Las papas, el peronismo y el fuego
Ante la triste deriva del Tercer Gobierno Radical.
Artículos Nacionales
escribe Oberdán Rocamora
Redactor Estrella, especial
para JorgeAssísDigital
La deriva triste del Tercer Gobierno Radical (en adelante el TGR) conduce directamente al peronismo. Debe ocuparse, otra vez, de las papas y del fuego.
Se impone atender la desarticulada actualidad de la congregación que supo ser un movimiento. En un lapso relativo, tiene que hacerse cargo.
El Peronismo Perdonable (en adelante el PP), que Mauricio Macri, El Ángel Exterminador, prefiere llamarlo «racional», presenta distintas vertientes. Alejadas, todas, de la versión patológica que produjo el kirchnerismo. En especial en su último tramo, el cristinismo.
Es la movida que encarna La Doctora. Atrae también a peronistas incondicionales y dispersos, que se identifican con la sigla Unidad Ciudadana. Manera tardía del progresismo frepasista que supo ser cautivante en los noventa, con la referencia de Chacho Álvarez, Fatiga Moral. Que sobrevivió al colapso del Segundo Gobierno Radical. Y supo adaptarse, en los dos mil, con la protección inicial de Néstor, El Furia y luego de La Doctora. Hasta hoy.
La Doctora propone la renovación del frepasismo con peronistas que conviven con ramas de la izquierda en banda. Aportan confusión al «proyecto que bancan».
Pero basta con el liderazgo de La Doctora. Asociada con personajes exactamente antagónicos, que sólo tienen en común la coincidencia de la jefatura.
Como Oscar Parrilli, El Incomparable Godfrey, el que se hizo progresista de grande, junto al banquero bolchevique, los psicobolches cordiales o revolucionarios, sin predicamento siquiera menor.
Con lineamientos estratégicos diseñados por Carlos Zannini, El Cenador, aceptado otra vez.
El colapso del TGR admite la ociosa alternativa de estudiarlos. El denigrado peronismo resurge sin remedio. Los pirómanos deben transformarse con celeridad en bomberos voluntarios.
Para permitir, en cuatro o cinco años, después de otra frustración, las bases voluntarias del Cuarto Gobierno Radical.
«Sin novedad en el frente», como titulaba Erich María Remarque.
Hambre de poder
El TGR busca las justificaciones del choque de su calesita en los factores externos.
El PP, en cambio, atribuye los inconvenientes para organizarse a la presencia inmanente de La Doctora. Divide el campo opositor y beneficia, sin quererlo, al TGR.
Los pretextos, como los lugares comunes, se acumulan. Como los postulantes que buscan su identidad en el distanciamiento con La Doctora.
Desde Pichetto hasta Urtubey. El abanico lo contiene a Uñac, a Manzur, a Perotti, difusamente a Schiaretti y De la Sota, a Solá y la Esfinge Lavagna.
Pero quien los aventaja por prepotencia de distrito, y extraña audacia para la decisión, es Sergio, el Titular de La Franja de Massa. Después de haber sido casi exterminado por el Ángel en 2015, logró sobrevivir en el bolillero, hasta transformarse en actor principal.
Inicialmente los PP se destacaron como dadores voluntarios de gobernabilidad. Y estaban convencidos, hasta diciembre de 2017, que el macrismo tenía escriturado el poder hasta 2027.
Pero se les pincharon los globos de la alegre insustancialidad. Y el bailecito de Gilda, junto al “¡se puede!”, iban pronto a desembarcar en la tonalidad del ridículo.
De la perennidad artificial pasaban al olvido manso, a la resignación.
Los PP saben que, sin La Doctora, el armado está plagado de obstáculos. Pero saben que, con La Doctora, sólo pueden situarse bajo su mando.
O se alejan o la obedecen. Se limitan a complacerla con aplausos, o se aventuran en las anchoas del desierto.
