Entrecruzamientos
ELECCIONES EN RIVER (II): Se baja Santilli para ser vicepresidente de D’Onofrio. Ávila persiste como problema. Passarella y El Vaticano de Caselli.
Asis Deportes
escribe Oberdán Rocamora
Redactor Estrella, especial
para JorgeAsísDigital
Puede asegurarse que Hugo Santilli asume el dolor generoso de bajarse. Para ser el vicepresidente primero de D’Onofrio. Es el vice que se encarga de las relaciones con la AFA.
Pero quien también aspira al mismo cargo es Carlos Ávila, o sea el problema. Lo negociaba la semana anterior -según Gargantas-, con el propio D’Onofrio.
Los entrecruzamientos, por el botín de River, se multiplican.
Trasciende la reunión de Barrio Parque del viernes. Donde Santilli, ya el número dos, fundió su lista con la lista de D’Onofrio, el uno.
Es previsible el rencor de los integrantes del santillismo que se queden afuera. Como la postergación figurativa de algunos sostenedores de D’Onofrio. Las vocalías no son elásticas. No hay para todos.
En adelante falta que se disipen las dudas respecto del «problema Ávila».
Se planifica con cederle, según nuestras fuentes, al problema, la vicepresidencia segunda. Para que se haga cargo del Club. Aunque conozca muy poco del «anillo».
«Pero el Negro es rápido y puede aprender», certifica una Garganta.
Es probable que la dupla D’Onofrio-Santilli avance en el acuerdo con Ávila. Y resuelva el problema, con el objetivo de integrarlo.
Pero se teme (aunque el temor no se proclame) el efecto de la virulencia nociva de Torneos y Competencias. Aquí influye el milagrosamente recuperado Nofal. Es el ex socio de Ávila en TyC.
Ávila solía calificar a Nofal, en los dilatados tiempos de la concordia, de algo «más que un hermano».
Ahora, Ávila le atribuye a TyC -o sea a la perversidad del «ex hermano Nofal»-, la divulgación masiva del video. Donde el Negro aparece en el festejo de un campeonato ganado por Boca.
«Pero era su trabajo, como ejecutivo, cuando era medio dueño del fútbol. Sólo participó del saludo elemental a los campeones», sostiene la Garganta, que aún lo defiende.
La cuestión que pasaron el video por Fox. Pero también por Telefé. Para elevarlo como la causa fundamental del «Operativo Insulto».
Al llegar al estadio, los riverplatenses programados le clavaron, a Ávila, el peor de los insultos. «¡Bostero!».
Entrevero televisivo
Los que se resisten a la adquisición del «problema Ávila», se escudan, a los efectos de rebotarlo, en el pretexto ejemplar del entrevero televisivo. El que mantuvo nuestro personaje de referencia con El Obispo. O sea con Fray Esteban -Cacho- Caselli, el principal operador del vaticanismo. Es el padre de Antonio, la cabeza virtual del elenco.
Pero desairar al «problema Ávila», a los efectos de complacer indirectamente a TyC (y al muy golpeado Clarín), puede convertirse en otro problema peor. Es preferible, a pesar de todo, sumarlo. Sin dejarlo a merced de los rencores. Ya no solo por los 9 puntos y medio propios que Ávila aún registra en las encuestas. Ocurre que, pese a haberse movido políticamente tan mal, de un lado hacia otro como un comodín, Ávila mantiene una contundente capacidad de daño. Por sus conocimientos, en principio. Y por probarle, al universo deportivo, que aún se encuentra en condiciones de generar ciertos impactos de aceptación. Como con «El show del fútbol». Es el programa dominguero que anima Fantino, con panelistas expresionistas que bastaron para atemperar la hegemonía tradicional de «Fútbol de Primera». El ciclo golpeado como el Grupo que lo sustenta, y que, según La Elegida, mantenía «secuestrados a los goles».
El Enzo que vuelca
El entrecruzamiento de las listas de D’Onofrio y de Santilli presentaba otro inconveniente. De alta complejidad aparente. La mala aspectación de Santilli, en la consideración de Enzo Francescoli.
El ídolo contratado es quien vuelca el escrutinio. Viene anunciado como próximo manager, si es que se impone D’Onofrio, el candidato interpretado como el «crédito de Los Werthein».
Junto al Enzo, D’Onofrio mide diez puntos de más.
Sin el Enzo, se asistía al triple empate técnico. Entre D’Onofrio, Santilli y Passarella. Seguidos los tres por El Vaticano.
Por cuentas pendientes, que aquí no vienen al caso, en el donofrismo se temía que el Enzo se obstinara en colocarle una bolilla negra a Santilli.
Sin embargo, la tarea de ablandarlo al Enzo Francescoli no requirió demasiados esfuerzos. Con rescatable pragmatismo, Francescoli lo aceptó pronto a Santilli.
«Si unirnos con Santilli, nos sirve para ganar, adelante», cuentan que dijo Francescoli, en uno de sus inhabituales arranques de locuacidad.
Passarella en El Vaticano
De consolidarse el ticket D’Onofrio-Santilli-Francescoli (con el posible agregado de Ávila), casi podría asegurarse, si se confía en las matemáticas, que la elección por el botín de River se encuentra prácticamente decidida.
Mientras tanto, al trascender el arreglo aún secreto entre D’Onofrio y Santilli, al otro candidato con expectativas, Daniel Passarella, el tercero excluido de la rosca, le queda la alternativa purificadora de aproximarse hacia la diplomacia de El Vaticano.
Caselli y Passarella trataron, según Gargantas, la plausible necesidad de unirse. Pero como en River se multiplican los entrecruzamientos, y pareciera que «todos hablan con todos», en el pasarelismo se esperaba un arreglo providencial con Santilli. Para vencer al «oficialismo de D’Onofrio». Por el probable acercamiento de D’Onofrio con Aguilar, el detestado presidente en ejercicio.
Ahora, al constatarse la rendición racional de Santilli, hacia D’Onofrio, a Passarella -a falta de Santilli-, sólo le queda Caselli.
El inconveniente, hasta aquí, reside en que ninguno de los dos, ni Passarella ni Caselli, pueden bajarse de la cima honoraria. Para ir de vicepresidente primero del otro.
Aunque Caselli, en las encuestas menos disparatadas, se encuentra por debajo de Passarella, debe tenerse en cuenta que Caselli juniors invirtió mucho más dinero en los papelitos de colores. Para la utopía de la campaña.
Casellito pegó tantos cartelones gigantes que ya emerge como el vigía que protege a los automovilistas en el camino.
Por otra parte, por su sentido del liderazgo, Passarella siente que, por la prepotencia de su prestigio, tampoco puede retroceder. Debe aferrarse entonces a la sabiduría apagada del Coti Nosiglia, a los efectos de negociar con El Obispo. Para hacerle sentir, a Caselli padre, los invocados cinco puntos de más que le concede, según Passarella, «la encuesta más objetiva». La cual contrasta, según nuestras fuentes, con las encuestas especiales que maneja El Vaticano.
Ambos, Passarella y Caselli, tienen fuertes razones para no ceder. Pero deberían ser, acaso, lo inteligentemente pragmáticos para no ir separados en la competencia. Cada uno por su lado, hacia la derrota. Juntos, Passarella y Caselli, la pueden pelear. Quedan 33 días. Y la acción política aún puede doblegar, con vertiginoso suspenso, a la placidez de las matemáticas.
Oberdán Rocamora
para JorgeAsísDigital
Continuará
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