Choripanerismo y literatura
Provincialismo cultural en Frankfurt.
El Asís cultural
escribe Carolina Mantegari
Editora del AsísCultural,
especial para JorgeAsísDigital
Conste que, para evitar los papelones que se hicieron, oportunamente se les advirtió.
Dos años atrás, el «Guest of honor» (invitado de honor) fue para Turquía. Y el primer ministro Recep Erdogan debió aguantarse, en su asiento y calladito, el discurso crítico de Orhan Pamuk, el Premio Nobel. Como si Pamuk hubiera oficiado una copia del tedeum temible del Cardenal Bergoglio.
El año pasado, el Guest of honor fue para China. Debieron los chinos soportar las manifestaciones con pancartas. Los ecos de una publicitada exposición adversa. Las denuncias.
El experimentado embajador también les advirtió que La «Buchmesse», o sea la Feria de Frankfurt, de ningún modo debe tentar para la catastrófica ingenuidad del autobombo.
Y sobre todo: que es un error el intento de aspirar a la identificación de los alemanes. A través, para colmo, de la impresionante venta de genocidio.
«Se les van a c…de risa».
Advertencias vanas. El pabellón argentino -el «Forum», para los alemanes- se impuso como un hazmerreir. Para los editores y agentes literarios del universo. Chacales concentrados, durante seis días, en Frankfurt.
Hay «sobrante de Kirchner». Se escribió en el suplemento Babelia, de El País.
Un «culto a la personalidad», equiparable al que impera en Corea del Norte.
El papelón emergió como otra muestra ejemplar del provincianismo cultural que nos caracteriza. «La Argentina en movimiento». Encantos relativamente discutibles de La Elegida, protagonista de gigantografías. Una, alusiva a la kermesse del Bicentenario. Otra, entregada a la distribución maternalista de computadoras.
En versión grotesca, con la Buchmesse les pasa, a los kirchneristas, lo mismo que con la altiva participación en el «G-20».
Sucede que el «Guest of honor» les vino también de arriba. Se originó antes de la irrupción perecedera del kirchnerismo. Cuando La Elegida y El Elegidor distaban de imaginar que Duhalde, en su apasionamiento por borrarse, iba a hacerlos presidentes. Bastante antes que la titular de la «comisión para Frankfurt», la COFRA, la embajadora Magdalena Faillace, descubriera su pasión por la prédica anti neoliberal. Aunque la contradiga, apenas, su curriculum.
Choripaneros de la literatura
La pedantería argentina, en la Feria, derivó felizmente en una anécdota menor. Pintoresca.
Más de seis decenas de escritores fueron trasladados por la cancillería. Sería injusto estampillarlos con el mote indeleble de colaboracionistas del kirchnerismo.
Pero ninguno de los que fue se caracteriza, aceptémoslo, por el ejercicio permanente de la conciencia crítica. Al menos del oficialismo transformador.
Tres escritores prefirieron, con astucia estratégica, según nuestras fuentes, no quedarse pegados con la estampilla. Es el sentido de las ausencias de Ricardo Piglia, César Aira y Edgardo Cozarinsky. Motivó, entre la comitiva, una reproducción de especulaciones.
Pasillos invadidos en el pabellón 5.1 de la Messe. De escritores invitados sin agenda. Sin un pomo que hacer.
«Pero con 1.200 euros de viáticos en el bolso, para pasar la semana», consigna el administrativo anónimo de la cancillería.
Más el orgullo de haberse trepado al avión. De alojarse en el Hotel Intercontinental, de 400 euros la noche.
Para los choripaneros de la inteligencia transcurrieron verdaderos momentos de euforia. Al punto de transformar, el lobby del Hotel Intercontinental, en una suerte de viaje festivo de egresados.
Enternecía, según nuestras fuentes, la activa tendencia, en determinados choripaneros, a guardarse los euros. A los efectos de gastarlos de vuelta en Buenos Aires. O entubarlos. Encanutarlos. Para que representen el inicio de una meritoria fortuna.
– Es preferible -sugirió un choripanero mayor- comer bien durante el desayuno.
Es decir, hasta saciarse.
El objetivo sustancial del buen choripanero del intelecto consiste en saltear el almuerzo.
En el mejor de los casos, los choripaneros picarescos de la literatura siempre podían conseguirse algún editor compatriota. Alguien que los invitara con un par de salchichas, en la feria. Con algunas cervezas en el Frankfurter Hof. El salchicherismo se transforma en una etapa superior.
Improvisaciones y cholulismo
Para los organizadores de la Buchmesse, los países «Guest of honor», como la Argentina, representan la manera ingeniosa de hacer una moneda.
Ocurre que siempre gratifica, redituablemente, el cholulismo cultural de los estados cholulos.
