Barrionuevo Interventor/ Servini Conducción
El peronismo vive flojo de papeles.
Artículos Nacionales
escribe Oberdán Rocamora
Redactor Estrella, especial
para JorgeAsísDigital
“¿Puede decirme por qué La Servini lo nombra Interventor del Pejota a Barrionuevo?”, consulta la periodista indignada.
“Porque Barrionuevo está de vuelta, y es el único que se atreve a ser el interventor” -responde el sindicalista.
Sucesivos sorprendidos en cantidad telefoneaban para felicitarlo a Luis Barrionuevo, El Bandeja, titular invariable del gremio gastronómico.
Cuentan que la señora Graciela Camaño, La Negra, su esposa, le envió un mensaje de voz para insultarlo. Dicen que La Negra utilizó un lenguaje similar al utilizado por La Doctora para dirigirse a Oscar Parrilli, David Niven, El Incomparable Godfrey.
“Barrionuevo y la p… me tienen loca por tu culpa, porque no te vas a la…”.
Aparte de Barrionuevo, la jueza Servini y sus cercanos colaboradores, muy pocos eran los políticos que estaban al tanto de la bomba informativa por estallar.
Carlos Acuña, hombre leal a Luis, en la vida y en la CGT.
Alberto Pierri, El Muñeco, simplemente “porque El Muñeco sabe siempre todo”. Como El Coti.
Y se sospecha que estaba vivo también el senador Miguel Pichetto, emblema del Peronismo Perdonable y miembro del Consejo Nacional que se interviene.
A los 76 años, Barrionuevo se dispone a brindarle “el último servicio al peronismo”. Quiere reconstruirlo para aportarle credibilidad, sin dedicarse al barrido y limpieza de los kirchneristas.
Raramente modesto, El Bandeja se dispone a abrir los brazos. Para recibir «a todos los sectores» y encarar la tarea del sinceramiento. Y de la re-afiliación.
Sabe que la parada es incómoda. Que lo enlodan con la interpretación rápida. Le quita legitimidad.
“Detrás de la intervención está Macri”. Travesura del lenguaje: hace entonces macrismo.
Descontaba que Gioja, El Güevón, iba a apelar la intervención. Pero en Matheu, sede del partido, lo aguardaba la previsible magnitud del escándalo. El bochorno habitual que se extrañaba en el peronismo. El espectáculo expresionista que suele espantar a las capas medias sensibles. Y que favorece, en la práctica, al oficialismo macrista, siempre tan ordenado, pulcro y con globos, con bailecitos sin gritos, puteadas ni empujones.
“Servini Conducción”
En general, el peronismo vive “flojo de papeles”. Debía haberse intervenido antes, o seguir así hasta la eternidad.
Pero el interventor tradicional, don Ramón Ruiz, apodado por la calvicie Natalio Pescia, había cometido la osadía costumbrista de morirse, en septiembre de 2010.
Ruiz era el “amigo peronista”, de estricta confianza, de la señora jueza federal con competencia electoral. La doctora María Romilda Servini, la verdadera conductora del Movimiento Nacional Justicialista.
Solía enojarse la jueza Servini cuando se le señalaba la inventada condición de Jefa. Broma que divertía extraordinariamente a Ruiz. Fue quien, a las carcajadas, plantó la consigna memorable:
“Servini Conducción/ contra toda la traición”.
Por cumplir prolijamente con los mandados, Néstor Kirchner, El Furia, penúltimo patrón político, “le pagó bien”. El Pelado Ruiz mojó la medialuna de una diputación. Y pronto ambos iban a partir.
Sin Ruiz, La Conductora Servini debió resignarse a convivir con la flojedad de papeles de los congresales del Partido Justicialista. Uno de los cientos de partidos que La Conductora debía auditar.
Los congresales tenían todos fecha de vencimiento, y ya habían ampliamente vencido. Pero Servini no tenía con quién intervenir para normalizar. Nadie, de cierto peso, quería aceptar.
Por lo tanto consintió la legalidad artificial de la penúltima extensión de los mandatos. Aquí surge la camada vigente de autoridades.
Alcanzó a conformarse la dupla representativa. José Luis Gioja y Daniel Scioli, Líder de la Línea Aire y Sol. Diputados que fueron gobernadores. Demasiada representación para la formalidad mínima.
Con frecuencia se revoleaban nombres de interventores probables, que de inmediato rechazaban el ofrecimiento (que a veces ni existía).
