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Lícito autobombo

Ante la reedición de Diario de la Argentina y la publicación de la nueva novela política, Hombre de Gris.

Jorge Asis - 10 de octubre 2012

Sociedad

Lícito autobomboLos talentos / Hoy, Jorge Asís

El regreso del escritor maldito

Por Jorge Fernández Díaz, para La Nación (10/10/2012)

Beatriz Sarlo se lo encontró en una esquina. Eran los días finales de 1981, iban y venían de la vieja editorial Losada y Flores robadas en los jardines de Quilmes llevaba vendidos más de trescientos mil ejemplares. «Leí tu novela y no me gustó», le dijo ella sin pestañear. Jorge Asís le sonrió bajo el bigote renegrido y le palmeó el brazo: «No me preocupa, Beatriz, vengo a cobrar los derechos de autor». Pero la verdad es que Sarlo, posiblemente la crítica literaria más influyente de la Argentina, piensa hoy que esa historia trágica, irónica y barrial fue muy importante, dividió en su momento aguas estéticas y políticas, y se ubicó en máxima tensión con Respiración artificial, de Ricardo Piglia, la otra gran obra de ficción escrita bajo la dictadura. Cuando hace unos años la Biblioteca Nacional pidió a distintos intelectuales una lista esencial de los 200 libros que eran necesarios para entender esta compleja nación, Sarlo incluyó la novela de Asís.

Algo parecido podría decirse de Diario de la Argentina, que desató un escándalo porque allí ficcionalizaba la redacción de Clarín. Ese libro lo envió al ostracismo y a la política, un mundo que fascinó al escritor y que durante años pareció tragárselo. Hoy, aquella novela maldita ya no trata sobre Clarín ni se lee en clave chismográfica como la leímos hace veinte años. Hoy, se lee en clave puramente literaria, como el fresco de un mundo cerrado y excitante, donde hasta el periodismo resulta un asunto incidental. Los jóvenes la están redescubriendo.

Con esa causa prescripta, amnistiado por el tiempo, Jorge Asís no pudo o no quiso desembarazarse sin embargo de la fatwa progresista. Para ese segmento, el pecado de haber sido militante neoliberal («ahora resulta que el único menemista era yo») es imperdonable y borra incluso la literatura. Para la academia, «el Turco» Asís no existe, no tiene ningún mérito.

Esto, al autor de Los reventados, parece importarle un bledo. Su lugar natural no han sido, durante las últimas décadas, las librerías ni los claustros. Asís pernoctó en la trastienda de la política siendo políticamente incorrecto. Y produjo desde allí una creativa y por momentos irritante nueva jerga, un trabajo idiomático que alguna vez deberá ser estudiado atentamente porque cifra y delata estos tiempos. Desde su blog, que es uno de los más consultados por dirigentes y colegas, Asís se reinventó como prosista. Y ahora por fin regresa con una novela: Hombre de gris. En este caso, el narrador «traiciona» a la corporación peronista para mostrar sus vísceras. Revela cómo actúan y piensan los peronistas más poderosos cuando están lejos de las cámaras.

Asís pasó el invierno argentino en París, escribiendo esa historia relativamente corta, en la que se prueba una vez más la teoría de la punta del iceberg de Hemingway: lo que aparece es sólo una parte; bajo la superficie se intuye un espinoso universo de historias verdaderas. Asís sabe de lo que escribe. Le bastan 180 páginas para hacernos imaginar las cosas ciertas que esconde esta fábula sobre un gobernador seducido por encarnar la célebre profecía de Parravicini, según la cual surgiría de la Argentina profunda un providencial «hombre de gris» que salvaría al país del atraso.

