Sociedad culturalmente tomada
Magnetto, Bergoglio, Macri. A voltear muñecos.
El Asís cultural
escribe Carolina Mantegari
Editora del AsísCultural,
sobre informe de Consultora Oximoron,
especial para JorgeAsísDigital
En la plenitud de la declinación, Kirchner los arrastra. Los envuelve. Se las ingenia para someter a los adversarios. Voltea muñecos por doquier, con una facilidad estremecedora. Se lleva puesto lo que se proponga y lo que se le oponga. Los objetivos prioritarios fueron dos. Héctor Magnetto y el Cardenal Bergoglio. Por la reacción inocente de sus defensores, puede percibirse que se lo lleva puesto, también, a Mauricio Macri.
En los tres casos, Kirchner es inquietantemente ayudado por los errores que cometieron los adversarios.
Pero los éxitos relativamente coyunturales pueden llevar hacia conclusiones apresuradas. No es ningún imbatible. Al contrario, Kirchner se encuentra en la antesala irreparable del final. Para un obsesivo, es especialmente dramático. Si hay algo que no puede perderse -en su caso- es el poder. La disyuntiva existencial del destino es dramática. «Re-reelección o cárcel». Opción de hierro. Encrucijada de Shakespeare. «Es la cuestión». La «Gloria o Devoto» del dicho popular. El poder, por lo tanto, debe mantenerlo atado. Aferrado. En defensa propia.
Admirablemente, hasta hoy, aún conserva la expresiva capacidad de la iniciativa. Ampliamente beneficiado por la indolencia intelectual de los competidores. Los arrastrados. Envueltos, como niños.
Hacia la Re-reelección Compulsiva
Para la evaluación, en el 2011 está en juego algo más relevante que el devenir político del kirchnerismo. En la mesa temática se encuentra la libertad de Néstor Kirchner. Y de algunos de los diez integrantes del núcleo duro. Miembros de número del disco rígido. Kirchneristas del primer cordón que entran, cómodos -al decir de Rocamora-, en una Trafic. O en aquel avioncito de alquiler, como el que trajo a Uberti, junto a Antonini. Símbolo de la devastación cultural.
Para el 2007, el Portal elevó la teoría del «Reeleccionismo perverso». Ahora Consultora Oximoron eleva la teoría de la Reelección Compulsiva.
En las vísperas de la «re re». A través del barbarismo de la reelección conyugal, en materia de permanencia Kirchner también lo superó a Menem (el máximo afectado por El síndrome de Estocolmo). Para el 2011 se propone la tercera. Nadie toma el segundo mandato -el de La Elegida-, disociado del primero. El de El Elegidor. Bases de la alucinación del tercer período. Indispensable para no sucumbir ante la segunda opción del dilema de Shakespeare. El que se contrapone a la Gloria. Devoto.
El Cruce Etcheverry
La adictiva dependencia de las encuestas no permite márgenes para el entusiasmo. Por más proyecciones optimistas de los diseñadores de números, Kirchner apenas supera el 22 por ciento del apoyo. Nunca más allá del 25. La Elegida -ánimo- mantiene algún puntito más.
Significa que es altamente probable que los Kirchner sean «boleta». Que no puedan, siquiera, llegar a la segunda vuelta.
En julio del 2010, Kirchner se encuentra frente a una rotonda. Un cruce, como el Etcheverry, en el camino a Mar del Plata. Puede terminar en cualquier parte.
Entre los caminos que se abren, en el Cruce Etcheverry tiene dos alternativas antagónicas.
Primera, ordenar la retirada. Segunda, profundizar las «transformaciones».
Se impone, en el Cruce, la segunda alternativa. La profundización de la histeria que suele confundirse con las «transformaciones». Seguir en «la suya». Su «ruta». Masacrar a los enemigos. Voltear muñecos.
Muñecos
Magnetto ocupa el lugar de privilegio. Clarín es el diario que le sirvió a Kirchner para consolidarse y crecer. Desde la fragilidad raquítica del 2003, hasta la pedantería hegemónica. Antesala febril de la declinación. Lo tiene -a Magnetto- casi nockaut. Lo tiene en el piso y le cuenta. Lo tiene con el frente interno quebrantado. Distanciado del copiloto, Aranda (capacitado para conducir un changuito en el Supermercado Disco). Disociado de la familia, o sea de la señora Ernestina y los hijos, los que lo acosan por la mala conducción y lo culpabilizan por su destino. Con las empresas -en fin- en franca devaluación. En retirada. Pero Kirchner se desliza por el barranco del error si magnifica los réditos del eventual triunfo sobre el Grupo Clarín. Si supone que los desbordes pueden volver a ser presentados como logros. Como lo fueron, en Clarín, hasta mediados del 2008.
