Las represalias no esperan
Francia y Estados Unidos bombardean Daesh (EI).
Artículos Internacionales
escribe Jorge Asís
especial para JorgeAsísDigital
Con valiente perplejidad Francia se entrega a la dinámica de la venganza interminable. A la respuesta anticipatoria de próximas represalias. La guerra irrumpe para quedarse.
Francia fue violentamente agredida en la noche del 13 de noviembre. En el costado sublime del Boulevard Voltaire. Una respuesta tétrica a los bombardeos decididos por François Hollande, en el territorio incierto de Daesh (Estado Islámico). Y debió replicar de nuevo ayer, 15 de noviembre, con el bombardeo sobre Raqqa.
Es -Raqqa- la también incierta capital de Daesh, situada en el norte de (lo que fue) Siria.
Resta aguardar, en París, la próxima represalia.
Desde aquí -Buenos Aires- se asume la audacia estratégica y militar de sugerir que, con bombardeos por el estilo, Estados Unidos y Francia nunca van a doblegar a Daesh. El ejército terrorista es el más serio de la Jihad. Es infinitamente más poderoso de lo que fue Al Qaeda. Contiene ramificaciones terrenales, presentes en las ciudades más insospechadas.
Cuadros móviles que, en cualquier momento, estallan. En un shopping, un estadio, un bar.
Se impone entonces una guerra de inteligencia. Con ocupación, en lo posible, del terreno. Y activar no sólo desde la placidez del aire. Con drones. Se debe asumir el severo riesgo de propagar las cabezas cortadas.
Téngase en cuenta que ya no se trata de Cuentapropistas de la Jihad (cliquear). Ni de ningún «lobo solitario» como aquel Coulibaly, el desesperado que se hizo acribillar en el almacén kosher del suburbio. Fue después que los hermanitos Khualy se encargaran de asesinar algunos talentosos dibujantes de Charlie Hebdo. Los dignos que daban rienda suelta al ejercicio de la libertad creadora, aunque relativamente indiferentes a la sensibilidad que hervía en el interior invisible de la sociedad fragmentada.
Ahora se trata, en cambio, de comandos sincronizados. Atacaron en simultáneo en un gran estadio. Interrumpieron a balazos un concierto en el teatro señalado. O en el restaurant étnico.
Daesh representa, evidentemente, el máximo peligro para occidente, no sólo es la superación de Al Qaeda. Mantiene, aparte, un territorio propio. Es un Estado desafiante que convoca a una guerra culturalmente desigual. Con la ventaja, a su favor, de conocer los pliegues de la cultura del enemigo «infiel». Y con otra ventaja superior: los mayoritarios inocentes del bando enemigo, los profanos «infieles», desconocen las claves mínimas de sus comportamientos. Ni los entienden o se niegan, incluso, a entenderlos.
Sunnitas radicalizados y ofendidos
Daesh, Estado Islámico, es la conjunción de los sunnitas radicalizados y ofendidos de los dos ex Estados, acaso Estados fallidos, de Siria y de Irak. Con las fronteras artificiales.
Dos estados -Siria e Irak- que participaron de la alucinación nacionalista del Partido Baas. A través de dos líderes enemigos entre sí. Sadam Hussein, en Irak, un sunni minoritario, de Tikrit (hoy Daesh) en el país de mayoría chiita. Y Haffez el Assad, en Siria, de los ultra minoritarios alawitas, los que se identifican con el chiismo, con terminal en Irán. Con los exiliados de cada dictador que residían en el país del otro, y conspiraban, desde Bagdad o Damasco.
Puede completarse la brevedad del cuadro con los cristianos que, por seguridad básica, y por rescatable espíritu de supervivencia, se amparaban siempre cerca de los tiranuelos que los protegían. Preferibles los dictadores, para los cristianos, a los fundamentalistas. Siempre.
Sin primavera en Siria
La primavera árabe, que tanta simpatía despertó en Occidente, para el mundo árabe resultó letal. Derivó en extraordinarios fracasos.
Después de la desdichada invasión americano-británica a Irak, que terminó con la ejecución de Sadam (y con Irak en poder de los chiitas, o sea a favor de Irán). Y después de las primaveras fogoneadas que terminaron con la familia de Ben Alí en Túnez, y con Moubarak en Egipto (para terminar con el fundamentalismo democrático de Al Mosri, y un nuevo golpe militar). Y con el asesinato expresionista del pobre Kaddaffi en Libia.
En adelante, si algo tuvo en claro «Bashar, el oftalmólogo» (cliquear), el hijo «científico» de Haffez, es que la «primavera» en Siria no podía existir. Debía evitar el mismo final. Entonces Bashar decidió resistir. Hasta que la muerte fuera, apenas, una cuestión contable. 200 o 300 mil muertos no importaban. Una cifra. Por más que se destruyeran las ciudades milenarias de Aleppo, Homs, Palmira.
Y aunque Siria se convirtiera en el teatro de operaciones donde las grandes potencias jugaban sus cartas.
