El mérito de la traición
Efecto Alberto y Efecto Pichetto. Acierto táctico e incertidumbre estratégica.
Artículos Nacionales
escribe Oberdán Rocamora
Redactor Estrella, especial
para JorgeAsísDigital
Previa
Desplazamientos
El golpe de efecto tiene la duración de una sorpresa. Es fugaz.
Cuando pasa y se asimila, cuesta mantenerlo. Proporcionarle la consistencia para adaptarlo a la rutina.
Al designar a Alberto Fernández, El Poeta Impopular, como su compañero de fórmula presidencial, en el primer lugar, La Doctora produjo el golpe de efecto perfecto.
Se desplaza, desde el difuso centro izquierda, hacia el centro.
Altera la totalidad del escenario. Precipita la toma de decisiones que los oponentes demoraban. Perfora la Alternativa Federal del Peronismo Perdonable.
Mauricio Macri, El Ángel Exterminador, replica con otro golpe de efecto.
Al designar, para secundarlo, al peronista Miguel Pichetto, Lepenito.
Se desplaza, desde la ambigüedad de la nada, hacia la derecha literal.
Con el Efecto Lepenito se ocupa también la totalidad del arco mediático.
Reproduce la extremaunción de los Federales Perdonables. Dicta el final triste del Plan V.
Y El Ángel se recompone hasta el exceso de ilusionarse con el triunfo en la primera vuelta.
Carolina Mantegari
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Cuenta el pescador que los bagres, como los sábalos, deben ser previamente abiertos para saber si pueden ser consumidos.
Sólo después de vaciados se constata si están en condiciones de ser fritados o asados.
O si son ideales para nutrir a los gatos de los enemigos.
Efecto Alberto
Aciertos tácticos -Alberto Fernández y Miguel Pichetto- que derivan en incertidumbres estratégicas.
Las respectivas irrupciones dinamizan la historia de las formaciones que integran. Colocan a sus estructuras en estado de alerta máxima.
Cualquiera se pregunta si les alcanza, con los dos golpes de efecto, para llegar con respiración al final.
Las extravagantes PASO (que deben ser eliminadas), primera y segunda vuelta.
Se dijo aquí que Alberto representa, en la práctica, la «explícita autocrítica» de La Doctora, cliquear.
Es el mensaje multiplicado de concordia hacia los diversos sectores que representan la moderación conceptual.
De acuerdo, pero una vez expuesto, celebrado y agotado el efecto, se confirma que la estructura concentrada en Unidad Ciudadana muy poco tiene que ver con la moderación.
La que La Doctora, en su velada autocrítica, decide mostrar. Para tender un manto de acercamiento hacia la cáscara del Partido Justicialista y el mito de los gobernadores.
Y dejar, al costado, casi oculto, aquel alboroto de Unidos y Organizados.
Conformado por los militantes entusiastas que se resignan a asumirse como el «frepasito tardío».
Los que coincidieron con La Doctora en la demencial utopía de “ir por todo”. Delirios de la segunda administración.
Desde afuera, expulsado del paraíso, con respetable jerarquía, El Poeta Impopular supo criticar los dramas existenciales que se complementaban con interminables cadenas.
Alberto tomaba claras distancias del 7D, con el arsenal de la Ley de Medios, o de la expropiación catastrófica de YPF.
O también la ardorosa cruzada contra los buitres. Combates que apoyaban, con estricta pasión, los que hoy necesitan ser silenciados. Apartados del primer plano.
Entonces Alberto es el estímulo y en simultáneo es el límite de la moderación.
Para gobernadores, banqueros, empresarios. El candidato es el mensaje innecesario para el destinatario principal. El Grupo Clarín.
Consta que Héctor Magnetto, El Beto, no se va a enternecer con la selección del Poeta Impopular.
Testigo de cargo absoluto del periodo idílico entre el Beto y Néstor Kirchner, El Furia.
Proceso enmarcado en la máxima sed recaudatoria, que se reflejó en “La marroquinería política”.
