Fuentealba, Rajneri y Sapag
Retaguardias rotas (II): Línea media que influye en mala elección de Sobisch.
Miniseries
Jorge Asís.- Fuentealba, Rajneri y Sapag. Simplifico el fracaso electoral de Sobisch con el desarrollo, debidamente interrelacionado, de la acción de estos tres apellidos.
Antes, a los efectos de entender la humanidad del cuadro, imagine, Carolina, que debo describir, literariamente, a Sobisch. Como si fuera el personaje principal de alguna usual novela sobre el poder. Similar a la obra cumbre de Roa Bastos, o la más lograda de Asturias, o aquel monólogo fastuosamente indigerible de García Márquez. Tres narradores epigonales, aparte, de Valle Inclán. Presentaría a Jorge Sobisch tal como lo conocí, sin ofrecer ninguna versión edulcorada.
Un gobernador en expansión. Un sexagenario fascinado por los datos pregonables de su biografía. Un político orgulloso de su trayectoria, que solía detallar los logros de su provincia, convertida en un muestrario. Que ponderaba su formación familiar, en la industria gráfica.
Autocomplaciente, sobre todo con su módica epopeya, encarada en el Movimiento Popular Neuquino. Agrupación que lo lleva, escalonadamente, a la intendencia de Neuquén. Y a la gobernación de la provincia marcada, de manera indeleble, por la hegemonía de los Sapag.
Carolina Mantegari.- Pausa. El patriarca que me describe, Asís, se encuentra tranquilo con su existencia. Un conformismo primario. Armoniza con la elementalidad del pasado que diseña, y que le genera ambiciones sólidas de futuro. Con la previsible tendencia hacia la autoestima. Y con una visión emotiva, ampliamente satisfactoria de sí mismo. El patriarca, así descripto, toma la presidencia como una asignatura naturalmente pendiente. Es razonable entonces que se dedique a pegar, durante tres años, carteles de instalación nacional.
J.A.- Su perspicacia interpretativa, Carolina, remite a mis años transcurridos en el bar La Paz. A viejas interlocuciones transcurridas con tantos fantasmas.
En fin, a semejante personaje, para usted un patriarca módico, debe incorporarle la carga de la problemática simultánea. La que le impulsan los tres apellidos expuestos. Remiten al triángulo con forma de laberinto.
El crimen de Fuentealba lo arrastra, transitoriamente, a Sobisch, hacia el ocaso de su aventura de expansión. Debe dejar la ceremonia de los «carteles de instalación». Especialmente debe desatender, lastimosamente, la faena de la construcción territorial. La que fuera oportunamente encomendada a un conjunto de neuquinos entusiastas. O residentes, al menos, en la estación terminal del Neuquén. Serviciales políticos de segundo nivel, movilizados por el colectivismo de la lealtad. Se distribuye, con los neuquinos de referencia, el armado del país.
La desgracia de Fuentealba lo catapulta a Sobisch hacia la soledad. Sin embargo, al hacerse políticamente responsable, de pronto se fortalece. Como si siguiera el ejemplo europeo de Laurent Fabius. «Responsable pero no culpable». El personaje se banca, admirablemente, la adversidad. Hasta emerger, algo estragado, pero con atisbos de dignidad. Es llamativamente inútil, porque el acoso irracional de la izquierda iba a mantenerse. Y hasta a crecer, con sistemática intensidad. A los troskos no les bastaba con la asunción de la responsabilidad política. Ni siquiera con la prisión del sujeto que le había disparado a Fuentealba. Aspiraban a más. Pretendían endilgarle, al gobernador, la autoría intelectual del crimen.
Asociaciones de Víctimas
Oberdán Rocamora.- Lejos de chicanearlo, Jefe. Y de interrumpir su versión, literariamente edulcorada. Pienso que la soledad de Sobisch, post-Fuentealba, es bastante relativa. Poco después de la desgracia, su patriarca módico se asocia a aquella estudiantina disidente del Potrero de los Funes. De la que surgió un Cuarteto Imperial, destinado a ponerle ritmo a la cumbia del poder. Y que Sobisch, como aliado del peronismo, integraba. Junto con Menem, el Adolfo Barros Schelotto, y con su amigo Puerta. Es lo que usted denominó la «Asociación de Víctimas de Kirchner». Una ONG, Organismo no Gubernamental.
Permita aclarar que, antes aún del inicio de la Cumbre del Potrero, el Portal que dirige informó que la asamblea se armaba, exclusivamente, para lanzar la aventura presidencial del Alberto Barros Schelotto. Y que los hermanitos lo ayudaban, financieramente, a Menem, para que fuera a perder. En la tristeza del epílogo, en La Rioja. Es historia, claro. Pero también es parte de la historia que Sobisch no era ningún Robinson Crusoe.
Sólo Macri, en definitiva, lo había desairado. Ya que traficamos erudición literaria, puedo parafrasear al poeta Conrado Nalé Roxlo:
«Un cigarrillo, y un desaire de Macri, no se le niegan a nadie».
A propósito, Macri también puede merecer la formación de otra ONG. Asociación de Víctimas de Macri. Prosiga, Jefe, con la recursiva artimaña del triángulo.
El Magnetto del sur
J.A.- El drama de Fuentealba debe agregarse al drama permanente, y transversal, que le representa Rajneri.
Es, Rajneri, el Magnetto del sur. Director del diario «Río Negro». Un pesado de la comunicación patagónica. También le hizo, desde su diario, la vida imposible a Massaccesi. Acuérdense de aquel gobernador radical, que fue candidato presidencial en el 95, antes de refugiarse en la literatura. Véase, al respecto, el libro de Massaccesi sobre Rajneri, titulado «Haceme senador». Devolución del opus de Rajneri dedicado a Massaccesi. «Manzanas amargas». Puede tomar notas, Rocamora.
