La Banelco persuasiva
País indefenso, regalado para hacer negocios financieros.
Artículos Nacionales
Tío Plinio querido,
La Banelco de Mauricio se hace respetar. Es milagrosamente útil para persuadir sindicalistas. Cautivar a líderes de «organizaciones sociales», que se la llevan «viva».
Reciben más espiritualismo con Macri que con La Doctora y su cuñada Alicia, La Fotocopia.
Afuera de la Banelco disciplinaria quedaron los muchachos combativos de Pablo Micheli, El Neo Ubaldini de la CTA. Y los educandos de Yasky, el Hugo Blanco de las uñas limpias.
El Tovarich Yasky es el gigante que se atreve, con palabras creíbles, a brindar lecciones precipitadas de leninismo, entre los inconvenientes fervores de la Plaza de Mayo.
Aunque nadie lo haya registrado, El Hugo Blanco, en las arengas, se refiere, tío Plinio querido, a la «clase dominante», ¿se acuerda?
Como Los Ghiodi. Rodolfo y Orestes, nunca Américo.
Alusión que desecharían por anticuada, con gesto desdeñoso, los representantes del cambio.
Los cambistas innovadores que se inspiran en Jaime Durán Barba, El Equeco, en dupla con el poderoso Marcos Peña, El Pibe de Oro, y con Hernán González Illa, autor de Cambiemos, o Alejandro Rozitchner, el filósofo positivo de la alegría y del confort. Expresionistas del pensamiento que privatizaron, para la mutual PRO, la idea del «cambio». O peor: de la «nueva política», que irrumpió para superar a la «vieja política». A través de la vigorosa insustancialidad del macrismo que envuelve, con el manto de optimismo. ¡Se puede!
Sin embargo el Hugo Blanco, como si estuviera en el Teatro IFT, retrasa. Recrea el castigo conceptual de «la Clase Dominante».
La clase que explota, tío Plinio querido, a «los oprimidos», y se apropia de la plusvalía.
Son los educandos del Hugo Blanco y los empleados del Neo Ubaldini los que canturreaban y aplaudían en Plaza de Mayo. Mientras los expulsados del palco, los patriotas gratuitos, favorecían de la mejor manera a Macri y se consolaban con el baño de pies en la fuente. Como si Boudou, El Descuidista, el levantino D’Elía, El Falso Negro, imploraran con Mariotto por la inspiración de un Leónidas Lamborghini que los inmortalice. O con un poema del popular Alfredo Carlino, de los pocos que aún les hace caso.
En la práctica, los patriotas gratuitos les «robaron cámara» a las decenas de miles que se concentraban en la plaza para escuchar las invocaciones de Tovarich Yasky. Con la fantasía de la «clase dominante» que no domina, en realidad, a nadie.
Trío Los Panchos de la CGT
La temida unificación sindical, de los que fueron los Gordos inquietantes, derivó, tío Plinio querido, en un bolero cordial del Trío Los Panchos.
Gracias, sobre todo, a la Banelco de Macri. Tan persuasiva como espiritual.
Alejado aquel Johnny Albino, hoy el conjunto Los Panchos lo componen Acuña, Schmid y Daer.
Panchos massistas, paradójicamente amigos de Francisco. Se esfuerzan en resultar acogedores con Macri, por las atenciones espirituales y la torta concedida.
La torta que nunca les hubiera cortado La Doctora. Ni un pedazo.
Hoy el Trío Los Panchos de la CGT, se encuentra alineado y conforme, domesticado anímicamente por la Banelco persuasiva. Como el manso Barrionuevo y el protector Duhalde, declaran que están «para ayudar al gobierno. Y no van a hacer paros».
Como dijeron el domingo los tres en La Nación, no van a ser como aquellos chicos malos que le hicieron paros a Alfonsín, Presidente del Primer Gobierno Radical.
Nuestros Panchos quieren ser «chicos buenos», aceptables para el Tercer Gobierno Radical.
Ceden el sabot de la maldad al Neo Ubaldini. Y al Hugo Blanco. Son los malos que sí quieren «parar el país». Donde la Banelco ni se anima a llegar.
