Barrio Sheikh Jarrah, Jerusalén Este
Reacomodamientos bélicos. Israel y Palestina. Hamas, Al Fatah. De Donald Trump a Joe Biden.
Artículos Internacionales
escribe Osiris Alonso D’Amomio
Geopolìtica, especial
para JorgeAsisDigital.com
Sheikh Jarrah es un barrio de Jerusalén Este. Está poblado por palestinos que resisten la decisión confiscatoria de un tribunal israelí.
Consistía en desalojar a las familias árabes, a los efectos de permitir la usual instalación de colonos judíos.
Región altamente sensible que padece la dinámica del conflicto. Marcha de la Bandera (patriotismo israelí). Fin del Ramadán.
Efectos patéticos de Sheikh Jarrah. Origen del penúltimo enfrentamiento entre los palestinos y las fuerzas de seguridad de Israel.
Origen, asimismo, del reacomodamiento bélico de actores trascendentes que buscan su rol en el tablero internacional que se renueva.
Marcado a fuego de virus por el fracaso electoral, en Estados Unidos, de Donald Trump.
La administración del sucesor representa la incertidumbre estratégica. El demócrata Joe Biden. Por las posibles concesiones hacia Irán.
En el marco del acuerdo nuclear con Irán. Fue generado por Obama e interrumpido por Trump.
Detalle que atormenta a los eficaces lobbistas de AIPAC (Biden era el vicepresidente de Obama y sabe de política exterior).
Tormento a cielo abierto, con vista al mar
A los cohetazos, Hamas busca su lugar.
Identificar, en el accionar de Hamas, el conflicto que libra Israel con Palestina, es un reduccionismo feroz.
Los desinformados lo presentan como un diferendo fácil. Es entre un estado moderno (Israel) y el terrorismo (Hamas).
Síntesis que disgusta a los dirigentes de países árabes que mantienen, sin aprobación de sus sociedades, una relación apacible con Israel.
Como Arabia Saudita o los Emiratos.
Pero también es un disgusto para uno de los dos comandos de Palestina. La que mantiene el control de Cisjordania, conducida por Mahmud Abas.
Líder de Al Fatah, partido que conforma la emblemática OLP del viejo Yasser Arafat.
Organización que Hamas pretende suplir. Controla la Franja de Gaza, el tormento a cielo abierto, con vista al mar, de 40 kilómetros de largo por 11 de ancho.
Las diferencias entre Hamas y Al Fatah no son nada sutiles.
En una muestra de pragmatismo, Al Fatah, en Cisjordania, reconoce al Estado de Israel. Pero Hamas no.
Condición sustancial -el reconocimiento- para avanzar en la consideración de los estamentos que tallan.
Estados Unidos, la Unión Europea, Naciones Unidas.
Abas lo entendió. El ministro Ismail Haniyeh, de Hamas, no.
Pero Abas, por la acción de Hamas, lleva años sin tener contactos oficiales con Israel.
(Por defensa propia, tampoco puede condenar las acciones de Hamas).
Pese a las ilusiones imaginarias de los documentos de Oslo, y a las maravillosas intenciones de Camp David, el Proceso de Paz atraviesa una instancia de franca declinación.
Lo grave es que el tema palestino-israelí dejó de tener relevancia. Ni siquiera es prioritario.
La centralidad la ocupa el conflicto de hegemonía, político y religioso. Entre la sunni Arabia Saudita y la persa Irán, que es chiita.
Arabia Saudita con el apoyo de Estados Unidos e Israel.
Irán con la cada vez más fuerte alianza con Rusia y China.
Completa el entusiasmo contemplativo de los países de Europa Central.
Los que exportaron “la cuestión judía” hacia la tierra originaria de la Biblia o del Talmud.
En especial después del desmoronamiento del Imperio Otomano (fin de la primera gran guerra). Y del colapso del nazismo (la segunda).
Iron Dome
Los cohetes de Hamas, en su gran mayoría, fueron neutralizados en su mayor parte por el Iron Dome.
Es el efectivo sistema de defensa israelí.
De los mil cohetes lanzados en dos días, 200 ni atravesaron la frontera.
Los que alcanzaron territorio israelí mataron a tres israelíes. Y a dos tailandeses, alcanzados en una granja de pollos.
Lo que la cancillería argentina califica de “desproporcionado” fue el bombardeo israelí sobre Gaza.
Dirigido hacia objetivos militares detectados pero simulados entre la población.
Aquí murieron 30 palestinos. Pero los muertos palestinos no causan, a esta altura, la menor conmoción.
Tratado apenas como grupo terrorista, el Movimiento de Resistencia Islámica (Hamas) presenta un desafío superior para la interpretación.
La legitimidad la signa su triunfo electoral. El proyecto estratégico es la delirante construcción de la sharía. Una suerte de estado islámico.
La mayoría chiita induce a confirmar que detrás de Hamas está Irán. En realidad sería la aspiración de sus dirigentes.
Pero Irán deposita mejores energías espirituales en otro grupo, la Jihad Islámica.
Hamas tiene, además, su propio brazo armado: La brigada Izzaddin al-Qassam.
Los que exigieron a las autoridades israelíes el retiro de las fuerzas de seguridad que rodean el Monte del Templo.
Pero sobre todo el barrio de Sheikh Jarrah. Jerusalén Este.
En su ofensiva, Hamas procura despojar la base de sustentación a los países árabes que mantienen acuerdos de paz con Israel.
Intereses compartidos. Fraternidad fortalecida por el apoyo de Estados Unidos.
Mientras tanto, en simultáneo, Israel reclama a los árabes aliados -y a la comunidad internacional- la condena de Hamas.
Con un éxito que se sostiene. Por la emoción que por la información.
Qatar existe
Pero también Qatar existe. Y persiste. Construye un rol de liderazgo en el universo musulmán. Intenta traspasar el Golfo Pérsico.
En su optimismo, los Al Thani esperan influir en Hamás. Instar a la reconciliación con Al Fatah.
El poder en Medio Oriente también está vacante.
Qatar mantiene una excelente relación con los culposos países centrales europeos, y mantiene, a su vez, la relación apacible con Irán.
Comparte con Irán una frontera y extraordinarios negocios de gas.
Se proyecta como el emirato alfa de la región. Con el lenguaje de la paz. Con el dinero «para patinarlo de norte a sur» (Tango Muñeca Brava).
Adquisición de clubes de fútbol, hoteles de lujo. Publicidad en camisetas de instituciones subdesarrolladas.
Hamas, a los cohetazos, difícilmente pueda suplir a la OLP y poner en primer plano la causa palestina.
Lo que no va a poder es sacarse de encima la imagen de “organización terrorista”.
Fue estampada por Estados Unidos (y no solo por el lobby eficaz de AIPAC).
Estampilla que, en el fondo, la protege del cuestionamiento de facciones más violentas y radicales que ya no son financiadas por los Sauditas que ponían siempre.
Para que los Osama de la vida destruyeran en cualquier parte. Pero nunca en Yeddah. Menos en Riad.
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