A desinvertir, a desinvertir
LA FRONTERA DEL 7-D: Pero Clarín va por otro año.
Artículos Nacionales
escribe Oberdán Rocamora
Redactor Estrella, especial
para JorgeAsísDigital
En los setenta, los folkloristas obstinadamente comprometidos solían atronar con una canción movilizadora, «A desalambrar», del mártir chileno Víctor Jara. Pero que Daniel Viglietti, el trovador de La Banda Oriental, entonaba con mayor dramatismo. En su estribillo alentaba:
«A desalambrar, a desalambrar».
La consigna movilizadora, de la épica cristinista, parece haberse inspirado en Viglietti o Jara. Parece ser:
«A desinvertir, a desinvertir».
Tajos
«Descuente, Rocamora, que Clarín va por otro año más», confirma la Garganta.
La literatura -y no la jerga tribunalicia- es el instrumento ideal para entender la Guerra-Divorcio que mantiene secuestrada a la política argentina.
Entre Cristina, Nuestra César, al comando del Estado.
Y Héctor Magnetto, El Beto, al comando del Grupo Clarín.
Trátase del imperio-emporio empresarial que atravesó, sin escalas, el trayecto del amigo, redituablemente complaciente, al enemigo feroz. Al que «se debe fragmentar». Desinvertirlo. Tajearle el aire, los cables, la influencia y -especialmente- la contabilidad.
Para defenderse del «hostigamiento moral», y sobre todo material, los «clarinetiistas» argumentan la inexistencia de antecedentes internacionales de avances semejantes. No tienen en cuenta las ofensivas, violentamente abusivas, de Vladimir Putin, en Rusia, de Viktor Orban, en Hungría. Y ni siquiera de Rafael Correa, en Ecuador.
El «primer chico»
El Portal se destacó por la imposible neutralidad. Fue crítico incómodo de los divorcistas. Supo explotar la problemática de la confrontación. A través de la miniserie titulada «Guerra de Convalecientes» (cliquear).
La libraban dos pacientes. En primer lugar Néstor Kirchner, El Furia, antecesor y marido extinto de Nuestra César. Contra el persistente Magnetto, que dejó amargos girones en las batallas.
No obstante, aún a la defensiva, El Beto permanece con capacidad de daño. La dinámica del litigio incentivó la asombrosa recuperación.
Aquí, metafóricamente, se contó que los enemigos, los ex amigos que se separaban, eran firmes aliados que compartían churrascos frecuentes. Continuarían la pelea hasta en la sala de terapia intensiva del sanatorio. Iban a arrojarse con sueros, pelelas, respiradores.
Aquella edición de la «Guerra de Convalecientes» culminó con la partida biológica del que explotó primero. El Furia.
La circunstancia de ningún modo habilita a pregonar la idea que Magnetto resultó el triunfador.
Sólo Magnetto le ganó el «primer chico» a El Furia. El de la vida.
Con dificultades, El Beto todavía se expresa. Comanda la artillería manual, para defenderse de los bombardeos cotidianos del Estado.
En tanto, lo que queda de El Furia se reduce piadosamente en el interior del Mausoleo de mal gusto. Clausurado, para colmo, con cientos de llaves. Cada semana su memoria recibe otra vuelta de llave más. La merece. Mientras se lo lo mitifica. Ampliaremos.
La heredera, Nuestra César, continúa la cruzada «anti-monopólica», con virulencia superior. Y con la construcción sistemática de otro monopolio numéricamente superior.
Para la Garganta de Clarín, el cristinismo hoy contiene un 80 % de prensa favorable.
Adicta, en gran parte, a la droga pasional de la pauta.
Aquí amontonan al Grupo de Sergio Szpolsky y Matías Garfunkel (el narrador sin tema). Al de «El Rulo» Moneta, que le aguantó ocho meses de portadas. El Grupo Olmos de Crónica. El del indescifrable Hadad, El Fenicio. Pero sobre todo también a los hostigadores fervorosos del Grupo América.
Trátase de la dupla conformada por los próceres Osvaldo Vila y José Luis Manzano. Una suerte de yunta menos simpática que la de Jack Lemmon y Walter Matthau.
