La maldita realidad contra el gobierno de consultores
Nunca se debe interrumpir al adversario cuando la pifia.
Artículos Nacionales
escribe Oberdán Rocamora
Redactor Estrella, especial
para JorgeAsisDigital.com
El sinceramiento
Se registra, de pronto, el sinceramiento inesperado en la altura relativa del poder real.
El consultor Santiago Caputo, El Jaimito Blindado, uno de los vértices del triángulo «de hierro», expulsa del paraíso a Mario Russo, y recibe en el infierno a Mario Lugones para ministro de Salud.
Área que don Mario conduce, desde hace meses, acaso años, en vinculación adorablemente espiritual con el indemne radical Enrique Nosiglia, El Coti, y el extraño peronista Luisito Barrionuevo, El Bandeja.
Dos profesionales.
Reconocidos cómplices de las más audaces travesuras historiográficas de los últimos 40 años.
Don Mario Lugones es cardiólogo. En especial es padre del consultor Rodrigo Lugones, El Jaimito Superior.
Rodrigo fue jefe de Santiago. Pero hoy, desde Madrid, es el socio inapelable en el gobierno de consultores de Los Milei.
Una gestión fuertemente consagrada por la virulencia oral y moral contra la casta (que excluye milagrosamente a la dupla Coti/ Bandeja).
Declinación prematura
Javier Milei, El Panelista de Intratables, suele acomodarse habitualmente en la placidez del error continuo.
Justamente cuando la sociedad le pasa la factura de la indiferencia.
En principio por la pedantería mediática de imponer el show efectista del presupuesto, durante el prime-time del aburrimiento televisivo del domingo.
El escamoteo del encendido es la peor desventura para Milei, producto surgido desde la televisión.
Consta que El Panelista se cargó al peronismo y al radicalismo juntos a partir de las emisiones ofensivas de entretenimiento.
Para generarse después la declinación paulatinamente prematura de su prestigio.
“Cuando el enemigo se equivoca hay que dejarlo tranquilo”. Lo confirman los sabios.
La política nunca es enema de sanación. Menos cuando la megalomanía estimula la continuidad cultural de las pifias.
La parábola espectacular de Milei fue aceptablemente sublime.
Para ser ejemplarmente estudiada en las próximas tesis doctorales de los buscapinas de las ciencias políticas que trafican en el universo dinámico de la comunicación (que mecánicamente se transforma).
El tercio providencial del gas pimienta
El asado del tercio -financiado supuestamente a la romana- emerge como el otro error encadenado.
La celebración del tercio providencial del gas pimienta facilitó el veto categórico al aumento miserable para los jubilados reprimidos que provocaron la puntualmente inducida reacción lapidaria del argentino éticamente universal.
Jorge Bergoglio, Papa de profesión, les clavó con firme perversidad la daga indeleble de las palabras más hirientes.
Los libertarios prefieren “invertir en el gas pimienta, que es caro”.
De ningún modo en el disipado chusmerío de la «justicia social».
Entonces Francisco se puso la máscara del estancamiento de la Coalición Cívica para dilapidar la honorabilidad del gobierno de consultores con la alusión a la coima directa, confiada por el empresario misterioso, aunque identificable.
Un héroe que asume el riesgo rescatable de ponerla.
Papelón de Nueva York
El encadenamiento en la artesanía del pifie fue transitoriamente coronado por el propio presidente con el papelón de Nueva York.
Un acto ridículo que induce a la Argentina a aposentarse en la reposera del aislamiento.
La filípica autorreferencial que el señor presidente utilizó para comunicar a los seleccionados representantes del universo que se encontraban dirigidos por giles elementales que históricamente la pifian.
Les cuesta aún a los diplomáticos percatarse que el patrón hegemónico de la verdad es Milei, el antihéroe providencial elegido por las fuerzas del cielo para acabar con el analfabetismo populista del mundo. Con un arma sagrada: el proyecto movilizador de la libertad.
Acaso lo más grave de la solemne pifiada filípica consistió en deslizarse solo a través de la pendiente del error.
Por la estoica chiquilinada de tomar en serio el proyecto transversal del sistema de las Naciones Unidas que apenas sirve, en efecto, para emitir el mensaje del consenso que nadie, en el fondo, registra.
Porque no interesa.
Maldita realidad en el Parque Sábato
Al cierre del despacho, en el Parque Lezama, escenario de la novela perenne de Ernesto Sábato, se produce el lanzamiento nacional del partido La Libertad Avanza.
Como dato pintoresco para la posteridad debe anotarse que la señora Karina Milei, La Pastelera del Tarot, artífice de la flamante organización, y también patrona de un vértice del triángulo, se atrevió a emitir su primer discurso.
El mensaje de Karina, una buena mujer, es bastante primario, casi precario, a lo sumo genera atisbos de entusiasmo.
Pero convoca estéticamente a la piedad.
El acto del Parque Sábato es presencia hegemónica en la portada de los medios que Milei detesta.
A los que destrata con un fervor programado.
Explicable, apenas, por la eficiencia breve que promueven los consultores.
Presentado por Karina como “el mejor presidente de la historia”, El Panelista de Intratables se excede en los desmesurados elogios hacia sí mismo y a sus principales ministros, los responsables de la obra monumental.
Desfila la señora Patricia, La Montonera del Bien, o El Toto, «colosal» Virgencita, y destila miel, incluso, hasta para Luis Petri, Carucha.
Pero El Panelista continúa en la interminable campaña electoral para vituperar a los periodistas de “micrófonos ensobrados”.
Ahora despotrica también contra los encuestadores que acentúan la declinación despaciosa de su influencia.
Contra quien Milei lucha denodadamente es con la maldita realidad.
Aunque la maldita realidad sea -en efecto- invencible.
Carece de sentido entonces procurarse un poco de crédito confiable entre el fondo de olla de las barbaridades del kirchnerismo.
O por las legendarias estrategias equivocadas de la dirigencia que la pifia desde hace décadas.
Con la maldita realidad nadie debe pelearse. Tampoco, siquiera, amigarse.
Corresponde transformarla.
Tarea para estadistas patriotas e inteligentes. Casi para titanes.
Pero infortunadamente El Panelista todavía no aparenta dar la talla.
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