Rutina del fracaso en Venezuela
En la fallida estrategia para derrocar a Maduro Estados Unidos arrastra 60 países complementarios.
Artículos Internacionales
escribe Osiris Alonso D’Amomio
especial, para JorgeAsisDigital
Alrededor de 40 honrosos venezolanos se encuentran en condiciones de “ser el legítimo sucesor de Nicolás Maduro”.
Lo confirma Mike Pompeo, Secretario de Estado, según audio registrado en el Washington Post.
“Es diabólicamente difícil unir a la oposición”, agregó, sin resignarse.
El desencanto, como la frustración, aluden a la sucesión de equivocaciones.
Horrores de los encargados políticos. Halcones bruscos que intelectualmente llegan al tobillo de Henry Kissinger.
Roger Noriega, subsecretario para América Latina en tiempos de Bush jr, confirma que los intereses personales, de los enemigos de Maduro, culminaron con la cancelación del levantamiento planificado para el 30 de abril.
Rencores adolescentes atribuidos al presidiario Leopoldo López, por la súbita popularidad del presidente delegado Juan Guaidó, El Elegido de Almagro.
Impetuoso,
el diputado Guaidó integró la comitiva parlamentaria que visitó al
ex canciller uruguayo Luis Almagro, Director General de la OEA. Fue
quien lo descubrió.
Guaidó se destacaba entre la medianía
general. Y justamente Almagro andaba a la pesca de algún presidente
para Venezuela.
Debía ajustarse a la pobre arquitectura jurídica
preparada por los colombianos, con instrucciones del Departamento de
Estado.
Para sacar del medio “al Dictador Nicolás Maduro”. A
los «mafiosos» que condenaban al pueblo «al hambre y
provocaban el exilio de millones de venezolanos».
Hoy Guaidó,
presidente virtual, es reconocido por 60 países
complementarios.
Pero la frustración no se limita a la simpleza
de culpar a los desastrosos opositores.
Se computa el consumo de
deliciosas operaciones de contrainteligencia, que fueron
instrumentadas por el Servicio Bolivariano de Inteligencia, el
Sebin.
Colombianos, brasileños y norteamericanos se comieron la
operación. Quedaron ridiculizados ante la comunidad del
espionaje.
Les vendieron el cuento de los generales desertores con
mandos de tropa. No existían. Los dejaron colgados el 30 de
abril.
Consta que sospechan, ahora, hasta de los políticos y
militares que realmente abandonaron a Maduro.
Delcy y Cilia
Maduro,
El Colectivero, para sobrevivir resultó ser bastante astuto. Lo
subestimaron.
Por algo más que la lealtad, el General Hugo
Chávez, creador del negocio revolucionario, en 2013 lo designó
sucesor. Tres días antes de cometer la osada impertinencia de
morirse.
Seis años después Maduro es aún El Uno. Desconfía de
Diosdado Cabello, El Dos, Presidente de la Asamblea.
Se
desconfían, en realidad, recíprocamente, pero deben
convivir.
Cuentan que juntos, Maduro y Cabello desconfían,
asimismo, de los chavistas. Los bolivarianos históricos que resisten
en silencio el cambio de nombre del Partido. «Somos
Venezuela».
En “Con el mazo dando”, su ciclo radial,
Diosdado baja la línea revolucionaria.
En simultáneo, según
cruces de inteligencias, Diosdado acumula consistentes dividendos a
través del Cartel de los Soles, que en apariencias maneja.
Cualquier
desdichado que lo cuestione merece una estancia incómoda en La
Helicoide. O peor, en La Tumba, la mazmorra situada en los subsuelos
del Sebin.
Mientras tanto
Colombia, Brasil y Estados Unidos desgastan impiadosamente a
Guaidó.
Continúan con la consumición de acciones de
contrainteligencia. Se entusiasman con regimientos a punto de
rebelarse.
Sin sospechar siquiera que dentro del
militarismo se ocultan, para ser francos, las claves del matriarcado.
Como en Nicaragua.
Las personalidades fuertes del régimen,
inicialmente chavista, hoy son mujeres.
Leen, por orden de Maduro,
los partes del Sebin. Y los producidos por la Contrainteligencia
Militar, el DGCIM.
Es la agencia encargada también de espiar a
los potenciales enemigos de adentro, sindicados como amigos.
La
señora Delcy Rodríguez, vicepresidente, de alta ascendencia
revolucionaria. En Naciones Unidas emite mensajes y condenas.
Dijo
que Estados Unidos “cambió el terrorismo de las bombas por el
terrorismo de los bancos”.