Provincianos deseosos de ver reflejada, en la propia prensa de sus estados, la inflamada importancia de su cultura, en el exterior.
Juegos elementales para consumo exclusivamente interno.
Uno de los tantos secretos, de la fiesta argentina de las salchichas, fue el cachet de Daniel Baremboim. Pero corresponde enfatizar que el gran maestro no cobró un peso. Por interpretar, con mágica solvencia, los Impromptus de Schubert, en la Alte Opera de Frankfurt. O hasta para hacer de despreocupado telonero, según nuestras fuentes, del bandoneonista Rodolfo Mederos. Cuando Mederos subyugó, junto a su trío, con las excelentes versiones de ciertos tangos olvidados.
Una pena que hayan tocado, tan sólo, para el circuito cerrado de los argentinos. Con algún europeo excepcionalmente presente. De los peores, los especializados en «América latina».
Las improvisaciones, por magistrales, superaron la magnitud del autobombo del circuito cerrado.
De pronto, algún funcionario se dio cuenta que estaba programada una misión comercial en Berlín. Para acompañar a La Elegida. Pero -suele suceder- se habían olvidado de llevar a los empresarios.
Con responsabilidad patriótica, unos cuantos editores argentinos decidieron cubrir el vacío. Y se fueron hacia la odisea de Berlín, para salvar los papeles de la «misión comercial». Pero los pobres fueron al cohete. No mantuvieron -los pobres-, ninguna reunión con nadie. Se limitaron a conversar entre ellos. Se fotografiaron, incluso, con el fondo de la Puerta de Brandemburgo. Dieron vueltas, como turistas otarios. A la espera de la reunión que jamás ocurrió.
Por la noche, volvieron, en tren, hacia Frankfurt. Odisea olvidable.
Ególatras para el genocidio
Si cualquier mortal intenta conocer la «Argentina en Movimiento», a través del Forum, llega, de pronto, a la precipitada conclusión que el talentoso Miguel Rep es el mayor artista plástico de la Argentina.
Que «los treinta mil desaparecidos», en bloque unánime, sólo lucharon por obtener la democracia. Y para defender los derechos humanos.
Que Evita era un poco más gordita de lo que se la ve en las fotografías de la época. A la luz del trajecito con maniquí, expuesto en una de las vitrinas.
Que lo único significativo que ocurrió, en la «Argentina en Movimiento», desde 1983 a la fecha, es la parálisis. El estancamiento, en el juicio y castigo a los militares de la Dictadura culpable de todos los males.
Y que los argentinos, en fin, son ególatras, pero hasta para el genocidio. Capacitados para equiparar, sus terribles padecimientos, con los generados por el nazismo.
El Chacal
Hubo colaboracionistas del kirchnerismo que conscientemente se indignaron. Atormentados, sin ir más lejos, por el Premio Nobel para Mario Vargas Llosa. Pero sobre todo se fastidiaron también al pasar por el stand de la editorial que había optado por la provocación gratuita. El desafío de exhibir, en las paredes de decoración, nombres insultantes de otros autores, también argentinos, de notable éxito comercial. Seres que no merecían, en apariencias, los 1.200 euros del viático. Marcos Aguinis, Juan Bautista Yofre y Juan José Sebreli.
Lejos de la problemática interna, si la Buchmesse volvió a ponerse interesante fue por las negociaciones en el LitAg.
Es el centro donde negocian los agentes literarios del mundo.
En el Pabellón 8, por ejemplo, los ingleses y los norteamericanos marcaron, según nuestras fuentes, el pulso de los próximos best sellers internacionales. Digitaron nuestras lecturas para el 2011.
Pero debe aceptarse que fue, otra vez, el legendario Andrew Wylie, El Chacal, el destacado de Frankfurt.
Es Wylie el agente literario (norte)americano que hoy recrea a Henry Kissinger como un formidable escritor. El que le sopló, el chileno Bolaños, a la desopilante gorda Carmen Ballcells, de la Diagonal de Barcelona. Es Wylie además el regenteador del Martin Amis. El Chacal sacudió otra vez la modorra comercialmente previsible de la feria que la Argentina confundió con otra kermesse. Fue al comunicar, el Chacal, su nuevo triunfo. El pase de Jorge Luis Borges. Recibido -Borges- como ícono, aunque de carambola, piadosamente anexado (como Cortázar) a la propuesta cultural que encabezaban los íconos Maradona y el Ché.
Desde la antigua Emecé, hoy controlada por los españoles de Planeta, Borges, gracias a Wylie, El Chacal de Boston, pasa a jugar de punta en la antigua Sudamericana, hoy controlada, entre otros controladores, por los italianos pecaminosamente exuberantes de Berlusconi.
Carolina Mantegari
para JorgeAsísDigital.Com
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