El periodismo desplaza a la política
Con Horacio Verbitsky, Román Lejtman, Jorge Lanata, Héctor Magnetto y Eduardo Anguita. Participación especial: Horacio González.
El Asís cultural
escribe Carolina Mantegari
Editora del AsísCultural,
especial para JorgeAsísDigital
El periodismo genera el debate que desplaza a la política.
La deja con la categoría de espectadora. Hasta lateralizarla.
De pronto el periodista ocupa la centralidad que el político desocupa por su incapacidad. Desconoce la manera de reconquistarla.
El fenómeno pudo percibirse entre el súbito franciscanismo que enternece colectivamente a la sociedad, aún sensibilizada por el impacto de Francisco.
Sorprende a los periodistas del circuito cerrado, que se entregan al juego perverso de masacrarse. Con ajustes de cuentas personales de relativa reciprocidad.
Pasamanos
Derivaciones, en principio, de la interna irresuelta de Página 12.
Se trata del pequeño diario de vanguardia, que sólo formalmente mantuvo la originalidad fundacional de Jorge Lanata.
Después de diversos pasamanos, con la irrupción del Kirchner-cristinismo, Página 12 supo declinar, hasta erigirse en la virtual Secretaría de Estado de la actualidad.
Es precisamente en Página donde Horacio Verbitsky, El Perro, líder del Movimiento Todos por Horacio, produjo la ofensiva internacionalmente tentadora. Contra Francisco. Al que castiga y persigue desde antes, incluso, que fuera Francisco. Cuando Jorge Bergoglio era el cardenal ascendente que el kirchnerismo tomaba, en su patología, como jefe de la oposición.
Pero Román Lejtman inmediatamente supo debilitar aquella ofensiva degolladora. Fue a través de dos crónicas. Pero publicadas desde El Cronista.
Es el diario módico, acotado a la economía, que pretende superar a Ámbito Financiero, el competidor tradicional que carece del lucimiento que conseguía en los tiempos de Julio Ramos.
Ambos -El Cronista y Ámbito- también incursionan, con suerte generalmente relativa, en la política. Editados, con sistemática prolijidad, de lunes a viernes.
Después de varios pasamanos, El Cronista mantiene, como propietario reconocido, a otro Francisco.
Es Francisco De Narváez, El Caudillo Popular, que se dispone, según nuestras fuentes, a explotar publicitariamente los réditos de la favorable homonimia.
Lejtman es el colega de antaño de Verbitsky.
En los noventa, desde Página, participaban fervorosamente de la escandalosa pulverización del menemismo. Otra distorsión que -en simultáneo- los consagraba. En la lujuria fácil de “la investigación”.
Al desarme de Lejtman, se le debe anexar, a Verbitsky, otra definitiva fulminación.
Es Jorge Lanata quien se encarga de ejecutarlo. El que fuera oportunamente director de ambos. De Lejtman y de Verbitsky. En Página como en “Día D”, el invento televisivo.
Pero Lanata lo ejecuta ahora mediáticamente a Verbitsky desde Clarín. En el diario de Héctor Magnetto, donde también Verbitsky supo trabajar, antes que se tratara del Grupo Clarín.
Un Clarín que pudo haberle deparado, durante el peor periodo de la represión, cierta protección -digamos- familiar.
(Mejor que un suegro, a veces, es disponer siempre de un ex suegro).
Por su parte Magnetto, en otro pasamanos, también supo ser dueño oculto de Página 12.
Cuando Clarín utilizaba a Página de mascarón de proa, a los efectos de instalar con virulencia los temas que necesitaba desarrollar después el propio Clarín. Para la inteligente pulverización del menemismo que Clarín extorsionaba, y que siempre (el menemismo) le concedía.
En un ciclo que cierto menemista detestable, particularmente desatado, supo sintetizar por televisión:
“Página 12 te la inicia, Clarín te la amplifica, Grondona te reflexiona. Y después tenemos que aguantarnos, en La Nación, hasta a Atilio Cadorín”.
Clarín manejaba Página a través, según nuestras fuentes, del inexpresivo señor Díaz. Un burócrata opaco y anónimo que se limitaba al progresismo de bajar la línea y abonar los sueldos. De los mismos periodistas que hoy son contratados, en su mayor parte, por el gobierno, que se encuentra capitalizado por una caravana orgiástica de ventanillas.
