¿Y si La Doctora se lanza?
¿Y SI LA DOCTORA GANA? (II): Des-dramatizar. El peronismo vuelve para pagar la factura de la fiesta irresponsable en la que supo, con desenfreno, divertirse.
Miniseries
escribe Oberdán Rocamora
Redactor Estrella, especial
para JorgeAsísDigital
Previa
Estrategia del colapso
Colapsa la frágil estructura del Tercer Gobierno Radical, que preside Mauricio Macri, El Ángel Exterminador.
El estruendo, transitoriamente contenido, genera incertidumbre. La alternativa, lo que viene, genera temor.
Consta que el macrismo, en su breve plenitud, quiso ser un movimiento y persistir veinte años al mando del Gorro Frigio.
Heredaron una crisis económica severa, pero fue horriblemente profundizada. La debacle coincide con el despliegue de la próxima campaña. Para las elecciones que pueden, pese a estar a cargo del Gorro Frigio, perder.
Lo peor es que pueden perder con la versión del peronismo que encabeza La Doctora. Justamente la adversaria elegida. A quien se le podía, en los papeles, con seguridad ganar.
La publicación de “¿Y si La Doctora les gana?” (cliquear) mantenía el efecto de una provocación. Fue cinco meses atrás.
Remitía al primer error estratégico. Haberla seleccionado -a La Doctora- como el enemigo “recíprocamente ideal”.
Pero el desastre del TGR fue precipitadamente superador. Se llevaron puestos. Solos.
Publicar hoy “¿Y si La Doctora se lanza?” puede tomarse también como otra provocación (si ella se oficializa como candidata se extiende la pasión por comprar dólares).
Enlazarse al terror cultural a la tutela del dólar marca, acaso, el segundo error estratégico. A ningún gobierno que se desliza cuesta abajo, en voraz picada, se le niega una miserable «corrida cambiaria».
Pero se impone des-dramatizar. El peronismo, otra vez, vuelve para hacerse cargo de la factura por la fiesta irresponsable.
(En la que también, como protagonista del desenfreno, supo divertirse).
Carolina Mantegari
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El desmadre induce a darle la razón a Ricardo López Murphy, El Bulldog Gato. Fue de los primeros exterminados por El Ángel Exterminador.
López Murphy sostiene que es imposible estar al frente de una catástrofe de semejante magnitud, como el Ángel, y mostrarse, en simultáneo, como el candidato.
Funciones antagónicas. Cuesta sonreír, enojarse, ser vigoroso y prometer, mientras los resultados de la deplorable gestión son evidentes. Introduce a la sociedad en el pesimismo existencial. En el rencor colectivo, creciente.
Después de 40 meses de denuncias cotidianas, de magnificar los escenarios patéticos de la corrupción, de amontonar agravios y estimular procesamientos, La Doctora sigue políticamente viva. No solo mantiene sus guarismos. Los eleva.
Es la manera gráfica de ilustrar el calibre del fracaso. Del macrismo, en principio, que creyó dignificarse en el desfile de las expresivas corruptelas del adversario, presentado como una organización ilícita.
Con atorrantes que contaban dinero en una oficina. Con el desorbitado don José que arrastraba bolsos en el convento.
Pero también es un fracaso feroz para los grandes medios de comunicación. Los que supieron regodearse, durante los 40 meses, con las ceremonias de degradación del ciclo que dejaban atrás y que pretendían desterrar. Para siempre.
Confundían. Fundían. Identificaban al adversario con la imagen congelada de los bolsos.
Si los grandes medios pertenecieran de verdad a las corporaciones -tal como denuncian los kirchneristas con enigmática ingenuidad- los CEOs y ejecutivos que encabezaron las batallas perdidas tendrían que ser inmediatamente licenciados.
Como los desperdiciados columnistas de la prensa radial, televisiva o gráfica. Los que se especializaron en el tráfico servido de pulverizar con impunidad a los corruptos. Y deleitarse con masacrar a la “jefa de la banda”.
Tendrían, probablemente, que silenciarse. Por un sentido mínimo del pudor. O del recato. Lo «nuevo», el macrismo que lícitamente defendieron, era la realidad (que se estrellaba). No pudieron ni supieron acabar con la fantasía de «lo viejo». Que volvía con el ímpetu superador, inspirado en la incompetencia de los virtuosos fundacionales.
O en la insustancialidad sin convicción de quien les decía “este es el único camino, no hay atajos”. Que se traducía: «tienen que morirse patrióticamente de hambre”.
O mejor: “No tenían ningún derecho al esparcimiento, ni al aire acondicionado, ni a los churrascos”.
El pasado vuelve a partir del fracaso de lo que supo presentarse como virtud.
Los réprobos, por lo tanto, se preparan para el regreso. Para hacerse cargo de la herencia plagada de deudas, mientras los virtuosos no encuentran la manera de frenarlos. Ni de condenarse.
