El ajuste del Fondo contra la resistencia de los ajustados
La renuncia de Caputo facilita la coherencia que impone el FMI para que Macri gobierne.
Artículos Nacionales
escribe Oberdán Rocamora
Redactor Estrella, especial
para JorgeAsísDigital
La coherencia, al Tercer Gobierno Radical, se la proporciona, en adelante, el Fondo Monetario Internacional.
“Ahora será todo más coherente”, confirma Mauricio, El Ángel Exterminador.
Después que logró racionalizar, en la burbuja de New York, el papelón de la renuncia efectista de Luis Caputo, el Messi de la Timba, a la presidencia del Banco Central. Con la expresividad del corte de manga.
Ante el arbitrio del Ángel, el Toto Caputo perdió la batalla interna que libraba con Nicolás Dujovne, El Youtuber, quien supo deslizarse mejor. En acertada combinación con Christine Lagarde, Madame Bovary.
Consta que El Youtuber amistosamente sedujo pronto a Madame Bovary. Fue la primera vez que la poderosa dama visitó la Argentina. Cuando la recibió en su casa particular, ante el estupor del analfabetismo periodístico que prefirió detenerse en el costo del catering. En el pintoresquismo de las chocotortas de arroz.
Esa noche, El Youtuber se esmeró hasta en el detalle de sus hijos. Estudian en el Liceo Francés y hablan de corrido el lenguaje de Montaigne, como su esposa. Madame Lagarde quedó fascinada.
Pocos meses después, para completar la novedad de la coherencia en el macrismo, se fortalece el mérito de la homogeneidad, en el flamante círculo cerrado del poder. Porque Christine, la protectora, aprobó también la designación del reemplazante de Messi, que quedó reducido a la condición de Ogro Fabiani. Debió salirse del gobierno como aquel motor del Tridente del Barcelona. Mario Quintana, Luz de Mis Ojos I.
Al Toto lo suple el economista Guido Sandleris. Un tapado para sorprender, que certifica la consolidación del dujovnismo.
Brinda -el incipiente dujovnismo- la sensación de que ahora sí, con Nicolás Dujovne, el TGR tiene algo que se parece a un ministro de Economía.
Corte de manga
“Nos metió en el Fondo, nos encajó deuda por cien años y ahora se nos raja», confirma otra Garganta.
En desacuerdo con los bajadores de línea de Madame Bovary. Imponían sus reglas para no frenar al dólar con reservas. Pero Caputo, como excelente timbero, no vacilaba en utilizarlas.
Los fondistas, para Caputo, no lograban entender lo que significa culturalmente el dólar, para el argentino siempre apasionado por la onda verde.
Tenía que irse (Caputo) sólo después de anunciarse el acuerdo con el Fondo. Nunca antes.
Pero el desaire, el efectista corte de manga, fue inmediatamente asimilado. Gracias a la bonhomía servil de la prensa adicta, que todo lo aprueba con tal de evitar el regreso del populismo.
Como si el corte de manga de Caputo formara parte del cambio establecido. Perfectamente acordado, o lo peor, impuesto, por las máximas autoridades del Fondo, que dista de merecer confianza y respeto en la Argentina.
Aunque Madame Bovary, a través del refinamiento espiritual, pueda modificar la patética imagen instalada durante la administración de la señora Anne Krueger, que cumplía instrucciones de Horst Köhler.
Ambos, la americana y el alemán, dejaron caer en el abismo a la Argentina de Fernando De la Rúa por miserables 1.750 millones de dólares. Una nadería comparada con lo que el Fondo va a aportar hoy. Pero con la responsabilidad, incluso, de hacerse cargo del país dividido, estructuralmente inviable, conducido por personas ejemplares que colectivamente hacen un gobierno desastroso que se diplomó, con un 10, en el fracaso.
Distinción de hojalata
De todos modos, en la pausa, en la burbuja, se lo pudo ver tristemente feliz al Señor Presidente.
La pausa contuvo el paseo dominical en zapatillas por el Central Park. Con el lucimiento en alguna entrevista donde aseguró su convicción de ser reelecto.
La pausa contuvo la coronación de la “comida de gala”. Sentado al lado de Madame Bovary. Pudo disfrutar del orgullo institucional de recibir la distinción de hojalata.
Por estar en el mundo, por haber evitado que la Argentina concluya como Venezuela. Representación del Mal que correspondía condenar, como contraprestación, en el discursito memorizado.
El Ángel Exterminador pudo conmover. Jugado, lanzado, en condiciones de asumir el papelón de danzar con la sexagenaria cordial que supo entregarle la distinción de hojalata.
El caramelo de madera del Atlantic Council, en la burbuja del New York de Frank Sinatra (después de todo superaba al librito solemne con que confortaron a Kirchner, El Furia).
Al Ángel lo agasajaban por sus esfuerzos titánicos para reinstalar a la Argentina en el mundo. Aunque debiera entregarla, envuelta en papel de diario, al control del Fondo Monetario. Frontera de acotación de los grandes líderes del mundo que se disponen a ayudarlo. Para beneficiar estratégicamente a la sociedad ingrata, que contiene a la otra influyente mitad. La que no valora sus esfuerzos.
Una mitad de la sociedad que concentra, al contrario, multitudes de indignados, para insultarlo.
La imagen del homenajeado en el New York de Frank Sinatra contrasta con la caricatura gastada del insultado.
En las aglomeraciones convocadas para protestar, precisamente, contra el sistema de financiamiento de quienes lo homenajean.
La estrictamente dulce Madame Bovary se predispone igual a rescatarlo. Con el tendido de préstamos que respalda Donald Trump, y que gran parte de los argentinos degradan.
Pulseada de pulpería
La confrontación se resuelve, en la práctica, en una pulseada de pulpería. Muestra típica del regionalismo de la literatura gauchesca.
En un lado de la mesa, el Tercer Gobierno Radical, tan homogéneo que está cerrado en sí mismo.
Un caracol que evoca al inicial Compromiso para el Cambio. Con los radicales, incluso, afuera. Portan la obligación moral de avalar la algarabía del ajuste.
En el otro lado de la mesa, pulsea la desesperación de las organizaciones sociales. Junto a los sindicatos, pretenden cambiar “el rumbo de la política económica”.
Significa, apenas, doblegar las fuerzas del otro. Rendirlo. Otra utopía.
La legitimidad del pragmatismo, para encarar la epopeya del recorte y reducir el déficit. Contra la resistencia de los recortados. Afectados por la imposibilidad de acceder al consumo más elemental. Para disponerse a paralizar, cuando lo consideren necesario, el país ya estancado.
La epopeya del ajuste admite, casi para respirar, el breve reconocimiento de la burbuja de New York. Con la bicicleteada por el Central Park.
El ajuste debe imponerse al padecimiento de los ajustados que se proponen, frontalmente, resistir.
El TGR, en la pulseada, tiene que vencer a la resistencia. O ser vencido. Mandíbula o bocado. No queda otra alternativa.
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