El kirchnerismo de Macri
CÓMO GANAR AMIGOS (I): La Argentina imprevisible se vuelve previsible en el marco de la imprevisibilidad integral.
Miniseries
escribe Jorge Asís, especial
para JorgeAsísDigital.com
En el contexto del acompañamiento prometido durante los iniciales 120 días, se constata que Argentina consolida la natural vocación por ser uno de los países más imprevisibles del universo.
Por la insólita facilidad para el cambio de reglas del juego. Por la capacidad para re-significar el discurso dominante.
La Argentina es tan imprevisible que se vuelve, en cualquier momento, sensata y previsible.
Como amenaza serlo, en adelante, con Mauricio Macri (pero siempre dentro de la imprevisibilidad natural que la caracteriza).
Históricamente, sea a través de la democracia o del facto, aquí se naufraga entre las oscilaciones antagónicas. Se registran los saltos posicionales. De una impostura hacia otra.
Con la sucesión de principios que inspiraban a Bernard Shaw y Groucho Marx.
«Si no les gusta estos principios, tengo otros».
Por lo tanto, tienen cierta razón los pensadores y políticos de países vecinos cuando se resisten a tomarnos con seriedad. Como se obstinan también en no hacernos mayor caso en ninguno de los avances de vanguardia. Porque siempre, en la Argentina, se puede volver atrás. Y se vuelve. Dale que va.
Es una de las explicaciones del principal apotegma ideológico del Portal.
«Indica que todo, en Argentina, termina mal. Siempre».
Sólo hay que darle un poco de tiempo al nuevo gobierno para que construya las bases sólidas de su propio fracaso. Que sustente -y legitime- los primeros 120 días del próximo gobierno. Para que desarticule lo (mal) hecho por el anterior. ¿El actual? Y así sucesivamente. Hasta que se perfore la dinámica descripta. Ojalá que Macri pueda perforarla.
Del aliado Extra OTAN a la Contra Cumbre
De guardianes inapelables de los valores occidentales, aquí se pasó sin escalas a la alucinación recuperadora de Malvinas.
De las placenteras «relaciones carnales», y de la condición de «aliado extra OTAN», aquí se pasó, del brazo de Chávez, a la emocionante Contra Cumbre de Mar del Plata. O a la vigente pedantería anti bolivariana. Virajes, todos, que suelen atormentar, hasta la resignación, a las cancillerías adictas al ejercicio inútil de la coherencia. La artesanía del rigor, que con voluntad televisiva aquí se denomina «políticas de Estado». Una ficción literalmente imposible.
Al contrario. Menem pudo avanzar con su fuerte utopía occidental. Con la pertenencia al Primer Mundo que admitía viajar hacia los Estados Unidos sin visa, y hasta con un registro de conductor vencido. Y estampillarse, incluso, como «aliado extra OTAN». Aunque el inspirado diplomático chileno, que incluso llegó a conducir la ociosidad de la OEA, decía al respecto: «no encuentro a nadie que me explique con claridad qué es eso de ser aliado extra OTAN».
Pero pronto Kirchner desenganchó el vagón de la Argentina del tren ilusorio del Primer Mundo, y no tuvo reparos en inclinarse por la retórica bolivariana. Para desmantelar, con Chávez y el Evo, el proyecto del ALCA. De local y ante la nariz desconcertada de Bush junior, al que ya no le tocaban la rodilla. Y Kirchner se atrevió a patrocinar, con D’Elía y Maradona, una manifestación inolvidable que arrastró a la Argentina imprevisible hacia el cadalso del aislamiento bolivariano.
Mientras tanto, aquellos militares liberados por Menem ya habían vuelto, con Kirchner, a la prisión. Ahora de Marcos Paz. Con el objetivo logrado de hacerlos morir de viejos. Y cualquiera que señalara el cambio de reglas del juego se arriesgaba a ser tildado de cómplice del «genocidio» y del robo de bebés. Mejor otorgar. Callarse.
El indulto a Magnetto
Si Menem indultó a Videla, perfectamente Macri puede indultar a Magnetto.
