La disyuntiva existencial de Nuestra César
06/09/2012. Entre la complicidad o la entrega.
Artículos Nacionales
escribe Serenella Cottani
Corresponsal Itinerante,
especial para JorgeAsísDigital
RIO GALLEGOS (De nuestra corresponsal itinerante, S.C).- «Ella se hacia la desentendida», confirma la Garganta.
¿Era desentendida, Cristina, Nuestra César, de verdad?
Gran pregunta. Néstor, El Furia, colaboraba para incentivar la pasión por el desconocimiento.
Advertía: «Mirá que de esto Cristina no sabe nada, si se entera nos mata a vos y a mí».
Distó siempre de ser tonta. Solía darse cuenta que, automáticamente, cuando irrumpía en alguna reunión del marido, se cambiaba de conversación.
El secreto colectivo
A casi dos años de la partida de El Furia, se asiste al estallido del secreto colectivo que comparten demasiados habitantes de Santa Cruz.
Que el máximo líder de la historia provincial fue, ante todo, el recaudador inagotable. Acumulador serial.
Liderar significaba también recaudar (puede modificarse el infinitivo del verbo).
Hoy Nuestra César enfrenta la disyuntiva existencial.
O lo entrega a El Furia. Para demoler imperdonablemente el mito que construye.
O asume la complicidad. Para hacerse políticamente cargo de la fortuna desconocida que se le legó.
«Olvidate, Serenella, es cómplice», confirma otra Garganta.
Nuestra César llegó al Olimpo por El Furia. Pero la pobre se quedó enmarañada entre las tinieblas sospechosas de la red.
Continuar con el desentendimiento es, a esta altura, una utopía.
Paradojas
Entonces no se trata del celoso resguardo de la intimidad presidencial. Extrema sensibilidad que deriva en la denuncia de espionaje. Al acosado Gobernador Daniel Peralta, alias Campera.
La (Agencia de Colocaciones) Cámpora, a «Campera», se lo quiere cargar.
Lo que debe evitarse es que trascienda aquello que se oculta. En vano. Porque igual se filtra.
Desde las fantasías del pueblo castigado. Con habitantes que trafican nutrida información básica. Sumatoria de confidencias.
Para entender la magnitud de la disyuntiva existencial, hay que constatar que Nuestra César es mucho más que la viuda sorprendida por la herencia millonaria. Es la Presidente (Providencial) de La Nación.
En un momento de exclusiva saturación social. La disyuntiva emerge entonces con la categoría de una situación límite.
O dilapida el mito creado alrededor del marido extinto, presentado como el Eternauta.
O asume la condena de la complicidad. La complejidad del personaje que la llevó hacia la más alta representación institucional.
Si quiere superarse y trascender, Nuestra César tiene que destruir a quien le debe la legitimidad.
O sumergirse en la complicidad con aquellas maneras recaudatorias que trascienden. Y la arrastran.
Hoy paga el precio del desentendimiento. Fuera programado. O sincero. Real.
Al mejor estilo kirchnerista, ante un problema, Nuestra César, antes que la solución, busca un culpable. Lo encuentra en Peralta.
Justo cuando la disyuntiva dilata el final cantado del escándalo.
El culpable ideal, Peralta, es el gobernador de la provincia que los catapultó a los dos. La que El Furia condujo, sin escalas, hacia la gloria. Y hacia la impresionante declinación.
Admiración, afecto y temor
Los peores enemigos desparraman la información hipersensible. Relativas a la pasión acumulativa del líder. Al que, además de admirarlo y temerle, lo apreciaban.
Tres sentimientos, admiración, afecto y temor. Distan de trasladarse hacia Nuestra César. Estigmatizada por la altivez, la distancia natural. La frialdad superior que solía mirar al semejante con el desdén de una concesión.
La Heredera, La Familia, se queda con las empresas múltiples, las estancias innumerables, y con las montañas de billetes de 500 euros. Fantasiosamente apretujados en los diversos «Fort Knox» (cliquear).
La fantasía los imagina, aún, en los sótanos codiciados.
En las bóvedas de banco (Hipotecario) empotradas en sendas casonas de Gallegos o El Calafate (y últimamente en dos departamentos de Puerto Madero).
Entonces no es grave que el entrañable Polo Manzanares, el contador, junto al escribano Albornoz, hijo del «compañero Albornoz», sean fotografiados por la agencia OPI cuando entran a la casa de la calle Mascarellos (hoy en refacciones porque, para colmo, se levantan los pisos).
Es grave porque cualquier destrozado de Santa Cruz se encuentra en condiciones de sospechar que en esa reunión, el contador y el escribano deben tratar, con Nuestra César, los bienes que se ocultan. Como males. Para diseñar una arquitectura creativa. Para desfilar, decentemente, a través del dibujo de la legalidad.
Serenella Cottani
Corresponsal itinerante
para JorgeAsisDigital.com
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