Lecciones del Lava Jato de utilería
El dinero de la política nunca debe confundirse con la política del dinero.
Artículos Nacionales
escribe Oberdán Rocamora
Redactor Estrella, especial
para JorgeAsísDigital
“A mi, tan luego -confirma la Garganta, a lo Borges- decirme que se robaba en exceso. Vaya novedad”.
Lo desconocía sólo aquel que no quería saberlo.
Los cuadernos -elaborados después del sembrado informativo- aportaron innovaciones teóricas. Alude a la pasión incontenible por delatar. Hábito inexplorado que reprodujo penosos desprestigios en el rubro de los empresarios. Preocupan ostensiblemente a las diversas Cámaras respectivas. Primera gran lección que deja el Lava Jato de utilería.
Para que la aprendan los optimistas que planifiquen encarar, cuando el país se reconstruya, un proyecto de poder. Con el necesario dinero de la política, que nunca debe confundirse con la política del dinero.
La epopeya recaudatoria de Néstor Kirchner, El Furia, podía haber alcanzado la perfección. Siempre y cuando el sujeto -Kirchner- viviera eternamente. Pero El Furia cometió la severa irresponsabilidad de morirse. En adelante, la epopeya naufragaría por la carencia de continuidad estratégica y magnitud intelectual. La sistematización del despojo dista de ser para cualquier apresurado por hacer la diferencia rápida, y mostrar su evolución a los parientes.
Kirchner diseñó un Sistema Recaudatorio de Acumulación que contenía la participación de empresarios que no merecían su respeto. Tenían su precio. Como todo en los parámetros conceptuales de su vida.
Descontaba, en efecto, que el ser humano era sobornable. Acertaba al comprobar que algunos se le resistían para elevar el precio.
En abierta coincidencia académica con la filosofía uruguaya del extinto presidente Jorge Batlle. Sin margen de error, indicaba el pensador que “los argentinos son todos ladrones, del primero al último”.
Después de haber elevado la contundencia de su teoría, Batlle inauguró, en el Río de la Plata, la pasión por el arrepentimiento.
Como iban a arrepentirse 15 años después los pudorosos empresarios que fueron escogidos por Kirchner para enriquecerlos.
“Con ladrones y cretinos se puede hacer un país. Con idiotas y delatores, no».
Chorlito
A José López, El NeoLopecito, lo entregaron. “Como a un chorlito”.
Después de haberlo psico-pateado. Y de haberse metido alguien, aquel fatídico día mismo, en su casa.
Entre la alarmante proliferación de desconfiados, la sospecha se dirige hacia dos sujetos. Un funcionario calculador, que acaso también está preso, o un traficante de influencias que navegaba siempre por pasillos y escritorios del ministerio a la pesca de negocios.
“Te allanan”, le decían al NeoLopecito, para psicopatearlo.
“Movela, llevala a otra parte”.
Ahora que El Neolopecito está arrepentido, y no le queda una miserable moneda, podría contarlo mejor. Con detalles.
Si los palos que atesoraba, o guardaba para alguien, eran 9 o 20. En el segundo caso, ¿qué fue de los otros 10?
Lo tenían minuciosamente vigilado. Lo filmaron. Lo esperaron.
Perdió. «Como un chorlito».
Poder perdido
Otra lección: el poder perdido intensifica los rencores.
Consolida las desconfianzas producidas en la plenitud del ejercicio del poder que -invariablemente- se pierde.
El periodo definitivo de abstinencia del poder facilitador es insoportable. Por la evocación de la atmósfera de impunidad, otra estupidez inevitable.
Cuesta creer que la impunidad pueda haber vulnerado a Roberto Baratta, El Killer. Impenetrable profesional de la desconfianza.
Un duro que asumía la cotidianeidad del maltrato como mero pretexto para simular su timidez.
Nadie admite que un tipo cerrado como Baratta se hubiera abierto tanto. Como para confesarse ante su chofer.
O como consta en el cuaderno elaborado, para decirle: “estoy cansado de trabajar como recaudador, por minucias”.
“El Baratta que conocí jamás actuaría así”, confirma otra Garganta.
Pero está adentro, en Ezeiza, por segunda vez. Un presidiario experto.
