Uribe y Duhalde
Otra vez, El Piloto de Tormentas, en operaciones, fastidia a los Kirchner, en sus caídas libres.
Artículos Internacionales
escribe Carolina Mantegari
Consultora Oximoron, especial
para JorgeAsísDigital
Uribe, entre las infinitas tensiones de Bogotá, hoy lo recibe a Duhalde.
Autodenominado creador de la Comunidad Sudamericana de Naciones, el ex presidente Eduardo Duhalde, el antiguo Bañero de La Salada, que se consagrara como Piloto de Tormentas, vuelve a merodear el espinel del poder.
El Piloto se desplaza hacia Bogotá movilizado, probablemente, por la mágica percepción, en el horizonte cercano, de los nubarrones negros. Los cuales podrían cotizar, en el mercado climátológico del rebote, tormentas. Por lo tanto, pueden convocarse sus servicios, estratégicamente providenciales.
Operaciones
Ocurre que Duhalde se encuentra, otra vez, en los amagues de las operaciones.
Lo gestual, en política, suele ser textual.
El gesto entonces supera al pretexto.
La fotografía eventual, de Uribe con Duhalde, con sus mensajes múltiples, adquiere una dimensión más significativa que las palabras. Establece, en principio, para el mercado interno, un acto de diferenciación de la vigente política exterior, en el caso que esta exista.
Y un mensaje explícito hacia la pugna interna. Ante el contexto conciliador, pero crecientemente desconforme, de la superstición del peronismo. Con la docilidad de los dirigentes espantados por la insolvencia estructural de los que suponen dirigirlos, a partir de la endiablada selectividad de las partidas.
Entonces carece de importancia el motivo del desplazamiento de Duhalde. Aunque se trate de presentarle, a Uribe, un proyecto ideológicamente entretenido.
El Piloto de Tormentas parte, hacia Colombia, el jueves.
Para reunirse, con el presidente Uribe, hoy, viernes.
Y volver, presumiblemente, el sábado. A los efectos de comer, el domingo, los ravioles familiares de la senadora Hilda. Mientras evalúan, con Toma y el Tata Brown, las plausibles repercusiones. Y disfrutan, previsiblemente, del rencor imaginable de los Kirchner.
A los Kirchner que los Duhalde catapultaron.
Guerra Fría
Así como cuando Duhalde ofreció sus servicios, gratuitamente profesionales, para defender a la señora Isabel Martínez de Perón.
O como cuando Duhalde se entrevistó con el Presidente Tabaré, con el propósito de regalarle uno de sus libritos, en el peor momento de la crisis con el Uruguay. Por la papelera que municipalizó nuestra diplomacia.
O como cuando Duhalde lanzó la reciente tesis del doble comando, (ampliamente superada porque existe un solo comando, el de Néstor), hoy Duhalde vuelve, en el foquismo de su guerrilla gestual, a fastidiarlo, calculadamente, a Kirchner. Y proyectarse.
Con la simbólica visita a Uribe, el Piloto de Tormentas marca, acaso a su pesar, una definición política. Una suerte de aval que aplaude, en realidad, un considerable segmento de la sociedad argentina.
Para Alan García, el presidente del Perú, casualmente, en América Latina se asiste a otra reedición de la Guerra Fría. Más apasionante, acaso, que la guerrilla gestual con que Duhalde trata de atormentar a Kirchner.
En la Guerra Fría de García, confrontan los modelos de países cerrados y los abiertos.
Entre los países que García califica de neoestatistas, y diseñan modelos cerrados, ubica a Venezuela, Ecuador, Bolivia, y Nicaragua. Confrontan con los modelos antagónicos de los países que buscan aperturas. Y reciben, sobre todo, inversiones. Aquí García ubica a Colombia, Chile, Brasil, Uruguay, Méjico. Y por supuesto, el propio Perú.
Para García, Argentina otra vez es neutral. No figura. No entra en ninguna de las dos categorías. Ni siquiera como país, aunque sea, entornado.
Fin duhaldista de la historia
En vez de los tradicionales libritos, Duhalde le lleva, a Uribe, de regalo, aparte de la clarísima solidaridad, un proyecto social bajo el brazo.
La ficción del Movimiento Productivo que conduce se impuso, en apariencias, sobre la escritura.
Según El Ciudadano, el Portal bonaerense, Duhalde propone, en el proyecto para Sudamérica, entregar «tierras fiscales para los pobres».
