Sensible petróleo de los parias
La guerra Rusia-Ucrania renueva el tablero de la política internacional.
Artículos Internacionales
escribe Osiris Alonso D’Amomio
Geopolìtica, especial
para JorgeAsisDigital.com
1.- Renovación del tablero
La guerra entre Rusia y Ucrania altera el problema energético y renueva el tablero de la política internacional que se sumerge, de pronto, en la incertidumbre.
En efecto, la cuestión del petróleo marca la clave del conflicto inesperado entre la superpotencia paternal, Estados Unidos, y el Reino sensible de Arabia Saudita, potencia económica regional que domina la estrategia de la Organización de Países Exportadores de Petróleo. OPEP.
En su última cumbre, la organización que componen 14 países decidió reducir la producción en dos millones de barriles diarios. Es exactamente lo contrario al deseo o la orden de Estados Unidos, que pretende un crecimiento de la producción con el obvio motivo de no elevar los precios de los combustibles.
Lo que está detrás, o explícitamente visible, es el encarecimiento del producto que favorece, en todo caso, los intereses de Rusia, para financiar su larga guerra y con la discreta complacencia de China.
Es, también, la necesidad colectiva de los países centrales del extenso museo de Europa.
En las vísperas del invierno generalmente feroz, que amenaza con la certeza del padecimiento, la estrechez y la oscuridad.
2.- Té y corderito
Joseph Biden, El Abuelo Dulce, mantiene dilemas similares a los de Alberto Fernández, El Poeta Impopular.
Con frecuente mala fe, al argentino se lo suele esmerilar con la divulgación de decenas de videos producidos cuando maltrataba verbalmente a La Doctora (la que después lo inventaría como presidente).
Melodrama inofensivo. Si se lo compara con la magnitud de la lengua inoportuna de Biden, que lo introdujo en un laberinto trascendental.
Por haber dicho, suelto de cuerpo, en su campaña contra Donald Trump, The Fire Dog, que iba a concederle a Arabia Saudita el tratamiento de “paria”. De País Paria.
Una manera taquillera y progresista de señalar, inapelablemente, a MBS, Mohamed Bin Salman, El Príncipe Heredero, como el responsable del descuartizamiento de Jamal Khashogui, el periodista que irritaba al Reino.
Por un trámite de visado vulgar, Khashogui había ingresado al consulado saudita en Estambul. Para salir mutilado, envuelto en papel madera y repartido en bolsas que fueron probablemente arrojadas, cargadas de plomos, al Bósforo.
No obstante, después de ganarle a Trump y reiniciar el descolorido ciclo demócrata, El Abuelo Dulce emprendió la gira previsiblemente equivocada hacia Medio Oriente.
Aunque compartió con MBS el tecito de la bienvenida, y comió después trozos del corderito más tierno del Reino, de inmediato Biden comprendió que la visita distaba de ser exitosa.
La prensa, infinitamente mejor preparada que las autoridades, supo calificar la visita como un fracaso total.
3.- Aceptable hipocresía de la diplomacia
Consta que Arabia Saudita es el aliado significativo que Estados Unidos mantiene en la complejidad del mundo árabe.
Generaron una alianza que se creyó indestructible. Signada por la aceptable hipocresía de la diplomacia de conveniencia recíproca.
Un intercambio ideológico de control de la energía por mantenimiento de la seguridad.
Aunque Estados Unidos tiene resuelto -al decir de un kirchnerista- la “soberanía energética”, y el control de la temática en sus principales aliados. Mientras tanto, la superpotencia garantiza la protección a los sauditas del enemigo persa, Irán, y aseguraba convivencia con el amigo Israel.
Pero a los americanos les costaba admitir, para consumo interno, la cultura de los rigoristas del sunismo. Se encontraban hartos de la astucia y de los manejos. Entendían que los sauditas financiaran clandestinamente el copioso terrorismo de la complejidad. Para evitar la violencia en el interior del Reino.
Que las bombas explotaran adonde se les ocurriera a los cruzados. Pero sin que nunca se levante la menor polvareda en Jeddah, Riad o Taif.
La relación mantuvo la moral de la triple hipocresía y Estados Unidos le suministró al Reino con normalidad el armamento más sofisticado.
Los americanos hasta alcanzaron a tolerar que fueran sauditas gran parte de los cruzados que voltearon las Torres. Los que pretendían convertir al Pentágono en una serie de edificios arruinados, aptos para atraer turismo.
Como reacción lícita, para atenuar el infinito dolor interno, se lo cargaron a Sadam, el tiranuelo utilitario de Bagdad.
4.- Venganza del Paria
Pero El Abuelo Dulce invoca a la misericordia. Suplica que la reducción de los barriles no transcurra antes de la elección de medio término, en el próximo noviembre.
Con un triunfo republicano, Biden sería menos que un pato rengo en su primer y único mandato.
Y para adelantarse a las desdichas decide liberar 15 millones de barriles de la Reserva Estratégica de Petróleo. La RSP. Ante la algarabía de Trump (que prepara su regreso) y el perverso sarcasmo de Putin.
Y ya es vano que los líderes envueltos de occidente traten de conmover también a los sauditas, o a los emiratíes, con presiones para que aumenten la producción.
Pero los parias se aferran a los acuerdos alcanzados en la OPEP.
En el fondo predomina la altanera venganza del sensible “Paria”.
El recelo mutuo entre la complejidad árabe -en eterno desarrollo- y los países presuntuosamente desarrollados que retroceden como consecuencia de la guerra equivocada.
Europa es un continente demasiado importante para atarlo a la estrategia norteamericana en la OTAN.
Infortunadamente Estados Unidos suele ingresar en conflictos de los que desconoce después cómo salir. O sale de manera humillante, como en Afganistán.
El pobre Biden no puede conformarse con el insuficiente apoyo humanístico de los europeos, solidarios con los ucranianos invadidos por los enemigos rusos. Necesita, también, del apoyo de una región que es una sumatoria de conflictos, que perduran sin ser resueltos.
5.- La OPEP es la banca
Un virtual cambio de alianzas. Con el protagonismo superior de China (que contiene en el combo a India y Rusia).
Manoseos de trebejos gastados que incluyen hasta el viraje más sorprendente. El avance sospechoso del acuerdo de los occidentales con otro país paria, pero también con petróleo. Irán.
La OPEP hoy es la banca. Y en este juego la Argentina mantiene alguna carta. Una ficha.
La OPEP arrancó en 1960 con cinco miembros. Tres árabes. Irak, Kuwait, Arabia Saudita. Uno persa, Irán.
El quinto país es el latinoamericano también condenable. Un destino de chicana vulgar. Venezuela. Acaso el paria más personalmente favorecido por la pasión por destruir de Putin. El Colectivero, Maduro, aspira a triplicar la producción. Recibe amables visitantes del Departamento de Estado.
Los cambios mantienen la intensa dinámica que paraliza a los distraídos estáticos que son víctimas de sus principios y de pronto no entienden nada.
La OPEP tiene aún su sede en Viena. Y al embajador argentino en Austria habría que enviarle rápidas instrucciones, no necesariamente confidenciales.
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