El rol vacante de Magnetto
El Crimen del Fiscal Nisman versus Orange Street 1209.
Artículos Nacionales
escribe Bernardo Maldonado-Kohen
especial para JorgeAsísDigital
«El kirchnerismo deja una lección. El poder de Clarín no es tan grande como se creía» Oberdán Rocamora
El escenario de la guerra privada, entre el Cristinismo y el Grupo Clarín, se desarrolla en los medios que les pertenecen. Propaladores de artillería pesada.
La reaparición del «trasplantado» periodista Jorge Lanata, en Canal 13, reinstala la barbaridad del Crimen de Nisman.
Junto al fenómeno delictivo de la eficacia recaudatoria, el asesinato de Nisman asoma como la vulnerabilidad más impactante del cristinismo que pugna por la continuidad.
Un cristinismo que ataca, a su vez, con la coincidencia geográfica del recursivo Estado de Delaware. Un paraíso fiscal y «cueva de ladrones».
En efecto, Paul Singer, el «buitre» unánimemente execrado, comparte con alguna franquicia del Grupo la misma «cueva». En Orange Street 1209, Wilmington. Donde existen miles de empresas registradas. Lavadoras en blanco que cuentan con la plácida bendición americana.
Con distancia potencial, el periodista Roberto Navarro, en C5N, emerge como un meritorio cruzado. Un Lanata a la inversa. Interlocutor cordial de Víctor Hugo Morales, el comunicador de punta lanzado también contra el Grupo. Como el Tigre Sylvestre, que maltrata profesionalmente al Grupo que alguna vez integró. «A dos voces», con Bonelli.
Balas de cebita
En principio, si el Grupo Clarín fuera una verdadera Corporación -como lo califica el cristinismo enemigo- ya tendría -para Consultora Oximoron- que haber licenciado totalmente el plantel gerencial. Y gran parte del batallón periodístico. Sobre todo debería jubilar honrosamente a los responsables de instrumentar la estrategia de guerra equivocada. En el diario emblema como en la desperdiciada televisión.
Pero Clarín no es ninguna Corporación. Al contrario. Es apenas un gran Almacén de Medios Generales. Lo dirigen tres actuales septuagenarios, desde que merodeaban los treinta años. Magnetto, Aranda y Pagliaro se las ingeniaron para conducir el Grupo hacia el ridículo. Tres camporistas de anticipación de los setenta, pero que crecieron admirablemente hasta imponer un diario por el simple peso de su presencia. Sin necesidad, siquiera, de combatir. No les hacía falta, gobernaban y legislaban ellos como querían. Al extremo de legitimar un vaporoso lugar común: nadie podía soportarle, a Clarín, cinco portadas adversas.
Sin embargo Néstor Kirchner, El Furia, después de haber usado el Grupo Clarín en su favor, como un preservativo, durante cinco años, entre 2003 y 2008, le planteó repentinamente la batalla que Menem, en los noventa, nunca se hubiera atrevido a declararle. Ni Alfonsín en los 80. Y ni siquiera Videla o Galtieri, ya que los militares les resultaban infinitamente más dóciles para el ejercicio de la dominación.
Y siete años después de beligerancia brutal, puede arribarse a la triste conclusión que alude, en el mejor de los casos, a la humillación editorial. O a la incompetencia de estos muchachones para encarar el arte de la guerra. Ya que lejos de haberse aniquilado, el kirchner-cristinismo amenaza con sobrevivir. O peor aún, con extender, incluso, el final del ciclo. A través de la extorsión democrática de quedarse y de triunfar, como objetivo de máxima, en la primera vuelta.
¿Tan malo fue Clarín para el combate?
Como Teresa Battista, personaje cautivante de Jorge Amado, Clarín está también «cansado de guerra».
Sólo supo instalar, hasta aquí, las claves del antikirchnerismo precario. Tonto. Ineficaz. Perjudicial. Induce al instinto básico de la sociedad adversa.
Muestra que Raúl Moneta, hoy fuera de juego, tuvo alguna razón cuando le recomendó a Néstor Kirchner, desde el anonimato del memorándum secreto. Cuando Moneta le dijo a Kirchner que, si se disponía a gobernar la Argentina, debía combatir a Clarín. Anularlo como factor sustancial de poder. Pero a La Nación no. Le convenía tenerlo de adversario crítico.
«Sus pares políticos no se lo van a manifestar nunca, pero en el fondo lo van a acompañar». Y sigue:
«Debe tener espaldas para aguantarse 20 o 30 primeras planas desagradables. Pero esté seguro que no tienen nada más. Son balas de cebita».
Aquel Kirchner acertó al no hacerle caso a Moneta. Convivió amablemente con Magnetto, lo hizo aún más grande, para querer bajarlo después de golpe. Hasta que todo estalló, por la «crisis del campo» o por la insaciabilidad que movilizaban las acciones de Telecom.
Síntesis: para conquistar la hegemonía, y poder recaudar con tranquila brutalidad, Kirchner utilizó los servicios desinformativos de Clarín. Aunque después de usarlo, en su beneficio, El Furia cometió el primer gran error de pelearse. Y el segundo que fue fatal. Consistió en morirse.
Para colmo su viuda y heredera, La Doctora, profundizó la atmósfera de guerra. Y aún, extrañamente, sobrevive a la cebita.
Pichones de Magnetto
¿Quién va a ocupar el rol vacante que deja el dominante Magnetto?
La pregunta ya no se limita a Clarín. Se trata del periodismo argentino. Lanata amagaba, pero ya sabe que no puede ser.
