Insistencia de la historia
Dilemas de Reutemann. Para tratarlos en Europa.
Artículos Nacionales
escribe Serenella Cottani
Interior-Provincias, especial
para JorgeAsísDigital
ROSARIO, SANTA FE (de nuestra corresponsal itinerante, Serenella Cottani).- En la plenitud del dilema principal, trasciende que Reutemann, si ya no partió, hoy parte. Después de haber gestado dos acontecimientos conmovedores. El primero fue el lanzamiento, perversamente presidencial, de Duhalde. Al que Reutemann no quiere tenerlo cerca. Sin embargo lo consideró, con tono de broma de Tinelli, el dirigente más apto para postularse. Y conducir la presente etapa, grotescamente triste. De las más olvidables de la historia del peronismo.
La transición, desde Kirchner hacia (tal vez) ninguna parte. O directamente es la transición hacia el vacío. A la construcción anunciada de la derrota.
Hoy cualquier peronista cultural confirma, tan suelto de concepciones como de cuerpo, la tesis filosóficamente enunciada por Duhalde, en sus diseños inflamadamente estratégicos.
Indica -la tesis- que el próximo turno le corresponde a un radical. Una manera transparente de consignar que es para Cobos. El vicepresidente en ejercicio, principal opositor, en la demencialidad institucional. Factotum del fracaso irreparable del artificio de La Concertación.
Cobos -dicho sea para compadecerlo-, representa el «efecto invernadero». Se le arroja entonces, retóricamente, la sucesión del calvario. El traslado mecánico de la penosa actualidad. Para quemarlo.
Error de interpretación
El segundo acontecimiento, minuciosamente examinado en la noche de ayer en el clasicismo de El Cairo, alude a las derivaciones del «error de interpretación» de la senadora Roxana Latorre. Desairada, abiertamente, por Reutemann.
Por la rúbrica providencial, en el previo dictamen «retencionador», de la senadora, hoy esmerilada por doquier. Fue la habilitación del recurso que le permitió al oficialismo, «desde la disidencia total», que pudiera tratarse la renovación, por otro año miserable, del despojo legalizado. Los poderes delegados que admiten los manotazos sustanciales hacia las recaudaciones patrióticas. Glucolines que los productores defienden con el ahínco de las mejores causas. A través de una extrañamente utilitaria percepción del parlamentarismo democrático.
Si ganan la postura, en el casino del congreso, los productores festejan con aplausos.
Si pierden, si en cambio el guarismo no resulta favorable, a las calles. «A la lucha».
«Es demasiado astuta, Serenella, la Roxana. Ve debajo del agua. No puede caer en semejante error de interpretación». Lo confirma una Garganta, en el bar del Park Tower.
Prosperan entonces las susceptibilidades. Habilitan las descalificaciones del señor Iturraspe, radicalizado presidente de la Sociedad Rural de Santa Fe. O la osadía chicanera de Lifschitz, el señor Alcalde de Rosario. Alude a la probable «borocotización» de la senadora.
Trátase -Lifschitz- del alcalde venerablemente socialista. Aspira, con fundamentos mecanicistas, a probarse el traje de gobernador. El que ostenta Hermes Binner. Ya menos valorado -Binner- como candidato presidencial. En la amplitud del horizonte aparece la engañosa posibilidad de secundarlo a Cobos. Pero Binner, en tal aspecto, es equiparable a Reutemann. Le disgusta ser número dos.
Otros detractores, de la colección de invierno de «La Roxana», prefieren inclinarse, en el camino de la sospecha, por la gloriosa renovación del sistema Banelco. O por el mantenimiento laboral de determinados «latorristas», que se aferran al presupuesto.
En fin, emergen maneras degradantes del «pago fácil». Las que no se corresponden, según nuestras fuentes, con la trayectoria de la senadora Latorre, que fue reelecta hasta el 2015. Aunque la euforia democrática de los ruralistas los induce a la exageración de reclamarle la renuncia a la banca.
Lo gravitante fue que Reutemann se emancipó de Latorre. Oficialmente enojado por el «error de interpretación». Por verse enchastrado con la aproximación al kirchnerismo, el virus indeseable en la provincia. Por lo tanto, con el sentido bastante original de la acumulación política, y con su habitual reciedumbre con las mujeres, Reutemann decide despedir a la Roxana. Arrojarla al fuego, como si fuera una bruja. Sacarla del mínimo bloque de dos. Para quedarse solo. Desolado. Como en el tango «Viejo smoking».
