Pausa entre fracasos
Descontrol de la calle. Deskirchnerización del kirchnerismo. Liga (tácita) de Gobernadores.
Artículos Nacionales
escribe Oberdán Rocamora
Redactor Estrella, especial
para JorgeAsísDigital
1.- Descontrol de la calle
El espectáculo intolerable de la pobreza provocó la precipitada “emergencia alimentaria”.
Suele aceptarse, con resignado cinismo, que la pobreza, después de cada fracaso, es más intensa.
Pero por suerte ya está organizada. Diversas vertientes se extienden desde la religión hasta la ideología.
La exhibición de la pobreza, sin pudores, atemoriza.
Cuando se planta, con insolencia de clase, en las avenidas principales.
El disgusto estético produce una conducta defensiva ética.
Cuando socialmente demuestra su fuerza.
Con la agresividad expresionista de las ollas humeantes de polenta y de porotos.
Con las colas de pacientes consumidores que esperan a las buenas señoras que llenan sus bandejas de plástico.
Entre niños que miran, o corren como si el acampe fuera, en cierto modo, un festejo.
Cierto analista, luminosamente equivocado, asegura que no hay riesgo de caos. De desbande, ni de tomas, invasiones.
Porque el peronismo está quieto y espera, otra vez al borde del poder.
Consta que el peronismo no tiene más el control de la calle. Apenas, como complemento, a veces comparte el descontrol.
No contiene a las organizaciones sociales que reclaman. Paralizan. Exasperan a los honestos ciudadanos que no pueden desplazarse.
Pero macristas y peronistas lo comprendieron tarde.
Bastó que los pobres estructuralmente movilizados acamparan para picarles el boleto.
Para arrugar, se produjo la ceremonia del consenso.
Declarar la emergencia alimentaria durante la pausa. La transición.
Mientras se elabora el próximo fracaso.
2.- Deskirchnerización del kirchnerismo
La Doctora y Alberto El Estadista van a intentar, en 2019, lo que no pudieron hacer en 2007.
Deskirchnerizar al kirchnerismo.
Juntos pregonaban la “superior calidad institucional”. Se inspiraban en Alemania.
Preparaban un gobierno donde no iban a tener lugar los apuntados por el dedo de la corrupción.
Se creyeron su propio discurso de campaña.
Pero Néstor Kirchner, El Furia, que mandaba, sentenció.
“Julio queda, Jaime queda…”.
Consta que la Doctora
fue presidente por El Furia.
Consta también que, por El Furia, no
fue la presidente que hubiera querido ser (tema ampliado en un
proyecto literario en gestación).
Alberto
El Estadista aspira a renovar la épica del primer gobierno. El de
Néstor desde 2003 a 2007. Lo acompañó como Premier.
Pero «sin
corrupción».
Sin disponer del atributo fundamental de
Kirchner. La eficacia recaudatoria.
Hablar de kirchnerismo sin el
Sistema Recaudatorio de Acumulación es una osadía irresponsable. Se
diluye en el vacío.
Sin Julio ni Jaime, ambos presos, como el
doblemente arrepentido José.
Sin aludir a Lázaro. O a Cristóbal
(presos que pronto van a salir).
Sin Icazuriaga ni Cameron. Sin
Alicia, La Fotocopia, hoy señora Gobernadora.
Sin el folklore del
susto colectivo que propagaba Guillermo Moreno, entre los empresarios
que ponían los pies en el plato.
En la deskirchnerización del
kirchnerismo que se viene cuesta encontrar un lugar, incluso, para
Carlos Zaninni, El Cenador.
Mientras tanto Oscar Parrilli, El
Incomparable Godfrey, tiene aceptable suerte.
Porque Godfrey va a
ser senador real. Podrá continuar al servicio exclusivo de La
Doctora.
3.- Noción de albertismo
Estremecen los
analistas voluntarios que pugnan por diferenciar al albertismo del
“kirchnerismo duro”.
