Recíproca destrucción
A la Argentina le conviene que pierdan, en la pelea, los dos. Kirchner y Clarín.
Cartas al Tío Plinio
Tío Plinio querido,
Lo más conveniente, para la Argentina, es que se estrellen los dos.
Que se destruyan recíprocamente. Kirchner y Clarín.
Podrá armarse, recién después, una democracia sin adjetivos. Un país, si no del todo normal, menos imprevisible. Sin los excesos que patológicamente los caracterizaron. A ambos.
Cualquiera de los dos que gane puede ser, tío Plinio querido, indeseablemente desastroso.
Divulgue la tesis con discreción. A los efectos de evitar que se imponga, entre los contendientes, la inteligencia. Y arreglen.
Leyes Pro y Anti
La Ley de Protecciones Culturales pasó, hacia la indiferencia de la historia, como la Ley ProClarín.
La Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual, la que hoy tanto se discute, va a ser conocida, en cambio, en la cercana posteridad, como la Ley AntiClarín.
La primera Ley, la Ley ProClarín, transcurrió durante la presidencia clave de Duhalde. El gran benefactor de los pesificadores asimétricos.
Fue gestada, como corresponde, la Ley ProClarín, para salvar a Clarín.
(Aún se aguarda el inicio de la construcción del Monumento al Bañero. Tributo a la memoria del Pescador de Tiburones. A erigirse en Piedras y Caseros).
La nueva Ley, arteramente improvisada durante la presidencia de La Elegida, fue decidida desde la majestuosidad de la mesa del poder.
La mesa ratona, a la que se sienta solamente Kirchner.
El objetivo es severamente antiduhaldista. La expresa fragmentación de Clarín.
Segundos afuera
La pelea, tío Plinio querido, está servida.
Contaduría minuciosa del registro de diputados, en un rincón. Contra el ejercicio, tardíamente reconfortante, del periodismo. En otro rincón. Segundos afuera.
La obligación de informar es la faena que el Grupo Clarín, justamente, había abandonado. En virtud de la dinámica del insaciable crecimiento. De las expansiones del consorcio grupal.
Pero Clarín, al informar, revela, tío Plinio querido, la máxima falencia que lo condena. Profesionalmente, es la falla más vulnerable.
La constatación de no haber informado antes. Cuando -tal vez- le correspondía.
La carencia de la información crítica legitimó el ascenso irresistible de Kirchner. La conquista envolvente de la hegemonía. A través del mérito gigantesco del punto de partida.
Ser el desconocido, entre conocidos rigurosamente desprestigiados.
Acumulación
Ante la vacancia del vacío, Kirchner, admirablemente, se dedicó a concentrar un poderío temiblemente enorme.
A través del sustantivo Sistema Recaudatorio de Acumulación. Fenómeno cultural que el Portal describe, con marginalidad solitaria, desde el 2004.
Acumuló Kirchner gracias, además, al desierto de piedra del espectro blando.
Con las franquicias desestructuradas del peronismo en retaguardia. En piadoso estado de entrega.
Con la oposición más distraída de la época.
Con el aprovechamiento de la complacencia cómplice de la gran prensa, en especial del Grupo Clarín.
El consorcio se encontraba sumido, miserablemente, en las peripecias del ombliguismo empresarial. Movilizado por la pasión de las fusiones. Los beneficios de los contratos.
Clarín regulaba la información, que igualmente trascendía. Mientras tanto, Kirchner le regulaba la luz verde para el incremento de los beneficios.
Hasta diciembre del 2007, Kirchner iba a entretenerlos con los altibajos jurídicos de la megafusión. Telecom y el Triple Play tendrían que estirarse, según la planificación, hasta el 2011.
A Kirchner nunca le iba a pasar, con Clarín, tío Plinio querido, como decía, lo que le pasó a Menem. «Que les dio el Canal 13». O al «buenudo» de Videla. «Que les dio Papel Prensa».
Después de arrancarles las concesiones para la evolución, Magnetto, el estragado mandamás, no contuvo el menor reparo para soltarles la mano.
Videla, de tan escasamente perspicaz, ni siquiera hizo dinero. Sólo puede erigirse como el gran coleccionista de fracasos. Conjunción de desperdicios, tragedias y tristezas. Resentimientos. Negatividades que acentúan la soledad de la impotencia.
En cambio Menem, lo más agresivo que encaró contra el Grupo, fue permitir, o por lo menos no impedir, que cierto lenguaraz incendiario lanzara colosales improperios, desde el canal oficial. A propósito de las dos obvias vulnerabilidades de la señora Ernestina, alias La Peti.
Una insignificancia, si se lo compara con la frontal racionalidad de Kirchner. Quien descuenta, desde la placidez del imaginario, que Clarín es el único enemigo respetable que le queda en el camino.
Clarín y el campo. La oligarquía agropecuaria y la oligarquía mediática.
Épica del final
Por lo tanto, Kirchner, en la antesala del epílogo épico, embiste, tío Plinio querido, en simultáneo, contra las dos corporaciones.
Si pierde y se estrella, le cabe el pretexto de irse, por izquierda. Por haber intentado un final gloriosamente epopéyico. Derrota -en todo caso- dignamente heroica. Podría permitirle el diseño de la próxima resistencia. En El Calafate.