Ese gobernador es ficticio, y la provincia que gobierna (San Patricio) es inventada. Pero ambos encajan a la perfección en los regímenes feudales de hoy. Y el autor se encarga de hacerlos convivir con nombres célebres: Kirchner, De la Sota, Scioli, Solanas. Logra así un nivel óptimo de lo verosímil. Esto que narra pasó, está pasando, pasará. Hombre de gris dialoga con La cena, aquella extraordinaria película en la que Fouché (ministro del Interior de Napoleón) y Talleyrand (canciller de Francia) hablaban sobre el poder. En la novela de Asís casi no hay escenas, sólo gente que habla. Gente de la política que no ahorra sarcasmos ni amoralidad maquiavélica. «Te aseguro que cuando cuatro dirigentes se reúnen a tomar café no hablan de hacer el bien», me dice riendo. Almorzamos en el Club Francés. Hace un rato me ha confesado: «Yo soy solo, Fernández. No hay ningún escritor que se pare donde yo estoy. Pero decir que soy un escritor maldito me parece una ofensa para con Céline».

Logra en esta nouvelle, y se lo concedo, un personaje inolvidable: Rolando Tadeo, el Eje del Mal. Un ex dirigente menemista que pudo haber sido presidente, pero que cayó en desgracia. No puede ni caminar por la calle, sólo lo hace en días de lluvia, cuando nadie lo reconoce bajo el paraguas. Tadeo tiene una frase amenazante: «Cuidate conmigo porque te elogio. Me largo a hablar bien de vos y te masacro». Un brillante político quemado, en la deshonra, en «la lona espiritual», que sobrevive vendiendo sus teorías a políticos mediocres. «Te escucho hablar y tengo argumentos para rebuscármela durante dos meses -le dice el gobernador-. Largamente te ganaste el sobre.»

Sus conversaciones con el gobernador de San Patricio son inquietantes. Tadeo le dice, por ejemplo: «Los jóvenes de hoy son menos idiotas de lo que fuimos nosotros. Pero vienen demasiado apurados para hacerla pronto. Antes de tener un discurso convincente, quieren asegurarse los contratos para los cuñados». El gobernador no se queda atrás: «Los negocios nunca son para los secos. Ni para los apurados. Sólo debe robar aquel que previamente está salvado. Porque robar nunca fue para cualquier espontáneo. Es para los profesionales que sepan hacerlo. Abundan, en la Argentina, los especialistas».

Un tercer personaje resulta ser un inefable industrial, que «había sabido vender. Sobre todo, en dólares. Liquidó la gran totalidad de los activos durante el ocaso anunciado del gobierno de De la Rúa, cuando puso los capitales inteligentemente a resguardo. En las distintas variables del afuera. Bancos de Estados Unidos. Diseños artificiales de las islas Caimán. En Luxemburgo, con fondos confiables de inversión o sociedades extrañas que aposentaba en el Uruguay. Para el cambio chico, eran mantenidas las cuentas en el Banco Macro… Se había salvado. Se salvaría para varias generaciones, merced al recetario resignado de Duhalde, el Killer de la convertibilidad. Estaba hecho. A la medida del placer. Condecorado por la suerte y por la excelente información que complementaba su instinto de mercader. Porque pagaría, en pesos, sus deudas providencialmente devaluadas, después de haber recogido la montaña de dólares. Iba a ganar, con el fusilamiento financiero de la sociedad desguarnecida».

Tadeo desprecia a esa clase de empresario argentino y le desea al menos el castigo de «los jueces canallas». Que a estos vivos «los mantenían aferrados del cuello de sus expedientes. Tomados por las causas que se dilataban. Pero nunca se cerraban». La ecuación de los jueces era así: «Si el triunfador honorable había acumulado veinte millones de dólares, discutiblemente bien habidos, para no estar adentro junto a los ladrones vulgares tenía que poner, al menos, tres millones. Nunca menos de dos ni más de cinco. Después de haberse llevado con creces «la suya», los especímenes pretendían circular en libertad por los aeropuertos del mundo. Y hasta hacer crítica de costumbres. Denostar a la clase política. Espantarse por la calidad de la justicia en el país. Sin poner, para la caja de los empleados, la parte mínima que se llevaron».