Como La Televisión Pública, Radio Nacional, Telam, más la sucesión de los canales abiertos capturados. Y la innumerable cantidad de medios del Grupo Spolsky-Garfunkel, aparte de otros de relevancia menor, como los Grupos Moneta y Olmos. Contienen una superabundancia de empleados de prensa que se obstinan en degradar al bio-degradable señor Magnetto. Pero con sueldos que proceden, en algunos casos, de otras vertientes. Las que solían avergonzar, en aquellos tiempos, a los verdaderos profesionales. Ampliaremos (pero sólo si viene al caso).
Tiradores de toallas
La persistencia en el agravio de Verbitsky, hacia Francisco, es obcecada, pero destacable.
El Perro no tira desfachatadamente la toalla en el primer round. Como la arrojó, sin ir más lejos, Nuestra César.
Francisco la perforó a Nuestra César con la sensible emotividad del almuerzo que le marcó la cancha. Le plantó las diferencias espirituales que -pobrecita- la quebraron.
Pero Verbitsky no se dispone a rendirse tan rápido. Como otras ostensibles tiradoras de toallas. De la magnitud ética de las señoras Hebe de Bonafini y Estela de Carlotto.
Ni tampoco se dispone a darse vuelta acrobáticamente, con la garrocha espectacular en el aire. Como Luis D’Elía. Un paisano del Levante que suele hacerse El Negro. Para asustar.
O como los patriotas pragmáticamente presupuestarios de La (Agencia de Colocaciones) Cámpora.
Obstinado en la solitaria coherencia, Verbitsky llega al extremo de equiparar, en sus golpes, el entusiasmo por Francisco a la euforia del Mundial ‘78. O a la ceguera sustancial de Malvinas ‘82.
Alucinaciones de la Revolución Imaginaria
Después de todo es una suerte que, desde “Miradas al Sur” -del Grupo Szpolsky-Garfunkel-, el inflamado Eduardo Anguita, con la racionalidad del flequillito inteligente, decida interceder.
Con la erudición medular, Anguita expresó que “para muchos kirchneristas, Verbitsky quedó como un fiscal que señaló al Papa de un modo inconveniente».
Es decir, Verbitsky -para Anguita-, no proclamó ninguna fundamentada obscenidad. Ni siquiera instaló barbaridades. Sólo fue “inoportuno”.
Tan inoportuno, acaso, como el otro Horacio.
En la asamblea democrática del colectivo Carta Abierta, y a los efectos de impugnar el irritante calificativo de “Papa peronista”, Horacio González supo acudir al auxilio teórico del ensayista italiano Loris Zanatta, autor de “El mito de la Nación Católica”.
Aunque lo aplaudieron, y como suele sucederle, a González nadie le entendió un pepino.
Sin embargo, en la transpiración del monólogo, González supo registrar rasgos de creativa brillantez, apenas para explicar la amargura piadosa del fracaso cultural. La deriva de la banda intelectual que representa. En Carta Abierta, el aceptable refugio para los sexagenarios nostálgicos que se aferran tibiamente a las alucinaciones de la Revolución Imaginaria.
Desde Gorriarán a Magnetto, y al Corcho
Lo verdaderamente atractivo es el recorrido del pasamanos de Página 12.
La peripecia administrativa que enlaza a don Enrique Haroldo Gorriarán Merlo, el visionario inversor inicial, con Héctor Magnetto, el enemigo oficialmente diabolizado por los propietarios ideológicos de la actualidad. Los que transformaron el diarito de Lanata en la Secretaría de Estado.
Entre los abundantes especialistas en la botonería informativa, entre tantos rastreadores de pasados, llama la atención que nadie, hasta aquí, se dedique a investigar el periodo Clarinetista de Página 12.
Como si fuera otra anécdota banal, se lo trata en “Lanata”. Es la gran biografía -en tamaño- compuesta, a los apurones, por Luisito Majul. Aborda Majul el periodo de la referencia con la ligereza habitual de las historietas con mujeres, hoy bastante encabritadas con el protagonista.
Finalmente, el desplazamiento de la política por el periodismo induce a sugerir la lectura de “El inventor del peronismo”.
Es el libro indispensable de Silvia Mercado. Trata sobre el legendario Raúl Apold. Es el relacionista misterioso que, ya en los años cuarenta, supo encarar el fenómeno del desplazamiento. El que justamente hoy le excede al pobre Scochimarro, El Corcho, y al Abalito, dos lamentables epígonos de Apold.
Aunque ambos -Abalito y El Corcho- se reporten, disciplinadamente, a Carlos Zannini, el jefe real de La Cámpora.
Es Zannini El Cenador que cena, cotidianamente, con Nuestra César. Para extender su poderío y -en la práctica- gobernar. Mal.
Carolina Mantegari
para JorgeAsisDigital.com
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