La larga centralidad de La Doctora y de Mauricio
Estupor y desasosiego entre los postergados que aspiran a mojar la medialuna del poder.
Artículos Nacionales
escribe Oberdán Rocamora
Redactor Estrella, especial
para JorgeAsisDigital.com
Horacio, Geniol; Patricia, la Montonera del Bien; y Facundo, Cisura de Rolando, debieran contemplar con estupor la centralidad amenazante de Mauricio Macri, El Ángel Exterminador.
Como Sergio, El Conductor; Juan, El Menemcito; Daniel, el Líder de la Línea Aire y Sol; y hasta Alberto, El Poeta Impopular, debieran contemplar con desasosiego la centralidad de La Doctora, cada día más «bilardista».
En efecto, desde hace quince años, “dos puntas tiene el camino” de la política. Y en cada una aguarda La Doctora o El Ángel.
Como si en el tobogán del retroceso eterno una dependiera de la suerte del otro.
Consta que son dos rivales recíprocamente escogidos que nunca se enfrentaron entre sí.
En 2015, cuando ganó Mauricio, el contrincante fue Daniel Scioli.
En 2019, cuando La Doctora lo desalojó a Macri, llevó de mascarón de proa a Alberto Fernández.
El agotamiento (o el fracaso) de uno impuso el sistemático resurgimiento del otro.
El kirchnerismo exhausto lo impuso a Macri.
El fracaso rotundo de Macri impuso el regreso de La Doctora (a través del mascarón Alberto).
Y la extraordinaria decepción que construyen juntos La Doctora y Alberto facilita la hartante repetición del mecanismo.
La alternativa pacientemente elaborada por Horacio Rodríguez Larreta, el candidato natural, parece ser aprovechada por Mauricio.
Por dificultades de instalación, o por carencia de liderazgo, o por la dinámica del juego, Horacio no puede evitar que se instale la Celebridad del Bridge.
Por portación de Celebridad, El Ángel es inmune a las balas.
No se le puede entrar con la indignación de su hermano Mariano. Tampoco con el papelón de cien Pepines. Menos aún con la baratija del espionaje.
Pese a la asumida catástrofe de su gestión -y gracias a la debacle de La Doctora y de Alberto- crecen las intenciones del Ángel de emprender la utopía del regreso. Por debajo del radar y sin explicitar.
«Tiene que ser usted», le dicen los empresarios que vuelven a considerarlo. Dinero ya no le dan. No le hace falta.
Pero el Ángel en privado se va de boca. Casi se habla encima, igual que Alberto. Se muestra imprudentemente crítico con aquellos que fueron sus colaboradores.
Como un diablo competente, en público El Ángel finge que no existe ninguna posibilidad de volver a presentarse.
Que se conforma con ser un patriota de consulta. Equivalente a lo que es José María Aznar, Carlitos Chaplin, para el Partido Popular de España.
Galletita que supo saborear Patricia. Volvió a excederse en Estados Unidos cuando aseguró que Mauricio no iba a presentarse más para la presidencia.
La Montonera del Bien dejaba de ser el eficaz instrumento de Mauricio para horadar a Horacio o a la señora María Eugenia. Creía de verdad en la nueva tendencia revolucionaria, ya de derecha. Era la competidora de Horacio.
Pero también del propio Mauricio, quien no vacilaba en mostrarse con su amigo Donald Trump, The Fire Dog.
Brindaron con cerveza, Mauricio y Donald, por los dos respectivos retornos.
Horacio y el momento de decisión
Rodríguez Larreta, el candidato natural, arrastra la disyuntiva existencial. Instancia de decisión.
Asumir la condición de jefe. Y superar al ex jefe que dista de considerarlo durante las confesiones íntimas de los encuentros privados.
Cuentan dijo:
“¿Horacio va a enfrentarme a mí? No sabía que los patos le apuntan a las carabinas”.
Para escriturar la pendiente vocación de jefe, Horacio debiera disponerse a desafiar en las PASO al viejo jefe que dista de ser su amigo.
La eventual competencia con Mauricio debiera inspirar también a Facundo Manes, Cisura de Rolando, enviagrador de la Unión Cívica Radical.
