Medialunas del Frepasito Tardío
Frente de Todos. Útil para ganar y mal instrumento para gobernar.
Artículos Nacionales
escribe Oberdán Rocamora
Redactor Estrella, especial
para JorgeAsisDigital.com
Peronista metropolitano, socialdemócrata de escenografía radical, el presidente Alberto Fernández, El Poeta Impopular, tiene desencuentros con el “frepasito tardío” que cuelga de La Doctora.
Pero Alberto, referencia del randazzismo (sin Randazzo), líder unánime del Partido Parte, integra también el mismo frepasito.
El forzado canciller Solá, Cuadro del Felipismo, suele hacerle la gamba ideológica en las sesiones de la Estudiantina de Puebla.
Con los líderes jubilados del subcontinente que celebran, en el Café Las Palabras, la “querida presencia del Comandante Che Guevara”.
El Frepaso fundacional fue el Frente del País Solidario, que en 1995 propuso la fórmula Bordón-Álvarez.
El Pilo y el Chacho obtuvieron 5 millones de votos, que se sumaron a los votos radicales de 1999.
Cuando propusieron, como presidente, al extinto Fernando De la Rúa, El Radical Traicionable. Acompañado por Chacho Álvarez, segundo eterno.
Después de diez años de empacho del capitalismo menemista (peronismo en su vertiente liberal) la sociedad ya padecía la erupción brusca del progresismo.
Al extremo de reinventarlo, a De la Rúa, como mascarón de la formación de centroizquierda, que derivó en el cataclismo fervoroso de 2001.
La Unión Cívica Radical -como el país- en 2001 se fue al descenso.
Pero gran parte del Frepaso logró acomodarse con el recetario de Eduardo Duhalde, el Piloto de Tormentas (generadas).
Desde el subsuelo, aquel engendro duhaldista logró la proeza módica de la recuperación que iba a heredar el extinto Néstor Kirchner, El Furia, en 2003.
Pero de pronto también El Furia sorprendió con la adopción del maquillaje progresista.
Para incorporar la estampilla de los habituados a pasar por ventanilla.
Los frepasistas venían de destruir a los radicales para disponerse, en adelante, a copar al peronismo.
Faena difícil, pero nunca imposible. Porque el peronismo, cuando menos se lo registra, es cuando más crece y se proyecta.
“Para recaudar tranquilo hay que tener a la izquierda conforme, adentro”. Reflexionaba, en el AsísDigital, el Maquiavelo de la época.
Raíz conceptual del “frepasito tardío”. Complemento protector, según El Furia, para la recaudación.
Pero que La Doctora iba a tomar ideológicamente en serio.
Entusiasmada, La Doctora habilitó a los frepasistas para que mojaran suficientes medialunas.
Mientras tanto los radicales, que en 2001 con la izquierda se habían ido al descenso, iban a volver, a la primera del poder, en 2015. Pero con la derecha.
A estrellarse, ahora, con Mauricio Macri, el Ángel Exterminador.
Era (Macri) el líder de la Mutual Pro. Aliado con la Coalición Cívica, ONG que comanda la señora Elisa Carrió, La Derrotada Exitosa.
Aquel Pilo Bordón, El Mendocino de Mármol, concluyó transitoriamente su peripecia como embajador del Ángel, en Chile.
Y Chacho, el verdadero creador del negocio, como embajador trunco de Alberto, en Perú.
Distinción aún no asumida por portación de nanas.
La política swinger
Las cambiaditas del presente siglo signan la dinámica de la “política swinger”.
La utopía del “frepasito tardío” se agota en las medialunas que brinda el apoyo a La Doctora.
De tanto aferrarse a La Doctora se reprodujo una simbiosis real.
La Doctora ya está plácidamente integrada al “frepasito tardío”.
Tiene más que ver con los amagues ejemplares del progresismo que con la desorganización del peronismo plebeyo.
Peronismo que naufraga sin liderazgo.
Ocurre que el peronismo, como el radicalismo, se convirtieron en raras “patas”.
El Frente de Todos, el conglomerado que lleva en 2019 a Alberto y La Doctora, mantiene la “pata” peronista.
Como Juntos por el Cambio, con la Mutual y la ONG, mantiene la “pata” radical.
Tal vez los integrantes de las “patas” en algún momento reaccionen para decidirse a ser cabeza y cuerpo.
Pero el plebeyo peronismo sólo acompaña. Ingresa en el tramo de la inexistencia, en medio de la multiplicación.
Subsiste en determinados sindicatos, en las mini gobernaciones, o en las provincias donde cuesta encontrar un Menem o un Kirchner.
Líderes territoriales que se proyecten, desde La Rioja o Santa Cruz. Para encabezar un proyecto nacional.
Al cierre del despacho ni Sergio Uñac, desde San Juan, o Juan Schiaretti, desde Córdoba, o Juan Manzur, desde Tucumán, se muestran decididos a lanzarse.
Pese a que no tengan, como gobernadores, derecho a la reelección.
El federalismo falso facilita afirmar que el poder nacional se reserva, otra vez, para La Provincia Inviable, Buenos Aires.
O en la prolongación del Maxi Quiosco, Artificio Autónomo, la Capital.
La virtud de la traición
El Frente de Todos es el instrumento que sirvió para ganar. Pero no sirve, hasta hoy, para gobernar.
La secta socialdemócrata del peronismo metropolitano, con escenografía radical, cogobierna con la complejidad estructural de La Doctora.
Mientras tanto Sergio Massa, El Conductor Minoritario, toma distancia de las categorías del “frepasito”.
En simultáneo acentúa su alianza con Máximo, En el Nombre del Hijo, y con El Wado, Ministro del Interior.
Ambos -Máximo y Wado- representan el costado pragmático que sostiene a La Doctora.
El pragmatismo eficaz de La (Agencia de Colocaciones) Cámpora compite, en el fondo, con las imposturas del frepasito tardío.
Complementa la “pata” carente de ideas del peronismo tradicional, que aporta la inmanencia.
Pero hoy el antidoctorismo supera al antiperonismo.
Es que La Doctora existe y el peronismo hoy no.
Y La Doctora está más identificada con el frepasito tardío que con el peronismo.
El pobre Alberto debe desgastarse en explicaciones innecesarias que lo debilitan.
Sobre Venezuela, o sobre sus interlocutores de ocasión.
Son frepasistas entusiastas que impugnan sus reuniones.
Pretenden marcarle la cancha hacia posiciones de izquierda. Más disparatadas que su estudiantina tenue de Puebla.
Desde el antidoctorismo lo tientan a Alberto para aprovechar la oportunidad de emanciparse de La Doctora.
El antidoctorismo fomenta la virtud de la traición.
Sentimiento elogiable. Podría servir para liberarse de La Doctora.
Del frepasito tardío que impone las gárgaras venezolanas.
Guerra imaginaria
La beligerancia entre Alberto y La Doctora es, en realidad, imaginaria.
Estimulada por ansiosos de las terceras líneas, multiplicada por los columnistas distraídos.
Pero es una guerra que no existe y que probablemente no se registre nunca.
Acabaría, en todo caso, con los dos.
Lo que existe es la constatación. El gobierno de Alberto y La Doctora, hasta hoy, no funciona. No arranca.
Es probable que tampoco funcione nunca.
Es insustancial pero con pretextos convincentes.
Por el eterno pedal de la deuda.
O por la pandemia. Fuente del máximo -y acaso único- atributo de gestión.
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