Gracias a los deslizamientos de Pablo Casey, El Sobrinito. Y a la inspiración literaria de Rodríguez Simón, El Pepín.
El cuadro es más complejo aún. Porque los indultos de Menem, para Kirchner, equivalen, para Macri, al desmoronamiento de la Ley de Medios. La utopía documental que impulsó La Doctora, ante la algarabía de los diputados del FPV que se abrazaban mimosamente cuando se aprobó la ley. Y ante los ojos surcados de lágrimas conmovedoras del Gaby Mariotto y la doctora Peñafort.
Pero otra vez, como siempre, se tropieza con la idea recurrente del retroceso. Para convertir en texto muerto la sentencia demencial y mal formulada contra el Grupo Clarín, que de manera transversal atraviesa todos los posicionamientos de esta historia. Con el apoyo frigerista a los militares del «proceso». Con el apoyo a los juicios (de esos militares) en los años de Alfonsín. O con el apoyo casi cómplice en los primeros cinco años del ciclo kirchnerista, hasta que se desatara el alberdiano «crimen de la guerra». Generada por el voluntarismo de la ley que ahora Macri y Peña masacran.
El Grupo Clarín cierra el círculo con el apoyo incondicional a Macri, que emerge, a su pesar, como el sicario que mata la Ley que le declaraba «la guerra al periodismo». O sea a Clarín.
Entonces Macri llega para salvarlo a Magnetto. Del mismo modo providencial que Duhalde llegó para entregarle a Magnetto en bandeja la «ley cultural», por mérito de Jorge Rendo. Y la «pesificación asimétrica». Gloria que siempre van a negar.
El cadáver de la Ley de Medios remite, aparte, al cadáver de La lesa Convertibilidad.
Es inútil que Domingo Cavallo estire el velatorio de su gran obra. Que denuncie las complicidades que nadie, en definitiva, quiere escuchar.
Kirchner, maestro de Macri
Para ganar amigos puede decirse, en realidad, que sin darse cuenta Macri sigue las enseñanzas culposas de su maestro Kirchner.
En la práctica, Macri llega a la presidencia tan debilitado como Kirchner. Pero Macri tuvo la suerte que Scioli -al contrario de Menem- se atrevió al «coche al muere» (cliquear), para presentarse en la segunda vuelta.
Lo que el macricaputismo hizo con la Ley de Medios -y con la demencia del AFSCA- remite a lo que hizo Kirchner, junto a Zannini, para terminar con la carrera judicial de aquel pobre Procurador Eduardo Sosa. El que atormentaba, a Kirchner, en los inicios de Santa Cruz. Entonces dibujó una reestructuración del área para acabar con su puesto, que de pronto -cosa de Mandinga- no existió más.
Una feliz instrumentación que se renueva para liquidar al irritante Sabbatella, que hoy protesta, por su causa perdida, como aquel Cavallo. Mientras el Ministro Aguad escucha, con extasiada admiración, al Premier Peña, cuando anuncia «el final de la guerra contra el periodismo». O sea, contra Clarín.
La identificación reproduce y multiplica el triunfo de Clarín en la guerra «contra el Estado». O sea, contra La Doctora derrotada.
Otra vez Magnetto se siente con un sexo de 14 metros y con la certeza de saber que no lo detiene nadie. Lo dicen, con admiración, los mismos empresarios que se entusiasmaban con la idea de su caída.
Lo importante es que la metodología kirchnerista está vigente. Y aplicada por Macri sirvió para cargarse a Sabbatella. Y en cierto modo también podría ser utilizada por Macri para cargarse a la Procuradora Alejandra Gils Carbó, la que resultó aprobada por unanimidad en el senado, gracias a los papelones del aspirante anterior. El justamente olvidado doctor Reposo.
El método consiste en reestructurar el área con un DNU, ante un congreso de utilería que sirve de cotillón. Para crear, en simultáneo, la figura institucionalmente superior que haga desaparecer, mediante la magia inducida, la competencia de la Procuración.
Hacer otro Sosa con Gils Carbó. Puede improvisarse un próximo DNU para hacer de Gils Carbó otro Sosa.
Mil flores, mil Vietnams, mil Sosas más.
Jorge Asís
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