El parravicinismo libertario contra el peronismo del año impar
¿Y si vuelve? Entonces los inversores no la ponen.
Artículos Nacionales
escribe Oberdán Rocamora
Redactor Estrella, especial
para JorgeAsisDigital.com
Entre los perros
Maestro inapelable del sabio Roberto Villamil, El Brother, y del mítico doctor Ángel Cristo Acoglanis, El Sanador, el artista plástico Benjamín Solari Parravicini, El Psicógrafo, solo tiene en común con Javier Milei, Panelista de Intratables, la identidad astrológica china del «perro».
En efecto, Solari Parravicini fue Perro de Tierra de 1898.
Y el contemporáneo Milei es Perro de Metal de 1970. En plena edad del poder.
Juntos, el psicógrafo y el psicografiado confluyen en la contención generosamente protectora de Donald Trump.
Perro también, pero de Fuego, de 1946. Trump es, al final, la continuidad de Villamil.
Para Santiago Caputo, Jaimito II, que perpetúa en la espalda el tatuaje de referencia, Milei es algo más que otro perro.
Encarna la predicción máxima de Solari Parravicini. La profecía del Hombre Gris.
La Doctora como pretexto
Perfecto, la instalan de nuevo en el ring. Pero “¿y si La Doctora les vuelve a ganar?”.
La preocupación del equilibrado comunicador es planteada de manera crítica al colega pudoroso del canal que adora “la política de la libertad”.
El Milei Parravicinista se desliza por el similar cable de riesgo que supo desmoronar la trayectoria del aliado menos místico que con frecuencia suele salvarlo. Mauricio Macri, El Ángel Exterminador.
Es el Ángel que lo salva, el que le evita la caída mientras, en simultáneo, lo acota.
El salvador táctico es el principal afectado estratégico del ciclo.
Milei debe unificarse con el Ángel para sobrevivir hasta la próxima elección legislativa que le depare algunos legisladores frescos, más capacitados y en cantidad.
Los legisladores prestados le resultan, en efecto, caros.
Lo suficientemente ingratos como para no retribuir, en la pajarera del Maxiquiosco porteño, los favores reclamados en la pajarera de la nación.
“Piden todo desde la nación para que los rescatemos, pero son garcas, nos hacen la gestión imposible en el territorio”.
Los inversores consultan. “¿Y si vuelve?”.
El retorno de La Doctora es el riesgo que los atormenta.
Entonces se espantan. Cautelosamente reticentes, los inversores se resisten, todavía, a ponerla.
Aunque le ponen garra voluntaria a los deseos, impulsan ondas de apoyo moral, aplauden.
Pero los mangos positivos, por ahora, no los ponen.
El momento, para Milei, es de esplendor paradisíaco. Consta en alguna psicografía secreta de Parravicini que Jaimito II guarda.
Momento pleno de inflación baja, pero de ambición larga.
Después de las pavadas payasescas del “papanatismo”, emerge el turno del Hombre Gris.
Capitalizado con las soluciones para soñar con la superpotencia, mientras La Doctora, incontenible, se atora con tanta risa.
Aceptable el fenómeno, la epopeya es ciertamente de atracción universal.
Con el carisma temperamentalmente exclusivo que estremece a Elon Musk y al propio Trump.
Con el arrastre del combo completo que mantiene el aderezo del Premier Marco Rubio, Cubano de Importación.
La categoría de fenómeno fue conquistada no solo como consecuencia de las psicografías de Parravicini.
A partir de la proeza del gobierno más frágil de la versión deprimente de la historia de la democracia que arranca 40 años atrás.
Con el estadista que conmovía a las masas blandas de la clase media al recitar el preámbulo, de memoria y sin ademanes.
La Revolución que no se le niega a nadie
El gobierno parravicinista de consultores de Milei se formó de manera improvisada, con lo que pudo conseguirse.
Con lo que había en el descarte. El insumo unificador lo proporcionaba la bronca.
El lúcido pensador Longobardi lo sintetiza con la palabra “ira”.
Contra lo establecido: la casta maligna e indigna, como hallazgo semántico.
Enigma colectivo que deposita cínicamente al país en el centro exacto de la humillación.
Rendido -pobre país- sin la Revolución Francesa de Parravicini (que no se le niega a nadie).
Ante los pies del fracaso benefactor que legitima. Pero que también conduce y contiene hasta la protección.
Es la gracia. Acaso el encanto parravicinista del fenómeno Milei.
Gobernar el año entero con la desconfianza absoluta de la vicepresidenta, señora Victoria Villarruel, La Cayetana (por Álvarez de Toledo).
Junto a la fervorosa hazaña de mantener, frontalmente en contra a la poderosa Provincia del Pecado, conducida aún por Axel, El Gótico, claramente reelecto y con proyección presidencial, literalmente enceguecido en la oposición cuasi salvaje al modelo retóricamente libertario del “parravicinismo”.
Con la intensidad ideológicamente virulenta de las concepciones diferenciales.
Basta con ascender al colectivo 17 y descender en Avellaneda.
O al 60 en San Fernando y descender en el centro.
Para constatar el cambio abruptamente total de las reglas. Incluso del juego.
Doble pose de combate
Mientras tanto El Gótico se encuentra en pose doble de combate.
Contra el misticismo de Milei, preferiblemente. Aunque inmerso también en el desgastante combate penosamente subalterno, transformado en sustancial. La interna dura que le propone a Axel una carga inesperada de la adrenalina del dolor, valor altamente despreciable en el oficio.
Era casi feliz Axel cuando creía que se entretenía con el combate de relativo interés con Máximo, En el Nombre del Hijo, titular del Peronismo de la provincia (del pecado) y conductor de La (Agencia de Colocaciones) Cámpora.
De pronto el dolor se lo produjo Axel mismo, al descubrir que el conflicto, en realidad, lo tenía con La Doctora.
La madre de Máximo, pero fuente del poder real de Axel. Titular del Partido Justicialista, instrumento electoral.
Axel es la apuesta disruptiva que La Doctora introdujo con perversidad.
Impuso al transparente entre el pragmatismo de las cajas canallas de los minigobernadores.
Desde la caja consensuada de la Pajarera de La Plata hasta la caja sensiblemente diferenciada del puerto del Dock Sud.
Un académico puro como Axel que ni siquiera pide las contraprestaciones que no sorprenden a nadie.
Mientras se convierte en el erudito de los secretos pecaminosamente territoriales.
La diferencia metodológica entre La Doctora y Axel es la pugna interna que produce los mejores rencores en el peronismo del 2024, año par.
Aquí se insiste: los peronistas ya aprendieron. No pueden, por giles, perder más.
Para ganar no deben ir separados jamás.
Entonces se les recomienda a los peronistas culturales pelearse con exclusiva dureza solo durante los años pares.
Para conceder en los impares que son los años electorales, como 2025.
En los que debe utilizarse la capacidad de persuasión como de concesión. O de resignación.
Para cantar juntos, emotivamente reunificados, la marchita, con los dedos desafiantes en «Ve» que inducen el objetivo de la victoria.
A votar entonces para gobernar y volver a pelearse con explícita crueldad recién en 2026, y así sucesiva y mecánicamente.
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