Una especie de reforma agraria para construir el capitalismo globalizado, conformado por una infinidad de propietarios populares.
A esta altura, desde la memoria del Purgatorio, Carlitos Marx debe sentirse, al lado de Duhalde, comparativamente, un salame.
Rigurosamente atormentado, históricamente neutralizado, el pobre Marx, por los focos duhaldistas de la teoría superadora.
También cuesta entender, después de la luz de Duhalde, que entre Lenin, Stalin y Polpot hayan matado tantas decenas de millones de desgraciados, para profundizar la alucinada revolución. Si les bastaba con aguardar el ingenio suburbano del Movimiento Productivo. Con el meritorio reparto de tierras para los desposeídos, a los efectos de producir el otro fin, el definitivo, de la historia.
Por lo que se ve, Duhalde decidió llevárselo puesto, además, a Francis Fukuyama.
Carolina Mantegari
para Jorge Asís Digital .com
permitida la reproducción sin citación de fuente.
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Reciprocidad
Para retribuir la visita del subsecretario Tom Shannon, Argentina debe enviar a Washington a Colombo Sierra.
Los denostados medios de comunicación destacan, sin pudorosos recatos, el «epílogo feliz» de las «operaciones basura».
La culminación del entuerto diplomático con los Estados Unidos. Intensificado cuando, en un descuido imperdonable de D’Elia y Kunkel, la CIA se las ingenió para introducir al Gordo Antonini Wilson. Con la contundencia de su marroquinería. En el avión de Claudio Uberti.
Para el optimismo de los analistas, el epílogo feliz lo provocó la visita del subsecretario Tom Shannon. Funcionario del tercer nivel jerárquico, del cada vez más desprestigiado Departamento de Estado.
Instancia que llegó a la cúspide, en materia de influencia y poder, con el premenemista Henry Kissinger. Y que mantuvo un cierto nivel decoroso con James Baker, el que más sabe del tema sharaoui. Hasta venirse abajo, en materia de influencia política y respetabilidad. Desde Collin Powell hasta la actualidad, el State Department compite, en Estados Unidos, en el Nacional B.
Si la Argentina fuera Brasil, debiera aplicar el concepto de reciprocidad.
Shannon es el equivalente americano del desconocido embajador Agustín Colombo Sierra. Es el papá de Florencia. El desconocimiento se impone, según nuestras fuentes, como uno de sus máximos méritos. Es el subsecretario que se encarga de los asuntos latinoamericanos.
A lo sumo, el par de Shannon, si Argentina opta por la generosidad, podría ser el embajador Victorio Taccetti, alias El Padrino.
Significa que Tommy Shannon debe reportarse, para tener un poco de juego, en principio, y escalonadamente, al respetable halcón de la diplomacia. El embajador John Negroponte. Es el segundo del alicaído Departamento. Negroponte es aquel que tallara, desastrosamente, en Irak. Y que fuera embajador ante Naciones Unidas. Un par, en su momento, del compañero Mayoral, el último «chachista» de la tierra.
A partir de Johnny Negroponte, el Tommy Shannon recién puede reportarse hacia la adorable Condolezza Rice. Es La Negrita simpática que mantuviera un tiroteo manual, en algún refugio oscuro de Washington, con cierto cuadro del espionaje argentino, que aún se hace llamar Miguel.
Y recién después, desde Negroponte y la Negrita Condolezza, el Tommy puede reportarse hacia Bush. Porque, para verlo a Bush, en Washington, en general Shannon tiene que dedicarse a la faena de prender el televisor.
Sin embargo, por aquí, como no estamos en el Brasil, Tommy Shannon fue recibido, durante una hora, por nuestra Bush. O sea la Presidente Delegada. Por el canciller Taiana, y por el talentoso sonetista Alberto Fernández. Ambos son equiparables, si nos ponemos rigurosos, a Condolezza y Negroponte.
De existir reciprocidad, como si esta improvisación institucional fuera el Brasil, Argentina debería enviar, a Washington, al embajador Colombo Sierra. Junto al Padrino, el embajador Taccetti. O directamente al funcionario encargado de manejar los asuntos norteamericanos, que aún debe ser Espeche Gil. A los efectos de reiterar la reciprocidad del periplo, aunque en sentido obviamente contrario. Para que el New York Times, o el Chicago Tribune, de pronto, deba titular por obligación profesional, y con un optimismo desbordante, que con la llegada de Colombo Sierra pudo superarse totalmente el conflicto diplomático con la Argentina.
C.M.
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