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Exhibicionismo insaciable

El "Lanata" de Luis Majul.

Carolina Mantegari - 19 de diciembre 2012

El Asís cultural

Exhibicionismo insaciableescribe Carolina Mantegari
Editora del AsísCultural
(Con la colaboración de Medea Lobotrico-Powell)
especial para JorgeAsísDigital

Desde la sabiduría matemáticamente ancestral de la astrología china se impugna, con relativa facilidad, el aspecto más dramático de la biografía de Jorge Lanata, que compuso Luis Majul.
Libro de celebridades. Majul es una celebridad de la radio y la televisión, del periodismo investigativo y, por si fuera poco, es columnista de “La Nación”. En un acto de modestia redituable, se dedica generosamente a escribir sobre su colega Lanata. Un par.
Celebridad también de la televisión y la radio, de la literatura histórica y de ficción, y columnista, por si no bastara, de “Clarín”.
Ambas celebridades decidieron no ceder el menor espacio para el misterio ni la sugerencia. Contaron más de lo que hacía falta.

Ratas de Metal

El texto arranca, en la página 7, con el intento de suicidio de Lanata.
Faena, en la práctica, astrológicamente imposible. Lo explica Medea Lobotrico-Powell, desde Antibes. Por Skype.
“Lanata es Rata de Metal. Y las ratas suelen caracterizarse por el indoblegable espíritu de sobrevivencia. Garantía de indemnidad, a pesar de las catástrofes de índole personal”.

La Rata -amplía Medea- atraviesa sin inmutarse, en tres minutos, desde los 50 grados bajo cero a los 40 sobre cero.
“Si alguna vez leen que una Rata, o un Mono, se suicidó, se debe sospechar. Es un asesinato”.
En la teoría, las Ratas no se matan nunca.

Exhibicionismo insaciableTema tal vez pendiente, para las inquietudes de Majul. Componer una suerte de “Vida paralela”. A lo Plutarco. Entre los pares Jorge Lanata y Diego Maradona. Otra celebridad.
Lanata y Maradona, ambos Ratas de Metal, contienen características similares que aluden a la creatividad, la transgresiva brillantez, el ingenio y la producción. Pero también aluden a la tendencia persistente hacia la autodestrucción.
Dos paradigmas culturales de la provincia (inviable) de Buenos Aires. Lanata procede de Sarandí y Maradona de Villa Diamante.
Los dos mantienen la reconocida capacidad para generar montañas de dividendos, mientras conviven con la atracción del desequilibrio. En el que, con frecuencia, tropiezan y caen.
Por su identidad ambos conectan perfectamente con la Argentina (país también Rata, pero de Fuego).

Estrategia explícita

Al penetrar el “Lanata” de Majul cualquier sensato puede preguntarse para qué demonios les sirve, al biógrafo y al biografiado, contar tantas verdades absolutamente prescindibles.
¿Cuál es el sentido (literario) de desnudarse en exceso?
Salvo que se trate de una estrategia explícita. Programada. A los efectos de dar a conocer, del personaje, aquello que pueda ser tildado de reprobable. O reprochable. Para limpiar de próximos obstáculos al biografiado. Cuestión de lanzar, entre la carencia ambiental de referentes populares, una candidatura de impacto real. La perspectiva ronda, aunque Nicolás Wiñaski -Mono de Metal y colaborador sustancial de Lanata- niega. Una sorpresa que el cristinismo, en el fondo, espera. Mientras aburre con la Guerra-Divorcio que entabla con el Grupo Clarín.
Juntos, Gobierno y Clarín, mantienen secuestrada a la sociedad. Y amordazada a la política.
Justamente en un momento donde no aparece ningún personaje relevante que se disponga a inmolarse por Clarín. Salvo, transitoriamente, Lanata. Desde una emisión televisiva que logra atormentar al cristinismo, entendido como adversario. En sus días inspirados, cuando encuentra un tema movilizador y dista de brindar la imagen de la reiteración.

