Tercios tristes

escribe Oberdán Rocamora
Redactor Estrella, especial
para JorgeAsísDigital

Un tercio de la población -entre el 33 y 35%- apoya al gobierno que estrepitosamente se estrella en el fracaso.
La evaluación dista de indicar que se lo apoya por amor -identificación o devoción- hacia su presidente, Mauricio, El Ángel Exterminador.
En general, el triste tercio lo sostiene con énfasis, y hasta con un fanatismo desafiante. Por el escatológico terror que inspira, en los desilusionados, el posible regreso de la señora Cristina, Presidente anterior, La Doctora. Este tercio institucionalmente no la soporta.
Pese a las magistrales catástrofes de la corrupción que se pregona cotidianamente, La Doctora mantiene el apoyo de otro tercio. Acaso de diferente nivel sociocultural. Pero con similar tristeza.
Queda entonces lugar para el tercer tercio. En una estructura racional sería el tercio tristemente decisorio.
Es donde se encuentran los numerosos desconformes con las dos propuestas esbozadas. Contiene una izquierda minoritaria pero intensa, y a los experimentados que prometen desde el Peronismo Perdonable. Los PP.
Oscilan entre dos riesgos. Persisten entre dos males.
Un primer riesgo implica fortalecer al Ángel Exterminador. Servirles como “dadores voluntarios de gobernabilidad”.
El otro riesgo, acaso para alguno peor, implica fortalecer a La Doctora.
Consta que la mayor parte de los PP acompañaron, obedientes y sumisos, la presidencia alborotada de La Doctora. La sirvieron con la misma sinceridad que utilizan hoy para alejarse.
Pero no pueden negar, y secretamente de admirar, la influencia legítima de la dama. Les lleva, a cada uno, un relativo campo de ventaja. Aunque sea estampada como jefa hereditaria y activa de la organización ilícita.
Llamativamente, la influencia de La Doctora, en el electorado, consolida el apoyo del primer tercio al Ángel Exterminador. Aunque su gobierno contenga, efectivamente, un altivo destino de desastre.
En su linea argumental de interpretación, no supieron, ni pudieron, resolver la crisis que La Doctora les dejó.
Resulta extraño. La fuerza que sostiene a La Doctora, entre la clase media baja y baja, funciona como el motivo principal de la atracción que genera el Ángel, entre la capa media alta y alta.

La bisectriz

El dilema del PP. No encuentra dónde trazar la bisectriz.
Uno de los exponentes más lúcidos responde al senador Miguel Pichetto, El Sin Tierra. En el entrevero, Pichetto se diseñó como precandidato presidencial, con un acto colmado de ausencias y todo.
El lúcido pensador suele refugiarse entre los pliegues de la revista Movimiento 21. Con cierta audacia, propone que el Peronismo Federal (no lo denomina Perdonable), que hegemonizan los gobernadores, legisladores y buscapinas del justicialismo, conforme una tercera fuerza.
Para enfrentar, en simultáneo, a La Doctora y al Ángel Exterminador.
Quiere construir un PP poderoso, aunque les alcance apenas para un café en jarrito. Y deban optar, a lo sumo, en el invariable ballotage, por alguno de los dos adversarios. La Doctora o el Ángel.
Al cierre del despacho, se duda por quién, en todo caso, pueden inclinarse.
¿A quién prefieren, en el fondo, los PP?
Al contrario, Felipe Solá, Gran Cuadro del Felipismo, propone «la unidad». Significa, en la práctica, entenderse con La Doctora.

