Poligamia
AUTOCELEBRACIÓN (II): En silencioso acontecimiento cultural, Planeta reedita siete novelas de Jorge Asís.
El Asís cultural
Jorge Asís.- Jamás podría olvidar, Rocamora, aquella edición artesanalmente suya del Diario de la Argentina. Impertinencia de portada roja, con el dibujito del Clarín en el centro, en negro. Mantiene una atmósfera de libro incunable del siglo veinte. Extravagancia de colección. Conservo pocos ejemplares, que guardo más por optimismo que por especulación. Para venderlos bien, en su momento, junto a la papelería de manuscritos y originales. A cualquier universidad americana que no se deje influir por los códigos inoperantes de la «cosanostra de Puan».
Cuando me sumerjo en severas crisis de sobrevaloración, suelo suponer, excesivos amigos, que la novela del Diario va a trascender. Y hasta a superar, con el tiempo, al propio Diario que sirvió como inspiración. El secreto consiste en apostar por la potencia atemporal de la literatura.
Oberdán Rocamora.- Se me ocurre, Jefe, que ninguna editorial, nunca más, va a reeditar la novela del Diario. Tampoco la voy a reeditar yo. Le queda, como única alternativa, subirla al Portal. Un capítulo por semana. Será para coleccionarla, en algún archivo especial. Regalo que los miles de visitantes que lo siguen, se merecen. Y los nuevos lectores, como Carolina, los que paulatinamente dejan -con gran esfuerzo- de despreciarlo, no tendrán que recurrir más a las fotocopias de los ejemplares tan manoseados.
Carolina Mantegari.- Un proyecto estudiable, aunque a mi juicio bastante demencial, el de subir, al Portal, la novela fatídica del Director.
Si me permiten, el Diario no figura entre los siete textos que Planeta, en un acontecimiento silenciosamente cultural, acaba de colocar en el mercado. Son los libros que precisamente motivan este grato almuerzo de trabajo, en honor del Director. No me cuesta explicar que ustedes dos hablen del libro ausente. Y que se resistan a referirse, en cambio, a los siete libros presentes.
De los tres clásicos -Flores, Carne, Reventados-, dispongo de abundante información. Y Asís ya se refirió, en la primera parte del almuerzo, al Acostado, que refleja sus años de «lona moral». Y a los Cazadores de canguros, que recrea la epopeya autorreferencial de la venta domiciliaria. Me faltan, en cambio, los datos de los otros dos textos. Los casi desconocidos, que merced al predominante silencio sólo puede aportarlos el autor. Me refiero a El cineasta y la partera, de 1989, y a Sandra, la trapera, de 1996.
J.A.- Debe tolerar, Carolina, la obsesión por analizar mi literatura de acuerdo a los ciclos institucionales del país. Cazadores de Canguros, de 1983, clausura la obra compuesta durante el Proceso militar. Y «El cineasta y la partera (y el sociólogo marxista que se murió de amor)», tal el título original, cierra el periodo, infortunadamente imperdonable, de mi escritura «descolocada» durante el alfonsinismo.
Novela del 89 concluida en el 88. Escrita, en simultáneo, junto a Partes de Inteligencia, editada en el 87. Y con el Acostado, que aparece en el 88. También escribí, en simultáneo, durante el Proceso, las novelas que posteriormente presenté como «trilogía». O sea Flores, Carne, y Canguros.
Acostumbro, como asumido cultor de la poligamia literaria, trabajar en tres o cuatro obras al mismo tiempo. Por lo tanto, durante el alfonsinismo compartí aquel dolor por el desplazamiento, generador del Cuaderno del Acostado, que usted califica de desgarrador, con la atmósfera irrespirablemente agobiante, descripta entre las persecuciones de Partes de inteligencia. Y con el desenfado, gratificante y maravilloso, que me permitía el divertimento de folletín de El cineasta y la partera. Novela que compuse, acaso, para oxigenarme. Sumergido como estaba, entre tanta negatividad y desesperación. Un texto inspirado en el desencuentro permanente de una pareja desopilante de buenos amigos, a los que traicioné para convertirlos en víctimas de mi literatura. Los conocí cuando era un joven aún rescatable que militaba en el PC. Experiencia comunista que le interesa, tan solo, a Isidoro Gilbert.
C.M.- Dista de conmoverme con su tesis sobre la poligamia literaria. Induce a legitimar la tendencia, socioculturalmente adolescente, del autor. Rastreable en cuestiones relativas a la intimidad que emerge como base, frágilmente lícita, de su literatura.
Lejos de impresionarme por las trampas de las imposturas, me interesan los resultados. Voy a los bifes. Es decir, a los textos.
Sandra la trapera, publicada por Catálogos durante el esplendor del menemismo, que lo mantuvo como protagonista, marca, a mi criterio, una ruptura, acaso provisoria, con los elementos característicos de la obra anterior. Caudalosamente irregular.
En Sandra, se asiste a la irrupción de la tercera persona omnisciente, alejada del punto de vista del Rodolfo. El alter ego que aquí abandona, el ser tan fatigado en la totalidad de los ciclos institucionales que pregona. Iniciado, como escritor, con la Revolución Argentina, que le inspiró La manifestación, del 71, y Don Abdel Zalim, en el 72. Seguido por el ciclo post-camporista, más bien isabelino, del peronismo de los setenta, que le inspiró Los Reventados. Y por la consagración inmoral durante el Proceso. Trascendencia que al polígamo literario, en simultáneo, lo condena. Hasta provocar, en su decadencia posicional, la posterior gestación de la novela fatídica que, en su esplendor expresivo, le cierra el circuito. Para legitimar el ostracismo del periodo alfonsinista. Y para emerger, recién, merced al menemismo. Con el que especulativamente se identifica y, para decirlo con sus palabras, lo «oxigena». Y en simultáneo, al polígamo, el menemismo políticamente lo rescata y culturalmente lo sepulta. Periplos acompañados, en general, por la institucionalidad de la literatura. Que en su optimismo, a mi juicio bastante desmedido, lo supone que en definitiva lo salva. Para terminar, se me ocurre, Asís, que durante el kirchnerismo su literatura se refugia, para sobrevivir, en la providencia del Portal.
Desgrabación de Carolina Mantegari
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