Sin excepción, aunque no lo acepten, los PP acudirían, individualmente, a su llamado. Para alguna reunión discreta y secreta que siempre, con seguridad, va a trascender.
Pero “no es el tiempo todavía”.
Aparte, los postulantes del PP se inspiran en la noción ingrata del tiempismo.
Es el arte que controla el sentido de la oportunidad. Pero el tiempo, por lo general, a los tiempistas los pasa por encima. Porque no se atreven a exhibir siquiera el hambre de poder.
Es probable, incluso, que ni siquiera tengan hambre. Que tengan más ganas de ser candidatos a presidente, que presidentes.
Complicidad culposa
Dejar hacer, dejar pasar.
En pleno desbarranco, el TGR puede instalar que los grandes líderes mundiales apoyan a Mauricio Macri para que no vuelva el populismo. Es decir: el peronismo.
La incapacidad para la reacción hace que, aparte de Perdonables, estos peronistas sean culposos.
Como para no atreverse a demostrar que con un gobierno peronista los empresarios nunca dejaron de ganar dinero. Y que al capital se lo combate, apenas, desde la marchita.
Lo que aquí se identifica como populismo imprevisible son los últimos cuatro años de deriva de La Doctora. Entre 2011 y 2015. Desde el festival del “ir por todo” hasta la espantosa expropiación de YPF, o la bullanguera confrontación con los buitres, o la sobreactuada pelea con los grandes medios. Con el complemento de las cadenas nacionales permanentes entre los saltos de «los pibes para la liberación». Los que asustaban mientras la economía exhibía los signos de agotamiento, como el modelo.
El problema reside en que la mayor parte de los PP fue cómplice, por inacción, de esa política. Se mantuvieron firmes hasta el último mes de 2015.
Urtubey había saltado unos pocos meses antes. Dos años antes, había saltado Sergio. Los dos de Córdoba -De la Sota y Schiaretti- estuvieron aceptablemente ausentes. Pero la mayor parte “bancó el proyecto”, o su falta. Convivió con el frepasismo tardío, en silencio.
Populistas malos
Saludablemente, sin vocación por la autocrítica, La Doctora calla. Aguanta la rutina de Comodoro Py. Espera la revaloración.
Enfrascada en una oposición categórica al Ángel Exterminador, que la prefiere como adversaria.
Como La Doctora, en su momento, lo prefería al Ángel.
El juego de la devolución de gentilezas encierra una oposición que la conduce al aislamiento. Y lo más grave, al error.
Pudo notarse en la sesión parlamentaria para tratar el acuerdo con el FMI. Permanecieron los diputados esclarecidos con una catarata de descalificaciones que sugerían la comprensión hacia el descalificado.
Tal vez La Doctora, y sus frepasistas tardíos, tienen que indagarse a fondo. Preguntarse qué quieren hacer con su fuerza política. Transformarse en un partido de izquierda testimonial, que asegura un estrellato universal, o ir por el poder.
De preferirse la opción por el poder, los aislados vocacionales deben encarar otro desafío. Como atraer, otra vez, a los sectores medios. O esmerarse en la credibilidad de brindar alguna garantía al infeliz que desee invertir en la Argentina. Así sea, sobre todo, un argentino ejemplar. De los que la mantiene protegida afuera, y se oculta para ganar aquí en los recurrentes fondos de inversión. Para hacer negocios sin escrúpulos, como si aquí no pasara nada.
Lo cual es, después de todo, cierto. No pasa nada nuevo.
«Sin novedad en el frente», sólo se renueva la ética circular del fracaso. Multiplicada por el fracaso de los presentables que vinieron para cambiar, pero sólo se cambiaron ellos.
Necesitan, acaso, sentirse desestabilizados para legitimarse ante la indiferencia de la historia.
El TGR hace desastrosos méritos para que lo derroquen. Pero ningún peronista debe tentarse con la atracción del vacío.
Se aproxima otro turno para los populistas malos.
Los que deben encargarse de sacar las papas. De extinguir -patrióticamente- el fuego.
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