictatorial y represivo. El populismo hereditario de la pobre Keiko Fujimori.
Finalmente, en un rapto de grandeza republicana, Varguitas también debió conceder. Decidió patrióticamente que correspondía votar por el mal menor. A su criterio, por el cáncer. Ollanta Humala. El suavizado por expertos que resultó ganador en la primera vuelta. 31 a 24. Merced a los meritorios esfuerzos para suavizarse. Para tratar de imponerse también en la segunda vuelta, el próximo 5 de junio.
A hoy, 3 de mayo, Consultora Oximoron marca un empate técnico.

Marco geopolítico

Por la sucesión de operaciones, el Perú es un quirófano. La apasionante carnicería electoral sirve para desmenuzar el marco geopolítico.

El subcontinente es el escenario de los desbordes de Chávez. Expande el aroma atkinsons de la colonia revolucionaria. Para su órbita, mantiene facturado al vecino Ecuador de Correa. A la Bolivia del Evo. Facilitado por «la masita» de la Argentina de los Kirchner. Tan dócil y servicialmente accesible, para un país que nunca mantuvo una identidad tan frágilmente diluida.
Entonces Chávez, si triunfa Ollanta, también puede cargarse en la bolsa al Perú. Para producir una formidable encerrona continental a la diferenciada Colombia, la amiga del imperio. Próxima a los valores que engarzan con el recuperado concepto del «imperialismo yanqui». Ideología que emerge, en los dos mil, en versión grotesca de los setenta.

El nacionalismo suavizado de Humala comienza a seducir a Varguitas. Pero resulta exactamente perturbador, sin ir más lejos, para Chile.
Significa que Colombia no está del todo sola en la sala de terapia intensiva, donde se trata la epidemia del acné de rebelión.

Lástima, en cierto modo, que la paternidad política de Chávez, sobre Humala, sea algo engañosa. Porque, en realidad, quien frontalmente apoya la consagración de Humala, hoy, es Brasil.
Ollanta, Keiko y VarguitasEn su desborde geopolítico real, infinitamente menos retórico que el de Venezuela, con asombrosa vanidad pero sin tanta fanfarronería, Brasil asume la necesidad de contar con un aliado fundamental sobre el Pacífico. El Perú. (También necesita anteponerse, preventivamente, a las facturaciones geopolíticas de Chávez).
Sin embargo, entre los bisturíes y las incisiones del quirófano de Perú, parecen Brasil y Venezuela haber alcanzado un acuerdo. Para repotenciarlo a Humala. Brasil pone la inteligencia electoral. Venezuela pone, en cambio, los trascendentales fondos. Mientras tanto Varguitas pone, apenas, el prestigio de los adjetivos.

Los Antoninis

La inteligencia, aportada por Brasil, se reduce al apoyo moral. Y a los asesores de campaña vinculados al PT de Lula. Garreta y Favre. Artesanos de la campaña de imagen que le hizo perder a Ollanta aquella vibrante temeridad. Hasta parecer, incluso, un militar simpático. Sobre todo cuando Ollanta habla de la niñita que le acaba de nacer.
Hoy Ollanta -para satisfacción de Varguitas- simula encontrarse lo más alejado posible de las posiciones del último Premio Rodolfo Walsh.
Ollanta, Keiko y VarguitasAdemás de mangos, Chávez sólo puede aportar la magnífica colaboración del silencio. Para no cometer los entorpecedores errores del 2006. Cuando Ollanta Humala fue vencido, en segunda vuelta, por el resucitado Alan García (que ya nada tenía que ver con la imagen que había cautivado, en los 80, a los sindicalistas argentinos que se emocionaban con los lagrimones de Saúl Ubaldini).

El tema de los mangos es menos complicado de lo que aparenta. El keikismo agitó que las cargas de dinero llegaban en la «valija diplomática». Pero según nuestras fuentes se utilizaron a los émulos de Antonini Wilson. Los Antoninis de ocasión suelen pasar en desfile por Copacabana. Pero no se trata precisamente de la Copacabana de Río de Janeiro. En Copacabana de Bolivia.
Trátase del pueblo pintoresco colmado de hippies con colesterol, sociológicamente parecido a San Marcos Sierras (Córdoba), pero que da sobre la imponencia del Lago Titicaca. Desde aquí se registran varias maneras para llegar hacia la ribera de enfrente. Puno, en Perú.
La metodología eficazmente usual consiste en la utilización del bus. Parten los Antoninis desde Copacabana (Bolivia). Y llegan en tres horas a Puno (Perú). La revisión en la frontera -hasta la divulgación del presente texto- es inexistente. Pasa, por ahí, hasta la historia.

La importancia de salir segundo

Los segundos, en los quirófanos de Perú y de Argentina, suelen ser, a veces, después, los primeros.
Mientras Ollanta prepara su traje para asumir, confiado en los siete puntos de diferencia que mantiene a su favor, no resulta desatinado apostar por el triunfo de la señora Keiko.
Para indigestión intestinal de Varguitas, es altamente probable que Keiko supere los obstáculos genéticos. Para convertirse en la próxima presidente del Perú. Para alivio compartido de Obama, de Santos y de Piñera. Para pesar compartido de Chávez, Varguitas y Lula.
Ollanta, Keiko y VarguitasEn Perú ya pasó con don Alberto. El padre de Keiko fue un personaje literario de segundo orden. Resultó segundo del que pudo haber sido su creador. Vargas Llosa. En los noventa. Finalmente se consagró Fujimori, para resquemor eterno de Varguitas. Lo venció amparado en las fantasías que proporcionaba su rostro de japonés. Ideal para que le dijeran El Chino.
Pasó más recientemente con el aún temerario Ollanta Humala. Cuando no estaba suavizado. En el 2006.
Pero también ocurrió en el 2003, en el quirófano de la tierna Argentina. Cuando Menem venció en la primera vuelta. Pero perdió, por abandono racional, contra el segundo, Kirchner.
Cuesta creer que en el 2011 pueda reiterarse el mecanismo.

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