El 5G y la poética del espectro
Telefónica, Claro, Telecom. Entre Ericsson y Nokia mientras China de Huawei vence a Estados Unidos.
Artículos Internacionales
escribe Osiris Alonso D’Amomio
Geopolìtica, especial
para JorgeAsisDigital.com
En el plano geopolítico se destaca el fenómeno cultural. La inapelable superioridad tecnológica de China sobre Estados Unidos.
En el plano doméstico, la licitación del espectro alude a la competencia de Telecom con Claro.
La billetera predispuesta de Carlos Slim, El Fenicio Real, con la tradicional reticencia para ponerla de Héctor Magnetto, El Beto.
Infortunadamente la presión aquí resulta menos eficaz que los dólares.
De Ren Zhengfei al embajador Stanley
“A Estados Unidos le preocupa más Huawei que China”.
Ren Zhengfei, el fundador de Huawei, nació en 1944, entre las montañas de la alejada Guizhou.
Es, en la astrología de referencia, Mono de Madera. Y los chinos saben.
Cuando combina la astucia con la inteligencia, el Mono se lleva el mundo por delante. No lo detiene nadie.
Ren padeció la hambruna de la Revolución Cultural de Mao Tse Tung. Pero supo beneficiarse también con la transformación de Jiang Zemin.
Para el sabio Henry Kissinger -leer su opus “China”- Jiang condujo al país “desde el desastre hacia la explosión asombrosa de energía y creatividad”.
La fascinante combinación de apertura salvajemente capitalista con las beneficiosas represiones del socialismo. El cóctel, hasta hoy, funciona. El vaso no estalla.
Cuentan que Zhengfei, en los 90, le dijo a Jiang Zemin:
“Las telecomunicaciones serán una cuestión de seguridad nacional. No tenerlas va a ser peor que no tener ejército”.
Quien advirtió el riesgo fue Donald Trump, The Fire Dog. Pero ya era tarde. Tenía la tecnología china adentro. Lo pasaban por encima.
En efecto, Huawei se convierte, para Trump, en una amenaza para la propia seguridad nacional.
Cuesta aceptar la supremacía del competidor transformado en enemigo. Lo sobrepasa en la carrera por el desarrollo de las redes móviles de quinta generación.
Significa confirmar que China vence a Estados Unidos en la maratón del 5G. Puede consagrarse en el siglo XXI como el máximo Estado Alfa del universo.
Sorprende, desde el sur, toparse con Estados Unidos a la defensiva. Contemplar a la superpotencia casi humillada.
Más interesada en bloquear los atributos del adversario que en imponer los avances propios.
La teocracia occidental presiona a los países donde influye para que no caigan interesadamente doblegados por la magia de Huawei.
Y para que se inclinen, en todo caso, por los prestadores europeos, menos adelantados pero más confiables.
Como Nokia, de Finlandia, o Ericsson, de Suecia, en algún entrecruzamiento con la norteamericana Qualcomm.
Aprieta con cartas suplicantes la señora secretaria de Comercio. O con las misivas de embajadores pulcros y eficientes. Como su excelencia, Marc Stanley.
El embajador advierte, en la condena, que la tecnología a aplicarse por los chinos contiene un riesgo para la soberanía y la protección de los secretos de Estado.
Calma, mister Stanley. Recurra al saludable Martín Fierro.
“Cuando veas a otro ganar a estorbarlo no te metas”.
El rictus innovador
Robótica cotidiana, domótica, inteligencia artificial, automóviles y casas conectadas, “la Internet de las cosas”.
La automatización medicinal, intervenciones quirúrgicas a distancia.
En fin, el extraño rictus innovador, de velocidad vertiginosa (cien veces superior al 4G).
Signa el nuevo cambio de hegemonía que se imagina luminosamente temible.
Pero Estados Unidos reacciona con medidas de coacción. Restricciones comerciales. Malos ejemplos.
La cocción de la realidad indica que se debe obstaculizar el avance de Huawei.
Una “amenaza a la seguridad nacional” por sus vínculos con el “gobierno chino”. Severas invocaciones.
Acusaciones de espionaje que complementan el lobby ostensiblemente explícito. Laberintos diplomáticos.
Compadecer la triste sensación de inferioridad que la superpotencia transmite a los países dependientes. A los que asusta.