Con tiempo para evocar hasta el último mate compartido con el chofer que lo entregó. Tres días antes de entregarlo.
Satélites
El NeoLopecito solía jactarse de la relación directa con Kirchner.
En su rango de Secretario de Estado, solía puentear al ministro Julio De Vido, El Pulpo.
Como lo puenteaba Ricardo Jaime, El Señor de los Subsidios.
Entonces ambos -López y Jaime- lo sobraban a De Vido.
Con conocimiento de Kirchner, que a De Vido le desconfiaba. Permitía que le recortaran el poder.
El Furia promovía que los “secretarios de estado” se emanciparan del ministro, al que debían responderle, pero sólo en la frialdad del organigrama.
Se emancipaban en la enorme burocracia del Ministerio de Planificación. Con sistemática frecuencia, los secretarios le llevaban al jefe el maná que llegaba en los bolsos. Consecuencia de la pragmática manera de hacer política. Con la ideología de la Caja que hacía desbordar de billetes el Fort Knox (cliquear). Nada tampoco muy original.
Los satélites orbitaban radialmente alrededor del Planeta Furia.
A De Vido se lo atenuaba, aparte, con Carlos Zannini, El Cenador.
El Furia estimulaba con éxito la tendencia instintiva hacia la rivalidad.
Zannini contra De Vido. Pesos fuertes que se detestaban con reciprocidad.
Al extremo de poder contarse la patología del Kirchnercristinismo a partir de la lucha interna de Zannini contra De Vido.
Y asegurarse, aún en la derrota, desde el abismo, que el vencedor de la contienda fue Carlos Zannini.
El poder volcó a favor de Zannini, sobre todo después de la muerte irresponsable de Kirchner.
Cuando Zannini pasa de ser El Chino a ser El Cenador. Por cenar con la viuda solitaria.
Hasta que La Doctora comete la catastrófica decisión de situar al Cenador como compañero de fórmula de Daniel Scioli, Líder de la Línea Aire y Sol.
Aquí se dijo, en su momento, que La Doctora, con Zannini, le puso a Scioli una tobillera electrónica.
En perdedor, De Vido continuó su cuesta abajo. Sin siquiera poder irse. Saboreado por Zannini, asediado y acotado por Axel Kicillof, El Gótico.
Le despojaban paulatinamente las competencias. Hasta le quitaban el manejo del Transporte. Para algarabía china de Florencio Randazzo, El Loco. Creía que, de la mano de Zannini, podía llegar a la presidencia de la Nación. Hasta que se enteró que Zannini iba a acompañarlo a Scioli. Por el canal de Cristóbal y Fabián. C5N.
Al destinatario de la desconfianza, hoy “organizador de la asociación ilícita”, De Vido, no lo dejaron ser candidato ni a la intendencia de Santa Cruz. Menos aún candidato a Gobernador.
Pero lo que tenía más vedado era irse. Por sus propios pies y no con los pies para adelante.
Por sus propios pies iba a llegar, en cambio, a Marcos Paz.
Los 60
Si ocho años después, El Furia comete la insolencia de resucitar, masacraría a todos los giles que hizo millonarios.
Los que aprovecharon las oportunidades para caer en el error. Última lección.
“¿Para qué juntar tanto?” dijo La Doctora, al ver lo que prefería desconocer. La versión en miniatura del Fort Knox.
Calzaba siempre los mismos mocasines. Firmaba con las biromes Bic. Jamás se había hospedado en ningún “cinco estrellas”, pagado por él.
“El Lupo jamás te pagaba nada, ni siquiera un café”.
Por lo tanto El Furia nunca iba a pagarle a Mauricio, próximo Ángel Exterminador, los 60 millones de dólares que le pedía, en 2007, para bajarse.
Para que no fuera por el presupuesto del Maxi Quiosco de la ciudad.
Pero la contra-oferta era excesiva. Ideal para ser rechazada.
Transcurrió en el living del departamento del convicto, Libertador.
60 palos verdes, se entiende, kash.
Resta evocar la lección del ingenioso Vicente Leonides Saadi, pensador de Catamarca.
“En política se paga al contado y en efectivo. Nunca se fía”.
Continuará
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