Simulación de profundidad
Nimiedades articuladas de la señora Cristina, en la clausura del II Congreso de Filosofía.
El Asís cultural
SAN JUAN, Centro Cívico (de nuestra enviada especial, Carolina Mantegari).- «Los gobernantes se parecen a sus gobernados», sentencia la señora senadora Cristina Fernández de Kirchner, plácidamente entregada a la solemnidad de la trascendencia.
Primera ciudadana, candidata presidencial designada, democráticamente, por su marido.
La frase, destinada a las coberturas, impresionantemente objetivas, del día después, es pronunciada, desde la impunidad conceptual que brinda el Poder, en la plenitud de su denominada «conferencia magistral».
Se asiste a la ceremonia de clausura del Segundo Congreso de Filosofía. Intitulado, con modestia cognoscitiva, «El proyecto humano y el futuro, alternativas».
Ahora, la señora Cristina introduce la pausa admirable. Se acaricia el pelo. Obsequia alguna mirada. Mientras tanto los gobernadores, acomodados en la primera fila, reciben el tráfico de la erudición acumulada. Y registran la hondura académica de las reflexiones del «Gran Cuadro».
«Los gobernantes, ahora, se parecen a los gobernados», reitera.
Significa entonces que los gobernados, sin ir más lejos, los argentinos, según su código interpretativo se parecen, por ejemplo, a Kirchner.
Trátase de una broma gratuita, colectivamente injustificable, de la expositora.
La sociedad argentina dista de merecer una descalificación semejante.
Etnicidad
«En nuestro continente no hay problemas religiosos ni étnicos», define, más adelante, como para clausurar el debate que pueda iniciar cualquier lector distraído de Mircea Eliade.
Con la audacia de los reducidores de cabezas, la disertante jibariza el riesgo implícito de la etnicidad, que atraviesa desde la antropología a la política. Brota desde Venezuela. Desciende a través del borde andino. Para alcanzar límites patológicos en costados del energético Bolivia. Con las congojas de los estallidos que surgen en el estratégico horizonte. Hasta merodear el norte argentino, severamente desprotegido, ante tanta imprevisión de los gobernantes.
Bárbaro
«Hay que tener apertura mental». Ella, como buena hegeliana, y aventajada discípula del existencialista Julio Bárbaro, baja línea más adelante, al revoleo.
«Estar dispuesto a lo nuevo, a lo diferente».
La filosofía -enseña Bárbaro, contemporáneo de Ikonicof – debe intentar respuestas a las ingratas requisitorias de la existencia.
«Los políticos siempre tienen ideología, pero ocurre que algunos no pueden contarla».
La magnitud del mensaje viene, aquí, acompañada de otra pausa, que invita a la reflexión conmovedora de los gobernadores.
El filón emisor de la sabiduría debe ser completado, en todo caso, por la perspicacia evaluativa del interlocutor, sujeto receptor activo.
¿Quién es el cretino que no puede, en este Centro Cívico, contar la ideología que porta?
Del gobernador Verna, se sabe, es peronista. Y no lo oculta.
Como tampoco el gobernador Gioja, el anfitrión tan generoso, sobre todo con la multiplicidad de sus parientes.
O como Cobos, el altamente probable compañero de fórmula, un emblemático Radical Kash.
Ninguno, que se sepa, oculta la ideología. Como cantaba el filósofo Alejandro Lerner.
«Buena o mala, pero mía».
Reformismo
De la transgresión revolucionaria, racionalmente lícita desde la óptica generacional, la señora Cristina pasa, de pronto, en la plenitud de la madurez, al conformismo reformista.
Porque la Candidata, que «soñó con cambiar el mundo», debió descartar semejante pesadilla. Y ahora, al tomar conciencia del ascenso del colesterol ideológico, afirma que «sueña con ayudar, apenas, a cambiar el país».
