Tragicomedia de El Lepenito y La Doctora
Dilemas del peronismo "tapado con diarios".
Artículos Nacionales
escribe Oberdán Rocamora
Redactor Estrella, especial
para JorgeAsísDigital
El senador Miguel Pichetto, El Lepenito, se resiste a que La Doctora, flamante senadora, participe del bloque que preside.
El Lepenito es la rotonda que se agiganta en el desierto del peronismo «tapado con diarios».
Un camino lleva hacia Macri.
Otro se abre hacia los gobernadores que necesitan obras y mangos.
Otro a los parlamentarios, que tienen que salir más o menos bien en la estampita, ponerse de acuerdo con los gobernadores (y tratar de no quedar mal con Macri, ya que tiene seis años de bailecito asegurado y los tienta -para qué negarlo- la ola amarilla).
Cuando quisieron acordarse, El Lepenito supo transformarse en el interlocutor privilegiado. Situado en el centro de la rotonda. Es meritorio. Aunque tenga menos territorio propio que una maceta. Por lo tanto debe aprovechar los dos años de mandato que le quedan. Para encarar la personal apertura de caminos.
Para ser, en 2019, de máxima, candidato a presidente.
Para conceder el nivel de las ambiciones y ser en todo caso miembro de la Suprema Corte (si se cumplen los acuerdos y la jubilan de una vez a la venerable señora Highton).
O de mínima, para presionar para la renovación de la banca de senador de la provincia de Río Negro. Y ser otro miembro más de la nutrida planta permanente.
Río Negro es la provincia que El Lepenito nunca pudo gobernar. Es lógico que coleccione postergaciones. Que sienta que la sociedad, sobre todo el peronismo, le debe algo. Estuvo siempre para más. Lo merecía.
No fue gobernador por culpa de Kirchner, El Furia, primero. Cuando El Furia prefirió entenderse con los Radicales Kash, que en 2003 ya estaban en liquidación.
Téngase en cuenta que a Kirchner le convenía más arreglar con Saiz, emblema Radical Kash, que consagrar a la causa relativamente perdida de Pichetto, al que podía contenerlo en el Senado.
Después, si no fue gobernador, fue por culpa de La Doctora. Al menos es lo que dicen los que detestan a La Doctora y se aferran al Lepenito.
Tres cabezas
Las distancias entre las tres grandes ciudades de tipología distinta colaboran con la esquizofrenia territorial.
General Roca, el templo de Los Rajneri. Bariloche, próxima tierra majestuosa de conflictos. Y Viedma, donde talla la Dinastía Massaccesi.
Tres cabezas distanciadas por espectaculares valles de manzanas. Por geografías maravillosamente vírgenes y severas humillaciones naturales como el Lago Escondido, que acapara Mister Lewis. Es quien lo privatizó para sí mismo y sin licitación. Como excelente anfitrión, mister Lewis supo recibir estadistas notables. A las cinco de la tarde suele ofrecerles el té tibio con scones. Y por su capacidad persuasiva sabe sugerir represiones, estimular a los incautos que gobiernan a dedicarse a la insensata faena de construir enemigos imaginarios.
Aparte, en la provincia de la referencia el peronismo nunca tuvo suerte. Sólo ganó en 2011, con el extraordinario Gringo Soria. Justamente aquel que nos enviara una inolvidable «carta documento» cuando era Jefe de los Espías de Duhalde, El Piloto de Tormentas (generadas). Episodio que fue evocado a las estruendosas carcajadas entre Soria y el cronista, durante una noche en Viedma, y durante una mañana en el Café Tabac. Cuando Soria -ya electo gobernador- tomaba café con Pichetto, que aún no era El Lepenito ni andaba con deseos de devolver a los países vecinos extranjeros pobres.
Pobre Gringo Soria. Fue asesinado en la noche del pan dulce, a los 20 días de haber asumido. Patético drama pasional. Fue un crimen que permitió dejarle la gobernación regalada al frepasista Weretilnek. Quien, en 2015, se consolida. Vuelve Weretilnek a ganar. ¿A quién? Al heróico Pichetto. Aquí El Lepenito prefirió culpar de la derrota a La Doctora. La que por su parte comenzaba la propia “temporada en el infierno”, similar a la del gran poeta Arthur Rimbaud.