Estados Unidos arrastraba el error con que ataba a Inglaterra. Y la jactanciosa Francia jugaba también su prestigio de ofendida. Mientras tanto Rusia -que enlaza a la menos activa China- comenzaba a imponer su influencia. A través de un Putin frío e inescrupuloso, consciente de que debía apoyar a Bashar hasta donde fuera. Y no sólo por disponer en Tartuz -Siria- su gran base militar en el Mediterráneo. Influía su aliado Irán.
Aparte, debe incorporarse a las potencias regionales que mantenían su propio conflicto, nada menor, de dominación. La fundamental Arabia Saudita, la aliada, hoy desairada por los Estados Unidos. Contra el chiita Irán, el aliado flamante. Y en el medio, siempre, las contradicciones apasionantes de Turquía, prioritariamente interesada en que no emergiera, entre el desbarajuste, un Estado Kurdo.
El coctel contenía, para completarla, las diversas franquicias armadas. Tenían el sigiloso financiamiento de Arabia Saudita, y a veces, incluso, del ascendente Qatar.
Pero los dos actores regionales que confrontan (Arabia Saudita e Irán) pasan, de pronto, a ser tres. Se crea Daesh. Isis o Estado Islámico (EI). Confluyen los sunnitas radicalizados de Irak, con los sunnitas humillados de Siria. Y desplazan, por importancia y virulencia, de la centralidad, al conflicto insoluble de Israel y Palestina. Y desplazan, por último, de la centralidad de la vanguardia, a Al Qaeda. Organización de franquicias que venía opacada desde el ajusticiamiento de Ben Laden, entregado en Pakistán. Para su sucesor sin carisma, el egipcio Ayman Al Zawahiri, ya ni habría, siquiera, financiamiento.
(Es Zawahiri el mismo que en 1992, principios del 93, casualmente estuvo por Brasil, Paraguay y Argentina. En visita difícilmente turística. No fue registrada. Ampliaremos).
Batón naranja, daga en el cuello
Al territorializarse la Jihad, se reinstala la idea del califato, alucinación que estaba pendiente desde el siglo trece. Y los radicalizados de avanzada toman Mosul, la antigua capital de Ninive. Se embolsan 300 millones de dólares en efectivo que reposaban en el banco.
Y la inagotable vertiente petrolera comienza a ser explotada por los competentes gerentes que fueron de Sadam. Y su petróleo -tercerizado- es consumido en los países que supuestamente están en guerra con el origen.
Aparte explotan, por si no bastara, la trágica popularidad que atrae a los islamistas radicalizados. Los educados en ciudades de occidente, donde fracasaron todos los intentos de integración social. Sobre todo en Francia. Con la multiplicación de ghettos que construyen, en el interior de Francia, otros países. En suburbios desde donde se distingue, a lo lejos, la Tour Eiffel.
Son entonces los islamistas que llegan de Francia, de Inglaterra y de Bélgica, a través de los pasos fronterizos de Turquía. Los que aplican sus magistrales conocimientos de marketing y de publicidad.
Saben que cualquier desdichado cautivo, con un batón naranja, y con una daga en el cuello, suele ser irresistible como portada de todos los diarios y noticieros del mundo.
Es precisamente el Estado Islámico el que logra, por vía indirecta, el acercamiento entre Estados Unidos e Irán. Para combatirlo.
Y es la Rusia de Putin la que también se atreve a bombardear. Para anticiparse y proteger, en especial, a Bashar. La represalia nunca se hace esperar. Daesh les baja, a los rusos, un avión colmado de turistas de San Petersburgo que abandonan las playas de Sharm el Sheik (el paraíso de Egipto). 250 muertos.
Se aguarda la represalia de Putin.
Tampoco la represalia se hace esperar por los bombardeos decididos por François Hollande. La carnicería de Bataclán, como respuesta, está a la vista.
Sorprende que sorprenda
«Lo que sorprende es que sorprenda». Se dijo en Decapitaciones, ajustes y selfies (cliquear).
Para prevenirse, los franceses debieron tomar con mayor seriedad sus nutritivos productos culturales.
Como por ejemplo dos libros: «L’Etat Islamique», de Olivier Hanne y Thomas Flichy de la Neuville. Y sobre todo «La france du Djihad», de Francois Vignolle y Azzeddine Ahmed-Chaouch.
Es donde mejor se detallan las trayectorias, experiencias y biografías. Los pasos de Turquía por donde entran y salen de Daesh los jóvenes islamistas franceses. Como Coulibaly.
O como estos tres hermanitos Abdeslam. Mohammed, Brahim, alguno de los dos kamikazes que estallaron. Y Salah, el más buscado. Este muchacho estaba instalado en el barrio popular de Malenbeec, en Bélgica. Y se trasladó, en un automóvil alquilado, hacia el cercano París. A los efectos de fusilar a los infieles que habían decidido disfrutar, durante una noche de viernes de otoño, un concierto de rock, en Bataclán, sublime Boulevard Voltaire.
Jorge Asís
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