Drones yemenitas de los Hijos de Dios
Dilema de Trump. Arabia Saudita humillada por destrucciones petrolíferas de Aramco.
Artículos Internacionales
escribe Jorge Asís, especial
para JorgeAsisDigital
Los Ansar Allah, los Hijos (o Partidarios) de Dios, los “anzarala”, o Movimiento Huti (por la familia Al Huthi.
Es la minoría musulmana zaidi chiita, que habita el pobrísimo Yemen. Son Los Hijos de Dios que oficialmente humillaron al poderoso Reino de Arabia Saudita, ante la cautelosa impericia de Estados Unidos.
Donald Trump, el presidente agresivo pero tierno, con espectaculares fanfarronadas logra que Estados Unidos tome distancia del incómodo rol de “policía del mundo”.
En efecto, con 18 drones y 7 misiles cruceros, los huties (políticamente respaldados por Irán) destruyeron las instalaciones petroleras de Khurais y de Aqbeit, situadas en el oriente de Arabia Saudita y pertenecientes a la gigantesca Aramco.
Los drones yemenitas de los Hijos de Dios pulverizaron los sistemas más sofisticados de defensa aérea.
Se burlaron, en la práctica, del American Patriot. E inutilizaron los miles de millones de dólares que fueron invertidos en el equipamiento militar del Reino.
Para algarabía de Irán, el enemigo persa de la región. Arabia Saudita hoy convive con el peso de la pública humillación.
Pero Irán no reconoce haber estado detrás del ataque que generó la incertidumbre universal por la trascendencia del petróleo.
Y los sauditas distan de aceptar que estos Hijos de Dios, yemenitas contra los que guerrean, les demuestren que son vulnerables. Hasta el ridículo.
Al extremo de provocar el sarcasmo artero de Vladimir Putin. Dirigido, en realidad, hacia el desbordado Trump, que mantiene la furia contenida del perro manso.
Desde Ankara, mientras se celebraba la cumbre de Rusia con Turquía e Irán (las tres potencias que se ilusionan con retomar sus melancólicos imperios).
Fue donde Putin aprovechó para ofrecer, a los consumidores sauditas, los sistemas antiaéreos rusos. Como el S 300 y el S 400.
Declaró, al respecto, Putin, con elaborada seriedad.
“Nuestros sistemas de defensa son más baratos y menos sofisticados. Pero los van a proteger, con superior eficacia, de los yemenitas”.
Dilema existencial de Trump
Pobre Trump, el «fanfa» extravagante de las corbatas horriblemente rojas.
En la historia de los drones de los Hijos de Dios queda desconcertado como un profano. Pero con el atuendo del estadista. Le queda grande.
A los efectos de apaciguar a Irán, Trump precipitó el despido por twitter del gran halcón John Bolton.
Es el tercer Asesor de Seguridad Nacional que se cargó al hilo. Bolton era partidario de la línea dura contra Irán.
Después de haber derribado, por su cuenta y sin fundamentos, los acuerdos nucleares signados por Obama, el estadista de las corbatas horribles estimulaba el objetivo de celebrar otra cumbre para el álbum de las fotografías disruptivas.
Planificaba repetir, con Hassan Rohani, su par de Irán, la audacia utilizada con Kim Jong-un,el obeso dictador de Corea del Norte.
No esperaba que las dulces intenciones diplomáticas iban a tener, como respuesta inmediata, los dronazos yemenitas de Los Hijos de Dios (que Irán sigue sin reconocer como propios.
Y aunque se esmere en amagues, Trump no se atreve a replicar con el contraataque militar. Para que no estalle el polvorín de la región. Como estallaron las instalaciones de Khurais, con el pavoroso incendio de siete horas.
Prefiere impulsar las convenientes presiones bancarias, a los efectos de cercar a Irán, mientras el desconforme aliado saudita le reclama la purificación por la violencia.
“Trump
se hundió en Irán”. Lo confirma, con su habitual perversidad, el
Washington Post.
Como si la prensa adversaria disfrutara con los
malos pasos del locuaz que perdió el rumbo.
Porque persiste
atrapado en un dilema existencial, que se descifra desde la prensa
con claridad.
Trata de ocultar la inseguridad que transmite. Las
amplias vacilaciones que los críticos le captan.
Se resiste
entonces a mostrarse frágil y necesita, en simultáneo, brindarle la
garantía de protección al aliado principal.