Amo y esclavo
Consta que durante ocho años, desde el Senado, Pichetto obedeció a La Doctora. Debe evocarse su trágica mirada de Humprey Bogart cuando, desde su banca, le dijo con dolor al vicepresidente Cobos, Radical Kash que presidía la sesión:
“Lo que tenga que hacer, Señor Presidente, hágalo rápido”.
Ahora La Doctora es la mala jefa que El Lepenito devalúa.
Vuelve ella “vencida a la casita de los viejos”, el Senado. Como una senadora más.
Por lo tanto El Lepenito, jefe del último espacio de poder que le queda al peronismo (tapado con diarios), decide no aceptar a La Doctora para integrar el bloque que preside. La penaliza por haber formado otro partido. El Artificio Unidad Ciudadana.
Como si Antonio Cafiero, en 1985, no se hubiera rajado con sus peronistas renovadores con la Democracia Cristiana, en contra del peronismo ortodoxo y oficial de Herminio Iglesias.
O como si El Furia, en 2005, no hubiera inventado otro Artificio para vencer el peronismo oficial de Duhalde. Durante aquellas escenas conflictivas del peronismo conyugal. La disputa entre la señora Hilda, esposa de Duhalde, Nini Marshall, contra la esposa de Kirchner, la señora Cristina, La Doctora.
En 1985 las diferencias entre Herminio y Antonio pasaban por el tratamiento que debía dársele a Alfonsín.
En 2017, entre El Lepenito y La Doctora las diferencias pasan por el tratamiento que se le debe dar a Macri, El Ángel Exterminador.
Macri se propone algo más estrafalario que absorber al peronismo en un Tercer Movimiento. Prefiere disolverlo. Exterminarlo. Con los peronistas originarios que lo acompañan.
Implacable, El Lepenito argumenta que La Doctora pretende “oponerse salvajemente a todo”.
Si hasta tiene la osadía de calificar, al TGR, como “régimen”.
Ambos -La Doctora y El Lepenito- llevan demasiados años en una relación que Lagomarsino, sin gran imaginación, podría definir como de “ama y esclavo”.
Pero Lepenito ya no es más “el dependiente”. Como aquel Walter Vidarte del film de Leonardo Favio. Creció, controla el espacio del desierto, cree que existe La Liga de Gobernadores, arma su juego como el Don Pirulero. Y La Doctora contabiliza más votos que ningún otro peronista. Aunque los haya juntado con el Artificio de la Unidad Ciudadana.
La intrusa
En la Tragicomedia, El Lepenito recibe a La Doctora en el Senado como si fuera la intrusa de Borges.
Se ve muy fuerte mientras La Doctora sucumbe debajo de la lona. La responsabiliza por las derrotas sucesivas del peronismo de 2013 y 2015. Y hasta la de 2017, por no haber aceptado entrar en la trampera de una interna que le proponía Randazzo, El Loco. Una trampera para canarios sabiamente preparada por la señora María Eugenia, La Chica de Flores de Girondo, y el proyectado Freddy Salvai, el crédito del Colectivo Cambiemos, gran cuadro -como Marcos Peña- de La Camporita de Macri.
Pero La Doctora juró como senadora por la minoría de la provincia que era inviable, ante la reticencia del ex subordinado que diseña, sin saberlo, otro caso ideal para ser estudiado por psicoanalistas de barrio. Aunque el sujeto estudiado sostenga que se trata de un tema político y nunca personal.
Los peronistas tapados por diarios ya perdieron demasiadas horas en desentrañar aspectos de las personalidades de El Furia y La Doctora. Se agotaron las reservas intelectuales para inmiscuirse en los dilemas existenciales de El Lepenito, que cultiva la admirable habilidad del pragmatismo. Como si estuviera siempre con los méritos ante el jefe que espiritualmente necesita. Supo serlo Menem, Duhalde, El Furia, La Doctora. Puede serlo -por qué no- Macri.
Relacionados
El combate del peronismo por la lapicera
El combate principal es entre Axel y Máximo por el manejo estricto de la lapicera en 2025, de renovación legislativa.
La maldita realidad contra el gobierno de consultores
Justamente cuando la sociedad le pasa la factura de la indiferencia.
A Milei se le acaba la magia
El primer gran error fue la cadena dominguera nacional. El segundo, festejar el veto miserable con la chiquilinada del asado.