El Eje del Mal, que es un consigliere del gobernador, asegura que desde el poder «a los empresarios hay que conducirlos. Tenerlos holgados, siempre líquidos, pero sin darles dos metros de ventaja porque te llevan puesto». Luego pronuncia sentencias contra Néstor, aunque admite: «Yo soy uno más que lo insulta. Pero los disidentes no aguantamos un llamado de Kunkel. Menos del Chueco Mazzón». Al final, Tadeo le dará un consejo fundamental al gobernador, y un dominó de intrigas terminará con sus enemigos.

Me quedo, sin embargo, con el destino de ese ángel caído que galguea en los arrabales: su esposa lo deja y se incorpora festivamente al kirchnerismo («carne tardía de Frepaso») para limpiarse de tanto menemismo personal, y se enamora de un progresista que gana poco: «El novio no tenía una moneda por culpa del neoliberalismo. Es decir, por culpa de Tadeo. Que el corrupto de tu ex no te tome por estúpida -le dice-. No se puede admitir que estando tan cerca de Menem, no tenga dinero para pagarte las expensas del departamento».

Picaresca cínica que dinamita el romanticismo ideológico; literatura política con conocimiento de causa y en tiempo real. Hablamos de sus orígenes en el Partido Comunista y su amistad con Haroldo Conti, y de su debilidad por el peronismo, «esa ideología a la carta», ese conglomerado que continuamente se plantea «cómo podemos hacer para cambiar y seguir siendo siempre los mismos».

Lícito autobomboMe dice mientras terminamos de comer que no existe en la Argentina un solo escritor que se atreva a presentar sus libros. Yo me ofrezco, porque más allá de su malditismo menemista, está su enorme talento. Parece extrañamente conmovido. Veo en los ojos de Asís los ojos de Tadeo. Pero la impresión apenas dura una fracción de segundos. Luego pide la cuenta y vuelve a su exuberante refugio de sornas.

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Los palimpsestos y las veladuras de Jorge Asís

Por Ignacio Zuleta, para Ámbito Financiero (10/10/2012)

Si la Academia se permitiese -se lo impide la cursilería y el oportunismo- un paseo por la última novela de Jorge Asís, podría titular monografías y ponencias en seminarios y congresos con «Hombre de gris, novela de veladuras» [Veladura: 1. pint.: «Tinta transparente que se da para suavizar el tono de lo pintado»] o «Hombre de gris, novela palimpsesto» [palimpsesto: «1. Manuscrito antiguo que conserva huellas de una escritura anterior borrada artificialmente». «2. Tablilla antigua en que se podía borrar lo escrito para volver a escribir»].

Esta incursión del novelista en la cuerda que mejor se le da, la ficción política, apela a una técnica que es metáfora de la veladura en las artes plásticas: la estructura es un relato de superficie que imagina una anécdota usual de la vida política, la del mandatario sin reelección que busca evitar que lo suceda un adversario político y que, para despejar el camino a su propia mujer, promueve un asesinato de imagen del pretendiente a través, claro, de la prensa.

Esa estructura acerca la obra a la especie de la nouvelle; discutiríamos con las profesoras si es una novela corta o un cuento largo, pero las veladuras le agregan significación a ese cuento. Una capa que se impone sobre la ficción es el escenario de realidad de la política argentina actual, con retratos de dirigentes, gobernadores, legisladores y presidentes que llaman a una actualidad que frena la fuga del lector hacia la ficción desde el relato básico. Otra veladura más agrega la opinión del escritor, que ya conocen quienes siguen sus campañas políticas, armada sobre caricaturas de personajes reales disfrazados en nombres-clave y actuando episodios de la actualidad de la Argentina en crisis desde 2001. Esa técnica de veladuras llama, claro, a la lectura del palimpsesto, que va descubriendo en cada una de las capas nuevas significaciones a cada una de ellas. Es lo que le da al libro la variedad de lecturas.