Los receptores del mensaje, más allá de la fila de gobernadores -adscriptos a la escuela de los cínicos griegos-, improbablemente registren, en su totalidad, la dimensión medular del concepto.
De escucharla Jorge Semprún, Regis Debray, o el mismo Juancito Sebrelli, hubieran resuelto, para siempre, las cosmovisiones contradictorias del drama íntimo del «intelectual contemporáneo» (tema no descartable, para otra conferencia magistral de campaña).
Ocurre que Camus, no hay nada que hacerle, lo venció por goleada a Sartre. Para gloria inmerecida de Lipovetsky, Baudrillard, y, lo más grave, de Tomas Abraham, el filósofo que suele pavonearse, entre las contratapas, con anteojos de sol.
La pasión revolucionaria, en definitiva, a través de la sapiencia implícita en el «paso del tiempo» (inducción del Portal para otra comunicación magistral de la señora), se disuelve en el aceptable reformismo módico.
«Los melones se acomodan solos en el carro», decía el positivista «Loco» Castro, al heideggeriano «Flaco» Fabris, en severos momentos de enciclopedismo.
Interactuaciones
Sin embargo, lo más densamente nutritivo del mensaje aún está por venir.
«Los sistemas de ideas tienen sentido cuando interactúan en la sociedad».
La afirmación, claramente innovadora, implica pensar que existen, en alguna parte, «sistemas de ideas» que no interactúan con la sociedad. Disociados que nada tienen que ver con ella. En la práctica, «sistemas de ideas» muy berretas, que no «interactúan» un pepino.
Por lo tanto José Nun, el secretario de Cultura, debiera aplacar su abatimiento gestionario y reclamar el auxilio intelectual de otro pensador del kirchnerismo.
Horacio González, el director de la Biblioteca, sobriamente incorporado al pudor de escucharla.
Juntos, Nun y González, sostenidos por las lecturas de Marcos Aguinis, podrían componer un inmediato memorandum reservado, a los efectos que la señora Cristina pueda, muy pronto, explayarse. En otra conferencia magistral, que profundice un descubrimiento tan innovador, en materia de pensamiento.
«La idea debe estar respaldada por la praxis», sintetiza, para completarla, seguidamente.
A esta altura, es otra iluminación que debe ser predigerida con pausada lentitud.
«Porque las ideas adquieren existencia cuando interactúan en la realidad».
No hay límites, en el kirchnerismo, para la sabiduría.
Simulación
La simulación de profundidad, con fuertes aproximaciones al marco teórico de la obviedad, marca el epílogo del Congreso de Filosofía Gestual.
La filosofía interesa, en la Argentina Trucha, sólo para que trascienda que se organiza, en la Argentina, un Congreso de Filosofía.
Para evocar, en una caricatura de Sabat, el Congreso de Filosofía de 1949, celebrado en Mendoza. Donde el general Perón, un antecedente menor de la señora Cristina, supo leer aquella antigualla inviable de «La Comunidad Organizada». Conjunto de expresiones de deseos para organizar, como si fuera un mecano, la sociedad, y que fueron inspiradas en la graciosa indolencia de Coriolano Alberini. Aunque la posteridad pretende adjudicárselo a Astrada, el abuelo del actual director técnico de Rosario Central.
Interesa, aparte, en la Argentina irremediablemente trucha, que se cuente, en la impunidad de los diarios, que la señora Cristina cierra, en presencia de los gobernadores griegos, con una «clase magistral», el congreso de la sabiduría.
Con su conglomerado de nimiedades articuladas. Pronunciadas con el gesto grave de la mujer profunda. Y que son aplaudidas, por la «afición filosófica», y por los gobernadores, de pie. Con la falsedad de suponer, para completar el juego de simulación de la profundidad, que acaban de participar de una sesión filosóficamente extraordinaria.
Como también es una trucha, la cronista decide ubicarse. Y también aplaude a la señora. De pie.
Carolina Mantegari
para JorgeAsisDigital
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