Última bala en la recámara del gobierno peronista
Massa Jefe de Gabinete, Manzur Canciller, Cafiero Secretario General, Vitobello Jefe de Asesores y Olmos como vice jefe, segundo de Massa.
Artículos Nacionales
texto dictado por Oberdán Rocamora
para JorgeAsisDigital.com
1.- Miedo de Cambiar
El Tercer Gobierno (en banda) de La Doctora, que preside Alberto Fernández, El Poeta Impopular, mantiene, como alternativa, el paulatino deterioro del fracaso.
Con funcionarios que son mayoritariamente buenas personas, enternecedoras e inofensivas, relativamente útiles, ideales para compartir un asado, alquilarles un departamento o comprarles un auto usado. Pero inhabilitados para la utopía de decidir, recaudar o, en efecto, gobernar.
Pese al destino de colapso al que arrastra la fragilidad estructural, el gobierno en banda del baladista sensible cuenta con una bala, la última, alojada en la recámara del revólver imaginario.
Erica Jong aludió en su novela icónica al “Miedo de volar”. En la Argentina peronista persiste el «Miedo de Cambiar».
La extraña egolatría induce a los argentinos a creerse los peores del mundo. A resignarse porque “esto no lo arregla nadie”.
Entonces se impone “canutear” porque se acaba el mundo. Hacia la salvación individual y hacia la desgracia colectiva.
El contexto de mezquina mediocridad conduce a la carrindanga del gobierno peronista hacia la aniquilación.
2.- Entre La Doctora y El Baladista
A los tumbos, a partir de la perversa renuncia del ministro Martín Guzmán, El Chapito, floreció el amago de transformación. Entre un maremágnum de rumores, operaciones bajas y kilos de pescado podrido.
El dramatismo se encontraba favorecido por los desplantes desopilantes que se prodigaban La Doctora y el Baladista (que ella había escogido con la legitimidad soberbia de un tuit).
Pero las alternativas orales de transformación se redujeron a la clásica vulgaridad del parche.
Se suplanta un ministro con otro. Ante la huida de El Chapito, irrumpe La Griega.
La señora Silvina Batakis deja de trabajar con De Pedro, El Wado, y es elevada hacia el primer plano para arriesgar, en dos entrevistas televisivas, las prematuras competencias.
Bastó con una reflexión desafortunada para que las fieras alzadas de la comunicación y la tropilla de la adversidad lanzara la ofensiva implacable de la descalificación.
Pero los arrebatos transformadores no se agotaron con la llegada de La Griega. En realidad, se aceleraron. Y en el desborde ya importan menos las reconciliaciones inmaduras. O la tregua adolescente entre La Doctora y El Baladista.
Es el turno del tercer vértice del triángulo. Sergio Massa, El Profesional, protagonista voluntario que se desgastaba en la estéril construcción de puentes estrafalarios entre la hartada Doctora y los caprichitos de Alberto. Para que no se desmorone tan rápido el edificio de material plástico de la coalición Frente de Todos. Invento que rescató en 2019 al Profesional del marcado camino que lo sepultaba en la derrota.
Ahora Sergio ejercía entre los poderosos grandulones, sin resultados alentadores, el rol del Cardenal Samoré.
Pero el Profesional no sentía la función de mediador. Lo aburría.
Ambicioso, procuraba alcanzar un acuerdo político con los enojados. Portaba la pretensión excesiva de cargarse encima la roca del gobierno desastroso que integraba.
Quería hacerse cargo de la deriva. Y rescatarlo (para rescatarse) del naufragio.
3.- El Profesional
Sergio pedía -o trascendía que pedía- lo que Alberto debía tirarle por la cabeza.
Tal como lo habían hablado en Los Ángeles, o en Munich, o en innumerables encuentros catárticos donde Alberto se desgastaba en sus quejas intrascendentes contra La Doctora. Con la que no quería, en efecto, saber más nada.
También lo había hablado reiteradamente con Máximo, El Influencer, y con “los chicos” cuarentones de La (Agencia de Colocaciones) Cámpora. Diamantes a los que pulía, instruía, presentaba en sociedad.
Pedía el superministerio de economía. El control del ministerio con los infinitos fragmentos institucionales que complican la disciplina sustancial de referencia.
Como un gran discípulo de Domingo Cavallo, en el combo debía entrar también el manejo del Banco Central y de la AFIP.