Como ante otras novelas de Asís cabe preguntarse si es oportuno el uso de nombres ficticios o imaginar que todo ocurre en la provincia de San Patricio, trasunto de cualquier distrito agónico de la Argentina. También si queda clara para el público la alusión al «hombre de gris», pergeño del extravagante Benjamín Solari Parravicini, a quien se le atribuyen profecías como que el salvador de la Argentina sería un «hombre de gris». Asís le atribuye el sueño de encarnar a ese personaje profético a varios de sus personajes, pero el narrador se ocupa de presentarlos sin condiciones para salvar a nadie, ni a sí mismo.

La salud de la ficción política de Asís se revela saludable en este relato, que está en la línea de sus mejores obras, que son las que lo han convertido en el mejor retratista de la Argentina contemporánea en los últimos 30 años con libros como «Diario de la Argentina» (que se reedita otra vez junto con esta novedad), «Canguros III», «Cuaderno del acostado», «Partes de inteligencia» o «La línea Hamlet». Con ese conjunto de obras, a la que agrega ésta del «hombre de gris», confirma que la literatura argentina actual sigue siendo un partido de Asís contra el resto. Y va ganando.

Lícito autobomboJorge Asís, «Hombre de gris» (Bs.As., Sudamericana, 2012, 200 págs.)

Jorge Asís, «Diario de la Argentina». Reedición. (Bs.As., Sudamericana, 2012, 488 págs.)

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Asís: «Dentro de cien años, Clarín va a ser recordado por mi libro»

El polémico escritor regresa con Diario de la Argentina, la reedición de un hito que lo condenó al ostracismo al contar en clave de ficción la intimidad del matutino. En diálogo con Infobae.com, habló de su conflictiva relación con el mundo literario, su popularidad entre los jóvenes y su paso por la política.

Por Rodrigo Duarte, para Infobae (4/10/2012)

Son buenos momentos para Jorge Asís. La racha que parece haber tenido su comienzo cuando destapó desde su portal la historia política del año, el escándalo Boudou-Ciccone -adelantándose varios meses al Grupo Clarín, su verdugo invisible de los últimos 30 años-, ahora es coronada por una festejada reentré literaria por dos, la publicación de una nueva novela política, Hombre de Gris, y la reedición de Diario de la Argentina, el libro maldito- aunque Asís rehúye de esa calificación- que provocó su marginación de los medios.

Publicada en 1984, la novela desnudaba las internas de un matutino de tirada nacional durante la dictadura militar, e incluía personajes -cuyas identidades reales era imposible no reconocer- como la viuda Sofía Basualdo de Alcalde, y el gerente Bagnetto, «posiblemente un émulo de López Rega sobre la Chabelita», en alusión a su maligna influencia sobre la directora del diario.

En diálogo con Infobae.com, Asís reconoce que el libro le cerró «prácticamente todas las puertas» y lo sepultó en la lona moral, según confiesa el protagonista de Cuaderno del acostado, la novela en la que narró magistralmente ese paso a la clandestinidad. Pero su ostracismo mediático ya es historia, y Asís, quien asegura no interesarse en el pasado, debe ahora volver a hablar de esa obra monumental escrita al calor de las armas.

¿Piensa que si el kirchnerismo no hubiese propiciado la discusión sobre Clarín en la opinión pública, ahora estaríamos hablando de la novela? Porque pese a que era considerada una obra maestra, se trataba de una obra maestra imposible de conseguir.

Este conflicto facilita tal vez el proceso de reimpresión de la novela, pero yo nunca dudé que iba a llegar este momento, porque estaba la obra, y yo confié en mi obra. En ningún momento me hicieron dudar de su valor literario. Yo estoy persuadido, como diría Alfonsín, que si hay un libro que me va a sobrevivir, va a ser Diario de la Argentina.

¿Podía imaginar el impacto y las consecuencias que tendría la novela al momento de su publicación?