En la sigilosa búsqueda naufragaba con frecuencia Eduardo Duhalde, El Piloto de Tormentas (generadas). Pero se limitaba al contorno de la provincia inviable. Buenos Aires.
En 2018 rodaba la probable intervención del doctor Carlos Corach, otro amigo de décadas de Servini. Pero Corach, “ministro permanente” de nutrida experiencia en papeleríos institucionales, a esta altura del partido personal no estaba para resignar los seis meses por año que transcurre apaciblemente en París, entre lecturas y museos.
El último nombre que trascendió fue el del ex ministro y embajador Ginés González García, Fábulo, reconocido sanitarista de excelente vinculación con los “compañeros” denominados Gordos. En especial con un Gordo. West. Pero Ginés tampoco quiso hacerse cargo de semejante quil…
La Pedrera y Gualeguaychú
“¿Para qué sirve el PJ?”. Lo preguntan los escépticos, alarmados por el escándalo grotesco de la calle Matheu. Entre policías con escudos, trincheras, alaridos y cánticos de barras que confrontan, algún camarógrafo arrastrado entre empujones, mientras proliferaban las acusaciones obvias a Macri.
El Partido Justicialista es la marca que adquiere importancia como instrumento electoral. Estructura o aparato que, cuando se pone en movimiento, es probablemente eficaz. Pero no necesariamente invencible.
Los peronistas culturales le brindan una bolilla insignificante, casi nula, al Partido. Carece de importancia cuando se entregan a la complejidad intensa de “la interna”, surcada por los desplazamientos que ni siquiera llegan a ser traiciones.
La pugna interna de referencia se encuentra condicionada por la presencia divisoria de La Doctora. Se está a favor o en contra de La Doctora, que hegemoniza la centralidad. Mantiene votos propios y es la única que puede llenar de militantes algo más que un patio. O un garaje.
Oportunamente, La Doctora, con el teléfono intervenido supo recomendar, a los dirigentes del PJ, “que se suturen” la retaguardia. Prefirió incorporar a los peronistas al “frepasismo tardío” de Unidad Ciudadana. Sello superador que aporta mayor confusión al delirio “que favorece a Macri”.
Preguntan los racionales desorientados: ¿Cómo tal tipo puede ser dirigente del PJ y va en la lista de Unidad Ciudadana, en contra del propio PJ?
Mientras tanto, algunos peronistas se aglutinaron con los frepasistas tardíos en La Pedrera, San Luis. Gioja incluido. Para recibir la hospitalidad del paternal Alberto Rodríguez Saa, El Colibrí.
Y otros peronistas emprendieron el camino de la distancia. Aunque estuvieron hasta el último minuto entre las redes de La Doctora, para alejarse después de todo aquello que evocara el aroma espeso del kirchnerismo. Por los “daños colaterales”, que se pagan (y favorecen, claro, a Macri).
Fue precisamente el ascendente senador Pichetto quien convocó a los peronistas perdonablemente sueltos para el otro encuentro, en Gualeguaychú. Fue casi tan inofensivo como el posterior de Catamarca, la tierra de origen del flamante interventor, Barrionuevo, tan distante del kirchnerismo como de los perdonables.
Cuesta bancar al Bandeja. Se le recrimina, con frecuencia, la hazaña de haber “quemado urnas”. O haber mandado atacar a huevazos limpios a La Doctora.
Cuesta, además, entender que en el peronismo, en el fondo, todo, pero absolutamente todo, a la larga prescribe. Suelen amontonarse los papelones con sus alborotos, anécdotas para constar en actas. Evocar en asados entretenidos.
La clave básica del Peronismo Perdonable agrupa potencialmente algunos gobernadores. Son los profesionales que optan por las elecciones desdobladas. Para cuidar “la propia” quinta, separadamente de la causa nacional (que hoy favorece al viento de Macri).
Agrupa, además, a determinados mini-gobernadores. Son los intendentes que proyectan otra ley para armar sus elecciones distritales, independientemente de la elección del presidente y del gobernador. Cada cual atiende su juego y lo cuida.
Y agrupa, para concluir, a los legisladores que pretenden mojar la medialuna por otro ciclo. Para permanecer y purgarse para siempre del kirchnerismo, que hoy es “el pasado” y favorece -nunca olvidarlo- al inmanente Macri, al amarillismo festivo.
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