El Cardenal Bergoglio -como Magnetto- debió aprender también la lección amargamente diabólica del catecismo contemporáneo.
«No se deben entorpecer los negocios de Kirchner». Las proyecciones comerciales. Hacia el avance expansivo -sin ir más lejos- de las tragamonedas. Tanto en el arreglo truncado de la Capital, como en la provincia de Buenos Aires. Las imposturas obstructivas le fueron retribuidas -a Bergoglio- no sólo con columnas dominicales. Con la peor humillación que podía esperar el clérigo que se sentía papable.
Al respecto, desde Shangai, La Elegida, con la mirada en el horizonte de la posteridad, rescata la aprobación de la Ley del Matrimonio Igualitario. Es «un gran avance de la sociedad». Justamente cuando se percibe el comienzo del efecto contrario. La sensación de asistirse a la cultura arbitraria de la «sociedad tomada».
Cierta perplejidad instiga, al porteño básico, hacia la escapatoria de la broma. Es un reflejo pesimista de la resignación existencial. Percíbese una suerte de quebranto. Una fosa. Entre el sentimiento de frustración de los sectores mayoritarios y sus representantes.
La «sociedad culturalmente tomada» hoy no encuentra modos viables de autodefensa. Persiste, ante cualquier atisbo, el terror reverencial al ridículo. A la descalificación. A padecer la estampilla de oscurantista retrasador. El mote discriminatorio de conservador.
En un país extrañamente desequilibrado, espanta el menor tilde de «derecha». En una instancia sorprendente de la historia institucional. Donde, hasta los ricos y poderosos, prefieren sentirse -si no enteramente de izquierda-, al menos, progresistas. Debe aceptarse que en el ámbito de la cultura el progresismo hizo estragos. La palabra «derecha» sirve, apenas, como estigma de denostación. Equivale a insulto.
«Derechoso», le dijo Narváez a Macri. Para ofenderlo.
Al Cardenal Bergoglio, llamativamente, Kirchner nunca pudo aguantarle, siquiera, el round de un Tedeum.
Pero supo despedazarlo implacablemente con una docena de panelistas televisivos. Y con una votación que envolvió a oponentes culposamente apichonados.
Así como Magnetto-Rendo se equivocaron al construirlo, hasta creerlo (al «Presi») un «amigo», el compañero Bergoglio se equivocó al recurrir al maniqueísmo del cruzado. Y al creer, acaso, que Kirchner no iba a atreverse a tanto. Entró entonces, solito, en la trampa endemoniada. Donde no tenía ninguna otra alternativa que meterse. A Kirchner le resultó mucho más fácil de lo que se creía. En el fondo, el marco referencial, la escenografía de la batalla -el tema humanitario de los gays- era un instrumento secundario. Los efectos de la batalla, en todo caso, se analizarán después. Lo gravitante era arrastrarlo a Bergoglio, ataviado de blanco, por el fango de la derrota. Y sin crucificarlo.
Macri es -acaso junto a Reutemann- el único político al que Kirchner suele dispensarle cierto temor estratégico. Para desplazarlo, le bastó con el Código Penal. Como Magnetto y Bergoglio, Macri también se equivoca. Al margen de la obscenidad del punto de partida (el disparate de las escuchas en el país donde nadie habla ni escribe nada serio), los hombres de Macri la chingan al descalificar a la justicia. Al armar un bloque compacto, confabulatorio, con el juez, y hasta con los tres miembros de la cámara. El exceso produce invariablemente un fortalecimiento del espíritu de cuerpo. Lo cual es, aún, más perjudicial. En instancias superiores puede ser aún más grave. Un estadista, en estado de boceto, como el que Macri aspira a ser, nunca debería impugnar a la Justicia. Al contrario, mientras denuncia la injusticia, tiene que acatarla. La condición de víctima, en este caso, lo favorece. Aunque se lo lleven, en la coyuntura, puesto.
Para Kirchner, en El Cruce, sería conveniente tomar el otro camino. El ordenamiento de la retirada. Aún mantiene, a su disposición, la totalidad de los resortes fundamentales. La capacidad de regulación que le admite recaudar diferencias siderales. Desde aquí hasta el 2011, podría desprenderse de algunos cadáveres que se le pudren en los roperos. Mantienen forma de expedientes. Irregularidades escandalosamente contenidas que se arrastran, desde Santa Cruz.
Carolina Mantegari
para JorgeAsísDigital
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