Puerta de Hierro en El Calafate, como objetivo de máxima.
El objetivo de mínima es algo sensato. Casi precario. Consiste en no ir preso.
Ahora, si Kirchner gana, tío Plinio querido, la gran pelea, si pulveriza a Clarín, sólo tendrá en adelante dos adversarios con relativa capacidad de daño.
Primero, la realidad, eterno problema.
Segundo, el más feroz. Él. Kirchner.
El Kirchner que Clarín se merece
Entre mayo del 2003, y diciembre del 2007, Clarín, ostensiblemente, se dedicó a callar.
A caracterizarse por la brillante locuacidad de las omisiones. A los efectos de explotar los beneficios del silencio.
Clarín aceitaba la relación transformadora, hasta la dependencia, con el poeta Alberto Fernández. El Premier les garantizaba, para colmo, las primicias de portada.
Mientras tanto, se consolidaba, para Clarín, el emporio del cable. Y se preparaba el avance invasor sobre la telefonía.
El trío notable de treintones de los setenta lo conforman Magnetto, Aranda y Pagliaro. Son quienes se quedaron, en los ochenta, con el control del diario.
Los mismos que vienen, en los dos mil, por el Triple Play. Dispuestos a masacrar a cualquier Ernesto Gutiérrez que obstruya la posibilidad de quedarse con las acciones de Telecom.
Pero Clarín tiene, tío Plinio querido, el Kirchner que se merece.
Después de despedir a Alberto Fernández -al que solía llamar Paladino-, Clarín se quedó sin interlocutor. A Massita, como intermediario, no le alcanzaba el pinet para sustituir al poeta.
Y Magnetto-Aranda-Pagliaro, aquellos treintones fílmicos que venían capitalizados por el hambre de gloria, hoy son poderosos sexagenarios que se encuentran relativamente saciados. Acosados por distintas laceraciones. Sin mayores atributos para atreverse a la pelea abiertamente frontal.
Como la pelea que les propone el imprevisible que se merecen.
Ofensiva final
Hasta que llegó la ofensiva final. El operativo comando para liberar, primero, los «goles secuestrados».
Ahora, con La Ley, Kirchner avanza por el desmenuzamiento de las propiedades.
Para resistir, Clarín tiene que recurrir, invariablemente, a las fuentes olvidadas del oficio. El básico ejercicio del periodismo.
La dosificación informativa impone, ahora, las aceleraciones.
La maquinaria debe pasar, de repente, del freezer hacia el microondas.
Contrasta, en carácter de tratamiento, la copiosa información crítica que hoy Clarín proporciona.
Útil para nutrir, mayoritariamente, a los desinformados. Los que deben sorprenderse con las andanzas lúdicas de Cristóbal, o las estancias de Lázaro.
Los manipulados consumidores que deben enterarse, bastante tarde, de la magnitud de los detalles relativos a la corrupción fantástica del kirchnerismo. A través de las licitaciones y de los sobreprecios. El jubileo expresionista del Sistema Recaudatorio de Acumulación.
Los consumidores deben convencerse, gracias a Clarín, que la Argentina se encuentra gobernada por una banda altamente impugnable.
Pero la abundancia informativa de hoy participa, tío Plinio querido, del mismo defecto que la carencia de ayer.
Brota entonces la banalización del periodismo.
El suministro de información depende del tratamiento empresarial.
La actitud previa del silencio, como la dureza actual, expresa la misma extraordinaria falta de respeto intelectual. La que Clarín les dispensa a los consumidores masivos de los productos. Gráficos, audiovisuales.
La omisión de los datos de ayer es complementada por la contaminación informativa de hoy.
Para defender los mismos intereses.
Triunfo digital
La impostura del «periodismo independiente», como la fama del tango, es «puro cuento».
La independencia alude, tío Plinio querido, a la emancipación del compromiso profesional del periodismo. El principal. Consiste en el mandato de informar al público. Orientarlo.
La transferencia, hacia el «soberano», debe producirse siempre.
Nunca, exclusivamente, cuando le convenga a la empresa periodística.
De todos modos el consumidor, por vías alternativas, pudo felizmente nutrirse.
En materia de desenmascaramiento del kirchnerismo, debe aceptarse que el periodismo digital le ganó la partida, con amplitud, al periodismo gráfico. Con la excepción, casi única, de las publicaciones de Perfil. Alguna osadía inesperada de La Nación.
«Pero las cosas sólo ocurren cuando aparecen en Clarín», nos dice una Garganta.
Sentencia pragmáticamente razonable.
De las Gargantas que desean que Kirchner se estrelle, en la pelea, definitivamente.
Sin admitir, por el encono contra Kirchner, que lo más conveniente, para la Argentina, es que se estrellen, tío Plinio querido, en la pelea, irremediablemente, los dos.
El kirchnerismo y Clarín.
Recuérdele a tía Edelma que, si quieren destruir al Furioso, astrológicamente hay que apurarse. A más tardar, hay tiempo hasta mediados de enero del 2010.
Antes que irrumpa el año del Tigre del Metal.
Porque Kirchner, que es Tigre de Metal, se va a fortalecer. Hasta la temeridad. La consigna es apurarse.
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