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El mérito de la traición

Efecto Alberto y Efecto Pichetto. Acierto táctico e incertidumbre estratégica.

Oberdan Rocamora - 19 de junio 2019

Artículos Nacionales

El mérito de la traiciónescribe Oberdán Rocamora
Redactor Estrella, especial
para JorgeAsísDigital

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Desplazamientos

El golpe de efecto tiene la duración de una sorpresa. Es fugaz.
Cuando pasa y se asimila, cuesta mantenerlo. Proporcionarle la consistencia para adaptarlo a la rutina.
Al designar a Alberto Fernández, El Poeta Impopular, como su compañero de fórmula presidencial, en el primer lugar, La Doctora produjo el golpe de efecto perfecto.
Se desplaza, desde el difuso centro izquierda, hacia el centro.
Altera la totalidad del escenario. Precipita la toma de decisiones que los oponentes demoraban. Perfora la Alternativa Federal del Peronismo Perdonable.
Mauricio Macri, El Ángel Exterminador, replica con otro golpe de efecto.
Al designar, para secundarlo, al peronista Miguel Pichetto, Lepenito.
Se desplaza, desde la ambigüedad de la nada, hacia la derecha literal.
Con el Efecto Lepenito se ocupa también la totalidad del arco mediático.
Reproduce la extremaunción de los Federales Perdonables. Dicta el final triste del Plan V.
Y El Ángel se recompone hasta el exceso de ilusionarse con el triunfo en la primera vuelta.

Carolina Mantegari
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Cuenta el pescador que los bagres, como los sábalos, deben ser previamente abiertos para saber si pueden ser consumidos.
Sólo después de vaciados se constata si están en condiciones de ser fritados o asados.
El mérito de la traiciónO si son ideales para nutrir a los gatos de los enemigos.

Efecto Alberto

Aciertos tácticos -Alberto Fernández y Miguel Pichetto- que derivan en incertidumbres estratégicas.
Las respectivas irrupciones dinamizan la historia de las formaciones que integran. Colocan a sus estructuras en estado de alerta máxima.
Cualquiera se pregunta si les alcanza, con los dos golpes de efecto, para llegar con respiración al final.
Las extravagantes PASO (que deben ser eliminadas), primera y segunda vuelta.
Se dijo aquí que Alberto representa, en la práctica, la «explícita autocrítica» de La Doctora, cliquear.
Es el mensaje multiplicado de concordia hacia los diversos sectores que representan la moderación conceptual.
De acuerdo, pero una vez expuesto, celebrado y agotado el efecto, se confirma que la estructura concentrada en Unidad Ciudadana muy poco tiene que ver con la moderación.
La que La Doctora, en su velada autocrítica, decide mostrar. Para tender un manto de acercamiento hacia la cáscara del Partido Justicialista y el mito de los gobernadores.
Y dejar, al costado, casi oculto, aquel alboroto de Unidos y Organizados.
Conformado por los militantes entusiastas que se resignan a asumirse como el «frepasito tardío».
Los que coincidieron con La Doctora en la demencial utopía de “ir por todo”. Delirios de la segunda administración.
Desde afuera, expulsado del paraíso, con respetable jerarquía, El Poeta Impopular supo criticar los dramas existenciales que se complementaban con interminables cadenas.
El mérito de la traiciónAlberto tomaba claras distancias del 7D, con el arsenal de la Ley de Medios, o de la expropiación catastrófica de YPF.
O también la ardorosa cruzada contra los buitres. Combates que apoyaban, con estricta pasión, los que hoy necesitan ser silenciados. Apartados del primer plano.
Entonces Alberto es el estímulo y en simultáneo es el límite de la moderación.
Para gobernadores, banqueros, empresarios. El candidato es el mensaje innecesario para el destinatario principal. El Grupo Clarín.
Consta que Héctor Magnetto, El Beto, no se va a enternecer con la selección del Poeta Impopular.
Testigo de cargo absoluto del periodo idílico entre el Beto y Néstor Kirchner, El Furia.
Proceso enmarcado en la máxima sed recaudatoria, que se reflejó en “La marroquinería política”.
Por el Sistema Recaudatorio de Acumulación. Voracidad que el Grupo, por conveniencia, se obstinaba en silenciar.
Pero lo que necesita El Beto no es enternecerse por la designación del amigo de la casa.
Prefiere, para que su relato sea creíble, el olvido del idilio de estación. Como el filmado por Jusid.