Mientras tanto, el
hombre fuerte del Reino, el Príncipe Heredero Mohamed Bin Salmane,
queda internamente desestabilizado. Casi como cuando cortaron en
pedacitos al periodista que osaba combatirlos.
Ocurre que MBS, Bin
Salmane, es el más obstinado en acabar con los huties de Yemen.
Los
enemigos chiitas que se fortalecieron en el miserable país después
de las protestas de la “primavera árabe”. Las que concluyeron en
“inviernos salafista”.
Con fingida cautela, Trump recibe las
presiones de los sauditas insaciables que claman por la
venganza.
Pero no puede ser tan irresponsable como para incitar a
otra guerra. Justamente en vísperas de la campaña electoral para su
reelección, dónde espera tener más suerte que su lejano amigo del
sur.
Mauricio Macri. A quien le envió equivocados 50 mil millones
de dólares del FMI. El Fondo de inversión que, en definitiva,
transitoriamente le pertenece.
La millonada de dólares fue en
vano. Porque Macri, su extraño amigo, para colmo, iba a perder. Con
«La Bolivariana».
Basora, Irak
Como si se tratara de otra broma de
Milan Kundera, le informan, al contaminado Trump, que los
destructivos drones yemenitas de los Hijos de Dios no los despacharon
desde Irán. Menos desde la rebeldía de Yemen.
Fueron
despachados, según la inteligencia, en Basora. O sea, desde
Irak.
“Milicias chiitas de Irak”. Por lo tanto controladas por
los iraníes.
Prueba de la escalofriante inutilidad del antecesor,
George Bush junior, que destruyó en vano al Irak.
Cuando como
«policía del mundo» fue a buscar «armas de
destrucción masiva» que existían en la imaginación de Colin
Powell.
Fueron junto al español José María Aznar y el inglesito
Tony Blair. Para entregar al país árabe en bandeja. Al adversario
persa.
Para tormento de Trump, ahora Bagdad lógicamente niega que
los misiles hayan sido lanzados desde Basora. Como lo niega también
Teherán.
Sólo aceptan haber sido responsables los Hijos de
Dios.
Para confortar a los sauditas con el paterno apoyo moral,
Trump envía a Mike Pompeo, el Secretario de Estado, para calibrar
los efectos de la destrucción y averiguar cuándo puede normalizarse
la producción.
Pero Adel al Jubeir, el homólogo saudí, no se
conforma con los caramelos de madera. Le reprocha a Pompeo (o sea a
Trump) la excesiva complacencia hacia Teherán. Como si le temieran
(detrás de Irán siempre está Rusia).
“Si no se les responde
antes que sea tarde, van a cometer (los iraníes) más actos de
terrorismo y sabotaje”.
Cementerio de imperios
Pretexto argumental para un buen
relato. Pero crece el interés por saber más de los Hijos de
Dios.
Los huties proceden de la familia del extinto Al Huthi.
Ampliaremos.
Se extiende también el afán por conocer los
misterios de Yemen. El país “menos avanzado”, según la jerga de
Naciones Unidas. Por no decir, con crueldad, el “más
miserable”.
Para exterminar a los Hijos de Dios, los sauditas
financiaron una coalición con burócratas de guerra del Kwait, de
los Emiratos, de Bahrein, con abnegados de Egipto y hasta de
Jordania.
Con la venia de Estados Unidos y la perplejidad activa
de los europeos.
Al cierre del despacho la coalición vengativa
incendia el puerto de Hodeida, en Yemen, mientras los sauditas
aguardan que Trump se decida a darle a Irán la lección de la
violencia.
Pero Trump, el tiernito que se pone la armadura del
rudo y duro, es imprevisible y dicharachero. Pero es lo
suficientemente racional para no comer vidrio.
Ni introducir, a su
nación, en otro Afganistán, cementerio de los imperios.
Relacionados
Final devastador de la superstición bolivariana
Maduro se dedica a administrar la decadencia, hasta convertirse, entre papelones electorales, en el problema prioritario que atormenta a Lula.
En la playa del fundamentalismo occidental
El maniqueismo ofensivo de Milei en política exterior.
Hamás perfora el mito de invulnerabilidad de Israel
La invasión del 7/10 marca la disyuntiva existencial. No queda espacio para el empate. Ni posibilidad de salir indemne.