Que el Ángel se encargue del trabajo de vencer a La Doctora es una idea que tienta a los PP que prefieren expulsarla, de la política. Aunque deban fumarse otro ciclo de quien se pone el país de bufanda.
En la plenitud del descontrol, al borde del quebranto, el Tercer Gobierno Radical, en la insustancialidad del vacío, paradójicamente se agranda.
El TGR se entusiasma a fuerza de besitos en la mejilla de la señora Christine Lagarde, Madame Bovary, al ministro Nicolás Dujovne, El Youtuber.
Y transmiten una fingida seguridad por el llamado telefónico de Donald Trump, para respaldar los mangazos al Fondo.
Aparte, se invita a delirar por los medios con un crédito puente de la Reserva Federal. 15 mil palos verdes, una propina. Y hasta se ilusionan otra vez con la llegada de tres aviones cargados de dólares crocantes, recién horneados, termosellados, para detener la emotiva desaparición de la confianza de sus propios votantes.
Son los partidarios que se aferran desesperadamente a la pasión por la clorofila.
Los besitos dulces de Madame Bovary, al Youtuber, y la fantasía del apoyo en especies de Trump, incita al Ángel a creer que, con su exclusivo tercio, le basta para dominar lo que llama el temporal.
Para alentar la confrontación exclusiva con La Doctora y no alcanzar ningún acuerdo con los PP. Aunque les pase la franela del mantenimiento, hasta superar el objetivo del presupuesto.
Un instrumento -el presupuesto- que los más racionales del PP, como Sergio, Titular de la Franja de Massa, no tiene reparos en facilitarle. Pero sin anexarse en la responsabilidad. «Es de ellos».
Entre los gobernadores del PP crece, aparte, el celo inconfesable, y se fomenta la desconfianza. Alguno, como Verna o Gildo, acaso la señora Bertone, tienden efectivas redes hacia La Doctora. Como si compartieran la teoría de Felipe. O de José De la Sota, Hugo Boss.
Y otros, como “los Juanes”, se muestran como los voceros más capacitados para erigirse como los interlocutores del PP ante el Ángel. Pero son sistemáticamente criticados.
“Vuelven -confirma un gobernador- con la identidad cambiada”.
Como si fueran voceros de Mauricio, ante ellos.
Pero es el celo. Macri aprendió lo suficiente para manejar el poder de las imágenes. Saber -y demostrar- a quién se acerca más. A quién le sonríe, ignora o abraza.

Corruptos confesos

En elaboración queda la estrategia de la fuerza primordial del tercer tercio. Los PP.
Esclarecidos están solo los primeros dos. Tercios inmodificables que responden al Ángel, aunque ni lo respeten por la pronunciada incompetencia. O a La Doctora, pese al espectáculo generoso de la corrupción que ya no escandaliza a ninguna ama de casa. Un desfile inacabable, a partir de los cuadernos elaborados. Con las consecuencias que derrumbaron los pilares de la economía.
Porque se instala, en primera línea, la imagen del empresario argentino corrupto. Diseño que facilita la fantasía del proyecto oculto. Intervenirles las empresas. Licitar de nuevo las obras que, de todos modos, no podrán terminarse.
Es peor aún, porque emerge la imagen del empresario “corrupto confeso”. El que supo amontonarse en la antesala de los despachos del ancho Carlos y del ancho Claudio. Para botonearse encima y rifar la dignidad. Algo más satisfactorio que pasarse tres días, o un año, preso.
Al cierre del despacho todavía no se atendió otra faceta del escándalo. Indica que determinados empresarios, hoy “corruptos confesos”, se robaban entre ellos.
Ceremonia que puede rastrearse entre las contabilidades de las UTES, Unión Transitoria de Empresas. Las que tenían un sólo interlocutor con el gobierno. Un canal. Desde donde se “giraba” a los funcionarios respectivos.
Por ejemplo el empresario A de una UTE transmitía a los empresarios B, C y D.
“Julio pide un 15, o no hay caso”. O José. O directamente «El Malo».
Nadie iba a cometer la desprolijidad de averiguar, ante el coimero aludido, si iba a corresponderle un 15 o no.
«B, C y D estaban seguros que A los afanaba», confirma la Garganta. Pero ya iban a vengarse cuando les tocara interceder, en otra UTE.
Al funcionario girado, y coimeado, el coimeador lo conformaba tal vez con un 5.
En el festín impune, robar al colega era un acto lícito.
Como mejicanear al patriota que pretextaba robar para «la construcción de la política».