Una broma de gusto bastante relativo sería insinuar que Fontevecchia podría ocupar semejante rol. Falta pinet.
Y menos aún Rendo, o Pablo Casey, El Sobrinito. Tampoco aspiran a ocuparlo Los Saguier.
De acuerdo a la evaluación de Oximoron, el único pichón de Magnetto que paulatinamente se fortalecía era Daniel Hadad, El Fenicio.
Supo coexistir airosamente con El Furia, pero Hadad no alcanzó a sobrevivir al desprecio personal de La Doctora, quien pacientemente optó por la estrategia de vaciarlo. A partir de aprietes y determinados sustos ejecutados, según nuestras fuentes, por alguna «pesada» del suburbio.
Al final lo dejaron a Hadad contenido con envidiables millones en el bolso, pero sin los medios que lo legitimaban. Como la exitosa Radio 10, que la mandaron al descenso, y el inventado canal C5N.
Ambos medios fueron compulsivamente adquiridos por Cristóbal López, El Poder Emergente. Para que fueran instrumentados por Fabián de Souza, El Seductor, encargado de mantener la línea directísima con Carlos Zannini, El Cenador, y, según nuestras fuentes, con La Doctora, la editora arbitraria. Y hasta con el propio Máximo, En el Nombre del Hijo.
Pero ninguno de los dos, ni Cristóbal ni Fabián, emergen como pichones de Magnetto ni se enrolan para suplirlo.
Frentes simultáneos
Cristóbal es el multiplicado empresario que mantiene la cobertura asegurada en el post kirchnerismo. Contiene un conglomerado de medios que lo protegen, hasta el extremo de convertirlo en un hombre temerario. Para temer. Pero se encuentra perseguido por el equívoco de ser calificado como el socio dependiente de la familia real. Un mejor Lázaro, que sabe manejar los cubiertos y es presentable en sociedad. Y el Poder Emergente pasa gran tiempo de su vida intelectual obstinado en demostrar que no es ningún Palo Blanco.
Aunque la familia real, para ser francos, se contacta directamente, según nuestras fuentes, con Fabián, Cristóbal avala la sorprendente cantidad de batallas simultáneas que se emprenden desde su trinchera.
La virulencia cotidiana que se registra contra Papel Prensa ya alcanza la monotonía. A través de la artillería mojada y reconocida, y con los remozados informes viejos en que apuntan, sin sutilezas, contra la papelera de Clarín y La Nación. A quienes estampillan como vulgares colaboracionistas de la Dictadura. Con el propósito de encerrar a sus directores, si pueden, en Marcos Paz. Y aplicarles «la lesa», como a otros empresarios que cometieron el error de no morirse.
El ensañamiento contra La Nación es para un film de Orson Welles. Contiene las derivaciones nada venerables del crimen de Luis Emilio Mitre, que el portal tratara en su oportunidad, con una serie de textos memorables que podrían cliquearse. Pero aquí la memoria del infortunado Luis Emilio sólo sirve para castigar al hermano Bartolomé. Y sobre todo para apuntar a Los Saguier, un tríptico de conductores actuales de La Nación.
Este frente simultáneo de Cristóbal-Fabián (y La Doctora) contra La Nación, debe ser tomado -para Oximoron- como una venganza explícita por el tratamiento medular que se le otorga, desde el diario, a Cristóbal. Sobre todo al negocio del juego. Cultura que determina gran parte la lucha política. Ampliaremos.
Otro frente abierto y simultáneo de Cristóbal tiene que ver con las ambiciones petroleras que confrontan con los intereses cuestionados por el Gran Dragón del Cerro. Un dossier con derivaciones más conmovedoras que la botoneada de Orange Street 1209, Wilmington.
El Gran Dragón del Cerro es causante, también, como Magnetto, del estímulo al discurso político de campaña que avanza contra el juego, convertido literalmente en una cuestión de estado.
Aparte Cristóbal adquiere, para los intereses ideológicos y espirituales de la corona, el diario Ámbito Financiero, para embestir también contra Clarín, aunque sin la talentosa valentía de Julio Ramos, su fundador. Y tal vez Cristóbal y Fabián no tendrán otra alternativa que hacerse cargo de la choricera de medios que representa el rostro del físicoculturista Sergio Szpolsky, Sarita. Y a los propietarios misteriosos, ya ampliamente detectados, que lo controlan, y que están asociados al novelista secreto Matías Garfunkel. El irreconocido escritor ya logró desprenderse de otros medios deficitarios, que fueron para la (cristinista) Agrupación Evita, o hacia el (cristinista) Grupo Olmos. Pero persisten todavía los medios de los socios misteriosos que se quedaron en «orsay». Como el alma del tango «Che bandoneón». El diario Tiempo Argentino, el portal Infonews, el canal CN23.
Son los propietarios afectados por el «cambio geopolítico», que se los llevó puestos.
Por aquella interpretación de la historia que solía expresarse desde la más alta representación. El pobre Néstor Kirchner, tan descalificado hoy por haber sido un exportador del pescado podrido que le suministraba la CIA y al Mossad. Contra Irán, nuestro nuevo amigo. Un cambio geopolítico que cuesta entender porque nadie, en definitiva, lo explica. Y que dejó como saldo el cadáver que los irresponsables se encargaron de matar a diario, hasta el olvido.
Nisman es el muerto que llegó para quedarse. Para reaparecer cada tanto. Como para mostrar que nunca la impunidad es definitiva.
Bernardo Maldonado-Kohen
para JorgeAsisDigital.com
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