Exhibicionismo insaciable“A mí no me importa nada”´(442).
Lanata está jugado. Entregado a la inmortalidad.
“Se puede morir en cualquier momento” (254). Y casi todo le importa un c…

Se deslizan entonces, Majul y Lanata, por la pendiente del exhibicionismo insaciablemente excesivo. Hasta transmitir los detalles menos felices de las relaciones del biografiado con las mujeres que se le cruzaron. Conscientes, todas, de su inclinación cultural hacia la poligamia. Y de la pasión enfermiza por la peor de las adicciones, que lo unificaron con Charly y Fito, dos ídolos del rock que se destacan en situaciones que no despiertan precisamente admiración. Producen, más bien, misericordia.

El biógrafo transmite, tranquilamente, que durante los años noventa Lanata consumió ocho gramos de cocaína por día (53).
La cifra resulta impactante, pero probablemente sea falsa.
Significa, en caso de creerles, que la celebridad se castigó con 240 gramos por mes. Alrededor de un kilo cada cuatro meses.
Por lo tanto supo cargarse con tres kilos por cada año de la transformación económica del menemismo.

En diez años, en la bodega estragada de su cuerpo, el biografiado se cargó 30 kilos de “la buena”.
De “la María/ blanca como el día”. El “veneno” que podría conmover hasta al protagonista de “Ampolla”, de Fernando Sánchez Sorondo, acaso el libro más desesperadamente bello que aborda la problemática obsesiva de las adicciones.
Sorprende, en todo caso, que el positivismo de la vida saludable, o del amor familiar, lo haya rescatado, a Lanata, del abismo. Como sorprende que aún se lo vea entero. En un despliegue de ponderable creatividad.
La unánime habilidad para recuperarse, después de hundirse. De generar dinero para dilapidarlo en la peripecia vital. Contiene hallazgos tan conmovedores como los quebrantos.
Exhibicionismo insaciableAquí también a Lanata, como al par Maradona, le faltó el básico conocimiento astrológico.
Según Medea, los altibajos anímicos y morales tienen también que ver con la filosofía violentamente cambiante de la Rata.
“Suplica contención aunque sea incontenible”. Y arrastra, en la vorágine, a quienes lo rodean.
“Al humano Rata hay que contenerlo en la alta, cuando se cree Dios -explica Medea-. Pero hay que contenerlo también en la baja. Cuando se supone el ser más deleznable de la tierra”.
Y amaga, por ejemplo, con suicidarse. Como en la página 7. O cuando se atragantó, en su infancia triste, con pastillas.
Pero siempre -pobre- va a llegar hasta el borde.
Nunca le saldrá, afortunadamente, “el tiro del final”.

De Gorriarán Merlo a Magnetto

Entre descensos y elevaciones, lo más gravitante del exhaustivo y minucioso “Lanata” de Majul son los entretelones de la creación del diario Página 12.
El periplo que se extiende desde el guerrillero erpiano Enrique Gorriarán Merlo, que puso “un palo verde”, hasta el módico tenedor de libros Héctor Magnetto, que puso en Página al contable Enrique Díaz. Para desembarcar finalmente en la categoría de Secretaría de Estado. Es lo que Página 12 es hoy.
Exhibicionismo insaciableSe rescatan también ciertos extractos de los banales episodios de la profesión que suelen interesar a los periodistas auto-referenciales. Encantados, en general, con ser el centro de algo. Así se trate del entrevero poco elegante con Horacio Verbitsky. O de la pesificación bastante inexplicable de la deuda en dólares con Adrián Paenza.
Libro -en definitiva- para consumir con moderación.
Acierta Majul hasta agotar, a veces, con el anecdotario. Falla, en cambio, al no captar la complejidad del personaje.
La celebridad Lanata parece exceder a la celebridad Majul.
Y los sabios griegos aconsejaban que se debe huir de todo aquello que excede.
Como se debe huir de las “líneas” brillantes, que admiten el simulacro rico de la euforia artificial.
Editó Margen Izquierdo. 444 páginas.

Carolina Mantegari
para JorgeAsisDigital.com
permitida la reproducción sin citación de fuente.

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