Caso contrario, prefería continuar con la presidencia de La Pajarera, la honorable Cámara de Diputados.
En El Profesional se advierte cierta pasión por resolver.
En realidad, tiene necesidad de mostrar eficacia de gestión para brindarle una superior solidez a sus objetivos políticos.
Se le reconoce tanta astucia como inteligencia y un detallado conocimiento de los patios, pasillos y túneles secretos del Estado. Aunque arrastra el flagelo de la falta de credibilidad que lo debilita. Y lo planta en el descenso febril de las encuestas.
Se le atribuye un alto índice de negatividad que contrasta, en la práctica, con sus virtudes.
“No se le cree nada”, confirma alguien que dice valorarlo.
“Pero si se le da lo que pide hay que hablar en adelante del gobierno de Massa”, confirma otra Garganta.
Razonamientos habituales de los funcionarios que hacen equilibrio en el fondo del infierno. Pero sin embargo temen ser rescatados por alguien que pueda superarlos. O peor, liderarlos. Sobre todo si El Profesional cambia el aire y la tendencia y transforma al gobierno quebrado en otro apenas signado por la convocatoria de acreedores.
Sergio es aquel delantero con hambre de gloria y de gol que está en el banco de suplentes y sabe que si entra y emboca un par de goles puede consagrarse.
Necesita mostrar logros, y es exactamente lo que requiere nuestra decadencia. Que alguien supuestamente capacitado, con un equipo competente, comience a resolver paulatinamente los montones de problemas que le reservan a la Argentina el destino triste de la inviabilidad.
4 .- Epílogo transitorio
En el epílogo transitorio de la estampita de la historia Massa resulta desfavorecido.
Los amagues que necesitaban un acuerdo político se clausuraron cuando el Baladista se decidió a hablar con La Doctora, primero por teléfono y después en la comida monótona en Olivos.
Los dos vértices principales del triángulo prefirieron acotar los cambios a la llegada de La Griega.
Se resistieron a entregarle tanta responsabilidad al tercer vértice.
Preferible era acomodarse en la mediocridad a alterar el rumbo del fracaso.
«No le vamos a dejar, a esta altura, el gobierno a Sergio».
¿Y si El Profesional acertaba en la aventura de resolver?
Pero el epílogo transitorio cae y se abre como un ventanal. Con La Griega no alcanza.
Los amagos transformadores vuelven con mecanismos de reacomodamientos.
Asoma ahora El Profesional como Premier, o Jefe de Gabinete, con el cúmulo de competencias que pedía.
El manejo de la Economía, el Banco Central y la AFIP. Pero con Juan Manzur, El Menemcito, como próximo Canciller, desde donde el tucumano podría capitalizar con positivos augurios sus poderosas relaciones internacionales. Las que le facilitaron al Baladista, según la información probablemente mala, invitaciones inexplicables que lo proyectan. Y donde el Baladista se comporta aceptablemente, cuando se le impide la frivolidad de la improvisación.
Por su parte Santiago Cafiero, El Nietito, el buen muchacho pintón que ocupa hoy la cancillería, puede volver hacia donde nunca, después de todo, se fue. Al lado de Alberto, pero como Secretario General de la Presidencia. Mientras el Secretario actual, el leal Julio Vitobello, pasa a ser el Jefe de Asesores del presidente. En el lugar plácido del doctor Olmos, Puigari, el único amigo de la banda de Alberto que La Doctora soporta, o respeta, por sus artimañas y conexiones que lo vinculan hasta con Larreta, El Geniol.
De acuerdo a la información (probablemente mala), Olmos, el albertista valorado, sería el vice Premier. El segundo del Profesional.
La última bala, alojada en la recámara, necesita de la suerte para reproducir la tendencia optimista que colabore con las soluciones que se demoran. Y que tal vez no vayan a llegar nunca.
La Doctora, en todo caso, puede continuar con la elaboración de su oferta de pasado para confrontar con el diseño de pasado que prepara Mauricio Macri, El Ángel Exterminador.
Y Alberto, El Baladista, puede continuar su entusiasmo progresista con los crucigramas del Grupo de Puebla.
O con la superstición errante de la CELAC, mientras perfecciona su versión de “Solo se trata de vivir”. Y aprovecha para arriesgarse y ensayar “muchacha ojos de papel… corazón de tiza, pechos de miel… no corras más, quédate hasta el…».
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