No obstante, mientras chocaban estrepitosamente la calesita de la ineptitud, desde el Bien se asustaba a los distraídos con la posible vuelta del Mal, que “nos llevaban a ser Venezuela”.
Entonces los sectores de la «sociedad siempre inocente» tenían su lógico derecho de cubrirse.
Comprar dólares. Para no poner un peso, nunca más, aquí, en nada.
La izquierda oral y moral
Los que mueven la economía, por producción o especulación -los empresarios- están intensamente decepcionados con El Ángel Exterminador.
Quien, a su vez, se encuentra sensiblemente decepcionado con los empresarios que nunca lo concibieron como propio, ni lo respetaron. Ni pusieron. Ni siquiera trajeron una mínima parte de la que tienen afuera.
Pero el susto se impone sobre la decepción. Se asustan, en defensa propio, por el regreso de La Doctora.
La describen como si fuera la representación del mal. La toman, incluso, con innecesaria seriedad. Como si la dama fuera una verdadera revolucionaria.
Es que los cándidos empresarios se creyeron, en la práctica, la virulencia de la Revolución Imaginaria.
Muchachos, no exageren. La Doctora es, a lo sumo, una peronista culposa.
Sabe que les lleva un campo de ventaja a la mayor parte de los políticos contemporáneos. Es portadora del catolicismo indemne que admite la vigencia, apenas retórica, de la Teología de la Liberación.
Dista –La Doctora- de encontrarse al comando del ejército de liberación popular. Ni siquiera se encuentra motivada por ningún ensueño bolivariano.
Es cierto que con habilidad «se victimiza». Pero porque los venerables idiotas la transforman en víctima.
Es la jefa natural del melancólico «frepasito tardío» que prefiere presentarse como Unidad Ciudadana.
Con izquierdistas orales y morales. En plena banda ideológica desde la caída del muro. Aunque hoy bastante apesadumbrados por el predominio de brutales como Bolsonaro o Trump. Emblemas de una derecha sobre-actuada que envió a los cestos de la historia a aquellos líderes festivos que “encendían de esperanzas” estropeadas en el sub-continente de la alegría, la literatura y la desigualdad.
Animadores históricos que tuvieron su cenit en la jornada bullanguera de Mar del Plata. Donde Néstor Kirchner, El Furia, confabulado con Lula y con Chávez, retrasaron el permanente “proyecto del Imperio”.
El proyecto que hoy imponen como si lloviera en Babilonia.
Chávez y El Furia cometieron la osada irresponsabilidad de morirse. Dejaron sendos berenjenales, con calvarios sin resolver. Y el pobre Lula está preso por un opaco departamento en la playa de la clase media paulista.
Sobrevive, con desafíos inofensivos, el Evo. Para constar en las actas ancestrales.
La geopolítica en contra
Con la geopolítica en contra, La Doctora ya ni siquiera puede delirar con reconstruir la Revolución Imaginaria.
De todos modos, el «frepasito tardío», que se aferra a la Unidad Ciudadana, le depara cierto consuelo intelectual, a la peronista rebelde que culposamente madura.
Es suficiente para diferenciarse de los caudillos tradicionales del peronismo. Con los desmanes que le fascinan y -en simultáneo- la espantan.
Hoy La Doctora nada tiene que ver, aunque quisiera, con la endiablada revolucionaria oral y moral que supo asustar a las amas de casa. A los estancieros temerosos. A las tías de la pequeño burguesía que se creyeron el cuento suburbano de “ir por todo”.
Ahora, con raptos espesos de madurez, La Doctora es también una sensible abuela que se atormenta por la seguridad de los suyos. Acaso hasta pueda conmoverse con la innovación del nuevo yerno cubano.
Tal vez sea tarde para adoptar la tesitura de la revolucionaria que sus adversarios pretenden diseñar. Y prefiera dirigirse a los que aún pagan salarios, que le desconfían y se alejan.
Como a los empresarios medianos. O sobre todo a los grandes empresarios que la conocen -y los conoce- demasiado bien. En detalle.
Son los que no terminan de digerir los arrebatos keynesianos de Axel Kicillof, El Gótico. O los que se derriten encima al evocar los saltos hormonales de aquellos «pibes para la liberación». Los que se iniciaban en las tensiones célebres de la militancia.
Pero probablemente tampoco sea tarde para que La Doctora se deje arrastrar por la épica peronista que tiene mucho que ver con su identidad.
Para persuadir a los industriales, a los comerciantes, a los inversores (que en realidad no existen), y hasta a los especuladores (que se multiplican como panes y peces).
Para comunicarles que nunca, con el peronismo, los capitalistas dejaron de ganar dinero. Aunque tiendan -estos peronistas- hacia la racionalidad del consumo popular, de la justicia y la movilidad social (sobre todo la propia).
Y nunca puedan acotarlos, ni frenarlos, con la frialdad técnica del déficit, ese detalle menor que debe pasarse, con decisión y estrategia, por encima. Y que paraliza a los virtuosos.
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