La desaparición de la política
Lázaro, El Neolopecito y Pérez Corradi acaban con la política y la literatura.
Cartas al Tío Plinio
Tío Plinio querido,
Su Eminencia Reverendísima, Monseñor Agustín Radrizzani, debiera hacerse aceleradamente macrista. ¡Se puede!
Para adoptar la receta del Tercer Gobierno Radical. Y pregonar el efectivo cuento de la herencia recibida.
En la diócesis de Mercedes-Luján, herencia de otra Eminencia Reverendísima, el extinto Monseñor Rubén Di Monte.
Fue el cura más simpático. Amigo comprensivo de los pecadores, amante de la buena sobremesa. Adoraba los ravioles de verdura con estofado que solían prepararle las monjas del Convento de Orantes y Penitentes de Nuestra Señora del Rosario.
El antecesor del articulado Radrizzani, el cura amigo, Di Monte, había conquistado el afecto de los atorrantes. Por ejemplo de los propietarios de caballos de carrera. Con el rezo, con la oración, con alcances misteriosos, Di Monte les ayudaba a ganar.
Daba la casualidad que, cuando Monseñor Di Monte oraba a favor de las patas de algún caballo, curiosamente siempre ganaba.
Por el servicio místico, el entrañable pariente de algún ministro actual solía pasarle el 10 por ciento de lo que recaudaba del triunfo. Una propina para Dios.
Pero como trascendía que Monseñor tenía poderes especiales, con sus oraciones lograba que los caballos de los competidores no ganaran. En tal aspecto, nunca fallaba.
Por lo tanto, pretendían consultarlo también las esposas de los amigos, y hasta las amigas de ellas. Hasta le suplicaban que intercediera en las cuestiones relativas al amor.
Y el heredero, Monseñor Radrizzani, es más recto. Previsible. Tiene razón cuando se enfada porque se habla de las bóvedas. Para ser llenadas de dólares, en el convento. Como si la Virgen fuera Protectora de los Bultos.
El feligrés desesperado
José López, El Neo Lopecito, el feligrés desesperado, poseído por el desequilibrio satánico y por la angustia existencial, se puso a lanzar, hacia el convento, bultos de dólares. Para que los protejan.
Hoy NeoLopecito está preso. Tal vez supone que Dios aún pueda perdonarle sus horas de locura. Pero impregnó con delincuencia la teología (cliquear). Manchó con dólares indelebles, tío Plinio querido, lo sagrado.
Trátase de un fenómeno inédito que teólogos alemanes como Panninger y Cullman no estudiaron. Ni siquiera el consagrado Ratzinger, de la escuela más inquisidora, previó circunstancia semejante. En ninguno de sus tediosos libros.
No existe teología que perdone, o al menos que entienda, a un feligrés desequilibrado que realiza barbaridades por el estilo. El derecho canónico no contempla ningún castigo elemental. Esta fechoría sistémica no se arregla con miles de padrenuestros ni flagelaciones. Y aunque otros feligreses, como De Vido y La Doctora, hoy lo tengan presente en sus oraciones, el Neolopecito es colectivamente maldecido. El pobre está tomado aún por Satán, que existe. ¡Si lo Sabrá Monseñor!
Probablemente el Neolopecito clama, tio Plinio querido, por la salvación de su alma empeñada. Como si suplicara lo mismo que humildemente suele reclamar Francisco. «Rezad por mí».
Blanco y Jarra
Con el revoleo «desesperado», a pesar de los lamentos de Monseñor Radrizzani, El Neolopecito aplicó la verdad encerrada en la teoría Blanco y Jarra.
Fue elevada por un feligrés positivista, pensador anónimo de Barracas (aunque discípulo del teólogo Zizioulas).
Indica que Blanco más Jarra, da siempre como resultado leche.
Primer paso: El Neolopecito aparece con los nueve millones en el Chevrolet Meriva. Los revolea hacia el convento. Es Blanco.
Segundo Paso: se descubren las bóvedas ocultas debajo de una alfombra rústica. Al lado del altar. Es Jarra.
Deducción. Los millones de dólares de Neolopecito, el Blanco, son para atesorar en la protegida bóveda, la Jarra. Especialmente confeccionada, próxima al altar de La Virgen de Fátima. Para atesorar la fortuna con recogimiento y veneración. Leche.
Blanco más Jarra es Leche. Demostración inapelable.
La desaparición de la política
Equivocadamente, tío Plinio querido, se le recomienda a la señora Mariana Zuvic, como a la señora Margarita Stolbizer, que sepan apartarse del mono-tema.
Que dejen de referirse inexorablemente a causas judiciales. A los procesos enigmáticos y kafkianos. A las imputaciones revoleadas como los bultos del convento. A la colección de indagatorias interminables que rompen las paciencias.
Para que se ocupen, porque están capacitadas, de temas sustanciales. Nostalgias de la política estratégica, debates de educación, de cultura, sobre todo de seguridad.
O para que diseñen, por ejemplo, algún proyecto de nación.
Pero ambas damas están en el camino correcto. Portadoras del Síndrome TN, Como las señoras Ocaña o Carrió.
Se asiste, tío Plinio querido, a la desaparición de la política. In memoriam.
O peor aún, se asiste a la suplantación de la política por la delincuencia.
Acaso aún pueda pelarse por otra interpretación más grave. La identificación entre la política con la delincuencia.
Para colmo, junto con la política desaparece también la literatura.
Ya no hay respiración para los novelistas contemporáneos que apuesten por la dinámica del realismo. En adelante, tío Plinio querido, habrá que ocuparse de intimismos. O de las tonterías «del lenguaje como protagonista».
Fueron desplazados por la penetración de las cadenas de noticias que aplastan con la colorida literatura perentoria.
Desde la ficción, no hay manera de competir con el sentido filosófico de las excavadoras intrépidas del fiscal Marijuán. En los campos extendidos del sur. La Patagonia de Lázaro se lleva puesta la imaginación de Faulkner.
O con el suicidio frustrado del doctor Chueco, quien también se consume hoy en el refugio de Ezeiza. Remite, tío Plinio querido, a Camus, o a Arlt, que a usted le gusta más. Se lo buscaba en el dramático fondo del Iguazú, pero hacía equilibrio en la ventana del hotel de Clorinda.
La ficción nunca puede competir cuando el Neolopecito, siempre «desesperado» según Monseñor Radrizzani, lanza los bultos de dólares voladores, para colmo en vano, hacia el convento de clausura.
La intensidad, tío Plinio querido, aquí nunca disminuye, ni declina. Justo cuando se concluía esta carta aparece, de repente, Pérez Corradi. Tiene destino de ídolo. El pesado es romántico.
Por la Triple Frontera, reaparece el triple crimen que remite, con su matemática brutalidad, a Truman Capote.
Pérez Corradi emerge con los dedos escorados por el mate cocido que esfumó las huellas dactilares.
Mientras desaparece la política y la delincuencia ocupa el escenario, quien gana es Macri. El que debe imitar Monseñor Radrizzani. Por la fábula válida de la herencia recibida.
La escatológica sucesión de revelaciones de la patología kirchnerista, no debiera transformarse, tío Plinio querido, en el máximo atributo del Tercer Gobierno Radical (cliquear).
No se debe caer en la tentación de valorarlo sólo por el efecto desastrosamente comparativo (cliquear).
Dígale a tía Edelma que, al leer esta carta, mantenga en la mano izquierda el rosario de madera de la Virgen de la Medalla Milagrosa. Por las dudas.
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