Son países occidentales hasta la médula espinal. Como corresponde pro norteamericanos.
En simultáneo no pueden quedarse afuera de las evoluciones estratégicas que arrastra la revolución tecnológica de quinta generación.
Se explica entonces el interés de Washington por operar contra los avances de Beijing en los países que tiernamente le responden.
Y que lo celebran como si conservara, aún, la supremacía. Pero mantienen la pólvora mojada y el software superado. Hasta -lo grave- en el plano militar.
El espectro
Son cuatro, aparte de Huawei, las empresas que se encuentran en condiciones de expandir la poética espectral el 5G.
Ericsson, de Suecia; Nokia, de Finlandia; Samsung, de Corea y la ZTE que es, efectivamente, del estado chino.
No así Huawei, que es, al menos oficialmente, de sus trabajadores.
El visionario Ren Zhengfei tiene en su poder menos del 1% de las acciones. Le basta para ser un millonario de número. El 180.
Con poco menos de dos mil millones de dólares. El Monito no puede quejarse.
El espectro no es ningún cuento de Edgar Allan Poe.
Es un bien de dominio público, donde el Estado ejerce la soberanía.
No se trata del aire que se respira. Es el espacio que contiene precisamente el aire.
Su importancia reside entonces no solo en lo que es. En lo que permite hacer.
Los límites los brinda la capacidad tecnológica.
La primera licitación del espectro radioeléctrico en Argentina pondrá a disposición tres bloques de 100 MHz, de la banda de 3,5 GHz. Para la quinta generación de tecnologías de telefonía móvil.
Fue anunciada por el ministro de Economía, Sergio Massa, El Profesional, para el primer cuatrimestre de este año. Para abril.
Aunque probablemente en pocos días, en la Feria de Barcelona, dos vanguardistas van a encargarse del pre lanzamiento.
Claudio Ambrosini, secretario del ENACOM (Ente Nacional de Comunicaciones) y el doctor Juan Manuel Olmos, Puigari, Vice Premier.
Consta que El Profesional, en su oxigenante afán recaudatorio, espera 1.400 millones de dólares para el Tesoro.
La piñata
Tres jugadores disputan la piñata del 5G.
Invariablemente, hay que ponerla. Un anticipo importante. ¿500 millones? ¿400?
Plácidas cuotas posteriores de 12 a 14 millones mensuales. A lo sumo 15.
Son Telefónica, de España. Claro, de México. Telecom, de Argentina.
La indagación marca que, quien se encuentra más cerca de ponerla, es Carlos Slim, de Claro.
Consta también que desde Estados Unidos operan sobre la astucia negociadora de Slim.
Para lograr que Claro se incline por despachar con el servicio de la sueca Ericsson. O de la finlandesa Nokia.
Con tal de que El Fenicio Real no recurra al espectro temible. Huawei.
Pero Slim es un pulpo diestro en la diplomacia de mezclar los brazos. Le sobran. Llega hasta el infinito. Y vuelve.
Sigue a la distancia Telecom, del Grupo Clarín. Con Héctor Magnetto, que es tan Mono de Madera como Ren Zhengfei.
Pero Clarín suele ser bastante reacio en general a ponerla. Acostumbra a «imponerla».
Aparte, para ponerla es necesario tenerla viva. Primera dificultad.
La segunda dificultad no es menos relevante. El dilema de haberse comprometido con Huawei y mantener una notable inclinación permanente hacia Estados Unidos.
La tercera dificultad es relativamente banal. La peregrinación desdichada al Lago Escondido debilitó a dos de sus eficaces instrumentos de penetración.
Consta que el tercer hombre, don Juan Verdaguer, es el actor que siempre se las ingenia.
Brillante en los monólogos (recordar el Camilo Canegato de “Rosaura a las diez”).
Pero ni soñar con ponerla. Adjetivos, títulos de página impar, como las primeras planas no cotizan.
A los españoles de Telefónica se los ve, por último, en la flotación del espectro. Con menos fichas. Hartos de las batallas perdidas.
En cualquier momento le venden al primer Fígoli o Mangieri que ponga algo más que el rostro y cierto respaldo.
Aunque los fondos, en efecto, sean tan misteriosos como el espectro.
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