O.R.- Percibo que don Rajneri, el Magnetto patagónico, también se merece, igual que Kirchner y Macri, la gestación de su propia ONG. Asociación de Víctimas de Rajneri.
J.A.- A veinte días del escrutinio, por Fuentealba, el señor Yaski, apretado por el Partido Obrero que se lo lleva puesto, y con el apoyo de Moyano, le arman a Sobisch un paro político general.
Si no fue con la instrucción de Kirchner, fue con su expreso consentimiento. Por lo menos, Kirchner autorizó a sus diputados, como Perié y Carlotto, a participar de aquel misericordioso show parlamentario. Junto a Lozano, un izquierdista curiosamente razonable que llegó, en su desborde, a comparar el caso de Sobisch con el de Patti. Y con el de Bussi.
Pero antes, a cincuenta días del escrutinio, aparece el dictamen de la Corte Suprema de la Victoria, que lo favorece a Rajneri. Una sentencia donde se lo amonesta a Sobisch, el gobernador de Neuquén, por no haberle otorgado, al diario de Río Negro, la publicidad que Rajneri suponía merecer.
Si la explotación del caso Fuentealba, lo acosaba a Sobisch por izquierda, la victoria jurídica de Rajneri despertaba obvias solidaridades empresariales. Se traducían en descalificaciones periodísticas. En ninguneos comunicacionales.
A la calificación de Chacal de Villa La Angostura, debía agregársele, en adelante, la escarapela del Obstructor de la Libertad de Prensa.
Es aquí donde incide más la irrupción, o la deslealtad, de Jorge Sapag.
El tercer vértice del triángulo.
Desfile de desaires
A través de Jorge, el próximo gobernador, los Sapag perciben la recuperación del control de la provincia. Y que pueden eliminar, para siempre, al inflamado adversario interno del MPN. A aquel que osó, exitosamente, desafiar la hegemonía de la familia.
Ocurre entonces el desfile de los desaires magistrales. Es el turno de don Felipe Sapag, fotografiado en el aeropuerto de Neuquén, mientras aguardaba a la señora Cristina. A quien anunciaba, con énfasis, que iba a votarla.
Es el turno de Luz Sapag, en el acto cristinista de Neuquén, con gente trasladada, por Pichetto y Saiz, desde Río Negro.
Es el turno de Jorge Sapag, el sucesor, perteneciente al mismo nucleamiento. Que manifiesta su desconfianza, para colmo desde el mismo diario de Rajneri, a propósito del estado de las cuentas oficiales. Acusa falta de información.
Es el turno de Lores, el candidato a senador. Sostiene que debe reconstruirse la relación con el gobierno nacional, deteriorada por las ambiciones personales de quienes perjudicaban a la provincia.
Fuentealba, desde la izquierda, lo arrastra a Sobisch, innecesariamente, hacia la derecha.
Rajneri, desde la solidaridad del ámbito empresarial, lo condena a la desacreditación. A la fatalidad del ninguneo.
Los Sapag, para completarla, le cortan, desde Neuquén, las bases de sustentación política.
Por más que luchara admirablemente, a Sobisch sólo le quedaban los carteles. Y la ingenuidad pegadiza del spot, con la corbata colorada. Y el porcentaje total.
Amateurismos
Osiris Alonso D’Amomio.- Con los números de Oximoron, me atrevo a complementar la arbitrariedad, bastante ejemplar, del panorama descripto.
Cuando arrancó con los carteles, Sobisch mantenía una imagen positiva del 12 por ciento.
La imagen negativa le marcaba, apenas, el 17 por ciento.
Sin embargo mantenía un margen de desconocimiento superior al 40.
El resto, poco más de 20 puntos, pertenecía a la regularidad de los tradicionales que ni saben ni contestan.
Si se trabajaba su proyecto presidencial, con rigor profesional, y con menores índices de fresco amateurismo, las posibilidades podían ser auspiciosas.
Sabe, Asís, que con la ayuda de Celia, una colega superior, lo volvimos a medir, en Oximoron, a Sobisch. Fue quince días antes de las elecciones. Los números expresan el mejor análisis político.
La apabullante campaña publicitaria, junto a la divulgación de la desgracia de Fuentealba, redujeron, trágicamente, el margen de desconocimiento del candidato.
Por lo tanto prosperó, en exceso, la imagen negativa. Desde el 17, alcanzó a trepar hasta el 49 por ciento.
Y descendió la imagen positiva, del 12 al 7 por ciento. Y la imagen regular, al 14.
Significa, en definitiva, que la campaña publicitaria fue exactamente perjudicial. Igual que el amateurismo implícito de la comunicación escogida. Puesta a entera disposición del candidato. Por carencia de estrategia, Sobisch se ponía encima la totalidad de los medios disponibles. Sin tener en cuenta que el personaje no prendía. Y que, cuanto más aparecía, el pobre más se enterraba entre la ciénaga mediática. Aunque se aventurara en las explicaciones defensivas. En extensos discursos racionales. Crecía, de manera indeclinable, la resistencia hacia su figura.
Un caso de estudio para los estudiantes del fenómeno comunicacional.
Si entonces se le sumaban los efectos nocivos de la crueldad del triángulo, la caída electoral, más que previsible, era una obviedad.
J.A.- Vuelta de página. La novela tal vez no terminó. Sólo se cerró un capítulo. A otra hoja.
Continuará, sólo si es estrictamente necesario.
(desgrabación de Carolina Mantegari)
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