Los Panchos de la CGT son servidores inofensivos que mantienen las estructuras. Deben cuidar, apenas, que no prospere la enseñanza básica del peronismo. Con la teoría que supera, en pragmatismo, a los leninistas de estación. Por la inquietud que alude a la cabeza de los dirigentes. Ellos a la cabeza o con la cabeza de ellos. Servida, en rústica palangana de plástico.
Gobierno off shore
El Tercer Gobierno Radical, que preside Mauricio Macri, y acota -y con frecuencia conduce- la señora Carrió, tiene asegurada la marcha tranquila hacia ninguna parte.
El peronismo perdonable colabora con la elaboración prolija del flamante endeudamiento que le va a explotar al sucesor.
Significa confirmar que la «clase dominante» no tiene interés de «explotar a los oprimidos» necesitados de opresores.
En la claridad del retroceso, Tovarich Yasky plantea que Macri moviliza «la revancha de clase».
Pobre Tovarich esclarecido. En realidad no existe ninguna noción de revancha. Sólo persiste la «indiferencia de clase». Desidia elemental.
Y hasta la «unidad de acción”, que el Tovarich plantea como si fuera el Rubens Íscaro de setenta años atrás, ya no sirve para combatir a la clase dominante que no quiere dominar.
La clase dominante que identifica el Hugo Blanco prefiere esperar. A que pasen las elecciones legislativas de octubre de 2017. Para ver si le conviene poner un mango en el Gobierno Off Shore.
En lugar de invertir para oprimir, los dominantes que no dominan prefieren ponerla, tío Plinio querido, en la bicicleta financiera de los Lebacs.
Por lo tanto, la clase dominante del Tovarich, anclada entre los agujeros, prefiere como el gobierno planchar el dólar.
Conste que el dólar (que se plancha) es, tío Plinio querido, el instrumento de penetración del imperialismo que combate Yasky.
Con el dólar planchado en 15, a la clase dominante le conviene comprar Lebacs.
Letras del Banco Central. Para asegurarse, hasta octubre de 2017, el 27% de interés.
Los muchachos de la dominación son expertos en el arte de rajar a tiempo. Deciden cuando desatar la tormenta.
Lluvia de dólares
Macri Cumple. Llega la lluvia de dólares que prometía.
Una lluvia clandestina, sin interés de quedarse, ni siquiera para oprimir a un «arbolito». De los que claman, por Florida, para que el dólar abandone la condición de planchado.
Para que Argentina, un país indefenso, regalado para hacer negocios financieros, deje de ser paradójicamente uno de los países más caros de la tierra.
Los dólares de la lluvia llegan para hacer la diferencia rápida y partir. Para dejarlo al Hugo Blanco despotricar en la plaza, con los oprimidos que necesitan opresores.
Sin inversión ni opresores no puede existir ningún capitalismo que permita, tío Plinio querido, ser cuestionado por un marxista clásico.
Con ética similar, las Lebacs de Sturzenegger suplen la estética del dólar futuro de Vanoli y Kicillof.
Un conflicto que aún examina Bonadío, por La Doctora, en la Justicia Off Shore.
Pero a esta altura del festejo, en plena silenciosa algarabía, no se deben anticipar los prematuros golpes de cacerola.
Ya hasta los buscapinas de clase media se avivaron y quieren comprar Lebacs para salvarse.
Son valores que tienen la garantía del Banco Central.
Papeles que, en la primera de cambio, se van a convertir, tío Plinio querido, en papel higiénico.
Final con vibraciones
Dígale a tía Edelma que la señora Juliana, según cuenta el colega Franco Lindner, hizo limpiar las paredes de la Residencia Presidencial de Olivos.
Por las malas vibraciones que le dejó La Doctora. Recurrieron a la blandura hindú. Esoterismo básico.
Pobres. Juliana y Lindner ignoran las cadenas concentradas de oración que se hacían, a las 12, para protegerla, a La Doctora, del Mal.
Que tía Edelma y La Otilia no le digan nunca a nadie quién representaba, para la cadena, el Mal.
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