El tema es que a mí no me importaba nada cuando publiqué el libro, porque el mero hecho de escribirlo ya era casi como una transgresión, una profanación. Esta novela cuando la publico yo ya estaba harto. Y diez años antes, cuando escribo Los reventados, también ya estaba harto.

¿Se le ocurrió alguna vez pedir perdón, a la manera de Salman Rushdie tras su fatwa, con el objetivo de que su prohibición fuese anulada?

¡Nunca se me ocurrió! ¿Cómo voy a pedir disculpas por escribir una novela? ¿Qué era yo? ¿Un modisto? ¡No! Todos sabían que yo era escritor. Lo cierto es que a Salman Rushdie le quedaba la alternativa de la complacencia solidaria. En mi caso, casi no hubo solidaridades. Más bien, la mayoría de mis colegas sintieron que se resolvía un problema. Y me parece que es un dislate que algunas generaciones se hayan perdido la lectura de esta novela, porque creo que hubiesen entendido un poco más cómo era el periodismo en la época del proceso. Es un libro para todo aquel que le interese la comunicación, casi desde un punto de vista arqueológico, porque ya no tiene nada que ver con lo que cuento yo.

Usted trabajó durante casi una década en el diario Clarín. ¿Cómo quedó su relación con sus compañeros?

Me saludan todos, tanto de la redacción como del tercer piso, los grandes responsables. A la señora directora de Clarín la he visto en lugares sociales y me ha dicho «Ay señor Asís, el tiempo para usted no pasa». Y yo: «Muy bien señora directora qué bien se la ve». Si lo encuentro al señor Magnetto también nos saludamos. Clarín son todos y no es nadie.

¿Le molesta que los pasajes que exponen la lucha de poder dentro del diario opaquen el resto de la novela cuando se la discute? Porque se trata de un libro cuyos méritos exceden lo que puede llegar a revelar sobre la gerencia de Clarín.

Eso costó mucho cuando salió la novela, porque estaba todo el mundo con esa lectura y querían descifrar quién era quién en la historia, pero yo sabía que eso era anecdótico y circunstancial. Se trata de personajes literarios inspirados, tal vez como todos los personajes de la literatura, en algunos que son reales, y eso es algo que tiene que ver con el proceso del escritor, del creador. Pero sí tenía conciencia de que estaba escribiendo una gran novela, de las que no voy a volver a escribir porque ya no se escriben más novelas de 500 páginas, ya no hay más tiempo no para escribirlas, sino para leerlas. Es uno de los últimos libros de un período de la literatura que desapareció.

¿Cómo cree que será recibida la novela en este contexto de la cuenta regresiva por el 7D?

Soy absolutamente consciente de que reaparezco con mi novela en medio de una pelea de gigantes. Y yo no vacilo en reconocerle a Néstor Kirchner haber tenido la iniciativa que no tuvieron ni Videla ni Menem ni Alfonsín, de ponerle un límite a ese Clarín enfático, avasallador si vos querés, que casi gobernaba, y que lo hiciese además después de haberlos utilizado durante 5 años. Por eso yo hablo de divorcio entre el kirchnerismo y el grupo Clarín, no de guerra. Porque Kirchner los masacra después de haberlos tenido a su merced, y se lo reconozco. Y hoy le reconozco a Clarín que, por su existencia, su persistencia, es el único espacio que le pone un freno a estos muchachos que creen que pueden ir por todo.

¿Siente ahora cierta reivindicación, personal y hacia su obra, después de haber sido muy criticado por ser funcionario durante el gobierno de Menem?

Yo tengo accidentes biográficos que los asumo todos, ¿entendés? No tengo nada de qué avergonzarme. Sé que de pronto pude no haber tenido el comportamiento ejemplar para ganar amigos, pero no hice eso, no fue eso lo mío. Pero sí siento que hay toda una generación de gente joven que me descubre, y los que me descubren son los hijos de la generación que me negó y me combatió. Chicos que crecieron pensando que yo era un hijo de puta, un corrupto, un facho, se sienten atraídos por las características del personaje que ven en televisión, que leen en el portal, en mi twitter.

