Con la disrupción le fue bien. ¿Para qué cambiar?
De las relaciones carnales a la promiscuidad tolerable.
Artículos Nacionales
escribe Oberdán Rocamora
Redactor Estrella, especial
para JorgeAsisDigital.com
Patria no, Colonia sí
Como una abuela en navidad, Luis Toto Caputo, Virgencita, ingresa al Hotel Libertador.
Contento, atuendo informal, probablemente menos feliz que Javier Milei, el Panelista de Intratables, que llegó inalterable con su campera negra, similar a la utilizada para cantar el festivo “hava naguila” en el recital semi responsable del Movistar Arena.
Sin embargo, para agradecer con el discurso moderado, se puso la corbata azul “de la suerte”.
Virgencita tiene expresivos fundamentos para exhibir el alivio del rostro bien dormido.
Decían periodistas «a los que no se odia lo suficiente» que podía suplirlo Fernando Sturzenegger, Bailarín Compadrito. Pero en vez de dejarlo sin trabajo su jefe leal volvió a celebrarlo con la designación de Pablo Quirno como flamante Canciller.
Quirno es de la armada imbatible de los tahúres financieros.
Entre la tropa de Libertad Avanza impera la alegría altiva.
Dieron vuelta la catástrofe electoral.
La pronunciada inclinación hacia Washington resultó finalmente trascendental.
Se asoma el desenlace de la clásica consigna “patria sí, colonia no”.
Triunfa la ostensible idea de ser una colonia.
El dilema comparativo de Argentina es con Canadá.
Debe saberlo Donald Trump, Corbata Carmesí.
El Estado 51 de la Unión es Argentina.
Quiere serlo, le sobra vocación.
La receta del outsider
Las relaciones carnales del extinto Canciller Guido Di Tella, Isidorito Cañones, fueron suplidas por la promiscuidad tolerable.
Hallazgo del extinto pensador Carlos Escudé que derivó en teoría de legitimación del acercamiento de un país emergente con Estados Unidos.
La insolencia de Escudé fue el punto de partida para que Milei conquistara la simpatía del antipático Trump.
En plena campaña electoral, cuando Milei ya era presidente, se aventuró a trasladarse con la señora Karina, La Pastelera Prodigiosa, hacia Miami, a la kermesse de la FPAC, solo para fotografiarse con Trump por primera vez.
Era la ofensiva de la Línea Marginal que conduce Santiago Caputo, El Neo Giacomini, el que organizó una tómbola con la Consultora de Rodrigo Lugones, el socio que reside en Madrid.
A Santiaguito le correspondió “jugar con Milei” para aplicar la “receta del outsider”.
Tenía aroma a recomendación. También intentaron aplicarla con Facundo Manes, Cisura de Rolando, pero sin suerte.
La receta fue aceptada por el Panelista, que resultó presidente y todavía cree que es el Fenómeno Milei por la magia del consultor, reconocido dueño de un vértice del Triángulo de Hierro de la geometría revolucionaria.
La Línea Marginal de Santiaguito supo utilizar el instrumento de la FPAC, multilateral ONG de extrema derecha conservadora que apostó frontalmente por Trump.
La ONG conectaba con Leonardo Scatturice, El Atorrante de Lanús, “empresario” enriquecido, amigo de Santiaguito y enlace con Barry Bennet, El Nutrido.
Entre los fragmentos del libertarismo se desconoce si Bennet es de verdad un “asesor estratégico” de Trump o uno de los tantos felices inmortales que merodean poderosos.
Desde Buenos Aires, con Bennet, Santiaguito se dedicó a puentear sistemáticamente al canciller Jerry Werthein, El Olímpico. Para medir el aceite de “la gobernabilidad”, produjo cordiales diálogos telefónicos de El Nutrido con los gobernadores confiables. Y encuentros del primer tipo con líderes parlamentarios relativamente opositores de La Pajarera. Fue cuando cuentan que Lepenito le dijo al Potro:
“¿Este Bennet llega a Trump de verdad o es un trucho como nosotros?”.
Sorpresas y celebraciones
Hoy el Panelista celebra.
Para interpretar el resultado de las elecciones no se requiere disponer de gran creatividad.
La sorpresa principal la brindó el Panelista en La Provincia del Pecado.
Los libertarios se conformaban con perder por 5 puntos cuando se dieron cuenta de repente que ganaron.
Golpe efectista del Panelista para Axel, El Gótico.
A través del Peronista Originario Diego Santilli, El Bermellón.
Para superior complejidad de la interna peronista que comienza a facturar.
Otra sorpresa ingrata transcurrió en Córdoba.
Un triunfo inesperado de Milei sobre Juan Schiaretti, El Gringo, que posterga la apetencia presidencial.
Y algo más sutil: se clausura la nacionalización súbita de Martín Llaryora, El Pituco, aunque mantiene, a su favor, la biología.
Previsibles “salvadas de Ropa” de oficialismos provinciales, a los que el Panelista intentó pintar compulsivamente de violeta.
Agrandado con el logro de Manuel Adorni en el Maxiquiosco, exigía cargos abusivos a gobernadores que estaban dispuestos a hacer fila para pactar.
Embocaron en Mendoza, Entre Ríos y en Chaco.
Rebotaron ante el orgullo viril de Corrientes.
Otra sorpresa nada menor transcurre en Santa Fe.
Por la crueldad social con los radicales sobrios de Maxi Pullaro, mientras en el peronismo se extiende la influencia estratégica del matrimonio Monteverde.
No obstante, aunque golpeado, Axel queda bastante bien parado. Como para enfrentar en soledad al Panelista, que marca en sus ditirambos que preside “el mejor gobierno de la historia”.
Que sacó “de la pobreza a diez millones de personas”, a “tres millones de la indigencia”.
El Panelista no debe serrucharse de nuevo los pies.
Tampoco debe desmoronarse por los errores técnicos perdonables que se combinan con catástrofes morales.
“Otra cripto, Milei, no se soporta, sabelo”.
Pero reconstruir a Milei en la onda política tradicional es, en efecto, lo peor que se le puede desear.
Conquistó la sortija del poder a través del comportamiento extravagante.
Animó la campaña que no existía con propuestas demenciales.
Asumió de espaldas al Legislativo.
Se consolidó con descalificaciones multiplicadas que destruyeron la farsa del respeto.
Al cierre del despacho, su fuerza deja de ser raquítica en el Parlamento.
Con 55 años conserva atisbos de energía para saltar con el rostro tranquilo cubierto de camperas negras.
Con la franqueza directa del disruptivo le fue, hasta aquí, demasiado bien.
Entonces, con franqueza, ¿para qué cambiar?
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