Dícese del kirchnerismo que representan
los cuarentones reciclados de La (Agencia de Colocaciones)
Cámpora.
Junto a los exponentes sueltos del “frepasito
tardío”.
Sellos de admirables “buscapinas” que sostienen el
cuento de la Unidad Ciudadana, el artificio vegano de La Doctora.
Es
precisamente a La Doctora a la que quieren (los analistas
voluntarios) diferenciar de Alberto.
Para “enviarla a cuidar a
los nietos”.
Como si el albertismo, en efecto, existiera.
Se
trata de un compacto grupo de buenos amigos sexagenarios que
proceden, en general, del peronismo de la capital.
Discípulos
relativamente aventajados del extinto Eduardo Vaca, de Carlos Grosso,
Il Consiglieri, o del Chacho Álvarez que “se fue y ya no guía a
nadie”.
Sólo una vez aquel peronismo de la capital pudo
festejar un triunfo que en el fondo lo bastardea.
Con el riojano
Erman González, Cantante de Boleros, en el mejor momento de
Menem-Cavallo.
Dupla que, con el tiempo, pese a los escraches del
señor Biscay, va a estudiarse como el último proyecto capitalista
(del país obstinado en desintegrarse).
4.- Liga (tácita) de Gobernadores
Lo que existe, como factor de poder, es la Liga (Tácita) de Gobernadores.
Con la iniciativa telefónica de algún operador inspirado, los gobernadores se encolumnaron detrás de la ingeniosa idea de La Doctora.
Postularse para la vicepresidencia. Y ceder el primer lugar a un correcto funcionario, sin relevancia ni territorio. Alberto El Estadista.
Aquí debe destacarse la encomiable labor del tucumano Juan Manzur, El Menemcito.
Y la sagacidad de la tropilla de gobernadores que no vaciló en sumarse, con la excepción formal de Juan Schiaretti (el cordobecismo «marca su nivel»).
Más sangre, aparte, ya no se le podía sacar al Tercer Gobierno Radical de Mauricio Macri, El Ángel Exterminador.
Estaba ya (Macri) en la terapia intensiva del mantenimiento. Ensimismado en el mérito exclusivo de durar.
Con la ciclotimia del derrotado que aún cree, en raptos de manija, que puede levantarse de la camilla, arrancarse el suero y vencer.
En La Liga (tácita) de Gobernadores subyace la estrategia del peronismo que se re-significa permanentemente.
Para perplejidad de los esquemáticos que se desviven por interpretarlo.
La Liga suple, en el rol de columna vertebral, a las deterioradas organizaciones sindicales.
Que de todos modos se agregan, pero ya sin la potencia que mantenía el sindicalismo en las legislaturas de antaño.
Cuando eran una rama, la sindical. Y no una prótesis involuntaria, como en la actualidad.
Entre las
gobernaciones se preparan, para 2023, cuatro o cinco proyectos
presidenciales.
Si el experimento de La Doctora con Alberto
funciona, y puede administrar el colapso, podrá extenderse.
Pero
el peronismo mantiene su nutrido banco de suplentes.
Perotti,
Uñac, Bordet, Manzur, el propio maltratado Schiaretti, que junto a
Alberto Rodríguez Saa son los “viejitos” de la tropilla.
Y
con los otros experimentados en el manejo del poder, que reclaman, a
los gritos, por un García Marquez que los reproduzca e
inmortalice.
Un Valle Inclán, un Miguel Ángel Asturias, por lo
menos un Asís.
Emblemas del poder que distan de entusiasmarse con
el espejismo de la proyección nacional.
Como Gerardo Zamora, en
Santiago del Estero. Es de los mejores peronistas sin serlo, desde su
origen radical.
O Gildo Insfrán, de Formosa, al que todos
secretamente admiran. Y valoran, aunque en silencio unánime.
O
“Carlitos” Rovira, el apartado que enseña, desde Misiones, que
se puede gobernar durante décadas, sin ser, siquiera, el nimio
gobernador.
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