Por el Sistema Recaudatorio de Acumulación. Voracidad que el Grupo, por conveniencia, se obstinaba en silenciar.
Pero lo que necesita El Beto no es enternecerse por la designación del amigo de la casa.
Prefiere, para que su relato sea creíble, el olvido del idilio de estación. Como el filmado por Jusid.
Efecto Pichetto
El
Efecto Pichetto -tácticamente magistral- instala la peligrosa
sustancialidad en el discurso.
Pero mientras transcurre
fulmina estratégicamente la esencia del Tercer Gobierno
Radical.
Ocurre que Lepenito es el emblemático representante de
la “vieja política”. La que pretendieron desterrar Marcos Peña,
El Pibe de Oro y el pensador Jaime Durán Barba, El Equeco.
El
Efecto Lepenito funciona, en la práctica, como un castigo perverso y
cruel para los consagrados cultores de la nueva política,
sepultadora del pasado.
Por prepotencia de presencia, para colmo
Lepenito carga las pilas desvencijadas de los derrotados que El Pibe
de Oro había hecho de goma.
Los derrotados sienten revivir con
espectaculares momentos de euforia. Confirman que la rosca es
inmortal.
Emilio Monzó, El Diseñador, se siente reivindicado y
finalmente logra el objetivo de ampliar la base de sustentación del
TGR.
Entonces los peronistas originarios, con las pilas cargadas,
se atreven al pintoresquismo folklórico de entonar la marchita en
una parrilla.
Sentimentales, emotivos peronistas originarios que
fueron seleccionados para acabar con el fenómeno maldito del
peronismo.
Pero de pronto debieron esmerarse en el caprichito de
mantener la identidad melancólicamente peronista. Por
Pichetto.
Gracias al Efecto
Lepenito ahora es posible asumir la xenofobia moral y el sublime
macartismo.
Con una frontalidad meridiana que el Ángel,
por cuestiones de clase, no podía exhibir.
En especial para no
irritar a los radicales que pertenecieron a la Tercera
Internacional.
Admiradores de François
Miterrand y de Pierre Maurois, el amigo de Raúl. Alfonsín. Suponían
que aún algo tenían que ver con la izquierda, con la esfera del
progresismo.
Para concluir aferrados, como rehenes, a la Red Link.
En un gobierno conservador que ni los tiene en cuenta a la hora de
las decisiones.
Y hasta deben celebrar el ninguneo propio. Al
aprobar, como candidato a la vicepresidencia, a Pichetto.
El
peronista que los vino a copar. Y a salvar.
Identidades frágiles
Tiempo de lealtades flexibles e identidades frágiles.
Habla Pichetto y confirma que los argentinos «no quieren volver al pasado».
Que Lepenito critique a los que quieren volver al pasado es un acto admirable de audacia. Porque Lepenito representa al pasado.
Y compromete el drenaje de peronistas que clavan la garrocha para elevarse hacia la playa de Juntos por el Cambio.
El posible drenaje purifica al peronismo, que se libera de los mutantes de identidades frágiles (por no llamarlos traidores).
Y demuele el cuento trucho de «la nueva política», que solían contar los dos titanes, Marcos y El Equeco.
Pero
Aleluya, la traición ya no es condenable. Es un mérito.
A saltar
en garrocha sin pudores hacia el TGR. Ahora traicionar es un sano
acto de fe, «reconforta, sienta bien».
Es una acción
espiritual, estéticamente venerable y éticamente aceptable. Una
formidable muestra de valentía.
Con la esperanza de incorporarse
pronto a la magia de la Red Link para servir a la Patria, que lo
merece.
Luchar
por la toma del poder, o el gobierno, en adelante es perder el
tiempo.
El poder está vacante y al alcance de la mano.
Basta
con doblarse un poco, apostar por el olvido en el país sin memoria.
Y dejarse recolectar.
Para encontrarse pronto, sin gran esfuerzo,
en las proximidades del Palacio de Invierno. Sin obligación de
fusilar a nadie.
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