Del gobierno border al gobierno light
La transición entre La Doctora y Mauricio.
Cartas al Tío Plinio
Tío Plinio querido,
De un gobierno «border», como el de La Doctora, se pasa abruptamente a un gobierno «light», con pretensiones de normalidad. Como el de Mauricio, El Ángel Exterminador.
En los últimos doce años, entre Néstor, El Furia, y La Doctora, mantuvieron entretenida a la sociedad. Con la congoja en la garganta. A través de una sucesión inagotable de situaciones límite, todas fronterizas. Con las tensiones que siempre bordearon el drama existencial.
Acuérdese, por ejemplo, del lío con Uruguay por las pasteras. De aquel patriótico Corsódromo de Gualeguaychú, repleto de gobernadores arrastrados. Y con Blumberg incluido (tenga presente también aquellas conmovedoras velas que complementaban los discursos del olvidado Blumberg).
O acuérdese, tío Plinio querido, de aquellas impresionantes concentraciones populares, cuando transcurrió el lío del campo.
De la tarde en que, entre aplausos y papelitos, El Furia abrazó a La Doctora en un final y le dijo «te amo».
Hasta derivar en la caída, el «no positivo».
O evoque brevemente la guerra perdida con Clarín. El Grupo amigo que tanto ayudó para conquistar la hegemonía, transformado, de repente, en el enemigo que les iba, en el fondo, a ganar.
Evoque la frontera clavada en aquel 7 de diciembre. Cuando no pasó absolutamente nada.
Los altibajos cinematográficos del kirchnerismo siempre, tío Plinio querido, emocionaron. Las caídas entendidas como vísperas de recuperaciones. Por el campo, por Clarín, por los Buitres, por el Uruguay. O por perder las legislativas con De Narváez, El Caudillo Popular. Para ellos apenas un Supermercadista Colombiano.
Días de camisón
Sin ir más lejos, tío Plinio querido, acuérdese del dolor con que La Doctora recibió la coronación del enemigo Bergoglio, «habemus Papa». Cuando la pobre notificó la terrible novedad en Tecnópolis, ante los militantes dispuestos a abuchear al cura. Para ser el Papa Francisco, en menos de un mes, el conductor de La Doctora (cliquear).
Durante el kirchnerismo todo fue, tío Plinio querido, implacablemente intenso. Con graves tendencias hacia la espectacularidad. Con el suspenso memorable de cualquier miniserie indigna de Netflix.
Con el kirchnerismo transcurrió, como si fuera un film de aventuras, hasta la invariable decadencia.
Con situaciones terminales. Con la sensibilidad colectiva que depara la conmoción de la muerte.
Acuérdese de aquella mañana del 2010. De la ceremonia en La Rosada. Con los muchachos emocionados que desfilaban ante la viuda, que se mostraba entera.
O recuerde las operaciones equivocadas que transformaron al inspirado doctor Castro en best seller.
Con aquellos días post operatorios del camisón, que inspiraron un cuento de su sobrino, que por suerte nunca va a publicar. La madre, la hermana, la hija y La Doctora que se reponía, las cuatro en camisón. Cuando sólo Máximo podía entrar a visitarlas. Y -a veces- El Wado.
Extrañar
Al kirchnerismo border, en definitiva, tío Plinio querido, se lo va a extrañar.
Hasta La Otilia, siempre fatal, que se enfurecía en cuanto escuchaba la voz de La Doctora por cadena nacional.
Con el enigma generacional de La Cámpora, que se nos metía en todas partes.
Y hasta se van a extrañar las sinuosas relaciones de castigo y acercamiento entre La Doctora y Scioli. Situaciones ideales para un drama de Cossa, o de Gorostiza. Derivaron en la hilarante consagración de Mauricio, fortalecido por la auditoría moral de la señora Carrió, La Demoledora.
Consta que lo más grave, tío Plinio querido, para un gobierno border, es ser sucedido por un gobierno light (leer «El encanto de lo light», cliquear).
Porque los desbordes, los desaguisados enloquecidos, las demencias presupuestarias, al fin y al cabo deben ser resueltos por los traficantes pudorosos de la virtud.
Por los transparentes transitorios que no tienen nada que ver con el aburrimiento.
Una arquitectura mental border, transgresora, que danzó como Ava Gardner entre las negras coloridas de Angola, iba a ser estéticamente doblegada por los pasitos simplones de Mauricio.
Un light que oculta, entre nosotros, su fría perversidad. Entre los globos y la euforia de gente como uno. Donde no aparece un negrito ni siquiera para disimular.
El Chancho entre las Serpientes
Dígale a tía Edelma que Mauricio es un Chancho de Tierra que perfora las fuertes categorías de la astrología (Medea dice que tal vez anotaron su nacimiento, en Tandil, meses después de ocurrido).
Porque Mauricio es el único Chancho que se rodea de tantas Serpientes. Y lo que es más raro aún: las domina.
Estos son datos confidenciales que la señora Ludovica no suele contar en sus libros. Pero que tía Edelma, y La fatal Otilia, deben conocerlos.
La Serpiente es antagónica del Chancho. Pero ocurre que el Chancho Mauricio está íntimamente rodeado de tres colosales Serpientes de Madera.
La señora Gabriela Michetti, La Novicia Rebelde. Horacio Rodríguez Larreta, El Geniol. Y Emilio Monzó, El Diseñador. Son tres víboras hábiles de 1965.
Ocurre también que hoy Mauricio mantiene muy cerca a otra Serpiente. Es de Fuego. Marquitos Peña, El Pibe de Oro.
Dígale a tía Edelma que, entre el Chancho y la Serpiente, en cualquier momento salta la contenida rivalidad. Es natural. Cuestión de tiempo.
Como le saltó a Mauricio la rivalidad con La Doctora, que es la Serpiente más ejemplar, sigilosamente sensible, calculadora, que nada deja librado a la improvisación. Una Serpiente de Agua.
Y aquí tal vez Mauricio debe acertar en el trato. Y acaso utilizar con la Serpiente algunas maneras más seductoras, con menos arrebatos pasionales.
Debe tener presente Mauricio que dirime -ante todo- con una dama.
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