Aunque a Facundo, como a Patricia, lo pretenden conformar con el caramelo de madera de la gobernación de Buenos Aires.
Pero Cisura, como la Montonera del Bien, va por la presidencia o nada.
Lo cual brinda una incierta distensión a los opacados Diego Santilli, El Bermellón, y a Cristian Ritondo, El Potro.
Dos peronistas originarios que creen ir por la gobernación y aún no toman, como competidor real, a Diego Valenzuela, El Historiador que mantiene con Horacio el compromiso de apoyar a Santilli.
Aunque si El Bermellón no prende -como tampoco prende Ritondo- se libera Valenzuela de la carga moral de apoyarlo.
Por ahora, Horacio y Mauricio se mantienen unidos por la conveniencia recíproca de ser heredados, en el Maxikiosco del Artificio Autónomo, por Jorge Boga Macri, El Primo (que era) Pobre.
Los tranquiliza descontar que El Primo nunca se lanzará a auditar con rigor ni crueldad.
La medialuna del poder
La centralidad de Mauricio promueve -y fomenta- la centralidad de La Doctora. Se buscan.
Para que los pontificadores televisivos hablen de ella, preferentemente mal, le basta con un tuit.
O con un exabrupto en el místico CCK. O con la jugada “bilardista” ideal para soplarle a Juntos el representante en el Consejo de la Magistratura.
A su alrededor aseguran que La Doctora no quiere saber más nada. Igual que el Ángel.
Prefiere dedicarse a cuidar a su nieta. O a divagar sobre Virginia Wolff con su hija intelectual.
Y que coincide con los cuarentones apesadumbrados de La (Agencia de Colocaciones) Cámpora. Sostienen que el mejor candidato, para 2023, es Sergio.
Pero a La Doctora le creen menos que a Sergio. En especial cuando enarbola el invento tapón de Unidad Ciudadana, sello inútil para perder en 2017 con el larguirucho Esteban Bullrich, aunque gracias al randazzismo actualmente en el poder, por intermedio de Alberto (pero sin Randazzo).
Claro que, si Mauricio se relanza, La Doctora se siente en la obligación moral de lanzarse también.
Aquí debe recurrirse a la astrología china para ilustrar que el disparate del poder, en la Argentina, se encuentra prisionero de las relaciones antagónicas y conflictivas entre el Chancho y la Serpiente.
Así como la Serpiente Horacio (de Madera) debe litigar con el poder escriturado del Chancho Mauricio (de Tierra), el Chancho Alberto (de Tierra) debe lidiar con el poder rigurosamente concentrado de la Serpiente Doctora (de Agua).
Dos litigios irresueltos que debieran preocupar a los osados que mantienen interés en mojar la medialuna del poder.
Sergio, en primer lugar, queda entregado entre dos fuegos y con un proyecto trunco del nuevo acuerdo imposible.
Pero La Doctora expande llamaradas, y Alberto apenas un encendedor ahogado que produce chispas intrascendentes que sólo toman con determinada piedad en el Parnaso de José C. Paz.
Chispas que frustran las esperanzas de los Eviteros codiciosos. De algún hermanito Daer de corazón tierno. O de los cinco o seis muchachos funcionales que esperan una muestra de autoridad que no transcurre.
La gravitación de La Doctora no guarda la menor relación con la encuestología.
Cuanta más imagen negativa se le atribuya resulta más beneficioso en la desarticulación del peronismo.
Movimiento que se jacta de ser lo peor que hay en el país destruido por los virtuosos que se la llevan en pala. Desde la Enfiteusis.
En el rincón derecho de la centralidad se encuentra Mauricio y en el rincón relativamente izquierdo se encuentra lo más campante La Doctora, mientras Horacio y Facundo contemplan el riesgo de la probable postergación.
Igual que Sergio y que Juan. Representantes marginales de la bolilla occidental y del deseo racional de construir un capitalismo presentable. Como el que suele imaginar, en sus raptos contagiosos de fe, Daniel Scioli, con la diluida esperanza de ir siempre para adelante, aunque aguarde un frontón, o el abismo.
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