¿Y qué genera esa gravitación hacia usted? En Diario de la Argentina define su filosofía como escepticismo revolucionario, y ahora, exceptuando quizás a los jóvenes de la Cámpora, se vive algo parecido a una revolución de los escépticos…

Coherencia. Y el cambio se da desde el 2004 en adelante, cuando yo empiezo a generar mi propio polo de poder con mi portal. Y esto me lleva a otra situación en mi vida. Yo en el año 88, después de haber pasado cuatro años de Rimbaud, de una temporada en el infierno argentino, sin la solidaridad internacional que pudo haber tenido Rushdie, y cuando empiezo a zafar de toda esa cosa negativa persecutoria provocada por el libro, me doy cuenta que para sobrevivir tenía que generar algún polo de poder. Y en aquel momento fue la política. En la Argentina y en mi vida casi novelesca, las cosas cambian tanto, que yo paso de estar en el piso a, triunfo político mediante, estar otra vez de regreso. Ahí es cuando transgredo de más el poder, que me pasó por encima. Pero eso no significa que se detuvo la interdicción conmigo, yo estuve interdicto mientras tenía tratamiento de Excelencia. Yo soy el único secretario de Cultura que no fue entrevistado por Clarín y La Nación en su momento.

Usted dice que todo el mundo habla de los 90 como si fuese una creación de Menem y suya, pero que «estaban todos estos», en referencia a muchos referentes del kirchnerismo.

Por supuesto… pero yo no soy pasador de facturas, y no me detengo en el pasado. Hoy la mera aparición de la novela y que sea aclamada, no es un problema para mí, es un problema para quien me obturó, para quien fue complaciente con mi fatwa, que prácticamente me cerró todas las puertas. Lo peor es que estos tontos me hicieron escritor maldito. ¡A mí! No maté a nadie, vivo en Recoleta, mucho aspecto de maldito no tengo… Si vos me querés comparar con Louis-Ferdinand Céline, muy fácil no va a ser. He sido 10 años embajador, secretario de Cultura, tengo el máximo premio que puede tener un escritor: lectores. ¿Y a mí hacerme maldito? ¿Por qué? ¿Por haber escritoDiario de la Argentina? ¿Por no ser un intelectual de centro-gauche? ¿Por haber dejado de creer en la revolución socialista?

Una de las novelas nacionales mejores recibidas de este año, Un publicista en apuros, de Natalia Moret, contiene un elogio suyo en la contratapa. ¿Cuál es su relación actual con lo literatura argentina y con los escritores jóvenes?

Debo decirte que se me acercan muchachos, algunos que tienen dos o tres libros publicados, y la verdad casi no me perdono el hecho de no conocerlos. Pero vos tenés que entender que por muchos años dejé de referenciarme en el mundo de la literatura. Nadie más me invitó a presentar un libro. La última vez que presenté uno habrá sido cosa de 14 o 15 años, el libro de Gabriel Dreyfus sobre la publicidad (La publicidad que me parió), y el de una amiga de Pinamar. Pero no estoy en lugares que tienen que ver con la literatura, porque ya sé que estoy omitido, casi oficialmente.

¿Qué balance hace de su obra, a más de 40 años de la publicación de su primera novela? ¿De qué libros se siente más orgulloso?

Lícito autobomboCuando se haga un repaso de qué es lo que se salva del olvido, creo que tengo dos o tres novelas que se pueden rescatar. Pienso que Los Reventados con el tiempo se va a leer mucho más, Flores robadas en los jardines de Quilmes es una novela que va a haber que tener mucho ingenio para prescindir de ella, y te aseguro que muchos lo han tenido para ningunearla y sacarla de la historia. Y otra es esta de la que estuvimos hablando. Y es más, Clarín, el próximo siglo, va a ser conocido por el Diario de la Argentina, va a ser recordado por el libro. Y se lo merecen.

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