En especial se admira (y se teme) a
la señora Cilia Flores, que es la “cabeza estratégica”.
Otra
“abogada exitosa” que funciona, a su vez, como esposa de
Maduro.
Cuentan que Cilia suele indicarle al marido lo que tiene
que hacer. A quién debe poner y a quién debe desplazar. Le marca
posibles traidores internos.
Cilia es, ante todo, la primera dama
pero de consulta diaria.
Maduro debe esmerarse en proteger a los
tres hijos de Cilia. Y sin descuidar nunca al Fenicio. El colombiano
de ascendencia libanesa que les “maneja la platita”. Al menos
parte.
Es Alex Nain Saab Morán, El Boliburgués. El origen
libanés depara, en general, atisbos de sospecha.
Como las que
recaen sobre Tareck El Aissami, que es, en la práctica, El
Tres.
Basta con descalificarlo a Tareck, desde Bogotá o
Washington, con la mochila de ser el “hombre del Hezbollah”.
Aunque
Tareck ni siquiera sea chiita lo tienen vinculado a Irán. El emblema
del mal que también, según la CIA, aporta algún centenar de
cuadros para sostener al régimen.
Iraníes tan eficientes
-confirman- como los cubanos.
La crisis como rutina
Delcy,
como Cilia, Nicolás, Diosdado o Tareck, también le tomaron el
tiempo a Donald Trump, El Arrugador.
Descuentan que la sociedad de
Estados Unidos ya no aguanta más recibir un solo ataúd envuelto en
una bandera. Ante militares en formación y solemne himno de
trompetas.
Trump debió haber
introducido un poco más de carne en la parrilla si pretendía
derrocar a Maduro y cambiarlo con Guaidó.
Era insuficiente
con la desenvoltura oral del Elegido de Almagro. Con sus
sentimentales apelaciones a la movilización.
Tampoco bastaba con
el arrojo convincente del categórico canciller argentino Jorge
Faurie, El Pesado del Ceremonial (que instrumentaba la dura posición
del Halcón Macri).
El tema era más complejo. Doblegar unas
fuerzas armadas de más de 300 mil miembros, con 2.000 generales y
almirantes, requiere de algún otro esfuerzo.
La fragmentación
opositora multiplicaba las diferencias internas entre los postulantes
que carecen de la magnitud intelectual de Rómulo Gallegos, Arturo
Uslar Petri, o de Carlos Andrés Pérez.
Proyectos de poder como
el de Capriles. O de heroicos sensibles como Leopoldo, que padeció
la cárcel para que viniera a soplarle el liderazgo el Elegido de
Almagro.
O económicamente salvados como Ledezma. O Borges, o las
señoras María Corina Machado o Lilian Tintori. O Henry Falcon, o el
estadista oculto Henry Ramos Allup.
(Faltan, en la enumeración,
varios de los 40 aspirantes que señala Pompeo, El Desencantado).
Es
que en el platillo de la balanza de “la Dictadura” no estaba sólo
Cuba.
Debían considerar otras naciones menos descartables. China
y Rusia. O Turquía e Irán.
“Son los aliados que ayudan a
Maduro a mantenerse en el poder”, les dijo Cristopher Figuera, ex
del Sebin.
La Venezuela Bolivariana recibió de China, en créditos, 62.000 millones de dólares. Más del 50% de lo invertido por China en el subcontinente.
Consta que hicieron negocios hasta los chinos atorrantes de Macao. De quinto orden. Los que hundieron a Kirchner, El Furia, en el inicial ridículo.
El apoyo de Rusia a Maduro tampoco es de índole moral. También hay armamentos.
Venezuela le expresó la afectuosa solidaridad. Le reconoció Abjasia, Osetia del Sur. Supo acompañar a Rusia hasta en la tragedia de Ucrania.
Y Rusia lleva invertidos en Venezuela 17 mil millones de dólares. Preguntar por la Petrolera Roszneft.
Original
narrador venezolano, Alberto Barrera Tyszka sostiene que Maduro tiene
un talento especial para “convertir la crisis en una rutina”.
Para
administrar la citada rutina, estimulan los intentos vanos de diálogo
con los despedazados opositores. Porque les sirve, ante todo, para
ganar tiempo.
En Barbados, o en Oslo, entre europeos entusiasmados
con la paz, y que saben del interés de las empresas petroleras de
Noruega.
O con románticas iniciativas como la del mejicano Andrés
López Obrador, que se desmarca de los países falderos del Grupo de
Lima.
A los que Trump traslada, sin benevolencia, su
extraordinario fracaso en la rutina de Venezuela.
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