La Tablada que quema
La postergación del ascenso del general César Milani.
Artículos Nacionales
escribe Oberdán Rocamora
Redactor Estrella, especial
para JorgeAsísDigital
Le cuesta retroceder. Pero 60 días atrás La Doctora desistió de presentar el pliego del ascenso del general César Santos Gerardo del Corazón de Jesús Milani, titular del Estado Mayor del Ejército.
De confirmarse lo que trasciende, tal vez tampoco podrá presentarlo después de las catastróficas elecciones de octubre.
Pasa que La Doctora, según nuestras fuentes, supo que El General se encuentra afectado en la enigmática represión de los atacantes del Regimiento de La Tablada. Enero crepitante de 1989, que aún quema.
La postergación no obedece, según nuestras fuentes, al fatal infortunio del soldado Agapito Ledo, que fuera oportunamente “desertado”, durante el Operativo Independencia, en 1975.
Cuando Milani tenía 21 años. Y carecía, obviamente, de la capacidad decisoria. Como cuantiosos camaradas de su profesión que siguen, de todos modos, presos.
Derivaciones de la teoría de la culpabilidad selectiva. Una categoría intelectualmente revolucionaria.
Indica que, para el mismo hecho, cuando se trata de un enemigo, es delito. Y se paga.
Sin embargo, por la teoría de la culpabilidad selectiva, el mismo hecho pasa como una contingencia menor, cuando el sujeto es amigo.
Si se comporta bien en la mesa. Y hace los deberes que le pidan. A los efectos de conquistar la amistad del poderoso.
Tampoco, como suponen los informados, la postergación se debe a la denuncia tardía del Centro de Estudios Legales y Sociales. El CELS que de pronto cuestionaba a Milani. Lo entregaba envuelto en celofán.
Es el organismo prestigioso que suele colocar la expresiva bolilla negra para obturar los ascensos. Pero sólo cuando lo considere necesario. Por alguna mancha, o brote de impureza.
O lo bendice al sujeto, en todo caso, con la purificación que permite la gloria del ascenso.
Como las aguas mágicas del Ganges, el CELS supo purificarlo a Milani (cliquear). Lo demuestra la excepcionalidad de continuar en la carrera.
Trascendió, además, que La Doctora supo enojarse con severidad con el venerable titular del organismo.
Según la Garganta, el enojo no se debió a la banalidad de la denuncia a destiempo contra Milani. Si La Doctora se colerizó fue porque la habían “dormido”. Como si le hubieran suministrado un Trapax 800.
La pobre no estaba al tanto de las faltas éticas que Milani supuestamente ocultaba. Pero que cargaba en el morral personal de su historia.
Por último, se derrumba otra sospecha. La Doctora no cedía, en el entusiasmo del ascenso, por la posible figuración del General en alguna de las tres rebeliones costumbristas de los Cara-Pintadas. En 1987, cuando ya tenía 33 años.
“Si estuvo con nosotros fue para espiarnos, porque era su obligación profesional”, lo absuelve otra Garganta.
Es la Garganta de un “retirado”. Tiene la cara inútilmente lavada.
Las piras terribles
La Tablada, un cuarto de siglo después, emerge como una cantera inagotable de operaciones. Prosigue con la reproducción de enigmas.
Mantiene -La Tablada- la inalterable condición de laboratorio de las operaciones cruzadas más dispares. De perversiones políticas. De trágica inteligencia.
Episodio cargado, en definitiva, de misterios históricamente irresueltos. La Tablada signó violentamente el ocaso del gobierno de Raúl Alfonsín.
Fue un copamiento. La invasión del Movimiento Todos por la Patria.
Hasta aquel crepitante 23 de enero, el MTP era poco más que el rejunte apenas romántico. Derivaciones militaristas de la olvidable revista “Entre Todos”.
El ataque estuvo inspirado en una inexplicable ceremonia de tergiversación. Montados sobre la mentira casi adolescente.
Los guerrilleros irrumpieron en el cuartel (¿donde los aguardaban?) a los balazos limpios.
Los desesperados, mientras gatillaban, se presentaban como inconcebibles defensores de los Cara Pintadas. Lanzaban al aire volantes del Nuevo Ejército Argentino. Mataban a los conscriptos y oficiales que podían.
La irresponsabilidad de la carnicería dejó, como saldo contable, 13 muertos del ejército, y alrededor de 29 combatientes del grupo impostor.
Sin embargo aún no se aclaró el destino de los tres desaparecidos. Los que fueron fotografiados, por última vez, en cueros y pantalones cortos. Caminaban con las manos en alto. Apuntados.
En La Tablada se fotografiaron hasta los fusilamientos sin paredón.
Tampoco extraña que persistan algunos registros gráficos de las calcinaciones compulsivas. A través de piras terribles que distan de ser el tema para la acotación de esta crónica apurada.
Aún tampoco se sabe de quien fue -en definitiva- la operación de inteligencia.
Si se trató de la chiquilinada, insólitamente insustancial, del combatiente experimentado que distaba de ser un estratega. O un ideólogo.
De un profesional de la acción directa, como Enrique Gorriarán Merlo, El Pelado, quien por entonces obnubilaba con las hazañas de su trayectoria.
Como el ajusticiamiento, sin ir más lejos, de Somoza, cuando El Pelado curtía la onda hoy tristemente devaluada del sandinismo.
O si fueron víctimas, como verdaderos “pichis ciegos” -diría Fogwill-, de una operación de contrainteligencia militar.
El tema aún no mereció el abordaje del libro definitorio que tal vez se necesita. Aunque hubo ciertos intentos de interpretación rápida. Y una aceptable interpretación académica de Claudia Hilb.
El mensaje
Un ponderable legislador radical, de mandato cumplido, que milita a favor de la Ley de Medios y se encuentra más próximo a las imperfecciones del cristinismo que a la dinámica de los correligionarios, fue quien le envió el mensaje, según nuestras fuentes, a La Doctora.
De ningún modo debía elevarse la solicitud del ascenso del general Milani. A la Comisión de Acuerdos del Senado, que preside el senador Marcelo Guinle.
A propósito, son justamente determinados radicales los que más saben de las oscuridades perennes de La Tablada.
Los que mantenían alguna relación, tanto política como afectiva, con algunos combatientes muertos en la locura del ataque al cuartel.
A través de algún funcionario de La (Agencia de Colocaciones) Cámpora, el mensaje del legislador (MC) llegó al máximo influyente. ¿Máximo?
Lo gravitante es que la Doctora, pese a su clásica obstinación, debió retroceder. Para retirar el pliego del ascenso del General. Ostensiblemente enojada por exponerse, de nuevo, al ridículo de otra derrota, que podía haberse evitado. De contar con lo que últimamente le faltaba. Buena información.
Para atenuar precisamente la carencia, Carlos Zannini, El Gran Consumidor de Pescado (Podrido) estimulaba la movida de elevarlo a Milani. Era el gran especialista en Inteligencia, pero consustanciado, como sostenía, con el Proyecto. Con las claves transformadoras del modelo productivo, con inclusión social. Y con la caravana de indicadores imaginarios.
Con Milani planificaban suplir, en la práctica, a la desgastada Cooperativa de Crédito de 25 de Mayo.
La inteligencia oficial, que había dejado de ser confiable. Litigio ya tratado en Servilleta’s War, cliquear.
Un conflicto subterráneo que tal vez, si viene al caso, ampliaremos.
Oberdán Rocamora
para JorgeAsisDigital.com
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