Sacrificio necesario
La otra interpretación que prospera, en Rosario, entre los adictos a la información, contaminados por enfoques generalmente conspirativos, alude a la tesis del «sacrificio necesario».
Según la Garganta, en este ajedrez, siempre suele ser necesario entregar algún alfil.
Sacrificarlo, en pos de una estrategia superior.
El alfil, en la teoría, es Roxana.
Levitt, uno de los referentes sustanciales del periodismo rosarino, le pone letra a la sospecha. Al tratar «el pase del año», en el blog del diario La Capital.
Levitt indica que Reutemann «avaló», en principio, la decisión. Pero que, ante la «magnitud de la repercusión», no tuvo otra alternativa que «sacrificar a su colaboradora». A los efectos de «no sufrir un costo innecesario que empañe su carrera presidencial».
El dilema de Reutemann, según la Garganta del Park Tower, pasa por la dificultad de mantener, a cierta distancia, a aquel que, en el fondo, necesita.
O sea, al virus indeseable. Kirchner. Quien, si de algo entiende, es de capitales. Al menos para estos tramos, Kirchner sabe. Más que nadie.
Cuesta tal vez entender en Buenos Aires que, mientras afirma que aún es prematuro hablar de candidaturas, a Reutemann lo obsesiona, en primer lugar, la consecución de los millones de glucolines para encarar la campaña presidencial.
«El problema, Serenella, es saber quien la pone. Aquí nadie pone de la propia».
No hace falta preguntarle qué. Para que la Garganta agregue: «La tarasca».
Glucolines, para el Portal.
Insistencias de la historia
Para lanzar la bola de la candidatura presidencial, a Reutemann le bastó, apenas, con el despliegue de alguna vacilación. En la entrevista televisiva que le efectuara Mauricio Maronna, el reconocido «reutemólogo», oriundo de Teodolinas. Fue en «En profundidad», emisión del cable local. Las vacilaciones fueron posteriormente traducidas, reproducidas en La Capital. Bastó, para instalarse, con el complemento de las reacciones.
Sin embargo, para ser candidato en serio, según Gargantas, para Reutemann es imprescindible contar con «la tarasca». Con quien, o quienes, estén dispuestos a ponerla. La necesidad implica el mantenimiento de algún lazo, preferentemente invisible, con Kirchner. Y que no sea el señor Mazón, el chueco de amianto.
Kirchner tendría que figurar, según la hipótesis, al menos transitoriamente, como el «financista encubierto» del proyecto Reutemann. Una idea que divulgan los socialistas municipales. Los que aprovechan el traspié de los senadores políticamente divorciados.
Otro dilema que se le presenta a Reutemann, según la evaluación, alude a las dificultades que exhibe para construir en la sustancial provincia de Buenos Aires. Los minigobernadores del conurbano aún no iniciaron las peregrinaciones hacia Llambi Campbell, como se imaginaba, y a esta altura es cada vez más improbable que las encaren. Porque los minigobernadores se aferran a la invariable dependencia. A las sofocantes decisiones que salen, con formatos de cheques, desde la mesa ratona de Kirchner.
Y con Duhalde, la otra eventual vertiente, según nuestras fuentes, Reutemann, como se dijo al principio del despacho, no quiere saber nada. Ni siquiera compartir un asado, de los que no concluyan, necesariamente, con damajuanas expresionistas sobre las cabezas.
Por ahora, lo más recomendable, para Reutemann, entonces, es irse. Borrarse. Al menos por unos días. Calentar los motores para la próxima partida.
Siempre hay algo malo, después de todo, que se pueda ver. Algo que justifique el paso al costado. La dignidad del renunciamiento.
La banalidad de afeitarse puede impedirle, por tercera vez, atender el llamado. De la insistente historia. La cual insiste. Mientras «pasan los años». Y vuelve a insistir. Con la esperanza que esta vez, vigorizado por el positivismo de los nuevos afectos, se decida a atenderla. A la empecinada historia.
Serenella Cottani
para JorgeAsísDigital
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