Efecto Pichetto

El Efecto Pichetto -tácticamente magistral- instala la peligrosa sustancialidad en el discurso.
Pero mientras transcurre fulmina estratégicamente la esencia del Tercer Gobierno Radical.
Ocurre que Lepenito es el emblemático representante de la “vieja política”. La que pretendieron desterrar Marcos Peña, El Pibe de Oro y el pensador Jaime Durán Barba, El Equeco.
El Efecto Lepenito funciona, en la práctica, como un castigo perverso y cruel para los consagrados cultores de la nueva política, sepultadora del pasado.
El mérito de la traiciónPor prepotencia de presencia, para colmo Lepenito carga las pilas desvencijadas de los derrotados que El Pibe de Oro había hecho de goma.
Los derrotados sienten revivir con espectaculares momentos de euforia. Confirman que la rosca es inmortal.
Emilio Monzó, El Diseñador, se siente reivindicado y finalmente logra el objetivo de ampliar la base de sustentación del TGR.
Entonces los peronistas originarios, con las pilas cargadas, se atreven al pintoresquismo folklórico de entonar la marchita en una parrilla.
Sentimentales, emotivos peronistas originarios que fueron seleccionados para acabar con el fenómeno maldito del peronismo.
Pero de pronto debieron esmerarse en el caprichito de mantener la identidad melancólicamente peronista. Por Pichetto.
Gracias al Efecto Lepenito ahora es posible asumir la xenofobia moral y el sublime macartismo.
Con una frontalidad meridiana que el Ángel, por cuestiones de clase, no podía exhibir.
En especial para no irritar a los radicales que pertenecieron a la Tercera Internacional.
Admiradores de François Miterrand y de Pierre Maurois, el amigo de Raúl. Alfonsín. Suponían que aún algo tenían que ver con la izquierda, con la esfera del progresismo.
Para concluir aferrados, como rehenes, a la Red Link. En un gobierno conservador que ni los tiene en cuenta a la hora de las decisiones.
Y hasta deben celebrar el ninguneo propio. Al aprobar, como candidato a la vicepresidencia, a Pichetto.
El peronista que los vino a copar. Y a salvar.

Identidades frágiles

Tiempo de lealtades flexibles e identidades frágiles.
Habla Pichetto y confirma que los argentinos «no quieren volver al pasado».
Que Lepenito critique a los que quieren volver al pasado es un acto admirable de audacia. Porque Lepenito representa al pasado.
El mérito de la traiciónY compromete el drenaje de peronistas que clavan la garrocha para elevarse hacia la playa de Juntos por el Cambio.
El posible drenaje purifica al peronismo, que se libera de los mutantes de identidades frágiles (por no llamarlos traidores).
Y demuele el cuento trucho de «la nueva política», que solían contar los dos titanes, Marcos y El Equeco.

Pero Aleluya, la traición ya no es condenable. Es un mérito.
A saltar en garrocha sin pudores hacia el TGR. Ahora traicionar es un sano acto de fe, «reconforta, sienta bien».
Es una acción espiritual, estéticamente venerable y éticamente aceptable. Una formidable muestra de valentía.
Con la esperanza de incorporarse pronto a la magia de la Red Link para servir a la Patria, que lo merece.

Luchar por la toma del poder, o el gobierno, en adelante es perder el tiempo.
El poder está vacante y al alcance de la mano.
Basta con doblarse un poco, apostar por el olvido en el país sin memoria. Y dejarse recolectar.
Para encontrarse pronto, sin gran esfuerzo, en las proximidades del Palacio de Invierno. Sin obligación de fusilar a nadie.

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