El Grupo de Lima debe preocuparse por Lima
Eje Lima-Caracas-La Habana, La Paz-Managua-Moscú, Beijing, Teherán, Buenos Aires.
El Asís cultural
escribe Carolina Mantegari
del AsisCultural, especial
para JorgeAsisDigital.com
Pese a las lúcidas invocaciones del narrador Mario Vargas Llosa, y a las alarmas desopilantes desplegadas desde Miami por el intelectual Jaime Bayly, en Perú se impuso Pedro Castillo.
Profesor rural que profesa públicamente el catolicismo marxista.
Sin reparos ni pudores, Castillo rescata a los extintos Hugo Chávez, Fidel Castro, y Néstor Kirchner.
Y a líderes bien conservados como los dos Ortega. Rafael, ecuatoriano exiliado, y Daniel, de la “Nicaragua violentamente dulce” (Cortázar, sic).
En su amplio armario ideológico, Castillo tiene espacio para reivindicar también a Lula Da Silva, Pepe Mujica y Evo Morales.
Sublime maestro y Premio Nobel, Vargas Llosa completó la espléndida parábola para novelar.
Desde Madrid, convocó a votar por la señora Keiko Fujimori, hija del personaje literario que venció al creador.
Cuando Varguitas -como se identifica en «La Tía Julia»-, quiso ser presidente del Perú.
Límite de clase
“Límite de clase” es el título de una inolvidable novela olvidada de Abelardo Arias. Narrador de «Álamos talados», que Argentina se permite el pecado de ignorar.
Los límites de clase de Perú son expresivos para configurar el mapa con división política de América Latina.
Recostado sobre el Pacífico, Perú limita con cinco países.
Cuatro de los cinco se encuentran gobernados por exponentes relativamente racionales de la “derecha”.
En Ecuador acaba de asumir Guillermo Lasso, insistente banquero ultraliberal.
En Colombia, Iván Duque, discípulo menos aventajado de Álvaro Uribe, se pone de sombrero la Colombia que preside.
En el Brasil «selvático» subsiste el extravagante Jair Bolsonaro.
El museo de cera lo completa Chile, con Sebastián Piñera.
Para oxigenación de Castillo, más abajo del Titicaca, después de Puno, Perú limita con Bolivia.
Por fin un gobierno popular. Aunque Arce sea menos folklórico que Evo Morales.
Gobiernos denominados «neoliberales» por la izquierda.
Gobiernos denominados «populistas» por la derecha.
Neoliberales y populistas se encuentran unificados por el destino común. El fracaso.
Liberales de recetario televisivo
Para bajar aún más el precio de la Argentina en «mesa de saldos», los liberales de recetario televisivo pregonan atributos comparativos.
Aluden a los países vecinos “que hacen las cosas bien”. Citan a Chile, Colombia, Perú.
En Chile Piñera se desgasta en la caída. Sostenido por 114 glóbulos rojos y 36 glóbulos blancos.
Reducido en las encuestas y sometido a las protestas infernales, apenas aplacadas por la pandemia.
La alcaldía de Santiago pasa a ser comandada por la señora Irací Hassler. Una dama inteligente, joven y por si no bastara comunista como Condorito Corvalán.
Iván Duque, en Colombia, hurga por el prestigio perdido bajo la alfombra, mientras convive con el paulatino descalabro de su sociedad «en paro».
Y Perú, con su muestrario moral de presidentes presos, exiliados, suicidados, desemboca en el sombrero campesino del profesor.
Castillo arrastra los esquemas históricamente perimidos para los liberales del recetario.
Examinar semejantes disciplinas gastadas era una tarea para el académico Jorge Fernández Díaz.
Vejestorios conceptuales que se petrifican con esquemas de “derecha” o “izquierda”.
Pero América Latina se encuentra fatalmente resignada al mito del eterno retorno que inspiraba a Friedrich Nietzsche.
Ánimo, Venezuela está más acompañada
Venezuela ocupa el lugar del mal, junto a Cuba y Nicaragua.
Eje del Mal que tiene, en Perú, un nuevo integrante.
El Grupo de Lima fue inventado por esclarecidos patriotas republicanos que tenían el objetivo de rescatar a Venezuela del Eje del Mal.
Procurar una solución democrática para el paladar de Donald Trump, víctima política de la peste.
Y de Duque, Bolsonaro, Almagro. Tres héroes para resistir ante la tormenta «populista».
«La broma» merece haber sido planificada por Milan Kundera.
Consiste -la broma- en que justamente desde Lima, Pedro Castillo con su chambergo reproduzca el fortalecimiento del Eje del Mal.
El Grupo de Lima debe preocuparse -en adelante- por Lima.
Al asociarse a Perú con Venezuela, Cuba y Nicaragua (“violentamente dulce”).
Con extensiones paranoicas que conducen a la centralidad de Rusia, China y hasta Irán.
En la incertidumbre del análisis quedan tres países situados en el lejano sur que no limitan con Perú.
El pragmatismo moral de Paraguay, con sus nociones espectaculares de ética.
El Uruguay del recato cordial, con sus balnearios formidables y el atractivo sistema bancario que fascina -según José Mujica- a “los garcas argentinos”.
Cierra el despacho la Argentina que contiene la totalidad de contradicciones en pugna, merced al fenómeno combinado de peronismo y antiperonismo.
Corresponde el turno de la cepa kirchnerista. Gobierno de La Doctora que preside Alberto Fernández, que luce reflexiones de gran pensador.
En una coalición donde confluye la Revolución Imaginaria de la izquierda con los delirios mercantiles de la derecha nacional y popular.
Coalición que concilia a los progresistas orales -que despiertan la solidaridad de los bolivarianos y los guevaristas- con los pregoneros del capitalismo.
Los que consideran que en Cuba y Venezuela simplemente gobiernan dictaduras.
Fenómeno complejo el del peronismo.
Jactancia simultánea de ser la derecha de la izquierda y la izquierda de la derecha.
Cuesta entenderlo. Pero explicarlo se convierte en un oficio rentable. Especialidad para equilibristas de la teoría.
El peronismo es el instrumento que se resignifica permanentemente.
Habilita a privatizar o nacionalizar. A reducir el estado protector o engrandecerlo hasta la irracionalidad.
Libretos distintos pero siempre al amparo inexorable de la soberanía política, la independencia económica y la justicia social.
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