Anibalicidio
El Caso Aníbal es peor que el Caso Boudou.
Artículos Nacionales
sobre informe de Consultora Oximoron,
Redacción final Carolina Mantegari
especial para JorgeAsísDigital
Introducción
Al ritmo de Lanata
El periodismo sustituye -otra vez- a la política.
La condiciona, la diseña. La despoja de la amabilidad ficcional que suele caracterizar a los candidatos guionados.
Y le aporta tensión. Con la espectacularidad de Alfredo Leuco con el Papa o La Doctora. Con la virulencia envolvente de Luis Majul. Con las irreverencias ingeniosas de Horacio Verbitsky.
Y con -por qué no- las reflexiones emotivamente racionales de la señora Mirtha Legrand.
Hoy la realidad vuelve a girar alrededor de la emisión televisiva de Jorge Lanata.
Se debe bailar al ritmo que impone su música.
Llega al extremo de marcar una frontera abierta, entre el antes y el después de cualquiera de sus coberturas. Sea con Boudou, El Descuidista, o con «la ruta del dinero K» (por la marroquinería política).
O sobre la última entrega. El «anibalicidio».
Con los testimonios cuestionables y frágiles que lo señalan a Aníbal como el autor intelectual del triple crimen de General Rodríguez (que en realidad aconteció en Quilmes). Por la muerte de aquellos tres muchachos obsesionados por los atributos del dinero rápido.
Exclusiva -y única- salvación espiritual en esta época nefasta.
Osiris Alonso D’Amomio
Director Consultora Oximoron
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El «anibalicidio» contiene -para Oximoron- los elementos indispensables que garantizan el éxito de una miniserie.
Respetable dosis de muerte, violencia explícita, en el marco de una pulseada por el poder económico y -sobre todo- político. Entre el cristinismo, patología en decadencia que se despide, y el Grupo Clarín. Al que arbitrariamente el gobierno eligió como enemigo, después de haber sido el aliado más amigable y necesario, útil para conquistar la hegemonía.
(Faltaría apenas un poco de sexo. Se lo deja librado a la inspiración del guionista menos imaginativo).
En cierto modo, el escándalo que lo mantiene como protagonista a Aníbal Fernández, El Neo Corach, es institucionalmente más grave que el escándalo dilatado que protagoniza Amado Boudou, El Descuidista.
Porque a Aníbal se le carga la «autoría intelectual» de -al menos- tres muertes. Además de la carga violenta del delito más candente de la actualidad. El narcotráfico. En este caso a través de la trama trágica de la efedrina (cliquear).
Para fundamentar la prioritaria gravedad del anibalicidio basta con señalar otros datos. Boudou, ante la adversidad, perfectamente podía refugiarse en su despacho menos vertiginoso del Senado. O viatiquear por el mundo con la representación protocolar de La Doctora, mientras asistía a su paulatina declinación. Al vacío moral.
En cambio a Aníbal la adversidad lo sorprende con otro vértigo. La elevada competencia del Primer Ministro. Aunque aquí se trate de un mero Jefe de Gabinete, que está a cargo de la responsabilidad funcional y administrativa del gobierno que se resiste a finalizar el ciclo. Y que pretende, a través de Scioli, Líder de la Línea Aire y Sol, iniciar otra etapa, renovarse. Significa en latín básico: quedarse.
El regreso de Aníbal al primer plano, después de un par de años de reposo institucional en el Senado, resultó fundamental para la recuperación del cristinismo que estaba en la lona.
Para Oximoron, el cambio de Aníbal por Capitanich oxigenó al gobierno. Se encontraba piadosamente acosado y sin respuestas. Derivaciones, entre otras, del crimen de Nisman.
Con su lengua temible y su desparpajo, y en especial con su capacidad para la réplica, Aníbal aportó cierta estabilidad. Ya una audacia ilimitada: no vaciló en tratar, al extinto Nisman, de «turro». Y hasta mantuvo la idea de avanzar contra la señora madre del infortunado fiscal.
Cajones de Herminio
Por si no bastara, el anibalicidio estalla precisamente cuando el protagonista -Aníbal- se encuentra en plena campaña electoral. Lanzado para la gobernación de La Provincia Inviable, Buenos Aires, donde se instaló el centro de la tensión y de la atención. Situación que atormenta por igual tanto a Scioli como a La Doctora. Por la pugna entre Aníbal, acompañado por la tobillera electrónica de Sabbatella, El Psicobolche II, contra Domínguez, El Lindo Julián, un pudoroso danzarín de chacareras, acompañado por Fernando Espinoza, Argentino Ledesma. Un clásico de la lucha por el poder territorial entre Quilmes-Morón contra La Matanza.
«En la interna peronista se esperaba algún cajón de Herminio», confirma la Garganta. «Pero nos tiraron con la cochería entera».
Los lugares comunes confirman que hasta el anibalicidio del domingo la elección la ganaba Aníbal. Pero que El Lindo Julián se le aproximaba.
Es Domínguez indudablemente el preferido. Por Scioli y por La Doctora, aunque no lo acepten. Aparte el Lindo Julián es apoyado por la colección estable de los mini-gobernadores del conurbano que detestan a Sabbatella. Y hasta conserva los efluvios espirituales e incomprobables del Papa más girado de la historia.
De todos modos, entre todos debían resignarse a pensar que Aníbal podía calzarse la banda. Aunque sea mucho más inquietante que el previsible Lindo Julián. Sobre todo como jefe de la provincia.
Otro gastado lugar común induce a asegurar que el macricaputismo prefiere confrontar con Aníbal. Porque, por la imagen negativa que arrastra, creen que puede beneficiarse la señora María Eugenia Vidal, La Chica del Flores de Girondo, macricaputista de probada pureza.
Aunque el declive eventual de Aníbal favorece más, según nuestras fuentes, al fortalecido Felipe Solá, que lleva como estampilla presidencial a Massa, El Renovador de la Permanencia.
Tal vez aquí alguien vuelva a reprocharle a Mauricio, El Ángel Exterminador, por la reticencia a renovar el acercamiento con Massa.
Reticencia que fragmenta, por una tontería, el voto opositor. Para otro informe. Envejecido.
El fenómeno literario del antiperonismo
Hasta el 27 de octubre, fecha de la elección verdadera, el tema instalado va a ser el del narcotráfico. Eje principal de la campaña, dramatizado, mitificado hasta la banalidad. Sin embargo mostrará al peronismo a la defensiva. Un peronismo vegetal, acomplejado, convencido de portar el síndrome del culpable. Acusado de ser el responsable por la multiplicación de la plaga. Y por la admirable prosperidad del antiperonismo transformado en un fenómeno literario, atractivo para intelectuales de interpretación precoz y consagración rápida.
Tal vez al peronismo vegetal le quede, como recurso argumental de campaña, la soberbia del indiferente. Del impotente que no encuentra respuesta ante la magnitud de los cuestionamientos.
Como final del informe, Oximoron se permite la inusual irreverencia de formular una recomendación, destinada al protagonista sustancial del Anibalicidio. A Aníbal.
Pese a las diferencias, se le recomienda que no siga el modo de empleo de Boudou. Que no siga su ejemplo.
Que acepte, a 70 horas del cierre de campaña, que lo c… Lo vacunaron. Y que baje su candidatura para defenderse mejor. Encontrará, como víctima, mayor solidaridad.
Y despejará de cargas sombrías a su causa.
Carolina Mantegari
Consultora Oximoron/Redacción final
para JorgeAsisDigital.com
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