Primero Vila-Manzano confrontaron con El Furia. Pero pronto se inspiraron en Borocotó, para enrolarse en la cruzada épica del cristinismo.
Muchachos, acuérdense que en política, «el que explica pierde».
Contaron con la colaboración, aprobada por Nuestra César, del comisario político Juan Manuel Abal Medina, El Abalito (extrañamente apodado Oggi Junco, por frecuentadores del Intercontinental, a sus espaldas y vaya a saberse por qué).
El mero tráfico del apellido Abal Medina remite al entendimiento eventual del triplete Vila-Manzano-Nuestra César, con Carlos Slim.
Trátase del poderoso «paisano» mejicano de nuestro director. Un consumidor de Kebbe como El Fenicio, pero que parece ser lo suficientemente torpe como para enlodarse, según nuestras fuentes, en la aventura de la desinversión. En tal caso, el «paisano» quedaría como otro rebotero más. Un aprovechador de ventajitas de los tantos.
Que Slim, El Fenicio Mayor, se anote para cobrar la suya, la que puso, en la posterior catástrofe de YPF (la próxima Aerolíneas Argentinas), vaya y pase.
Pero tiene demasiada moneda como para quedar como otro cuervo que aproveche las desinversiones compulsivas.
A Clarín, Slim puede perfectamente ganarle. Como corresponde. De frente.
Final con Comunión
La Guerra de los Convalecientes se puso mucho menos apasionante con las idas y vueltas de las «cautelares». Con la formalidad de los abogados, que las separan del «conflicto de fondo». La Inconstitucionalidad de la Ley SCA. De Servicio de Comunicación Audiovisual. Pasa a la historia como Ley AntiClarín.
Con las interpretaciones del artículo 41 (que alude a la «prohibición de transferencia de licencias»). Pero sobre todo con las interpretaciones del 161. Atañe a «la obligación de adecuación». A la prosa de la «desinversión». En la práctica, es el descuartizamiento soñado.
El 7 de diciembre del 2009 Clarín logró clavarle, al gobierno, en el pecho, la «cautelar» que dilató la ceremonia de «desinvertir».
La chicana judicial resultó estremecedoramente eficaz. Produjo el vendaval de apelaciones, de recursos extraordinarios y ratificaciones. La Cámara de nombre interminable definió el plazo de 36 meses. Y La Corte Suprema avaló también la frontera final. La del próximo 7-D.
«El 7 de diciembre no va a pasar fácticamente nada», confirma la Garganta. Adhiere al relato oficial de Clarín.
La fecha fronteriza del 7-D le pone un poco de tensión narrativa a la política, signada actualmente por el aburrimiento unilateral.
Con la iniciativa siempre en poder de Nuestra César, que sin embargo va detrás de los acontecimientos y pierde, inalterablemente, las batallas que encara.
Sea con Scioli, el líder de la Línea Aire y Sol, o con Macri, El Niño Cincuentón. Dos samurais que mantienen el orgánico defecto de contar con cierta legitimación popular. Valor imperdonable.
Hoy, para colmo, «Cristina baila la música de Clarín» (cliquear). Se desgasta en explicaciones. Como consecuencia de portadas que nunca podían haberse publicado entre el 2003 y el 2008. En los tiempos felices de la convivencia. Mientras El Furia conquistaba la hegemonía, con la ayuda explícita del «Grupo Monopólico». La «prensa concentrada» que había decidido, equivocadamente, no informar lo que debía. Ni orientar.
El Beto, o sea Clarín, es, en cierto modo, corresponsable de la gestación del monstruo que se lo quiere, ahora, comer.
Desinvertirlo en fetas. Con sobreactuaciones que ampara la transitoria impunidad.
Rebanarles el Canal 13, TN, o hacerle desde ya el 15% de «la joya», Cablevisión.
Porque si hoy Cablevisión tiene el 47 % del cableado, después de la frontera del 7-D tendrá menos del 35 % del negocio.
«Olvidate, Oberdan, lo que se viene después del 7 es sólo el 8 de diciembre», confirma la Garganta.
«Día ideal para tomar la comunión». Angelicalmente.
Oberdán Rocamora
para JorgeAsisDigital.com
Continuará
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